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CAPÍTULO II.

El libro de La Fee triunfante, y los verdaderos

triunfos de la Fe cristiana.

EL libro de La Fee triunfante ha sido de doscientos años á esta parte la causa principal de las preocupaciones de unos mallorquines contra otros. Mallorca puede atribuir á Francisco Garau, el origen de las perversas distinciones que han amargado tantas vidas, y tantas lágrimas han hecho derramar.

Ese libro se imprimió por primera vez en 1691, en la Emprenta de la Viuda Guafp. Esta primera edicion está casi agotada: sólo he podido ver dos ejemplares, uno de ellos existente en la Biblioteca provincial, ejemplar que pertenecía, como se desprende de una nota manuscrita que lleva en la primera página, á la librería in— terior del convento de San Francisco. La edicion que circula es la de 1755, hecha en casa de Ignacio Frau, Impreffor del Rey Nueftro Señor. Es un tomito en 8.° de 176 páginas, de mala letra y peores conceptos.

Históricamente es un tegido de calumnias.
Literariamente, nada.

Socialmente, es decir, para los efectos sociales, un

veneno.

Ignoro si se ha hecho alguna vez la crítica deta

llada de ese opúsculo. Creo que no. La crítica que publicó en 1858 Don Tomás Bertran Soler se refería propiamente á La Sinagoga Balear, otro parto infeliz que vino en pleno siglo XIX á secundar las diabólicas miras del autor de La Fee triunfante.

El título completo de este libelo es: La Fee triunfante en quatro autos celebrados en Mallorca por el Santo Oficio de la Inquisicion en que han salido ochenta y ocho Reos, y de treinta y siete relajados solo huvo tres pertinaces. Expressada por el R. P. Francisco Garau de la Compañía de Jesus, Calificador del Santo Oficio, Rector del Colegio de Montesion, y la dedica á los Ilustres Magnificos Señores Jurados de la Ciudad, y Reyno de Mallorca.

En cuatro partes da cuenta de cuatro autos de Fe celebrados por la Inquisicion de Mallorca en 1691; describe minuciosamente todas las circunstancias de los procesos, habla de la condicion de los reos, y se complace en pintar el susto y sobresalto de las víctimas, el aparato de rigor contra ellos desplegado, y la sentencia que se leyó en el convento de Santo Domingo. De todo lo que expone no se deduce ningun cargo concreto contra la catolicidad de los acusados. Y cuidado que si lo hubiera habido, bien lo hubiera estampado el P. Garau. Leído una y otra vez el relato de sus crímenes, tal como lo detalla el acusador; el ánimo imparcial y sereno no ve más que ó una alucinacion del tribunal ó una susceptibilidad cruelmente exagerada de parte de los inquisidores. La opinion generalmente admitida y la tradicion más genuina son que aquellos reos eran inocentes de las faltas de religion que se les imputaban; pero, como eran ricos, algunos ambiciosos movieron contra ellos una persecucion para poder apoderarse de sus cuantiosos bienes... por hallarse algunos de ellos con gruessisimas aziendas y

mucho poder, dice textualmente Garau. (Edicion de 1691; página 109.) De esta intriga satánica debió de ser víctima sino fué autor el tribunal mismo de la Inquisicion, compuesto á la sazon en su mayor parte de seglares. Segun se desprende del relato del propio P. Garau, los pecados de los reos consistían en «haber les visto reunirse», haber ayunado «los ayunos de la Reyna Esther», y haber querido «huir del Reyno esperando hallar en paises libres la quietud que en este no hallaban; » porque «<los hacia temblar la vara del Santo Oficio que miraban sobre si toda ojos de zelo y de vigilancia.»

Por tan horrendos pecados treinta y siete personas fueron ajusticiadas. Da lástima el considerarlos en la prision; y el dolor invade mi espíritu al contemplar ahora sus horribles padecimientos á hierro y fuego; la angustia de sus nobles almas; y el rubor de aquella hermosísima y cristiana jóven, de aquella Isabel Aguiló, que en el cadalso, segun confesion del historiador, parecía un ángel.

Corramos un velo sobre esos cuadros lúgubres.

Dije que el librito del P. Garau es un veneno. Nada hubiera sido narrar á su modo los sucesos de 1691; nada manchar la memoria de los pretendidos criminales: lo diabólico es que el autor en las tres partes últimas que titula Reflexiones, intenta cubrir de oprobio á la descendencia de aquéllos. Estas Reflexiones consisten en alabanzas estólidas á los nobles de la época, con estilo ramplon y gerundiano; en desprecios y contumelias á las personas de la Calle; y en excitar al pueblo contra éstas. No puede leerse sin indignacion la Reflexion III y última, intitulada Indemnidad de este contagio en la limpieza mallorquina. Aquí el autor alaba la enemistad egoísta, las ruines vilezas, el odio entre hermanos, los groseros insultos y la mezquindad de corazon. Aquí

el autor alaba al pueblo porque éste no se compadeció de los ajusticiados. Aquí el autor exhorta al pueblo á que los aborrezca, á que se preserve de sus descendientes, y á que no se enlace con ellos, ni los admita en la vida social. ¿Puede darse mayor odio á la Humanidad? ¿Puede concebirse en un escritor, en un religioso, mayor avilantez de alma, mayor desconocimiento de sus sacratísimos deberes? Yo creo que el turco más feroz no hubiera sido capaz de escribir eso, ni de aconsejarlo siquiera. Cristianos, oíd este párrafo:

«Y fué muy notable, lo que se reparó comunmente, >>que ni en la execucion de las sentencias, ni en el >>camino, siendo tan natural la compassion en quien >>mira padecer, de quien no se halla ofendido, y mas >>en mugeres, y con mugeres, y de pocos años, no se >>escuchó una voz de lastima, como sucede á cada passo >>quando se lleva á la orca un malhechor. Testimonio >>manifiesto, no solo del entrañado zelo que se aviva en >>los corazones mallorquines para con la Fee Catholica; >>sino tambien de aquel genero de aversion natural que tienen á esta gente.

»De todo lo qual con bastante evidencia se convence »la limpieza de la sangre Mallorquina....... para gloria de >>sus linages, exaltacion de su nobleza, abonos de su >>piedad, y eternos trofeos de la Fee triunfante...» (Página 163.)

¿Qué tal? ¿Se explicaba bien el antiguo rector del colegio de Montesion? Malos libros ha vomitado el Infierno; pero párrafo como ése no creo que haya lanzado otro en parte alguna. En él la dureza de corazon, propia de los tigres, es considerada como timbre de gloria; la aversion á los hombres como natural, y la ferocidad como distintivo glorioso del pueblo mallorquin. En él es erigida en sistema la guerra de razas; y el oprimir á

los desventurados se considera como lustre de la piedad y como triunfo de la Fe cristiana. No obstante, el Padre Garau se contradice al afirmar que nadie compadeció á los reos, porque el mismo afirma en la página 73 que la devotísima jóven Isabel Aguiló «fué tan notable la compa>>sion que se mereció con muchos, que la generosa piedad >>del Excelentísimo Señor Marques de Leganés, (Gober>>nador de Milan), no pudo dexar de probar la mano, >>interponiendo su Autoridad con recaudo á los Señores >>Inquisidores para que si fuese posible, se le perdonara »>la vida. Y soy testigo, porque fuí mandado á bolver >>la respuesta, de las veras con que lo tomó su Exce>>lencia, y las muchas, fuertes y vivas razones que le >>hizo motivar su noble piedad y soberana discrecion »para replicar á la respuesta, que fué precisa, de que >>era ya del todo imposible por los altos y grandes motivos >>que no dexaba de conocer su gran comprehension de >>su excelencia.»>

Resulta, pues, que muchos abominaban aquel acto de fuerza, aquella matanza legal, y aquel ejemplo de barbarie que se ofrecía legalmente al aplauso del pueblo.

¿Cómo no había de preocuparse este pueblo, cómo no había de tergiversar el sentido comun de la Humanidad, si sus legisladores, si sus maestros le enseñaban tan detestable doctrina? ¿Cómo no había de malearse su educacion social, si no ha habido posteriormente quien le dijera que aquel acto de 1691, fué UNA ABERRACION DE LOS TIEMPOS; y los escritos que lo conservaron una aberracion del sentido moral? ¿Cómo no había de envenenarse este pueblo mallorquin si leía piadosamente esos infames escritos, si esas fuentes de veneno estaban perennemente abiertas á todos? ¡Ah! En vista de obra tan nefanda, los hijos de los mártires de 1691, podian exclamar con Jesucristo: «Viene la hora en que cualquiera

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