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Pero Tesillo ignoraba, a lo que parece, que no todos los indios habían recibido a los holandeses en las puntas de las lanzas; i que los de Castro, verbigracia, habían ofrecido al caudillo de los estranjeros reconocerle por rei.

Sin duda, hablando en jeneral, los indios no te-. nían por qué hacer mucha diferencia entre los españoles i los holandeses; i de seguro, habrían rechazado la dominación de los segundos con la misma enerjía i constancia con que habían repelido la de los primeros.

Pero si el sometimiento de los araucanos a los holandeses, o una unión duradera entre los rebeldes de Chile i los de Europa, como los llamaba Tesillo, era bien difícil, no sucedía lo mismo con una alianza temporal, mas o menos larga, que era mui fácil de hacerse, que si se hubiera realizado, habría puesto a los españoles en inminente riesgo de perder todo Chile, i en poco tiempo.

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La posibilidad de que aquellos indómitos indíjenas, que ya por sí solos ponían en conflicto a los conquistadores, formasen liga con los enemigos esteriores de España era uno de los gravísimos inconvenientes que ofrecía para la metrópoli la prolongación de la guerra de Arauco.

El principal embarazo que podía apartar a los holandeses para concebir i ejecutar el proyecto de la ocupación de Valdivia era la inmensa distancia a que los encargados de llevarlo al cabo habrían quedado del centro de sus recursos.

Sin embargo, esta dificultad se había allanado mucho con su establecimiento en el Brasil.

Además, conviene tener presente que los recursos

marítimos de las colonias hispano-americanas solían ser mui escasos.

En 1617, don Francisco de Borja i Aragón, príncipe de Esquilache, i virrei del Perú, acordó en junta jeneral de guerra que «no teniendo defensa aquel reino en mar, ni en tierra, como se conocía, se escribiese i pidiese en España que desde allá se enviase armada con los socorros necesarios para este mar del Sur i sus costas».

Felipe III contestó por cédula de 28 de marzo de 1620: «que se enviaría, e que se hiciese una junta de personas prácticas para conferir la forma en que se fabricarían las naos necesarias para enviar por el estrecho».

En 1624, cuando la espedición del holandés L'Heremite, don Diego Fernández de Córdoba, marqués de Guadalcazar, i virrei del Perú, solicitó del monarca «armada, artillería i pertrechos de guerra para la defensa de aquel reino», a lo cual contestó Felipe IV por cédula de 26 de enero de 1626 «que se enviase relación de los pertrechos de guerra que faltaban pa ra proveer lo conveniente».

Los hechos apuntados nos enseñan mucho sobre la probabilidad de acierto que podía tener una empresa como la de la ocupación de Valdivia que se atribuía a los holandeses.

XIII

Tesillo afirmaba que el orijen de aquel alarmante rumor era el simple dicho del vulgo; pero estaba sumamente equivocado.

A la fecha, los holandeses discutían en sus consejos aquel pensamiento, i aún escribían en sus libros sobre la importancia de llevarlo al cabo.

Un escritor americano contemporáneo, el agustino frai Miguel de Aguirre, menciona dos ejemplos de obras holandesas en que se estimulaba a la dicha conquista. A la verdad, es el primero de los casos invocados, la intención, si la había, estaba mui velada, i solo podía ser descubierta por una excesiva suspicacia; pero en el segundo, era espresada con la mayor franqueza i en

tusiasmo.

Leamos las noticias de frai Miguel de Aguirre, que son curiosas.

«No son estas conjeturas leves i remotas, dice aludiendo al proyecto que suponía a los holandeses de apoderarse de Valdivia; evidencias son, que ellos mismos han confesado sin poder ocultar en el pecho el ardor de esta pérfida ambición, a pesar de la disimulación tan necesaria. En la Razón de Estado i Arte Militar, en el tercer tomo que dió a la estampa Juan Teodoro Bry, holandés, en que incorpora traducidas en idioma latino las descripciones de América que Antonio de Herrera, Ceballos i otros historiadores nuestros escribieron en nuestro vulgar español, convida a los suyos a las invasiones i conquistas del Perú i Chile, celebrando estas provincias por un fértil i afectado empeño de la naturaleza, diciendo:-que a ninguna rejión del orbe reconocen ventaja, antes a muchas exceden; i que produce su suelo con abundancia todo aquello a que da estima, o la necesidad de la vida, o la ambición, pompa i vanidad del injenio humano; i que sus montes, laderas i ríos son los criaderos mas fecundos, i que mas copia de oro i plata han produci

do, i pueden producir inexhaustamente en toda la redondez de la tierra».

Después de copiar la precedente descripción de Teodoro de Bry, el buen fraile Aguirre agrega, por vía de comentario algo sutil i demasiado malicioso, lo que sigue:

«Que cuando las provincias son opulentas i ricas (advirtió Aristóteles en su Política), i tienen falta de presidios, armas i jente de guerra, despiertan la audacia i la ambición de los estranjeros mas armados i menos ricos. I el mas común ejemplo de las historias i dictamen de la política mundana acredita: que no hai cosa que llame las guerras estrañas, como poseer mucho oro i plata con pocas armas».

Como se ve, los indicios mencionados hasta aquí por el padre Aguirre no son mui claros; pero los que van a leerse son harto evidentes.

<<I mas espresa se verá la porfiada i pérfida ambición de Holanda en el tercer tomo grande de las Tablas Jeográficas de Gerardo Mercator, que dió a la estampa con adiciones copiosas Enrique Hondio en Amsterdam, año de 1638, continúa diciendo frai Miguel de Aguirre. Aquí se pone mui despacio a describir el reino de Chile, i en especial el sitio i ciudad de Valdivia, la benignidad apacible del clima, la fertilidad copiosa de sus campos i valles, la abundancia varia de frutos, la amenidad de su río, la salubridad de sus aguas, las arboledas hermosas de sus montes i bosques, la comodidad de su puerto, la facilidad de sus surjideros, la preciosidad inestimable de sus riquezas en minas, me

tales, piedras, aguas i arenas, donde apenas hai río,

apenas monte, que no lave i que no cubra granos i pepitas de oro, calificando a esta rejión por la mas ri

ca de las Indias, con el argumento de que cuando la poseían los españoles, lavaba cada indio de servicio en un día veinte i cinco i treinta pesos de oro del mas subido quilate. I refiriendo la pérdida lastimosa de aquella ciudad en aquella sangrienta i alevosa invasión en que los indios el año de 1599 quemaron i mataron toda edad, todo sexo, todo estado, profanando los templos, lacerando las imájenes, violando todo lugar, ornamento i sujeto sagrado, remata esta infausta narración con este convite o incentivo a los suyos:De aquí consta cuan caro les ha costado a los españoles Chile i Valdivia, i cuán importante sería que se les acabase ya de quitar tan opulenta esperanza i posesión.

«No lo dice este autor holandés solo una vez, que lo que mucho se desea persuadir, mucho se repite.

«En el fin de la obra (como que éste fuese el último fin de haberla escrito), pasando de jeógrafo a orador, concluye el último período en esta exhortación:Por tanto debe exitarse i conmoverse el valor e industria de las repúblicas cristianas (así llama a los príncipes i estados herejes) a emprender estas gloriosísimas conquistas de la parte austral, de cuyas empresas sacarán siempre colmados frutos y renombre de fama i gloria inmortal; i no hai para que las acobarde dificultad alguna, por grande que sea, pues las ventajas conocidas de su ganancia revelarán las arduidades i afanes del empleo. Mayores emolumentos sacarán de esta parte austral despues del estrecho, que las que han buscado en el septentrión: infelices climas, ménos frujíferos terrenos son aquellos, i se solicitan con afán; mas fértiles, ricos i mas fácilmente adquiribles son

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