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riosos, que para la felicidad del género humano haIlaron un freno (bastante débil y muy insuficiente) en el poder espiritual de los papas. Fuera de estos casos seguian las cosas su ordinario curso, como sucede en el mundo político. Cada rey estaba tranquilo en su reino con respecto á la iglesia: los papas no pensaban ni se mezclaban en su administracion: y hasta que ocurrió á aquellos el despojar al sacerdocio, ó separarse de sus mujeres lejítimas, ó tener simultáneamente dos, nada tenian que temer por parte de estos. La sólida teoría que acabamos de exponer, viene á demostrarse con la experiencia. ¿Qué resultado han tenido los grandes movimientos que tanto ruido causarou? El origen divino de la soberanía, este dogma conservador de los estados, se hallaba universalmente establecido en la Europa. Formaba en cierto modo nuestro derecho público, y prevaleció en todas nuestras escuelas hasta la funesta division del siglo XVI.

Concuerdan pues exactamente la experiencia y la razon. Las excomuniones de los papas no han perjudicado en nada á la soberanía en el concepto de los pueblos: al contrario reprimiéndola en ciertos puntos, haciéndola menos feroz y menos opresora, arredrándola en beneficio suyo, que desconocia, la hicieron mas venerable: lograron que desapareciese de su frente el antiguo caracter de la bestia, para sustituir el de la regeneracion: la hicieron inviolable para santificarla: nueva y grande prueba entre otras mil de que el poder pontificio ha sido siempre un poder conservador. Yo creo que todo el mundo puede convencerse de

esto: pero es un deber particular de todo hijo de la iglesia el conocer que el espíritu divino que le anima, et magno se corpore miscet, nada podia producir que tuviese funestos resultados, no obstante la mezcla de intereses humanos que se advierte mucho y con grande frecuencia enmedio de las tempestades políticas.

A los que objetan hechos particulares, accidentales descuidos ó errores de algunos hombres, que insisten en frases favoritas, que extraen cada periodo de la historia para considerarle aparte, no se puede contestar sino que «<desde el punto á que hay que elevarse para << abrazar el conjunto, nada se ve absolutamente de lo «que ellos ven. Asi pues no hay medio de contestar«<les, si es que no quieren tomar esta cláusula por <<< respuesta.» Debe observarse que los filósofos modernos han seguido con respecto á los soberanos un camino diametralmente opuesto al que los papas habian trazado. Estos consagraban el caracter y castigaban á la persona, y al contrario los otros han adulado mucho y aun con bajeza á la persona que da los empleos y las pensiones, y han destruido, cuanto ha estado de su parte, el caracter, haciendo la soberanía odiosa ó ridícula, como que derivaba del pueblo, y procurando siempre que este la estreche y circunscriba.

Hay tanta analogía, tanta fraternidad, tanta dependencia entre el poder pontificio y el de los reyes, que nunca ha tambaleado el primero sin tocar al segundo, y que los innovadores de nuestro siglo no han cesado de suponer á la faz del pueblo la conspiracion

del sacerdocio y del despotismo contra él, mientras tanto que persuadian á los reyes que conspiraban los sacerdotes contra la autoridad real, de quienes los hacian los mayores enemigos: contradiccion increible, inaudito fenómeno que pasaria por único, si no existiese una cosa mas extraordinaria aun, y es que lo hayan creido los pueblos y los reyes.

En pocas líneas hizo el jefe de los reformadores su profesion de fé con respecto á los soberanos.

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Los príncipes, dice, son por lo general los mayo. res locos y los mas insignes pícaros de la tierra: nada bueno se puede esperar de ellos: en el mundo solo son los verdugos de que Dios se sirve para castigarnos (1). »

El hielo del escepticismo calmó la fiebre del siglo XVI, y el estilo se ha dulcificado con las costumbres; pero los principios siempre son los mismos. La secta que aborrece al soberano pontífice, va á recitar sus dogmas.

Silencio en todo el universo: escuchémosla.

«De cualquiera manera que el príncipe se halle re<«< vestido de su autoridad, siempre la ha recibido del «pueblo, y este no depende jamás de ningun hombre

(1) Lutero en sus obras en folio, tom. II, p. 182, citado en el notabilísimo y muy conocido libro aleman titulado: Der Triumph der philosophie in Achtzehnten Jahrhunderte, en 8.o, tomo I, p. 52. Lutero saba con frecuencia de una especie de proverbio que él mismo compuso sobre este artículo, y decia asi: Princi pem esse, et non esse latronem vix possibile est: en nuestro idioma: Apenas es posible que un príucipe no sea un ladron.

«mortal, á no ser que haya dado su consentimiento (1).

«Del pueblo depende el bienestar, la seguridad y la permanencia de todo gobierno legal. En el pueblo debe residir necesariamente la esencia de todo poder: y son responsables para con él del uso que hayan hecho del poder que por limitado tiempo se les confiara, todos los que por sus conocimientos ó capacidad han obtenido de aquel su confianza, unas veces prudente y otras no (2). >>

En el dia pueden los príncipes hacer sus reflexiones. Se los amedrenta con aquel poder que contenia á veces á sus antepasados hace ahora mil años; pero que habia divinizado el caracter soberano. Cayeron en el lazo que mañosamente les habian tendido, y se han dejado rebajar hasta la tierra: ya no son mas que hombres.

(1) Noodt, sobre el poder de los soberanos.- Coleccion de discursos sobre diversas materias importantes traducidos ó compuestos por Juan Barbeyrac, tom. I, pag. 41.

(2) Opinion del caballero Guillermo Jones. - Memoirs of the life of sir William Jones, by lord Trignmouth. London, 1806 en 4.o, p. 212.

CAPÍTULO VI.

PODER TEMPORAL DE LOS PAPAS. GUERRAS QUE HAN SOSTENIDO COMO PRÍNCIPES TEM

PORALES.

Es cosa muy notable y que nunca ó poco se repara, el que los papas no han hecho jamás uso del inmenso poder que han tenido en sus manos para engrandecer sus estados. ¿Qué cosa mas natural, por ejemplo, y mas halagüeña á la naturaleza humana, que haberse reservado una parte de las provincias conquistadas por los sarracenos, y que ellos daban al primer ocupante para alejar la media luna que se les acercaba sin cesar? Sin embargo, nunca lo hicieron, ni aun con las tierras que les pertenecian, como el reino de las dos Sicilias, á que tenian derechos incontestables, á lo menos segun las ideas de aquellos tiempos, contentándose con un vano derecho de señorío, que al fin se redujo á la hacanea, tributo ligero y puramente nominal que todavia les disputa el mal gusto del siglo.

Los papas han podido hacer valer mucho en ciertos tiempos la soberanía universal, que la opinion tambien universal no les disputaba. Pudieron exigir home

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