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Los indios escucharon todos estos planes con la mayor complacencia.

Así no tuvieron ningún inconveniente para pactar con los holandeses una alianza ofensiva i defensiva.

Todo marchaba, como se ve, a las mil maravillas; pero los víveres escaseaban, hasta el estremo de esperimentarse una verdadera necesidad.

A consecuencia de esto hubo que reducir la ración de cada semana a solo dos libras i media de bizcocho.

Por su parte, los indios aliados, o no querían, o tal vez no podían suministrar los bastimentos que tanto se habían menester.

Harcksmans, en esta crítica situación, hizo salir una de las naves para Holanda en busca de so

corros.

Pero esa nave no podía ir i volver sino en muchos

meses.

¿Qué hacer mientras tanto?

El descontento aumentaba entre los holandeses. El mismo jefe no tenía ningún deseo de permanecer en una posición tan angustiosa; i por este motivo, levantaba con empeño informaciones para dejar bien comprobadas las necesidades en que se debía de abandonar la empresa, i para escudarse así de toda responsabilidad que su gobierno quisiera hacer pesar sobre él.

En estas circunstancias, cincuenta soldados católicos de diferentes naciones tramaron una maquinación para irse a la Imperial con sus armas i carabinas de rueda a fin de pasarse a los españoles.

Habiendo sido descubierto el complot per uno de

los mestizos que se habían traído de Carelmapu, Harcksmans hizo arcabucear a siete de los principales conjurados, i mutilar a cinco; pero el castigo no surtió todo el efecto que había buscado; pues casi inmediatamente se desertaron cuatro soldados.

En vista de lo que estaba sucediendo, Harcksmans determinó dar la vuelta a su país con las tres naves que le quedaban.

Los indios se manifestaron quejosos de esta determinación, pues dijeron que los holandeses los dejaban entregados a la venganza de los españoles; pero Harcksmans i los suyos procuraron inspirarles confianza, asegurándoles que se iban para regresar pronto con mayores recursos.

Los holandeses se alejaron de Chile a fines de 1647. Todo lo que en realidad habían conseguido con su espedición había sido dejar sepultado en la tierra de Valdivia el cadáver de Brouwer en cumplimiento de la voluntad que éste había manifestado al tiempo de morir.

XVI

Sin embargo, la espedición holandesa que acabo de referir causó las mas vivas inquietudes al presidente de Chile, al virrei del Perú i aun al monarca mismo. Eran tan escasos i pobres los medios de comunicación de que entonces disponían el presidente de Chile i el virrei del Perú, que el segundo no supo la invasión de los holandeses hasta el 19 de setiembre por aviso que le remitió el primero.

El marqués de Baides, segun frai Miguel de Aguirre, tuvo noticia del acontecimiento «por relaciones ciertas

AMUNÁTEGUI.-T. VII.

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habidas por personas confidentes de la tierra de guerra».

El presidente de Chile, junto con anunciar al virrei del Perú lo que estaba sucediendo, le escribía que <<necesitaba de mas jente para poderse defender de las invasiones que en aquel reino intentase el holandés; i que se enviase el situado con brevedad, i con él trescientos hombres armados i pagados para que agregados al ejército defendiesen aquellos puertos i guarneciesen las fronteras».

El marqués de Mancera desplegó una actividad estraordinaria.

Mientras alistaba una escuadra que poder hacer salir contra los holandeses, envió socorros al presidente de Chile en dos naves mandadas por don Francisco de Villagómez; i otra a las órdenes de don Alonso de Mujica Buitrón para que viese si había medio de socorrer a los españoles de Chiloé.

Mujica llegó mui oportunamente para estorbar la sublevación de los naturales que los holandeses habían dejado preparada, i para hacer prisioneros a dos de los estranjeros, que se habían quedado rezagados.

Estos, conducidos a Lima, fueron los primeros que dieron noticias bien exactas i auténticas de la espedición holandesa.

Paso ahora a insertar el parte oficial en que el marqués de Baides comunicaba al monarca la evacuación de Valdivia.

«Para salir de confusiones, le decía en carta de 28 de mayo de 1644, me resolví a enviar desde esta ciudad de la Concepción en un barco con infantería al capitán Juan de Acevedo a reconocer el puerto de Valdivia para tomar nuevas ciertas del estado en que

se hallaba el enemigo holandés, que se había apoderado dél; i habiendo salido en demanda de su viaje a 30 de abril del mismo año, i ejecutadole en conformidad de la instrucción que le dí, fué Dios servido que a los 23 de mayo siguiente, estuviese de vuelta en esta ciudad con tan buenas nuevas como se podían desear. Habiendo reconocido el sitio donde era la ciudad de Valdivia, i sondeado la entrada i ríos, i visto las islas i morros, sin impedimento, por no haber hallado enemigos en ellas, i habiendo estado allí tres días para tomar lengua, se demostraron algunos indios en la montaña, con quien habló con los intérpretes que llevaba, haciéndoles algunas preguntas i repreguntas en orden a saber el tiempo que allí estuviesen, i cuando se fueron, i sus designios; i según parecía, habían estado en aquel puerto cuatro meses, i había cinco que se fueron sin haber hecho fortificación alguna, ni echado artillería en tierra, i sin obrar mas que algunos ranchos en la ciudad para repararse de las aguas cuando salían a tierra, pero habían dejado dicho volverían con otros. doce navíos para fortificarse allí; i según el tiempo en que quedaron de hacerlo, tardan ya, como consta todo del testimonio que remito a Vuestra Majestad de las dilijencias hechas por el capitan Juan de Acevedo».

El soberano contestó al marqués de Baides, entre otras cosas, por cédula de 12 de mayo de 1645, lo que sigue: «Ha parecido daros las gracias (como lo hago) por el cuidado i dilijencia que pusisteis en saber sí el enemigo que ocupaba a Valdivia, le había desamparado; i por el gusto que se ha recibido con la buena nueva que me dais».

La noticia que el capitán Acevedo había traído al presidente de Chile no tardó en ser confirmada por otra que llevó al virrei del Perú don Alonso de Mujica Buitrón en un viaje de descubierta que hizo a Valdivia, donde tomó prisioneros a los cuatro desertores holandeses, de que antes he hablado, cuyas declaraciones acabaron de revelar todo lo que había pasado.

XVII

Voi ahora a dar a conocer una real cédula, que nos manifestará los temores que siempre continuó abrigando la metrópoli, i los arbitrios que meditaba para defenderse contra cualquier ataque.

«El Rei. Marqués de Mancera, pariente, de mi consejo de guerra, jentilhombre de mi cámara, mi virrei, gobernador i capitán jeneral de las provincias del Perú. Hase recibido vuestra carta de 16 de junio del año pasado de 1644, en que me dais cuenta de las noticias que tuvisteis de haber tomado el enemigo holandés a Valdivia; i que según lo que se había entendido de sus designios, era era con propósito de poblar i fortificar aquel puerto; i juntamente referís lo que os pasó con el marqués de Baides, gobernador i capitán jeneral de las provincias de Chile, sobre la forma en que se había de ejecutar la espugnación de estos enemigos; i decís que estando haciendo las prevenciones necesarias para ello, llegó al Callao el capitán Juan de Acevedo, que por orden del de Baides fué a reconocer el dicho puerto de Valdivia con ocasión de las noticias que corrian de que aquellos enemigos habían salido dél, i halló

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