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PREFACIO DE LA SEGUNDA EDICION

Agotada la primera edicion de este libro, i animado por la acojida que le ha dispensado el público, á quien se destinó, preséntole de nuevo despues de haberle consagrado no pequeña labor.

Juzgué al principio que hallándose probablemente destinado Méjico i la América Central á caer dentro de la vorájine absorbente de la gran República del Norte, no importaba mucho á sus hermanos del Sur estudiar aquellos países como ramas de un mismo

tronco.

Exacto ó no ese juicio, paréceme cierto ahora que esa trasformacion pide mayor tiempo que el computado, cuando no se conocia bastante bien la política del partido republicano en los Estados Unidos. Llenóse entónces el vacío anterior.

I siendo ya poco este paso para completar el cuadro político de toda la América Latina, entre cuyas partes hai tanta analojía, no me he limitado á insertar comentadas, ó por lo ménos historiadas, las constituciones de la América Hispana al Norte del istmo

de Panamá, sino que doi á conocer tambien las de la isla de Santo Domingo.

En el trascurso de ocho años han ocurrido cambios en las repúblicas de Sud-América, i no era posible pasarlos por alto. Refiérolos, pues, dando al mismo tiempo las nuevas constituciones, discurriendo sobre ellas, i aun añadiendo observaciones sobre las que subsisten. En una palabra, nada he omitido en la parte formal de la obra, que pueda hacerla más aceptable á sus lectores.

Las circunstancias en que primeramente se impri mió fueron mui adversas á su parte material, i de ahí muchos defectos que se ha procurado subsanar en la reimpresion.

Cualesquiera que sean las alteraciones que en adelante sufran las instituciones aquí estudiadas, no perderá el libro la utilidad que pueda tener. Apénas habrá cuestion constitucional de alguna importancia que no se haya tratado, i aun á veces con repeticion. Es el todo, por consiguiente, un curso familiar é informal de derecho público interno comparado, independiente de los textos á que accidentalmente me refiero. Tal vino á ser mi propósito, á medida que avanzaba el trabajo; el público juzgará del desempeño.

Londres, marzo 1878

INTRODUCCION

Considerada como arte, ó sea, el cúmulo de reglas para organizar las sociedades i dirijir su gobierno, la política ha sido ramo de estudio i de enseñanza en todos los tiempos. Dijérase que habia nacido antes que la ciencia, si no fuese una imposibilidad en la secuela de los procedimientos mentales. Pero es que la ciencia yacia en embrion i casi en estado latente, cuando ya basados en parte sobre ella, i más que todo en la imajinacion de los filósofos ú hombres públicos, se trazaban planes de organizacion política i de administracion gubernativa.

No hai ciencia donde no hai esposicion de hechos. I como los de la ciencia política son muchos i complicados; como se resisten á una fácil observacion, que permita en seguida clasificarlos i esponerlos, se creyó i sostuvo por largo tiempo que la política no era ciencia, sino sólo el arte de gobernar á los hombres. Es la edad moderna quien ha demostrado que todo arte nace de una ciencia, i que no podria idearse plan alguno de lejislacion ni de administracion ejecutiva ó judicial sin el conocimiento previo de la naturaleza de la sociedad, de la manera como se crean los gobiernos, de sus formas i especialidades i de los efectos que todas estas circunstancias producen en la suerte del hombre colectivo.

Aun pretendiendo escribir la ciencia, la mayor parte de los publicistas no han hecho sino tentativas de fijar el arte, ɔonsul

tando su imajinacion ó sus escasos i confusos conocimientos. sociales, más bien que los hechos sobre que debieran descansar sus deducciones ó reglas. A esta clase pertenecen todos los socialistas desde Platon hasta Fourier; pero hai otra ménos fantástica en que figuran Aristóteles, Santo Tomas de Aquino, Bodin, Hobbes, Locke i Montesquieu, quienes no han desatendido los hechos, sino que los han examinado á medias, parcialmente, segun sus inclinaciones individuales, su época, sus relaciones, su educacion ó sus intereses. Ellos han prestado grandes servicios á la ciencia, esclareciendo separadamente algunas cuestiones, cuya solucion aislada iba aquélla apropiándose, mientras desechaba muchos errores que con la verdad venian envueltos.

Son pocos i recientes los escritores que, como Tocqueville i Hildreth, se han reducido al papel de simples espositores de los hechos, cuyo armonioso conjunto forma la ciencia política rigorosa. Sin proponerse apoyar ó defender opiniones preconcebidas sobre el orijen de los gobiernos ó la superioridad de unas formas sobre otras, han espuesto con laudable paciencia los hechos relativos à la naturaleza i efectos de las instituciones políticas, i del hombre, elemento necesario suyo, tal como se ofrecian á su penetrante observacion. La inmensidad de la materia no ha permitido á tan competentes obreros darnos sino una parte ó una sinopsis de la ciencia; pero han abierto el camino para que otros sigan sus pasos, aplicando al conjunto el severo análisis empleado en una de sus porciones principales por el autor de la Democracia en la América del Norte, i amplificando suficientemente lo que en breves pajinas nos ha enseñado el de la Teoría de la Política.

Mal podria llegar á la perfeccion el arte mientras la ciencia no hubiese pronunciado su última palabra. Pero la ciencia dista mucho todavía de hallarse formada, i apénas se empiezan á echar sus verdaderos fundamentos. De ahí es que las naciones modernas se condenen á interminables debates cuando han menester constituirse ó alterar en lo menor sus leyes constitucio

nales. De ahí tambien la incesante tarea de aquéllas que como la Francia de 89 i las repúblicas hispano-americanas, buscan en libros ó en el ejemplo de otras naciones que ya gozan de ciertos beneficios atribuidos á su organizacion gubernativa, nociones políticas que no les dan los resultados apetecidos. I es que olvidan ó desconocen lo poco que de la ciencia ha llegado á proclamarse, i se estravian en el dédalo de la política ideal ó imajinativa, que no consulta los hechos sino la inspiracion.

Error mui grave i principal ha sido de los políticos sentimentales trazar sus planes de organizacion social i gubernativa sobre nociones imperfectas de la naturaleza humana, sobre incompletos conocimientos históricos, i prescindiendo de la manera de ser del pueblo para quien destinaban sus ensayos. Es decir, que no consultaban la ciencia, porque ella consta á nuestro modo de ver de aquellos tres elementos.

Los primeros pasos en el gobierno de las sociedades han debido ser puramente instintivos, i obra esclusiva de las tendencias naturales del hombre. Social por escelencia, necesitaba propensiones conservadoras de la sociedad; i siendo desde luego injusto por ignorancia ó por desequilibrio de las facultades mentales, era forzoso el establecimiento de una razon i de una justicia supremas que prevaleciesen sobre los malos instintos individuales. Para llegar á las conclusiones de sociedad política i de gobierno, se han imajinado contratos primitivos, no sólo inverosimiles sino inútiles, puesto que todo se esplica por las leyes naturales de la mentalidad humana. Que el hombre no podria desarrollarse ni aun vivir sino en el estado social; que la sociedad es para él, no asunto de cálculo, sino de irresistible instinto, como lo es para muchos otros animales, i que donde quiera que se han encontrado hombres, por salvajes que fuesen, vivian en sociedad, son verdades hoi triviales, aunque en verdad no lo hayan siempre sido.

Ahora bien, donde quiera que ha existido un grupo de individuos humanos, allí se ha visto la presencia de un réjimen

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