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Me aprovecho de la ocasion que ofrece la reimpre

E

sion de esta obrita para purgarla de algunas faltas que han advertido mis buenos amigos, y dar satisfaccion al mismo tiempo en este prólogo á varias censuras fáciles de resolverse con la siguiente esplica

cion.

La primera de esta clase es la indulgencia que se me supone con la Junta Eclesiástica, creada el año de 34, de la hablo accidentalmente en mi repreque sentacion del 36, comprendida antes en el documento número 5.o, y ahora en el 1.o de esta edicion. A este cargo, mejor diria escrúpulo, respondo que, como depone el contesto literal de todo el libro, yo proclamo una y mil veces la nulidad de los actos de aquella Junta, y aun en la misma esposicion lo manifiesto abiertamente y sin rodeos. No obstante, prohibiéndose justamente por las leyes y el orden severo de la crítica alterar en lo mas mínimo los documentos fehacientes de un escrito, fue preciso dejar íntegras todas y cada una de las palabras de su contenido, tanto menos censurables bien examinadas, cuanto que al redactarse la representacion no habia espedido Su Santidad el Breve de 1.o de marzo del año de 36, y que por otra parte solo daban margen á esponer con libertad las verdades que en ella se denuncian. Si á pe

sar de esta respuesta, en mi concepto terminante, me replican todavia que un Obispo no debia esperar la declaracion pontificia para reprobar el origen vicioso de la Junta, contestaré de nuevo, que en esta materia no me reprende nada mi conciencia, pues me alarmé tanto desde el anuncio de su creacion, que hallándome en Madrid en aquella época, á poco tiempo de haberme consagrado, tuve la delicadeza de acercarme al Cardenal Tiberi, á fin de imponerme de tan notable novedad, con cuyo motivo supe entonces que el Ministro Garelly le habia presentado unas bulas impetradas en los reinados anteriores, acerca de las cuales habia consultado á Roma. Esta noticia, de la que despues de mi vuelta de Canarias me he asegurado evacuando personalmente la cita, demuestra claramente, lo uno que nunca me permití tomar en boca el nombre de la Junta sino en concepto de hallarse pendiente la referida consulta á Su Santidad; y lo otro que el origen suyo no se consideraba de tan facil resolucion en la diplomacia como los procedimientos ulteriores del Gobierno, en el hecho de no haber tenido á bien Su Santidad espedir el citado Breve hasta dos años despues de haber sido creada.

Además, no habiéndome servido yo del nombre de la Junta sino por via de argumento, deducido de las órdenes del Gobierno, con el designio de estrecharle mas y corroborar mis raciocinios, parece poco generoso interpretar en mal sentido tal periodo accidental de una esposicion, que respira por todas partes respeto al Sumo Pontífice y á los Cánones de la santa Iglesia.

La segunda observacion de varias personas de literatura y de mi singular aprecio, se refiere á los elogios que prodigo algunas veces al gobierno de la Union Americana, sobre cuyo punto sin duda no me habré esplicado bien, cuando una pluma tan brillante como la que suscribe en el juicio crítico de mi obra

inserto en la Civilizacion, periódico de Barcelona, se inclina al mismo dictamen.

Con todo, como á pesar de la consideracion que me merece su ilustre autor (Balmes), nadie debe saber mejor que yo mis propias opiniones, referiré ahora con este motivo lo que podrá haberle inducido en semejante equivocacion. Considerando muchas veces á mis solas el terror pánico que infunde á varias personas timoratas la palabra soberanía nacional, me propuse examinar su hipótesis con detenimiento, y profundizar sin ceño su significacion, á fin de enterarme imparcialmente de las razones en que se fundaban los publicistas para intentar estender su imperio á las materias eclesiásticas. Entrando en esta tarea, advertí al instante que la soberanía nacional, tan decantada entre los asambleistas de París y los corifeos de nuestras Cortes, no ha sido ejercida nunca ni por sueños en Francia ni en España: en cuyas dos naciones, como observa y prueba Tocqueville, los sufragios de las urnas electorales solo representan el producto de los partidos apoyados en las sociedades secretas y en las armas. De lo que se sigue, sin ningun género de duda, que la cuestion de soberanía nacional no tiene lugar en nuestra España.

Examinando despues la constitucion anglo-americana y el derecho político de aquellos pueblos, observé tambien que ejercian verdaderamente la soberanía nacional en toda la estension de la palabra: mas advirtiendo al mismo tiempo que ni el Congreso ni el presidente de la república intervenian en nada respecto á la Religion, saqué la consecuencia de que, aun admitida hipotéticamente la soberanía nacional, no facultaba de ningun modo esta teoría á los legisladores para reservar á su inspeccion el arreglo de los negocios eclesiásticos.

Plantados ambos problemas por este método nuevo, confieso sin disfraz que no he tenido motivo hasta

ahora de avergonzarme de su ensayo; pues me consta que se han desengañado con su lectura varios literatos de escelente nota, y que ha impuesto silencio á mas de un entusiasta de los principios revolucionarios. Mi preferencia, pues, al sistema de la Union Americana nunca la entendí ni ha debido entenderse sino con relacion á los gobiernos representativos de Europa, que ejercen á favor de los partidos y de las sociedades secretas una soberanía ilimitada, estensiva en su intencion á la santa Iglesia, sin intervenir en nada la nacion: y en prueba de mi sinceridad y de que no han sido bien penetradas mis ideas en la parte política, manifestaré ahora francamente mi modo de pensar, á fin de desengañar á mis censores y dejar bien sentada mi vindicacion.

Adicto por convencimiento á la monarquía libre (*) (aunque jamás me he mezclado ni mezclaré en las revoluciones del Estado, agenas del sacerdocio), no negaré que siempre me ha costado mucho trabajo comprender dos dificultades capitales, entre otras muchas, á las que nadie me ha contestado todavia; á saber: 1.a Cómo es que necesitándose cierta práctica, cierta instruccion, cierto aprendizage para llegar á poseer una profesion cualquiera, y aun hasta para habilitarse en el arte de obra prima, se supone tan gratuitamente en el sistema representativo que ha de salir como por encanto un legislador de los sufragios de un pueblo iliterato, aunque los reuna en su favor un hombre peregrino en el Derecho, en la literatura, y en todos los ramos de las ciencias. En esta parte protesto con ingenuidad mi simpatía con Filipo el Macedonio, quien se burlaba con mucho fundamento de

(*) Digo libre y no absoluta; palabra odiosa que han introducido los enemigos del trono, y no se ha aplicado jamás hasta estos tiempos á la real autoridad. Los que la usan de buena fe en contraposicion al gobierno representativo, equivocan su significacion. (Véase mi Ensayo sobre la influencia del luteranismo.)

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