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soldados, en medio de un espantoso motin (4 de marzo). El gobernador Blanchelande tuvo gran trabajo para reducir de nuevo a la tropa amotinada; i no pudiendo aplicarle el severo castigo a que se habia hecho acredora, la embarcó para Francia, dando cuenta al gobierno de lo ocurrido.

REBELION DE LOS NEGROS EN SANTO DOMINGO.-En medio de los afanes que por entonces preocupaban a la asamblea nacional francesa, los desórdenes de Santo-Domingo llamaron particularmente su atencion. Incierta durante algun tiempo sobre el camino que debia seguir, i deseando conservar la integridad del territorio frances, habia creido calmar la ajitacion con medidas transitorias i con el envío de algunas tropas; pero el descontento de los colonos no desapareció con esto; i la asamblea se vió al fin obligada a tomar una medida que se creyó decisiva. Despues de dos elocuentes discursos pronunciados el uno por el abate Grégoire i el otro por Robespierre en favor de los hombres de color, la asamblea dictó un decreto (15 de mayo de 1791), por el cual declaraba que todos los negros o mulatos residentes en las colonias tenian los mismos derechos i prerogativas que los ciudadanos franceses, pudiendo, por lo tanto, votar en las elecciones, i aun tener un asiento en la asamblea colonial.

Esta declaracion produjo en Santo-Domingo una profunda indignacion entre todos los hombres blancos. En la ciudad de Cabo-Frances, se resolvió por unanimidad negarle el juramento cívico, i la cucarda tricolor que usaba la guardia nacional fué pisoteada por los soldados i reemplazada por el penacho blanco, simbolo de adhesion a la causa del rei. Mientras tanto, los negros i mulatos, que en la declaracion de la asamblea nacional veian el reconocimiento de sus derechos de hombres libres, se enfurecieron al saber la resistencia que aquel decreto encontraba entre los blancos. De una fermentacion sorda pasaron a una abierta rebelion, i en la noche del 22 de agosto mataron sin piedad a todos los blancos que pudieron encontrar en los alrededores de CaboFrances. Al amanecer del siguiente dia, una multitud de jente, escapada de la matanza, fué a refujiarse a la ciudad. Desde que se supo que los rebeldes obraban con arreglo a un plan meditado, la costernacion fué jeneral. Los vecinos embarcaron las mujeres en los buques fondeados en el puerto, i entonces tomaron las armas determinados a resistir a todo trance a la rebelion. Un oficial frances que se habia ilustrado en la guerra de la independencia de los Estados-Unidos,

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Touzard, se puso a la cabeza de las milicias i de las tropas de la ciudad, i con ellas marchó contra un cuerpo de 4,000 negros que se habia reunido en los alredores. Touzard hizo una carnicería espantosa; pero agobiado por el gran número de los rebeldes, se vió obligado a retirarse. A pesar de todas las precausiones que se tomaron para defender la ciudad, ésta habria sido destruida infaliblemente si los negros hubiesen tenido mayor disciplina, i si hubiesen conocido las ventajas de su situacion.

La rebelion se habia hecho jeneral en todos los campos vecinos. La resistencia que quisieron oponer los colonos en diversos puntos fué ineficaz; i los mulatos i los negros quedaron dueños de la dilatada llanura del Cabo i de lás montanas vecinas, donde ejercieron las mas espantosas crueldades sobre todos los blancos que cayeron en su poder. La sangre corrió a torrentes: dos mil blancos de toda edad i sexo fueron asesinados. Mas de diez mil insurjentes perecieron en los combates o de hambre, i algunos centenares fueron sacrificados en el patíbulo. La rebelion estalló tambien en otras provincias con los mismos horrores que en el norte; i en todas partes, los blancos fueron impotentes para reprimir a los sublevados.

Calmada un momento la sed de venganza, se entablaron negociaciones entre los contendientes. Los rebeldes consintieron en deponer las armas a condicion de que se decretase una amplia amnistía i de que se declarase que en la asamblea provincial los blancos, los mulatos i los negros indistintamente pudiesen tener asiento; pero, mientras se hacian otros arreglos, la asamblea nacional de Francia, temiendo que la irritacion de los colonos pudiera precipitarlos a la independencia, revocó las anteriores declaraciones, por las cuales habia igualado la condicion de los negros i mulatos libres con la de los blancos, i dejó a la asamblea provincial en libertad de resolver las cuestiones pendientes. Por una coincidencia singular, el mismo dia en que la asamblea colonial confirmaba el convenio celebrado con los rebeldes (20 de setiembre) reconociendo la necesidad de respetar el decreto dictado por la asamblea nacional el 15 de mayo, i prometiendo observarlo fielmente, los majistrados de la metrópoli lo anulaban por una gran mayoría.

Los rebeldes de Santo Domingo, que por un momento se habian tranquilizado, se creyeron entónces víctimas de un engaño infame. Suponian que mientras los colonos hablaban

de tratados i capitulaciones, habian enviado sus ajentes a Francia para pedir a la asamblea nacional la anulacion de sus declaraciones anteriores. Los negros i los mulatos tomaron otra vez las armas con nuevo furor, i renovaron las matanzas de agosto sin perdonar mujeres, ancianos i niños. La ciudad de Puerto-San-Luis fué tomada i saqueada. PuertoPríncipe, donde los rebeldes encontraron una vigorosa resistencia, fué incendiada (22 de octubre). El encarnizainiento de la lucha era tal que parecia que las dos razas habian jurado el complero esterminio de sus rivales.

La noticia de estos horrores produjo en Francia una profunda impresion. En medio de la fiebre revolucionaria que entonces preocupaba todos los espíritus, la asamblea lejisla tiva que desde el 1. de octubre (1791) funcionaba en vez de la constituyente, pensó en la administracion de las colonias, i al efecto dictó diversas medidas para el envio de tropas, o el cambio de algunos gobernadores. Creyendo que el ensanche de las libertades i de las garantías individuales era el mejor remedio contra esa clase de desórdenes, i acusando a los ricos propietarios de las colonias de ser la causa de los males que se lamentaban, el 28 de febrero (1792) declaró que los mulatos i los negros debian gozar inmediatamente de todos los derechos políticos. Poco despues organizó una espedicion de 8,000 hombre, i la envió a las Antillas a cargo de tres miembros de la asamblea, que con el título de comisarios, llevaban tambien ámplios poderes para arreglar todas las cosas de la colonia.

Los comisarios franceses Ailhaud, Santhonax i Polverel llegaron a Santo-Domingo a mediados de setiembre. Acusando al gobernador Blanchelande de no haber sabido dirijir los negocios de la colonia, i de abrigar sentimientos contrarios a la revolucion de la metrópoli, los comisarios lo pusieron a bordo de un buque i lo enviaron a Francia para ser juzgado. En seguida suprimieron la asamblea colonial, crearon en lugar de ella una comision de doce miembros en que estaban confundidos por iguales partes los blancos i los hombres de color, i por último se inclinaron en favor de éstos atribuyéndoles la razon i la justicia en los movimientos anteriores. Aquellos colonos que se atrevieron a oponerse a los planes de los comisarios organizando una resistencia en Puerto Príncipe, fueron obligados a rendirse (12 de abril de 1793). Cuatrocientos de ellos fueron embarcados i remitidos a Francia como rebeldes al gobierno republicano establecido en la metrópoli.

La arrogancia de los comisarios fué mas léjos todavía. Habiendo llegado a la colonia el jeneral Galbaud (principios de mayo) con el título de gobernador de Santo-Domingo, los comisarios hicieron valer los ámplios poderes de que estaban provistos, miraron en ménos la autoridad de aquel jefe, i por último, lo embarcaron tambien con toda su familia para remitirlo a Francia. La irritacion de los propietarios de la colonia no conoció límites: los tres representantes del gobierno de la república, hombres exaltados i violentos, se habian hecho odiosos, i provocaron al fin una resistencia formal hecha en nombre del restablecimiento de la monarquía i de guerra a la república. Poniéndose de acuerdo con el jeneral Galbaud, que permanecia embarcado en el puerto de CaboFrances, prepararon un vigoroso ataque a esta ciudad; i en efecto, el 20 de junio una columna de 1,200 hombres marchó resueltamente contra la casa de gobierno que ocupaban los comisarios. Allí se trabó un choque horrible entre la guardia de éstos, i las tropas que habian reunido los colonos sublevados; pero despues de una cruel carnicería, el combate quedó indeciso. Los comisarios llamaron entónces a las armas a todos los negros i mulatos. En efecto, el dia siguiente, los negros, capitaneados por un caudillejo llamado Macaya, que habia alcanzado a distinguirse entre ellos, se apoderaron de la ciudad de Cabo, mataron a todos los blancos que cayeron en sus manos e incendiaron la mayor parte de la poblacion. En las otras provincias, tuvieron lugar horrores semejantes; pero ántes de mucho tiempo, los comisarios de la República francesa lograron cimentar la tranquilidad ejerciendo el terror sobre los blancos, i buscando su apoyo en las jentes de color.

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CAMPAÑA DE LOS INGLESES EN SANTO-DOMINGO.-Los colonos que lograron escapar a estas matanzas, ganaron como pudieron diferentes puertos, donde se embarcaron, unos para los Estados Unidos, otros para Inglaterra. Estos últimos, con la esperanza de recuperar sus propiedades, se presentaron al gobierno ingles, entonces en guerra con la República francesa, pidiéndole buques i tropas suficientes para tomar posesion de Santo-Domingo en nombre de la Gran Bretaña. Estas proposiciones, recibidas al principio con desden, despertaron al fin la codicia de los ingleses. El gobernador ingles de la isla de Jamaica, jeneral Williamson, recibió la órden de enviar tropas suficientes para ocupar a Santo-Domingo, i de aceptar la sumision de los colonos que solicitasen la proteccion del gobierno británico.

Los comisarios de la República francesa tenian entónces a su disposicion cerca de 25,000 hombres; pero éstos estaban diseminados en una vasta estension de territorio, i no habrian podido por esto mismo rechazar una invasion bien dirijida. En este embarazo, llamaron en su socorro a todos los habitantes de la isla, cualesquiera que fuesen, declarando libres a todos los esclavos, i asimilándolos sin restriccion alguna a los otros ciudadanos. Esta medida no produjo todo el resultado que se esperaba: los negros se aprovecharon de la libertad que se les concedia, pero pocos tomaron servicio en el ejército los mas se retiraron a las montañas a vivir tranquilos en la miseria i la ociosidad.

Entre tanto, los ingleses continuaban sus aprestos. Un cuerpo de setecientos hombres bajo las órdenes del teniente coronel Whiteloke (el mismo que en 1807 mandó una espe dicion contra Buenos-Aires), escoltado por cinco fragatas de guerra, salió de Jamaica (9 de setiembre) con rumbo a Santo-Domingo. Diez dias despues la ciudad i puerto de Jeremias se rindieron a los ingleses en medio de las mas entu siastas aclamaciones i sin disparar un tiro. En seguida, los invasores, ayudados por los colonos rebeldes, ocuparon muchos otros puertos i una grande estension de la costa. La guerra se continuó durante algun tiempo con diversas peripecias; pero casi siempre los ingleses alcanzaron ventajas mas o ménos, considerables, hasta que al fin, despues de muchas tentativas, ocuparon la importante plaza de Puerto Príncipe (5 de junio de 1794). A demas de 130 cañones que defendian esta ciudad, los ingleses se posesionaron de todos los buques fondeados en el puerto, cuyos cargamentos importaban cerca de dos millones de pesos. Los comisarios de la República se consideraron impotentes para resistir mas tiempo a la invasion inglesa i resolvieron volver a Francia, confiados en que los mulatos i los negros, por el interes de defender su libertad, mantendrian la guerra contra los inva, sores, a convencion, nacional aprobó su conducta.

Las tropas de la isla reconocieron entónces por jefes a un mulato llamado Rigaut ia un negro conocido con el nombre de Toussaint-Louverture, que hasta entonces habian alcanzado cierto prestijio entre sus compañeros i que iban a adquirir mas tarde una gran nombradía. El último de ellos, sobre todo, esclavo poco ántes de uno de los colons, pero dotado de una rara intelijencia i de un valor estraordinario, desplegó en la lucha un carácter distinguido. Bajo las órde

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