Imágenes de páginas
PDF
EPUB

que se les obligase a salir en persona a campaña solo en casos mui apurados.

«El Rei. Don Martín García de Оñez i Loyola, caballero del orden de Calatrava, mi gobernador i capitán jeneral de las provincias de Chile, o la persona en cuyo cargo fuere el gobierno de ellas. He sido informado que los vecinos i moradores de esas provincias están necesitadísimos por tener sobre sí cuarenta i cuatro años de guerra, i que es mucho lo que pierden en uno que falten de sus casas i haciendas, i que convendría aliviarlos de este trabajo proveyendo que no fuesen llevados a él, sino que se hiciese la guerra con jente de ella, i la que se enviare; i que ellos ayudasen con los bastimentos que buenamente pudiesen a moderados precios o gracia. I habiéndose platicado sobre ello en mi consejo de las Indias, deseando que los vecinos i moradores de esas provincias sean relevados de lo susodicho, he tenido por bien, i os mando que procuréis escusarlos i relevarlos de la guerra cuanto fuere posible, i no los compeláis a ir a ella sino en casos forzosos, i que no se puedan escusar, i que acomodéis las cosas de manera que no falten bastimentos para la espedición de la guerra. Fecha en San Lorenzo a 15 de octubre de 1597.-Yo el Príncipe.-Por mandado del Rei Nuestro Señor (Su Alteza en su nombre), Juan de Ibarra García».

X

Resulta de lo que precede que los indómitos araucanos, con su heroica decisión, no solo habían logrado defender el territorio que habitaban, sino también hacer correr a los españoles el riesgo de verse obliga

[ocr errors]

dos a abandonar todo lo que habían ocupado en el norte de Chile.

<I por remate desta historia, dice el capitán Mariño de Lovera al concluir su crónica, advierto que es mucho de ponderar el tesón i ánimo de los indios, pues nunca se ha visto que ninguno de ellos se rinda a español, dejándose de rendir, aunque muera en la demanda; i así los que cojen son a pura fuerza, i no pudiendo ellos defenderse. Acontece tenerse un indio con dos o tres españoles armados, i no rendírseles hasta morir. Porque lo que mas sienten entre todos sus trabajos es servir a jente estranjera; i por evitar esto sustentan la guerra de casi cincuenta años a esta parte; i han venido en tanta disminución, que donde había mil indios, apenas se hallan ahora cincuenta; i por esta causa está la tierra mui adelgazada, pobre i miserable, i finalmente sin otro remedio si no la esperanza del cielo» (1).

Un cronista posterior a Mariño de Lovera, Luis Tribaldos de Toledo, asienta que si los araucanos, mientras el gobernador don Juan de Jara Quemada procuraba aplacar con todas las tropas del reino el alzamiento de Arauco, «se hubieran ido, como pudieron con mucha facilidad, a las tierras i poblaciones españolas, no hubieran tenido dificultad en arruinarlas todas hasta Santiago, sin que ninguna cosa se lo impidiese».

I luego añade que «con estos milagros se estaba viviendo hacía muchos años en aquel reino (2).

Es mui digno de consideración que esto mismo afir

(1) Mariño de Lovera, Crónica del reino de Chile, libro 3 capítulo 42. (2) Tribaldos de Toledo, Vista jeneral de las continuadas guerras: difícil conquista del gran reino provincias de Chile.

maba el citado gobernador don Juan de Jara Quemada en carta al rei fecha 28 de enero de 1617. «Si una junta tan grande como la de ahora, o la mitad menos, dice, nos diera lado, i se viniera, como pudiera con mucha facilidad, a nuestras tierras, fuera bastante a arruinarlas todas hasta Santiago, sin que hubiese cosa que se lo estorbase; con estos milagros se ha vivido de muchos años a esta parte, i no ha sido pequeño el presente por haber concurrido mayores causas para ello».

<<Por lo que he visto en la ocasión presente, agrega Jara Quemada aludiendo a este inminente peligro, puedo afirmar por infalible que Dios milagrosamente se ha servido de guardar este reino con su poderosa mano, cegando a estos enemigos los sentidos».

XI

La larga i encarnizada guerra de Arauco había enjendrado otra amenaza seria contra la dominación española en Chile, la cual merece mencionarse.

Esa amenaza provenía de la creación del ejército permanente, que en tiempo de don Alonso García Ramón, por ejemplo, ascendía mas o menos a mil quinientos hombres, i que por indicación del mismo gobernador, el rei mandó aumentar hasta dos mil, para lo cual ordenó que cada año se enviara a Chile de las cajas reales del Perú un situado de doscientos doce mil ducados de plata, o sean doscientos cuarenta i dos mil pesos fuertes.

Es difícil imajinarse una tropa peor pagada, peor mantenida, peor disciplinada, de peor conducta.

Era el azote de las provincias rebeladas, i la plaga de las sometidas.

En este caso, como en otros, no quiero describir las cosas con palabras mías, sino con las de testigos presenciales i mui caracterizados.

La audiencia de Santiago, en un informe que dirijió al rei en 1611, .manifiesta el modo que había de pagar i mantener el ejército de la frontera.

«Están los soldados, dice, mui abatidos i peor tratados que los indios, padeciendo mui gran desnudez i hambre por no poder gozar con libertad de sus sueldos; pues el situado (así se llamaba la remesa de dinero que se enviaba de las cajas reales del Perú para satisfacerles sus sueldos) que Vuestra Majestad les hace merced se trae casi todo en ropa del Perú, la cual se les carga a treinta i a veinte i cinco por ciento, i el año que menos a veinte. Además de esto, se les da la comida a mui excesivos precios, porque siendo este reino de ganados i frutos de los mas fértiles del mundo, se les da i cuenta la fanega de trigo a treinta i dos reales vellón, siendo sus ordinarios precios a mucho menos de la mitad, i teniendo, como tiene Vuestra Majestad, junto a los presidios i fuertes, de la jente de guerra dos estancias, una de sementeras de trigo i cebada, i otra de vacas, que poblaron en tiempo del gobierno de Alonso de Rivera, que puso i dejó en la de vacas como cuatro mil i quinientas de vientre, i el costo de ellas fué a doce i diez i seis reales vellón cada una, i otras a menos; i con haberse muerto ordinariamente para el sustento de la jente del ejército cada año desde que se pobló mil i quinientas cabezas, con los multiplicos ha ido siempre creciendo el aumento, de suerte que hai mas de ocho mil cabezas, sin tener

aquella estancia casi costa alguna, porque la guardan soldados pagados por el rei con algunos indios, se les cuenta cada cabeza que se mata para los soldados a cuarenta reales; i teniendo ordenado Vuestra Majestad que se les dé la comida i sustento a moderados precios, no se entiende qué razón hai para que se les dé i cuente a mas del doble del costo principal que tuvie

ron.

<«<La otra estancia de trigo i cebada también es de poca costa; por que las tierras son de Vuestra Majestad, i los bueyes con que se labran salen de la estancia de las vacas, i los que la benefician son soldados del ejército que tiran sueldos con algunos indios a quienes no se les da mas de la comida, respecto de lo cual, i de la fertilidad con que acuden en aquel reino, el trigo i la cebada tienen mui poca costa toda a Vuestra Majestad, i es menos la de cada fanega, i siendo esto así, se les cuenta a los soldados a treinta i dos reales vellón cada fanega de trigo, i a diez i seis la cebada.

«Da lástima, ultra de lo dicho, de que en esta guerra se haya introducido una cosa tan reprobada cuanto digna de remedio, i es que los mas que gobiernan en ella, capitanes i soldados, se han vueito tratantes i pulperos; que el cuidado que habían de tener en mirar por los soldados i sus armas lo ponen en investigar modos i trazas para despojarlos de sus sueldos, revendiéndoles los bastimentos a precios excesivos, porque de sus propias estancias i sementeras, que muchos de ellos. las tienen, llevan a los fuertes los carneros, ovejas i demás bastimentos; i los capitanes que no tienen estancias los envían a comprar a las riberas del Maule; costándoles los carneros a cuatro reales i las ovejas a tres i menos, las venden a los soldados a diez i seis rea

« AnteriorContinuar »