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anexion de la Banda Oriental como un hecho que no le era dado impedir; pero protestó contra él en términos llenos de altivez i de resolucion. En una nota dirijida al gabinete imperial por el ministro arjentino en Rio Janeiro se encuentran estas palabras que revelan en cuánto se estimaba en BuenosAires la posesion de esta provincia. "Las provincias del Plata no pueden sustraerse a la necesidad de sostener su honor i su dignidad; i no consultando mas que su independencia i sus otros intereses nacionales, espondrán, si esto es necesario, hasta su propia existencia para obtener la reincorporacion dé una plaza que es la llave del inmenso rio que baña sus costas, abre los canales de su comercio i facilita la comunicacion entre una multitud de puntos sometidos a su dependencia." La corte de Rio Janeiro contestó a estas reclamaciones con el altanero desprecio de quien tiene fé en la inmensa superioridad de sus recursos.

TREINTA I TRES EMIGRADOS URUGUAYOS INVADEN LA BANDA ORIENTAL.-Los actos de adhesion al imperio brasilero de parte de la poblacion oriental, no eran en manera alguna espontáneos. Un descontento profundo pero disimulado jerminaba en todas partes, i aun se dejó traslucir por algunos proyectos de conspiracion prevenidos en tiempo. La dominacion brasilera no era cruel ni rigorosa; però la maza del pueblo oriental, ligada por la identidad de lengua i de raza i hasta por las relaciones de familia con la poblacion de Buenos-Aires, deseaba su incorporacion a la República Arjentina, que en esa misma época hacia grandes progresos políticos i materiales bajo la influencia decisiva del ilustrado ministro don Bernardino Rivadavia.

En Buenos-Aires residian como emigrados muchos militares i ciudadanos orientales que no habian querido someterse a la dominacion brasilera. Uno de ellos, el coronel don Juan Antonio Lavalleja, preparó una empresa que podia considerarse descabellada, i que sin embargo fué ejecutada con toda resolucion i con gran fortuna. De acuerdo con treinta i dos de sus compatriotas, reunió algunas armas, i embarcándose secretamente, atravesó el rio de la Plata i desembarcó en el puerto de las Vacas, en la Banda Oriental (19 de abril de 1825), dispuesto a hacer la guerra a los dominadores de su patria. Un pequeño triunfo alcanzado el dia siguiente sobre un destacamento brasilero, dió nuevo crédito a su causa i engrosó sus filas con nuevos voluntarios. El comandante Rivera, que servia en el ejército brasilero desde 1820, abandonó ɛus filas i engrosó las fuerzas de la insurreccion, poniendo al

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servicio de ésta toda la influencia de que gozaba en la campaña. Antes de dos meses toda la Banda Oriental estaba sobre las armas. Los brasileros, batidos en muchos encuentros parciales por Rivera i Lavalleja, se vieron obligados a encerrarse en Montevideo i la Colonia, a donde fueron a hostilizarlos los insurjentes.

Mientras tanto, la pequeña villa de la Florida fué declarada capital provisoria del estado, i allí se organizó un gobierno presidido por don Manuel Caballero, vecino respetable del Uruguay, con el encargo de dar unidad a los elementos de que podia disponer la revolucion (14 de junio). Uno de sus primeros actos fué reconocer la autoridad del congreso sobe. rano de la República Arjentina i enviar a él dos diputados representantes de la Banda Oriental. Ese mismo gobierno provisorio reunió en la Florida la primera asamblea provincial; i allí fué proclamada la independencia de todo el Uruguay, i declarados nulos i sin ningun valor todos los actos de incorporacion al Portugal o al Brasil.

Esta solemne declaracion fué sancionada pocos dias despues por una espléndida victoria, Lavalleja habia alcanzado a reunir una division de 2,000 hombres bien armados; i ocupaba con ellos el lugar de Sarandí. El jeneral brasilero Bento Manuel Ribeiro, que se habia ilustrado en la invasion de la Banda Oriental, osó atacarlo en aquel sitio; pero fué completamente derrotado (12 de octubre de 1825). Los brasileros se retiraron del campo de batalla en entera dispersion, dejando en poder de los patriotas cerca de doscientos prisioneros. La superioridad de las armas de Lavalleja quedó establecida desde entónces en todo el Uruguay; i el prestijio de su causa ganó nuevos i mas poderosos ausiliares.

EL GOBIERNO ARJENTINO DECLARA LA GUERRa al BraSIL; BATALLA DE ITUZAINGÓ.-El gobierno arjentino habia prestado hasta entonces una cooperacion indirecta, por decirlo así, a los patriotas de la Banda Oriental. Habia favorecido los esfuerzos de los particulares para suministrar armas i dinero a los insurjentes, pero no se habia atrevido a declarar francamente la guerra al Brasil. Por fin, el 4 de noviembre (1825), el ministro arjentino don Manuel José García dirijió a la corte del Janeiro una nota que importaba una declaracion solemne de quedar abiertas las hostilidades. Anunciábale que el congreso de Buenos-Aires reconocia incorporada a la República Arjentina la provincia del Uruguay, i que por tanto aquel gobierno estaba comprometido a mantener la seguridad i defensa de este territorio. El emperador del Brasil

aceptó la guerra, i comenzó desde luego a hacer los aprestos necesarios. Una division naval mandada por el vice-almirante brasilero Rodrigo Lobo fué a bloquear el Rio de la Plata.

El gobierno arjentino, entre tanto, no descuidó los aprestos militares. Rivadavia, elevado al mando supremo de la República (7 de febrero de 1826), imprimió a la direccion de la guerra el mismo vigor con que habia ejecutado las grandes reformas políticas. Organizó una escuadrilla de naves pequeñas que puso bajo el mando del almirante Brown, el mismo que en 1814 habia batido completamente la escuadra española; i levantó un ejército de cerca de 6,000 hombres en que figuraban muchos jefes i oficiales de las grandes guerras de la independencia, bajo las órdenes de don Carlos María de Alvear, el jeneral que en aquella misma epoca obligó a los españoles a entregar la plaza de Montevideo. Armáronse numerosos corsarios que fueron a hostilizar el comercio de los brasileros burlando con tanta andacia como habilidad las persecuciones de las naves enemigas.

Las primeras operaciones de esta campaña fueron completamente felices para los arjentinos. En tierra i en mar, batieron las fuerzas brasileras; pero no alcanzaron ventajas positivas que hicieran preveer el fin de la guerra. Por el contrario, el emperador del Brasil reforzó su ejército elevándolo hasta cerca de 6,000 hombres; i separando al jeneral Lecor, a quien se acusaba de faltas de actividad i de acierto, puso al frente de sus tropas al marques de Barbacena. Lleno de arrogancia, el nuevo jeneral anunció en una proclama al tomar el mando del ejército, que en pocos dias mas el pabellon brasilero tremolaria en Buenos-Aires.

Apesar de esta arrogancia, las operaciones de la guerra no tomaron un jiro mas favorable para los brasileros. Una espedicion de 650 hombres enviada contra el fuerte de Patagones, situado al sur de la costa de la provincia de Buenos-Aires, bajo el mando del capitan Shepperd, cayó casi toda en poder de los arjentinos. Este jefe murió en el primer encuentro; i las tropas que desembarcaron, cortadas por un incendio intencional de las yerbas de la pampa, tuvo que rendirse a discrecion. Una division entera de la escuadra brasilera, que habia remontado las aguas del rio Uruguay, fué atacada con grande ímpetu por el almirante Brown i destruida completamente. Apénas salvaron los brasileros tres naves: Brown les tomó once i les quemó cinco, estableciendo desde entónces su superioridad sobre la marina imperial. En tierra, no fueron mas felices los brasileros: i despues de una serie de mar

chas i contramarchas casi sin objeto, Alvear atacó al ejército del marques de Barbacena cerca del arroyo de Ituzaingó i lo puso en una espantosa derrota (20 de febrero de 1827).

TRATADO DE PAZ; RECONOCIMIENTO DE LA INDEPENDENCIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY.-La guerra duraba solo dos años, i en ella los arjentinos habian nido de ordinario el triunfo; pero los recursos de la República estaban casi completamente agotados. El Brasil no se hallaba en mejor situacion; de manera que por ambas partes se deseaba la paz. Don Manuel José García, el mismo que en su carácter de ministro del gobierno arjentino hizo la declaracion de guerra en 1825, se presentó en mayo de 1827 en Rio Janeiro para celebrar la paz bajo la influencia de la legacion inglesa. En efecto, celebróse una convencion por la cual la República Arjentina renunciaba a todos sus derechos sobre la Banda Oriental; i el Brasil se comprometia a consi derar ese territorio como una provincia del imperio i a dispensarle igual o mayor proteccion que a las otras que estaban bajo la dependencia del emperador del Brasil. Una convencion de esta naturaleza, celebrada despues de los repetidos triunfos del ejército arjentino, fué desaprobada por todo el pueblo de Buenos-Aires i rechazada enérjicamento por el gobierno.

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La guerra debia encenderse de nuevo. El emperador del Brasil dispuso que se hicieran grandes aprestos militares que no alcanzaron a prepararse. El jeneral marques de Barbacena fue separado del mando del ejército; i el jeneral Lecur fué llamado de nuevo al servicio para reemplazarlo. Despa. cháronse comisionados a Europa para enganchar soldados voluntarios en Irlanda. Miéutras tanto, las operaciones militares marchaban lentamente, pero en ellas, como de ordinario, los brasileros obtuvieron la peor parte. Una division de orientales mandada por el jeneral Rivera ocupó las Misiones del Uruguay (21 de abril de 1828) que hasta entonces estaban en poder del Brasil. Los voluntarios reunidos en Irlanda se sublevaron en Rio Janeiro (junio de 1828) i obligaron al gobierno brasilero a embarcarlos de nuevo para Europa.

Los ajentes diplomáticos de la Gran-Bretaña, que veian en esta guerra comprometidos los intereses comerciales de sus súbditos, se aprovecharon de esta situacion para jestionar de nuevo en favor de la paz. El emperador, que se veia acosado de reclamaciones diplomáticas por las presas tomadas a negociantes estranjeros durante la guerra naval, previendo nuevas dificultades, i convencido sobre todo de la ineficacia de

sus recursos, recibió de nuevo a los comisarios de BuenosAires, que pasaban a Rio Janeiro a proponer la paz bajo la mediacion del gabinete ingles.

No fué difícil arribar a un avenimiento. El 28 de agosto de 1828, se concluyó en Rio Janeiro un tratado de paz i de amistad, que fué ratificado mes i medio despues en Montevideo (4 de octubre). Rivadavia habia dejado ya el mando supremo su sucesor, el coronel don Manuel Dorrego fué el que firmó ese tratado i puso término a una guerra gloriosa, es verdad, pero que habia agotado los recursos de la República Arjentina.

El tratado no satisfacia en realidad las exijencias de ninguno de los belijerantes. Ni el Brasil ni la República Arjentina ensancharon los límites de sus territorios respectivos. Las dos partes contratantes reconocieron la independencia de la Banda Oriental, i se comprometieron a prestarle su ausilio en el caso en que la guerra civil viniese a turbar la tranquilidad o la integridad de la nueva República, ántes que estu viese definitivamente constituida o en los primeros cinco años que se siguiesen a la proclamacion de la constitucion. Esa constitucion que seria elaborada por los representantes del pais, debía ser sometida a les comisarios brasileros i arjentinos.

Así nació la pequeña República del Uruguay. Sometida por ese tratado a la influencia del Brasil i de la República Arjentina, i mas todavía, por su debilidad respecto de dos naciones vecinas mucho mas poderosas, la República Oriental ha vivido envuelta en guerras civiles i en complicaciones esteriores desarrollando lentamente los jérmenes de su riqueza (3).

(3) Para la formacion de este capitulo, he tenido a la vista, entre otras fuentes, una interesante Coleccion de memorias i documentos para la historia i la jeografia de los pueblos del Rio de la Plata, publicada en Montevideo (1819) por don Andrés Lamás, en la cual se encuentra una memoria sobre los sucesos de la guerra de la independencia escrita por el jeneral don Fructuoso Rivera. He consultado igualmente la Historia arjentina de Dominguez, que solo alcanza hasta 1820, i las historias del Brasil de Varnhagen i de Abreu i Lima, la primera de las cuales refiere solo, aunque con muchos pormenores, la invasion portuguesa en el Rio de la Plata.

No conozco ni creo que exista publicada ninguná historia completa de la República Oriental del Uruguay. Un español establecido en Montevideo, llamado don José Manuel de la Sota, compuso en años atras una obra mui voluminosa sobre esta materia, de la cual solo publicó cuatro entregas que comprenden la historia de la conquista de los paises vecinos del Rio de la Plata. El resto de su obra, que debe ser lo mas interesante de ella, permanece todavía inédito. El mismo autor formó un rápido sumario que existe manuscrito, i del cual poseo una copia que me ha sido de alguna utilidad en la formación de este capítulo.

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