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ra, basa fundamental de la propiedad de las naciones.

En Astúrias, Leon, Castilla, y demas provincias, y pue blos que habian permanecido sujetos á los cristianos, los reyes, señores, y demas propietarios, siguiendo las másimas y preocupaciones de los godos, despreciaban la agricultura y artes mecánicas, no teniendo por honorífica otra profesion que la milicia. El campo se cultivaba por esclavos, ó colonos solariegos, que llenos de miseria, y de ignorancia; solo podian pensar en sacar de la tierra lo mas preciso para pagar las rentas, y para el escaso sustento de sus familias.

Tal era la miseria de aquellos tiempos en las tierras de los cristianos, que el comer pan de trigo se tenia por un acto positivo de nobleza, aun en la mas rica de sus provincias, cual era Cataluña. El baile, siendo muerto, estropeado, herido, ó aprisionado, se dice en uno de sus Usages, si es noble, y come pan de trigo diariamente, reciba la misma satisfaccion que un caballero; pero el baile plebeyo no reciba mas que la mitad (1).

Los moros, al contrario, abriendo comunicaciones de los puertos de España con los de Asia, y Africa; facilitando la estraccion de frutos; trayendo incesantemente colonos, y artesanos útiles de otras partes; no desdeñándose los propietarios de cultivar las tierras con sus mismas manos; esijiendo de los colonos rentas moderadas; estudiando las ciencias naturales, y aplicándolas á la agricultura, la pusieron en el estado floreciente, de que todavía hay vestigios en las hermosas vegas y huertas de Granada, Valencia, y Murcia; y estendieron por toda la península la abundancia de frutos, riqueza, y civilizacion de que habia carecido el gobierno desde los romanos, habiendo sido el Guadalquivir mahometano el manantial de donde las ciencias y artes útiles renacieron, y se propagaron

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(1) Usage 13.

toda Europa (1). Pero el interes, y el egoismo produjeron entonces los mismos efectos que en todas partes.

Las arbitrarias y frecuentes vejaciones de muchos príncipes y gobernadores mahometanos, y las mayores consideracio · nes que gozaban estos por su origen y religion dominante, inducian á muchísimos españoles originarios á abandonar la su◄ ya, y á abrazar el mahometismo. Y aun los que no apostataban abiertamente de la religion católica, se conformaban en el trage, y en muchos usos y costumbres á las de los árabes, estudiando, hablando y escribiendo en la lengua de estos, y olvidando su idioma nativo.

"¿Qué cristiano lego, decia el ciudadano cordobés Alvaro, á mitad del siglo IX, se encuentra hoy que entienda las sagradas escrituras, y obras de los santos padres en latin? ¿Quién ama el evangelio? Los jóvenes cristianos de la mas bella disposición, por su figura, sus modales, y su educacion, instruidos en el idioma arábigo, leen con ansia los libros de los caldeos, los traducen en el árabe, al mismo tiempo que ignoran y menosprecian las puras fuentes de las ciencias eclesiásticas. ¡Qué dolor! Los cristianos ignoran su lengua propia, y el latin, de manera que en todo el clero apenas se encuentra uno de mil que sepa escribir cartas de mero cumplimiento, cuando se ven infinitos que saben esplicar eruditamente las frases caldeas (2).....

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Aun los condes y obispos católicos no dejaban de familiarizarse con los cortesanos moros; y de servirles de instrumentos para vejar á sus mismos súbditos cristianos, como lo practicaron el obispo Ostegesis y el conde Servando (3).

Muchos, decia S. Eulogio, rehusando huir, padecer, ú (1) Casiri, y el Abate Andres han demostrado el gran mérito literario de los árabes españoles, en la biblioteca arábigo escurialense, y en la historia del Origen, progresos, y estado actual de toda la literatura.

(2) Indiculus luminosus, en el tom. 11 de la España Sagrada, p. 274. (3) Florez, España Sagrada, tom. 10.

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ocultarse con nosotros, prevarican, apostatan, detestan al crucificado, y (¡qué dolor!), entregándose á la impiedad, sujetan sus cuellos á los demonios, blasfeman, murmuran y pervierten á los cristianos. Muchísimos tambien, que antes, estando en buen sentido, predicaban las victorias de los mártires, aplaudian su constancia, celebraban sus trofeos, ensalzaban sus tormentos, ahora, tanto sacerdotes como legos, mudan de opinion, sienten de otra manera, juzgan que han sido indiscretos aquellos mismos á quienes reputaban antes por muy felices (1)."

En el año de 1125 (2) salieron del reino de Córdoba buscando asilo en el de Aragon 100 familias muzárabes, por lo cual irritados los moros destrozaron todas las que quedaban, ó matándolas, ó confiscándoles sus bienes. Lo mismo es regular que sucediera en otros pueblos. Los moros, aunque toleraban la religion católica, castigaban y perseguian á los que blasfemaban de Mahoma, y á los que intentaban convertir á los mahometanos á la religion de Jesucristo (3). Sin embargo, muchos cristianos, por un santo heroismo arrostraban todos los peligros, predicando nuestros sagrados dogmas, y combatiendo las here. gías. Este heroismo religioso multiplicaba los mártires, y no pocas veces su buen egemplo servia para la conversion de los infieles. Mas por otra parte, irritando á los gobernadores, solia producir terribles persecuciones, y que las familias católicas se vieran precisadas á emigrar, y refugiarse en otres reinos.

(1) In Memoriali, lib. 2, cap. 15.

(2) Odericus Vitalis, citado por Bravo en el catálogo de los obispos de Córdoba, tom. I, pag. 237.

(3) Florez, loc. cit..

CAPITULO II.

Discordias entre los sarracenos favorables à la reconquista de España por los cristianos. Restablecimiento de la corte, y gobierno gótico por D. Alonso el Casto.

Los generales mahometanos, engreidos por sus conquis

tas, y discordes entre sí, meditaban apropiárselas, y coronarse con independencia de los califas, lo cual produciendo entre ellos zelós, discordias, y sediciones, debilitó sus fuerzas, y les impidió acabar de apoderarse de toda España, y aun acaso de la Francia, en donde se habian ya internado

hasta Narbona (1).

, y llegado

En tales circunstancias los pocos españoles que habian quedado sin rendirse en las ásperas montañas de Astúrias, y los Pirineos pudieron reunirse para resistir al enemigo comun, y dar principio á nuevos reinos que se establecieron sobre las ruinas del trono de Rodrigo.

Los primeros ocho reyes, desde D. Pelayo, apenas fueron mas que unos gefes militares, ocupados continuamente mas en la guerra que en el gobierno civil, sin domicilio fijo, ni aparato magestuoso (2).

Aunque su yerno D. Alonso I habia recobrado á Lugo, Braga, Leon, y otras ciudades de Galicia, Portugal, y Case tilla, ni él ni sus sucesores se creian bastante seguros para fijar su residencia en alguna de ellas, por la inmediacion á los enemigos, y asi vivieron ordinariamente en Cangas de Onís, Pravia, ó algunos otros pequeños pueblos de Astúrias (3).

D. Alonso II, llamado el Casto, fue el primero, que

(1) Zurita, Anales de Aragon. Lib. 1. Mariana, Historia de España. Lib. 7, cap. 3.

(2) Risco, España Sagrada, tom. 37, trat. 73, cap. 17. (3) Ibid.

mejorando la ciudad de Oviedo, que habia empezado á edificar D. Fruela, fijó alli su corte; la adornó con templos, casas, baños, y otras tales obras públicas, y restableciendo el oficio palatino, y las leyes góticas dió alguna mas firmeza al gobierno, y mas decoro al trono, y á la soberanía (1).

A consecuencia de aquel restablecimiento del gobierno, y legislacion gótica, se celebró en Oviedo el año de 873 un concilio, al que asistieron doce obispos, el rey, su muger, é hijos, los grandes, y catorce condes (2) en el cual se acordó reconocer aquella silla por metropolitana; se asignaron varias iglesias para el sustento de los obispos privados de las suyas por los sarracenos; y se decretaron algunos cánones para el mejor gobierno eclesiástico y civil de aquel nuevo reino.

Se eligieron con consentimiento del rey, y de los grandes arcedianos, cuyo principal oficio habia de ser visitar todas las iglesias, y monasterios, cuidar de su mejor arreglo, de que se celebraran cada año dos concilios; y de que se predicara enseñara la doctrina cristiana. ..

y

Son muy notables las penas que se prescribieron contra los arcedianos negligentés en el cumplimiento de sus obligaciones. Siendo siervos de la iglesia se debia privarles del empleo, castigarlos.con 70 azotes, y devolverlos al mas inferior estado de esclavitud. Y siendo ingenuos, debian ser sentenciados por los obispos, acompañados de los condes, y la plebe, á sufrir las mismas penas de privacion de la prebenda; 70 azotes, y restitucion de lo que hubieran defraudado á las iglesias, conforme á los cánones, y Fuero juzgo (3).

Mas estas penas tan terribles apenas podia llegar el caso de que se ejecutaran á no ser muy pública y evidente la ne

(1) Cron. Albendensis, n. 58. Cron. Sebastiani. En el tom. 13. de la España Sagrada.

(2) Concilium Ovetense, ap. Aguirre, collectio maxıma concilior. tom. 4. (3) Acta Concilii Ovetensis ibid.

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