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ceándose y hasta chocando, porque ninguno se envilece en un combate con su igual; mas si la oposicion está en el mismo estado, cada acto de resistencia, de cualquiera manera que se ejecute, compromete la soberanía.

Ha llegado el tiempo en que para dicha de la humanidad seria de desear que los papas recobrasen una jurisdiccion ilustrada sobre los matrimonios de los príncipes, no por un veto aterrador, con simples resistencias, que deberian agradar á la razon europea. Funestos disturbios religiosos han dividido á la Europa en tres grandes familias, la latina, la protestante, y la que se llama griega. Este rompimiento ha limitado infinito los matrimonios en la familia latina: en las otras dos hay menos peligro sin duda, por prestarse sin dificultad là indiferencia sobre los dogmas á toda especie de contratos; pero entre nosotros el peligro es inmenso. Si no se tiene un cuidado incesante, todas las familias augustas caminarán con rapidez á su destruccion, y no hay duda que seria una debilidad muy criminal ocultar que ya ha comenzado el mal. Es menester meditar sin pérdida de tiempo mientras lo es. Siendo toda dinastía nueva una planta que no crece siao con la sangre humana, el desprecio de los principios mas evidentes expone de nuevo á la Europa y de consiguiente al mundo á una matanza interminable. ¡O príncipes á quienes amamos, á quienes veneramos, por quienes estamos prontos á verter nuestra sangre al primer llamamiento! Salvadnos de las guerras de sucesion. Nosotros nos hemos desposado con vuestras familias: conservadlas. Vosotros habeis

sucedido á vuestros padres: ¿por qué no quereis que os sucedan vuestros hijos? Y ¿de qué servirá nuestra fidelidad si vosotros la inutilizais? Dejad pues que llegue la verdad hasta vosotros; y una vez que los consejos mas inconsiderados han reducido al sumo sacerdote al extremo de no atreverse á decirosla, permitid á lo menos que vuestros fieles servidores os la pongan á la vista.

¿Qué ley hay en la naturaleza entera mas evidente que la que ha determinado que todo lo que germina en el universo, apetezca un suelo extraño? La semilla crece á disgusto en el mismo terreno que produjo el tronco de que desciende: hay que sembrar en la montaña el trigo del llano, y en este el de aquella: en todas partes se busca la simiente lejana. La ley en el reino animal és mas patente: asi todos los legisladores le rindieron homenaje en prohibiciones mas o menos extensas. En las naciones degeneradas que se atrevieron hasta permitir el matrimonio entre hermanos, estas uniones infames produjeron monstruos. La ley cristiana, uno de cuyos caracteres distintivos es apoderarse de todas las ideas generales para reunirlas y perfeccionarlas, extendió mucho las prohibiciones: si hubo á veces exceso en este género, fue el exceso del bien y nunca igualaron los cánones á la severidad de las leyes chinas en este punto (1). En el órden material los animales son nuestros maestros. ¿Por qué ceguedad de

(1) No hay mas que cien nombres en la China, y está prohibido el matrimonio entre todas las personas que llevan el mismo nombre, aun cuando no scan parientes.

plorable el hombre que gasta una cantidad enorme en cruzar por ejemplo la raza caballar árabe con la normanda, ha de tomar sin embargo una esposa de su sangre sin la menor dificultad? Felizmente todas nuestras faltas no son mortales; pero todas son faltas, y llegan á ser mortales con la continuacion y la repeticion. Como cada forma orgánica lleva en sí misma un principio de destruccion; si llegan á unirse dos de estos principios producirán una tercera forma incomparablemente mas mala; porque todas las potencias que se unen, no se suman solo, sino que se multiplican. El soberano pontífice ¿tendria por ventura el derecho de dispensar de las leyes físicas? Yo, aunque partidario sincero y sistemático de sus prerogativas, confieso que de esta no tenia noticia. Roma moderna ¿no se queda sorprendida ó pensativa cuando la historia le enseña lo que se pensaba en el siglo de Tiberio y de Caligula de ciertas uniones entonces inauditas? (1) Y los versos acusadores que resonaban en la escena antigua, repetidos hoy por la voz de los sabios, ¿no encontrarán un débil eco en las paredes de S. Pedro? (2)

Sin duda que ciertas circunstancias extraordinarias exigen á veces ó permiten á lo menos disposiciones extraordinarias; pero es preciso recordar tambien que toda excepcion de la ley admitida por la ley no requiere mas que convertirse en ley.

Aun cuando mi voz respetuosa pudiera subir hasta las altas regiones en que los errores prolongados pue

(1) Tacito, An. XII, 5, 6, 7.

(2) Séneca, Trag. octav. I, 138, 139.

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den tener tan funestas resultas; no debe confundirse con la voz de la audacia ó de la imprudencia. Dios dió un acento á la franqueza, á la fidelidad y á la rectitud que no puede fingirse ni desconocerse.

ARTÍCULO II.

SOSTENIMIENTO DE LAS LEYES ECLESIÁSTICAS Y DE LAS COSTUMBRES SACERDOTALES.

Puede decirse literalmente, pidiendo indulgencia por una expresion demasiado familiar, que hácia el siglo X el género humano se habia vuelto loco en Europa. De la mezcla de la corrupcion romana con la ferocidad de los bárbaros que habian inundado el imperio, resultó al fin un estado de cosas que felizmente no se volverá á ver quizá. La ferocidad y la disolucion, la anarquía y la pobreza reinaban en todos los estados. Nunca fue mas universal la ignorancia (1). Para defender la iglesia de la irrupcion espantosa de la corrupcion y de la ignominia, se necesitaba nada menos que una potestad de un órden superior y enteramente nueva en el mundo. Esta fue la de los papas, que en aquel siglo calamitoso pagaron tambien un tributo fatal y pasajero al desórden general. La cátedra pontificia estaba oprimida, deshonrada y cubierta de sangre (2); pero no tardó en recobrar su suprema

(1) Voltaire, Ensayo etc. t. I, c. XXXIV, p. 526. (2) Ibid. t. I, c. XXXII, p. 516.

dignidad y á los papas se debió el nuevo órden que se estableció (1).

Lícito seria á no dudarlo irritarse de la mala fé que insiste con tanta acritud sobre los vicios de algunos papas, sin decir una palabra de la espantosa disolucion que reinó en su tiempo.

Paso ahora á la gran cuestion que ha hecho tanto ruido en el mundo: hablo de la de las investiduras, agitada entonces entre las dos potestades con un calor que apenas comprenden en nuestros dias aun los hombres medianamente instruidos.

Por cierto no era una vana disputa la de las investiduras. El poder temporal amenazaba abiertamente extinguir la supremacía eclesiástica. El espíritu feudal que dominaba entonces, iba á convertir la iglesia de Italia y de Alemania en un gran feudo dependiente del emperador. Las palabras siempre peligrosas lo eran particularmente en este punto, porque la de beneficio correspondia á la lengua feudal, y significaba igualmente el feudo y el título eclesiástico: el feudo era el beneficio por excelencia (2). Hasta se necesitaron leyes para impedir á los prelados que dieran en feudo

(1) «Se admira uno de que bajo el reinado de papas tan escandalosos (siglo X) y tan poco poderosos no perdiese la iglesia romana ni sus prerogativas, ni sus pretensiones. (Volt. ib.c. XXXV). »

Muy bien dicho está el admirarse, porque el fenómeno es humanamente inexplicable.

(2) Sic progressum est ut ad filios devenir et (feudum), in quem scilicet dominus hoc vellet bencficium pertinere. Consuet. feud. lib. I, tit. I, §. I ).

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