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comun, de un gobierno, que al principio ha tomado la forma enbrionaria del patriarcado, i que despues se ha diversificado i complicado á medida que la sociedad se estendia, i con ella las luces, la riqueza i los intereses de todo linaje. No precedió contrato alguno al gobierno orijinario, fundado en leyes naturales tan forzosas como las que determinan la sociedad misma. Hai en la mente humana la facultad ó disposicion à dominar, como hai el sentimiento ó la disposicion à obedecer, i estas dos sencillas leyes son el principio elemental de todo gobierno. Correlativa de aquéllas dos propensiones hai una tercera, que dispone á resistir toda dominacion opresiva, i es el principio de la libertad, como las otras dos, aisladas, producirian el despotismo necesario é incurable.

Todas las formas de gobierno, todas las divisiones de los poderes públicos, toda idea de equilibrio político i aun toda revolucion de igual naturaleza, son otros tantos fenómenos determinados por aquellas primitivas leyes en consorcio con el ejercicio de las demás facultades mentales. Creciendo las sociedades viene la desigualdad de las riquezas, que es un medio de predominio en manos de los favoritos de la fortuna. Ya para entónces la guerra ha organizado i disciplinado las huestes militares, creado el caudillaje, i asegurado su preponderancia al valor i la fuerza. Mui pronto tambien la veneracion i la maravillosidad dieron nacimiento á la relijion, con su cortejo de fanatismo, supersticion, sacerdocio i prepotencia de los oficiosos intermediarios entre el Creador i la criatura.

No hai á la verdad instinto, sentimiento ó facultad de la mente humana, cuyo ejercicio no sea una lei más ó ménos activa i más ó ménos influente en los fenómenos políticos; i así no es posible depurar esta fuente de la ciencia para beber en ella con abundancia, mientras no se depure la primera, perdiendo lo que aún tiene de oscuridad i de controversia entre los filósofos que cultivan este ramo de los conocimientos humanos. Pues si la mentolojia no es hoi sino una aspiracion de los frenólogos observadores. contra el viejo dogmatismo del yo indiviso. de las facultades

nacidas milagrosamente de un órgano sólo, del albedrío increado que se rebela contra la naturaleza i la fatalidad, & podrá existir la ciencia política, que nace de ella como todas las demás ciencias sociales? No, no es más fácil tener politica sin conocer sus primitivas leyes emanadas de la imperatividad, de la veneracion i de la estimacion propia, que lo seria tener moral sin darse cuenta de los sentimientos destinados al cultivo de las relaciones sociales, sin conocer à fondo lo que constituye la voluntad humana, i sin admitir la índole propia i la educabilidad de todas las facultades mentales.

De concierto con las leyes mentolójicas, modificadas segun las razas, cooperan en el establecimiento de los gobiernos las condiciones especiales de cada pueblo, entre las cuales la topografía i el clima del suelo que habita figuran como capitales. Andando los tiempos, una infinidad de circunstancias determinan cambios ó imprimen una fisonomía especial i marcada al paísi su gobierno. Aparte las especialidades, las evoluciones políticas van sujetas á leyes que la historia deduce i el publicista recoje como fuente de la ciencia que cultiva. Ya en la época de Aristóteles pudo acopiarse un crecido número de constituciones, que aquel filósofo comparó, i le sirvieron para sentar los principios de su famosa obra, que aún hoi admiramos. De allí tomó la clasificacion de los gobiernos, la division de los poderes i otras deducciones abstractas, á cuyo lado vemos con pesadumbre campear las preocupaciones de su tiempo, la esclavitud i el menosprecio de la industria, de las cuales no pudo desprenderse.

Una causa de atraso en el andar de la ciencia política es la propension de sus servidores á mirar los fenómenos al traves de prismas engañosos, como son su mentalidad individual i las circunstancias que les rodean. Si es cierto que el historiador no deberia tener patria, relijion ni oficio, el publicista deberia ser un hombre dotado de eminentes cualidades ; una mentalidad desarrollada por entero i sin grandes escesos ó deficiencias, vida pasada entre diversos pueblos i avezada á costumbres i leyes diversas, una conciencia libre i justiciera, un espíritu, en fin, ajeno de preocupa

ciones i sumiso únicamente á la verdad. Como quiera, es preciso consultar lo que hayan producido los hombres dedicados al estudio de la política, por más que de ordinario carezcan de aquel conjunto de prendas que nadie seguramente habrá poseido. I es la historia del gobierno en jeneral, habida consideracion á los lugares i á los tiempos, lo que habremos de desentrañar de los escritos que pretenden tratar la ciencia de la politica esperimental, à diferencia de las disertaciones sentimentales en que para nada se cuenta con el pasado i sus enseñanzas. Despues de Aristóteles i Ciceron en la antigüedad greco-latina, Bodin en el principio de la edad moderna, Augusto Comte, Guizot, Stuart Mill, Laboulaye i muchos otros en nuestros dias han traido copiosas i valiosísimas contribuciones al caudal comun de la ciencia de las ciencias.

En el gran teatro del mundo político el hombre es actor i espectador. Como actor, ejerce ó resiste la dominacion, participa en el gobierno ó recibe su accion, enfrena ó promueve las revoluciones. Como espectador, observa los fenómenos producidos en la marcha de las sociedades por las facultades mentales que determinan la direccion de los negocios públicos, i estudia impasible la creacion de los gobiernos, su índole, sus metamorfósis i sus efectos en la prosperidad ó decadencia de aquéllas mismas sociedades. Este doble carácter dificulta la tarea del publicista. Si sólo hubiese de observar i esponer los hechos que la historia suministra á su atencion, procederia como el sabio que trata una ciencia física describiendo imparcial i ajeno del asunto los fenómenos sujetos á su observacion. No puede éste producir á voluntad, sino en mui reducida escala, i á veces de ningun modo ni en ningun grado, los hechos que examina. Pero sobre todo es irresponsable aun de aquéllos mismos que pudiera producir, con tal que no caigan dentro de la órbita de la moralidad. No así el político, quien al esponer las leyes de su incumbencia, califica sus resultados jenerales, elojia ó vitupera la conducta humana que en ellas se mezcla, ensalza ó deprime la

accion de gobernantes i gobernados, i ejerce por lo mismo marcada influencia en su modo de proceder. Así el espectador de que hablábamos es influenciado por los actores que trae á la escena, é influye á su vez sobre los actores que estudian sus descripciones.

Prescindiendo de los escritos fugaces que se publican en épo cas de ajitacion, i que encendiendo las pasiones de los partidos. propenden á persecuciones de un lado i á revueltas del otro, libros hai escritos para todos los tiempos, que formando lentas i profundas convicciones, levantan la pasion política hasta el grado, ya de encrudecer la represion, ya de mover individuos i masas en el sentido de la resistencia i de la rebelion abierta. Así es como el Contrato Social de Rousseau ha desbordado la democracia, el Leviathan de Hobbes ha engreido el despotimo, i el Principe de Machiavelo ha corrompido al hombre de estado.

Al producir estos efectos la literatura política no ha creado ciertamente ningun nuevo instinto ó sentimiento que antes no se hallase en la cabeza humana, i que no fuese apto para enjen drar por si solo análogos efectos en circunstancias dadas. La imperatividad puede ir mui léjos gravitando sobre la paciente veneracion, é irá sin duda hasta donde lo consienta la estimacion propia, que puede hallarse adormecida como lo está en las rejiones asiáticas, condenadas al parecer á una interminable noche de abatimiento i abycccion. Del mismo modo, i por una reaccion tan natural en las leyes políticas como en las fisicas, donde quiera que el hombre siente aún el aguijon de su dignidad personal ó presiente los goces de la libertad perdida, se lanzará, cuando oportuno lo creyere, en el azaroso camino de la revolucion salvadora.

Mui difícil problema es el de la razon, el derecho, la oportu nidad, la justificacion en suma de una revolucion política violenta. No hai ninguna que no admita acusacion i defensa segun el aspecto bajo el cual la contemplemos. Que todas cuestan

enormes sacrificios, la historia nos lo dice à grandes voces. Que todas dejan un residuo de libertad, un derecho conquistado, una restriccion eliminada ó bien un abuso suprimido, no es tampoco cuestionable si con ánimo desprevenido se estudian las situaciones que las preceden i que las siguen. Pero ¿ hasta qué punto seria justificable avivar los sentimientos naturales que las producen? ¿Cómo medir de antemano i comparar certeramente los sacrificios i las adquisiciones, el costo i la ganancia de un cataclismo político ? La verdad es que cuando ha llegado el momento de una de esas reacciones que siglos de opresion han venido preparando, nada podria contenerlas, así como nada puede asignarse como su causa inmediata. Es en los casos comunes, en el manejo de la política cotidiana, cuando aumenta la dificultad de la cuestion. Para ellos no hai prudencia estremada ni mo. deracion escesiva, si conjura los horrores de una lucha fratricida, cuyos beneficios, en fin de cuenta, no son tanjibles como las utilidades de una operacion mercantil. La pasion política se halla siempre inclinada á exajerar la grandeza de la adquisicion, i puede hacerlo tanto mejor cuanto ménos fácil es apre ciar lo que se halla velado por el porvenir. Al espectador político toca en semejantes casos alumbrar la senda del ofuscado actor, salvarlo de sí mismo i con él la sociedad de inútiles ó estériles dolores.

Cuando la sociedad ha alcanzado cierto grado de civilizacion, mucho pueden para adelantar la causa de los pueblos contra el uso perseverante i pacífico de los medios de ilustracion que tengan á su alcance, la exaltacion de su derecho desconocido, i la oportuna i mesurada demostracion de los peligros que amenazan á las situaciones tirantes. Tal es la armonía de los intereses sociales, que no hai jamas sacrificio para nadie cuando se hace justicia á todos; i es esa armonía lo que habrá con frecuencia necesidad de poner en claro, mostrando su error i su ceguedad á los intereses abusivos, para que desciendan al nivel de los interes justificados i universales. Pero nunca debe consentirse, en

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