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La fortuna siguió favoreciendo a los patriotas. El batallon Numancia, que formaba parte de una division realista encargada de observar los movimientos de las tropas de SanMartin, se presentó a éste con los 650 hombres que compo nian su fuerza (3 de diciembre). Ese batallon, organido en Venezuela en 1813, i formado casi todo entero de americano, habia servido mui eficazmente a los realistas tanto en Colombia como en el Perú, a donde habia sido enviado por el virei de Nueva-Granada. Tras de él se pasaron a los patriotas muchos oficiales i soldados que hasta entonces habian servido en el ejército de Pezuela.

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El jeneral Arenales alcanzaba entre tanto triunfos impor tantes en el interior. Despues de la victoria obtenida en Nasca, emprendió su marcha por la sierra, tomó a Guamanga, Huanta, Jauja i Jauma produciendo en todas partes un levantamiento casi jeneral contra la dominacion española. El virei, alarmado por los progresos de los patriotas en los pueblos de la sierra, hizo salir de Lima al brigadier don Diego O'Reilly, irlandes de nacimiento al servicio de la España. Este jeneral llevaba consigo una division de mas de 1,000 soldados, i fué a colocarse en Pasco donde esperaba encontrar i batir a los patriotas, En aquel sitio tuvo lugar en efecto el combate; pero contra las espectativas que los españoles habian fundado en la superioridad de su número i en el cansancio i fatigas de sus contrarios, fueron completamente. derrotados despues de un corto pero encarnizado combate. O'Reilly i muchos de los oficiales superiores de su division. cayeron prisioneros (6 de diciembre). Despues de esta victoria, Arenales siguió su marcha hácia el norte, i fué a reunirse con San-Martin en el cuartel jeneral del ejército independiente sin volver a ser inquietado por los realistas (8 de enero de 1821).

DEPOSICION DE Pezuela; EL NUEVO VIREI ENTABLA NEGOCIACIONES.-El virei habia reunido en Asnapuguio al norte de Lima, un ejército de cerca de 8,000 hombres. Su vanguardia se habia adelantado hasta ponerse a la vista del campamento de San-Martin, i desde allí efectuó diversas evoluciones sin resultado alguno. En Lima se esperaba que de un momento a otro tuviese lugar una gran batalla, pero se creia jeneralmente que la superioridad numérica de los realistas obtendria la victoria. Sin embargo, aquella situacion se prolongaba, i la excitacion parecia aumentarse cada dia. Los patriotas peruanos se aprovechaban de aquel estado de cosas para infundir el desaliento entre sus contrarios por

medio de noticias alarmantes, para fomentar la deserción de las tropas realistas, i para abandonar a Lima i llevar a SanMartin importantes noticias.

El virei parecia agoviado por la responsabilidad que pesaba sobre él, i no acertaba a dictar medidas eficaces para conjurar la tempestad. Los jefes militares le habian aconsejado que reorganizara una junta directiva de la guerra. Pezuela accedió a esta indicacion; pero creyendo que era desdoroso a su autoridad el someterse a los acuerdos de aquella junta, solo dió a sus miembros voto consultivo i se reservó el derecho de seguir o no sus pareceres. Este arreglo, como debe suponerse, no hizo mas que preparar una division entre los jenerales españoles sin dar mas vigor a las operaciones mili

tares,

La turbacion i el desconcierto comenzaron a inclinar a muchos en favor de un arreglo pacífico. Los comerciantes inas acaudalados de Lima, los personajes mas distinguidos de la ciudad elevaron al virei, por el órgano del cabildo, una respe tuosa representacion en que le manifestaban cuánto convenia arribar a un avenimiento con San-Martin que évitase los desastres de la guerra (diciembre de 1820). Se dijo entonces qite esa solicitud era sujerida por el mismo Pezuela i por sus consejeros que querian la paz a todo trance.

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Las últimas desgracias de las armas españolas, así como la indecision que mostraba Pezuela para atacar al ejército de San-Martin, acabaron por determinar a los jefes realistas a tomar una medida definitiva. Reunidos en el campamento de Asnapuguio firmaron el 29 de enero de 1821 una solicitud en la cual pedian al virei clara i terminantemente que entregara el mando supremo al teniente jeneral don José de La-Serna, jefe superior en el mando jeneral del ejército, i designado por. su graduacion para tomar el gobierno civil a falta del virei. Pezuela no se atrevió a luchar contra esta insurreccion, i en el mismo dia entregó el mando al jefe designado, aparentando en todo que procedia por su propia voluntad; pero realmente sintiendo en lo mas vivo el ultraje que se le inferia. La Serna, sea por disimulo o por verdadera falta de ambición, se re sistió al principio a aceptar el puesto que se le ofrecia; pero cediendo a las instancias de los otros jefes, se resolvió al fin a tomar la direccion del gobierno i de la guerra.

Contra las esperanzas de los mas exaltados realistas, LaSerna no pudo hacer una guerra eficaz al ejército libertador. San-Martin envió diversos destacamentos a molestar a los es pañoles; i particularmente a cortarles toda comunicacion con

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los lugares en que pudieran proveerse de víveres. A mediados de marzo partió del campamento una division, mas respetable. Era compuesta de una parte de la escuadra al mando de lord Cochrane i de 600 soldados bajo las órdenes inmediatas del teniente coronel don Guillermo Miller, militar ingles tan intelijente como osado. Esa columna recuperó la ciudad de Pisco (20 de marzo de 1821), que habia sido abandonada por San-Martin al principio de la campaña. No pudiendo permanecer allí mui largo tiempo, i conviniendo sobre todo llevar las operaciones militares a las provincias vecinas del AltoPerú, Miller se dirijió a Arica, donde desembarcó el 6 de ma yo tomando posesion de aquel puerto. En seguida, avanzó al interior en direccion de Arequipa, para continuar desde allí sus operaciones militares en el sur del Perú, pero luego le fal, taron armas con que equipar los reclutas; i las enfermedades endémicas que allí se, hacen sentir lo obligaron a volver a Arica, despues de algunas operaciones hábilmente dirijidas. Otra division mandada por el jeneral Arenales, salió tambien del campamento patriota (21 de abril) i cruzando la sierra, pasó por Pasco, Tarma, Jauja i Huancavélica, poniendo a los realistas en la mas completa dispersion (5).

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Todas estas operaciones, así como los movimientos constantes de los montoneros que rodeaban a Lima; ponian al nuevo virei en una situacion sumamente embarazosa. El estrecho bloqueo que por el lado de la costa mantenia la escuadra chilena, i la interrupcion de comunicaciones con las provincias agrícolas, ponian a Lima en un estado de escasez. mui inmediato al hambre que se sigue a un sitio. En el campamento patriota no faltaban jefes i oficiales que pidieran a San-Martin, movimientos mas rápidos, golpes mas trevidos, San-Martin, sin embargo, no abandonó su plan de sistemada circunspeccion porque no queria esponerse a una derrota despues de la cual habria sido imposible la reorganización de sus tropas.

En esas circunstancias llegó al Perú el capitan de fragata don Manuel Abreu, comisionado por el gobierno español para celebrar un tratado de paz con los jefes insurjentes. San

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(5) Estas dos espediciones han sido r referidas con toda profijidad de parte de sus mismos jefes. La primera por Mr. John Miller en las conocidas Memorias des hijo del jeneral) en su Memoria histórica sobre las ope-jeneral Miller; i la segunda por el coronel arjentino

don José raciones de la espedicion libertadora a las órdenes del jeneral Arenales en sucampaña de 1821, Buenos-Vires, 1832.

Martin se ganó la voluntad de este ajente tratándolo con las mas señaladas consideraciones, sin dejarle entrever, sin embargo, sus deseos ni sus propósitos. La-Serna, por su parte, aprovechó la presencia de Abreu para renovar las negociaciones pacíficas con el jeneral patriota; i en efecto le pidió que se sirviera nombrar sus representantes a las conferencias que debian tener lugar en la hacienda de Punchauca, a cinco leguas al norte de Lima. San-Martin, cediendo a las insinuaciones de La-Serna, le envió a la capital una cantidad considerable de trigo.

Las negociaciones se abrieron en aquel lugar el 3 de mayo (1821), i duraron cincuenta i dos dias, sin arribar a un resultado definitivo. Por fin, San-Martin propuso al virei una entrevista en aquel mismo sitio para fijar las bases de un arreglo terminante. Ambos jefes concurrieron a ella acompañados por algunos oficiales superiores; i despues de saludarse con escrupulosa cortesía i de comer en una misma mesa, celebraron una larga conferencia. En ella, San-Martin ofreció la paz al virei bajo las condiciones siguientes: reconocimiento de la independencia absoluta del Perú; formacion de una rejencia compuesta de tres miembros nombrados uno por LaSerna, otro por San-Martin i otro por eleccion popular, que gobernase interinamente; i por último el envío a España de dos comisionados para pedir un príncipe que viniera a ocupar ef trono del Perú. San-Martin estaba convencido de que la América no podia ser gobernada sino bajo el réjimen monárquico constitucional. Es de creerse que hizo esas proposiciones con el propósito de cumplirlas lealmente. La-Serna las aprobó tambien individualmente, pero se abstuvo de dar a San-Martin una contestacion definitiva ántes de consultar a los jefes superiores de su ejército.

La opinion de éstos fué desfavorable a aquel arreglo. El reconocimiento de la independencia del Perú exijido por SanMartin, era una condicion que casi todos ellos rechazaban con igual ardor. Conformándose a este parecer, el virei contestó al jeneral patriota que no aceptaba las proposiciones hechas; pero en cambio le ofreció una tregua de un año, durante la cual los dos ejércitos quedarian en posesion del territorio que ocupaban, debiendo mientras tanto ámbos jefes, San-Martin i La-Serna, pasar a España para informar al rei de lo que ocurria en el Perú, i celebrar un convenenio defi. nitivo. El jefe independiente rechazó en el momento esta proposicion, i la guerra se renovó.

EL EJÉRCITO LIBERTADOR OCUPA A LIMA; PROCLAMACION

DE LA INDEPENDENCIA DEL PERU.-La situación del virei parecia cada dia mas difícil. Las calamidades de la capital se renovaron desde la terminacion del armisticio, i el cabildo i la ciudad entera lamentaron la obstinacion de los jefes españoles para no aceptar el convenio propuesto por San-Martin. Mientras tanto, a espaldas de Lima, la division del jeneral Arenales sublevaba los pueblos de la sierra, i cortaba a los realistas toda comunicación con el interior. La-Serna comprendió que era imposible sostenerse por mas tiempo en la capital; pero ocultó cuidadosamente sus temores para no hacerlos llegar a conocimiento de San-Martin ipara no alarmar al

vecindario.

El jeneral don José Canterac, a la cabeza de una division de 4,000 hombres, salió de Lima en direccion a la sierra, con apariencias de dirijirse contra Arenales, pero en realidad para emprender la retirada i salvar ese cuerpo de tropas. El 4 de julio, anunció La-Serna su pensamiento de evacuar a Lima, confiando su gobierno al jeneral marques de Montemira, peruano de nacimiento, jeneralmente considerado i respetado. En la capital dejaba tambien 1,000) soldados enfermos, entregados a la jenerosidad de San-Martin, i en el Callao una guarnicion de 2,000 hombres para la defensa de sus castillos. Dos dias despues, el altanero virei abandonó la opulenta ciudad en son de fuga, i emprendió su marcha hácia la sierra para reunirse con la division de Canterac (6 de julio de 1821).

Como debe suponerse, San-Martin celebró grandemente este suceso; pero no se abandonó a grandes trasportes de alegría. La frialdad de su razon i de su carácter no le permitia dejarse mecer por lisonjeras ilusiones. El prudente jeneral habia visto con profundo desencanto que la gran masa de la poblacion peruana permanecia, a lo ménos al parecer, e " revolucion. San-Martin habia esperado en vano que las provincias del centro i del sur se rebelasen-abiertamente, como lo habian hecho Guayaquil i Trujillo; pero en lugar de ver realizados sus deseos, observaba que la poblacion de Lima, aun despues de la retirada de La-Serna, no se atrevia a dar el grito de independencia, i llamaba al ejército patriota mas bien para que la resguardara contra todo intento de saqueo, que por entusiasmo i decision. San-Martin llegó a creer que pisaba un suelo no verdaderamente hostil, però sí indiferente; i si bien es verdad que habia conseguido organizar algunos cuerpos de soldados peruanos, estaba convencido que si sufria una derrota no podria reorganizar su ejército en el Perú.

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