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como el del primero, i cuya fecha fué el 24 de febrero de 1647.

Entre las estipulaciones que entonces se ajustaron, hai dos relativas a la defensa de Valdivia i a la resistencia a los estranjeros.

Hélas aquí:

«<Los indíjenas han de ser obligados a abrir paso capaz de marchar con el ejército para llegar a Toltén por el bosque, talando la parte que fuere menester para hacer camino, o allanando pasos si se puede ir por otra parte, aunque sea con algún rodeo».

«Han de ser amigos de buen corazón de todos los que fueren nuestros amigos, i enemigos de los que fueren nuestros enemigos, maloqueándolos i haciéndoles la guerra con los mayores daños que les fuere posible» (1).

XVIII

El gobierno de la metrópoli quedó mui satisfecho de los resultados obtenidos, según aparece del siguiente documento:

«El Rei. Conde de Salvatierra, pariente, mi virrei, gobernador i capitán jeneral de las provincias del Perú. El marqués de Mancera, vuestro antecesor en esos cargos, en cartas de 8 de julio i 6 de noviembre del año pasado de 1647, da cuenta de haberse acabado en toda perfección los fuertes i defensas del puerto de Valdivia, i poblado la ciudad, i de los buenos efectos que de ello habían resultado i van resultando por haberse allanado el paso de Chile a Valdivia, co

(1) Aguirre, Población de Valdivia, párrafo 13, número 197.

municándose frecuentemente la jente de guerra de la una parte con los de la otra, i sujetándose por este medio los indios de guerra a la paz, admitiendo los capítulos que les propusieron, así en orden a la propagación i reducción a la fe, como para la perseverancia en la amistad i confederación que han de tener; i que se había ido estableciendo i continuando la comunicación de las armas de Valdivia con el ejército de Chile; i que el gobernador de aquellas provincias le había escrito el feliz estado en que estaba la reducción de los indios de guerra, i que iba a penetrar con su jente desde Chile a Valdivia, i a reconocer desde Chile a Valdivia las tierras, i a acabar de asegurar los pasos por donde había de comunicarse con la jente de aquella plaza; i pondera los buenos efectos i conveniencias que iban resultando de la población de aquella ciudad i fortificación de su dose visto en mi junta de guerra de me cuenta de ello, ha parecido que supuesto que todos convienen en que es mui importante conservar la plaza de Valdivia, su comunicación i las fortificaciones que están ya hechas, i que no se necesita de mas fortificaciones ni de nuevos gastos, os encargo cuidéis mucho de ello por lo que importa a la seguridad de esas provincias i las de Chile, manteniéndole en la paz i quietud en que vuestro antecesor dice quedaba, estando con particular cuidado para evitar cualquier alzamiento o rebelión que los indios quieran intentar por el recelo con que se debe estar de su mal natural i poca firmeza en lo que ofrecen, dándoos la mano para esto con el gobernador de Chile, i procurando en todo la mayor seguridad que fuere posible; que al dicho gobernador le ordeno que por su parte os

puerto. I habiénIndias, i dádose

asista en lo que le comunicáredes, estando con las mismas advertencias. I porque quiero saber qué jénero de fortificaciones se han puesto en el dicho puerto de Valdivia, de qué calidad i capacidad, con qué guarnición i artillería, i qué costo tendrá cada año el mantenerlo, os mando que en la primera ocasión me enviéis una relación de todo con la mayor particularidad, claridad i distinción que fuese posible para que en la dicha mi junta de guerra haya la noticia que conviene. De Madrid a 2 de diciembre de 1648 años.— Yo el Rei. Por mandado del Rei Nuestro Señor, Don Gabriel de Ocaña i Alarcón».

XIX

Desmintiendo tan lisonjeras esperanzas, la esperiencia trajo grandes desengaños.

Entre otros motivos, la desmoralización administrativa que viciaba en la sustancia el sistema colonial impidió que la repoblación i fortificación de Valdivia produjese todos los buenos resultados que se habían aguardado.

Por carta de 28 de febrero de 1733, el presidente don José de Manso representaba al soberano los inconvenientes de que aquella plaza estuviera sujeta en lo militar al gobierno del Perú, i no al de Chile.

El primero que mencionaba era el de no poder disponer de su guarnición para atacar a los araucanos cuando éstos se encaminaban a asaltar las fronteras de la provincia de Concepción.

«El segundo, i de mas importancia, agregaba, se termina a la conservación de aquella plaza como an

temural de estos dominios, cuya pérdida ocasionaría los mas irreparables daños i la total ruína del Perú, para lo que fué fundada, i para lo que en el estado presente poco sirve, por desprevenida, a causa de que los gobernadores de ella no la tienen en defensa por no atender a esto, i poner toda su aplicación a sus particulares intereses, i que por el modo con que éstos se adquieren, no se aumentará jamás aquella población. El medio mas común de que crezcan las ciudades i los reinos es el comercio, i éste ningún particular lo puede hacer allí por ser peculiar del gobernador todo el de maderas i tablas en que abunda, i de que carga el gobernador los navíos que arriban con el situado, i en que ningún vecino puede entender por estar prohibidos jeneralmente hasta del embarque de una caja. Los mantenimientos, vino, aguardiente i pesca, ninguno puede vender, ni hacer sin su condescendencia, la que solo se estiende a señalados. Los soldados que regularmente sirven en aquel presidio son los que por delitos se remiten a él, que sirven mas al gobernador, que a Vuestra Majestad, de cuya cuenta es la paga con el sueldo. Hacen los cortes de madera i tablas con tasas de las que cada uno debe dar al día, de lo que resulta que los ratos de descanso que el orden militar da a los soldados no gozan. Los que tienen oficio lo ejercen en servicio del gobernador sin jornal fijo, i cuando mas se les gratifica con tan poco, que nunca puede tener ni remota equivalencia. Un barco que Vuestra Majestad mantiene en aquel puerto para su arraez i jente en número de la de la plaza se ocupa en ir i venir a la provincia de Chiloé a la conducción de tablas (que por comercio adquiere en ella el gobernador), de que asimismo resulta la desesperación en

que puede contemplarse aquella guarnición, i cuán espuesta está aquella fortaleza a una entrega, si sucediese que en su puerto anclasen dos o mas navíos enemigos, i prometiesen la libertad de todos tan apetecida i mas de jente hostigada, i que por su naturaleza baja i viciosa se inclina a la maldad. Se estiende a los indios el comercio, o como el vocablo natural lleva, conchavo de ponchos; i no me admira de que se haga, pero es arduo se ejercite con jéneros que el desvelo de los gobernadores de este reino tiene tan prohibidos, como es fierro, espuelas, frenos i otras cosas que me aseguran corren sin reparo, donde podía hacerse el mayor, supuesto que con estas especies facilitan el manejo de los caballos, único asilo de su defensa i medio de la hostilidad que siempre dificultará su conquista, i les será ocasión a su insolencia. En el parlamento los vi proveídos, proveídos, i oí jeneralmente lo que espreso; i aunque me hice cargo de que en aquella frontera no faltan trasgresores, no serán muchos, porque tienen para sus conchavos el jénero en gran manera apetecido de los indios, que es el vino, ídolo que celebran en sus embriagueces, i dejará inútiles los efectos de cualquier proyecto que mire a establecer estas jentes en cristiandad i policía. Allí es árbitro de las vidas aquel jefe, pues sus sentencias de muerte se ejecutan sin apelación ni súplica, contra la regla que Vuestra Majestad tiene dada en las Indias para la determinación de las causas de los soldados; a que se añade otro no despreciable mal que va a este reino, i es que los malcontentos del presidio, i quizás los peores, si logran la fuga (en que a todas horas piensan) se acojen a los indios, i son los que les ministran los mas nocivos consejos i malquistan el gobierno de los

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