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que ningun gobierno del mundo goza el fuero de hacerles mudar de comunion, y que siendo ellos la masa colectiva en la que les dicen que reside la soberanía nacional, ellos son tambien los que poseen todos los elementos de fuerza y de derecho con que contener al Gobierno en su deber, y obligarle á conservar la religion divina de sus padres, espresamente garantida en la Constitucion.

10. No me esplicaria, Señora, de este modo si no lo contemplase absolutamente necesario atendida la audacia de los enemigos de la Iglesia, pues á veces se vierten discursos tan acalorados en los papeles públicos, que nos dan á entender sin disimulo que los novadores se hallan persuadidos de que son dueños de volver cismática la España, ó á lo menos arrastrarla en el error de grado ó fuerza; pero acaso no habrán meditado que mientras los pueblos lidiaban en favor de Isabel II, habrán creido suficiente descargar en los Obispos el cuidado de defender la religion para no complicar la causa civil con la sagrada, pero que desvanecido ya este riesgo no es regular que permitan que estando los españoles católicos en comparacion de los apóstatas en razon de mil á uno, dejen introducir cobardemente á un corto número la irreligion y el cisma en la magnánima España, atropellando sus cánones, sus leyes, y la misma Constitucion cuya observancia han jurado. La esperiencia nos lo avisa. Meditando bien la historia del siglo y estudián

dola, no en sus relaciones diplomáticas sino en el espíritu característico nacional, resulta que el sistema representativo ha caido dos veces y caerá trescientas en España, mientras que las providencias constitucionales lleven consigo un vicio de nulidad cual sucede en las pertenecientes á materias eclesiásticas. La Francia ha salido felizmente de este caos, y se ha constituido á satisfaccion de aquel pueblo numeroso por haber subsanado el concordato las nulidades de los decretos revolucionarios; y asi, aunque el consulado de Napoleon se trasformó en imperio, y éste dejó de existir haciendo lugar á la dinastía de los Luises y despues á la rama de Orleans, la Francia nunca ha suscitado la disputa del despojo procedente de la revolucion, por cuanto el concordato lo habia púesto á salvo todo; en vez de que si en España ocurriese la mas ligera contraseña, el Gobierno que se colocara al frente tendria miles de plumas que defendiesen por principios de justicia la nulidad de los derretos referentes á materias eclesiásticas espedidos sin consentimiento de la Iglesia, y las declamaciones que en tal caso repitieran los interesados quejándose de los efectos retroactivos, se oirian con sarcasmo ó irrision, porque realmente los legisladores que no habian temido echar abajo los cánones, las leyes y la posesion no interrumpida de diez y ocho siglos, no debian considerarse acreedores á que se guardase respeto á los atropellos cometidos durante media docena de años de su odiosa dominacion,

11. Estas verdades son amargas, pero no temo decir que examinadas con imparcialidad merecen grande atencion al Gobierno de V. M., porque en el estado que se encuentra España, Jo que sobre todo importa á la nacion es revalidar las nulidades cometidas recurriendo á un sábio concordato; es decir, declarada en el concordato la nulidad de los procedimientos legislativos sobre materias eclesiásticas actuados sin consentimiento de los Obispos, se conservaria ileso el principio de la independencia de la Iglesia, y asi los asaltos dados por la revolucion se graduarian de violencias y atentados indignos de servir de testo en adelante, que es lo que los Obispos necesitan para tranquilidad de sus conciencias y seguridad de la reli

gion, y to que hace falta precisa, segun indiqué antes, al Estado para no arriesgar inutilmente su existencia, puesto que los compradores de bienes nacionales y cuantos se hallan comprometidos en semejantes negociaciones están pendientes de un hilo y de una contingencia en la seguridad de sus personas, en términos que cualquier mudanza dinástica ó pequeña contrarevolucion de las muchas que se repiten continuamente en el reino, desplomaria todo el edificio levantado por las Cortes.

12. Pocos hay, Señora, que se decidan á declarar al trono estas verdades importantes, y menos que tomen á su cargo el combatirlas, porque siendo la posesion de los bienes nacionales el pensamiento secreto de los partidos es

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tremados, ninguno de ellos desea una medida que pusiese término á sus esperanzas. Ya es tiempo que, cediendo todos los buenos ciudadanos de sus pretensiones, se consolide un gobierno firme y permanente, que asentado sobre las bases de justicia universal, rescate la España de la deplorable situacion en que se encuentra. El concordato que propongo á V. M. es un medio absolutamente necesario para esta empresa política; medio por otra parte facilitado en la misma revolucion á pesar de su carrera atropellada, puesto que paralizada al aspecto terrible de los precipicios que le salen al encuentro á cada paso, ha tenido que soltar prendas que la dejan en un visible descubierto. Esta observacion, que tampoco ha sido elevada todavia á V. M. por ningun escritor público, no puede ser bien comprendida si no se la esplana con pruebas conducentes, por lo que haré mérito ahora de algunas mas principales en los pliegos que me restan.

CAPÍTULO V.

De la tendencia de algunas órdenes del Gobierno al concordato.

1. El cetro de Castilla, aunque desmembrado, Señora, de los poderosos imperios del

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continente americano, disfruta aún, en medio de tantos infortunios, colonias importantes y opulentas en las Antillas y en el Asia, que merecen la alta consideracion del Gobierno de V. M. Hablaré primero de las del Asia, porque agregan á los cuantiosos rendimientos pecuniarios la recomendable circunstancia del lustre que acompaña al renombre español en aquellas riquísimas posesiones. La envidia de los estrangeros, fijándose en los eclipses que padece la gloria nacional en épocas adversas, intenta disminuir su antigua gloria exagerando maliciosamente ciertos lunares que la tildan; pero quieran ó no quieran observan mal de su grado en las Filipinas el recuerdo de un pueblo belicoso, el estrecho de Magaabriéndose paso por llanes, se lanzó intrépidamente en la vasta estension del Océano Pacífico, y dió la vuelta al mundo dejando impreso en aquel archipiélago remoto el sello de su heroicidad.

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2. Sin embargo, no es el valor ni la pericia militar tan cumplidamente desplegada en aquellos nuevos climas lo que reclama ahora mi atencion, sino una circunstancia peregrina que entonces y ahora, despues de trescientos años, encarece la conquista. Los españoles en el descubrimiento del nuevo continente, asi como los demás europeos que se establecieron alli mas adelante, encontraron un fenómeno, un prodigio, una fatal contradiccion incógnita en los anales de la historia; á saber, habitantes bárbaros, flojos, desnudos, y tan incapaces, apáti

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