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mucho mas reducida, y porque la unidad de los poderes reunidos en la cabeza de los emperadores les permitia congregar un número suficiente de obispos para engañar al pronto y no necesitar mas que el consentimiento de los otros. Y sin embargo ¡qué trabajo y qué dificultades para congregarlos!

Pero en los tiempos modernos desde que el universo civilizado está, por decirlo así, dividido entre tantas soberanías, y desde que nuestros atrevidos descubrimientos han ensanchado inmensamente sus límites, un concilio ecuménico es una quimera. Solo para convocar todos los obispos, y notificar legalmente la convocatoria no bastarian cinco ó seis años.

No estoy lejos de creer que si alguna vez pudiera parecer necesaria una congregacion general de la iglesia (lo que no tiene traza alguna de probabilidad); se vendria á parar en una asamblea representativa segun las ideas dominantes del siglo, que tienen siempre cierta influencia en los negocios. Siendo moral, física y geográficamente imposible la reunion de todos los obispos; ¿por qué cada provincia católica no disputaria á los estados generales de la monarquía? No habiendo sido nunca llamados á ella los comunes, y siendo en nuestros dias muy numerosa la aristocracia, y estando demasiado diseminada para poder comparecer realmente ni con mucho; ¿qué cosa mejor podria discurrirse que una representacion episcopal? En el fondo no seria mas que dar mayor extension á una forma ya recibida, porque en todos los concilios se han recibido siempre. los plenos poderes de los ausentes.

De cualquiera manera que se convoquen y constituyan estas santas juntas, la sagrada Escritura está muy lejos de suministrar ningun pasaje en favor de la autoridad de los concilios, comparable al que establece la autoridad y las prerogativas del supremo pontífice. Nada hay tan claro, ni tan magnífico como las promesas contenidas en este último texto; pero si se me dice por ejemplo: Siempre gue dos ó tres personas se reunen en mi nombre, alli estoy yo enmedio de ellas; preguntaré qué significan estas palabras; y cualquiera se verá muy apurado para hacerme ver otra cosa de lo que yo veo; es decir, una promesa hecha á los hombres que Dios se dignará de prestar oidos mas particularmente misericordiosos á toda congregacion de hombres reunidos para pedirle.

Otros textos darian márgen á otras dificultades; pero yo no intento introducir la menor duda acerca de la infalibilidad de un concilio general: solo digo que tan alto privilegio le debe á su cabeza y jefe, á quien se hicieron las promesas. Sabemos que las puertas del infierno no prevalecerán contra la iglesia; pero ¿por qué? Por Pedro, en quien está fundada. Quitese este fundamento; y ¿cómo seria infalible no existiendo ya? Para ser algo es preciso ser antes, si yo no me equivoco.

No lo olvidemos jamás: ninguna promesa se ha hecho á la iglesia separada de su cabeza, y la razon sola lo adivinaria; supuesto que no pudiendo existir sin unidad la iglesia como cualquier otro cuerpo moral, las promesas no pueden haberse hecho sino á la unidad, que desaparece indefectiblemente con el sumo pontífice.

CAPÍTULO III.

DEFINICION Y AUTORIDAD DE LOS CONCILIOS.

Asi los concilios ecuménicos no son ni pueden ser otra cosa que los estados generales ó el congreso universal del cristianismo congregado por la autoridad y bajo la presidencia del soberano.

Donde quiera que hay un soberano (y en el sistema católico es indisputable que le hay), no puede haber asambleas nacionales y legítimas sin él. Asi que di◄ ce veto, la asamblea queda disuelta, ó suspensa su fuerza colegisladora: si aquella se obstina, hay revolucion.

Esta nocion tan sencilla, tan incontestable é indestructible manifiesta bien á las claras la grandísima ridiculez de la cuestion tan agitada: si el Papa es superior al concilio ó el concilio superior al Papa; porque es preguntar en otros términos si el Papa es superior al Papa ó el concilio superior al concilio.

Yo creo de todo corazon con Leibnitz que Dios ha preservado hasta aqui á los concilios verdaderamente ecuménicos de todo error contrario á la doctrina saludable

(1). Creo ademas que los preservará siempre; pero una vez que no puede haber concilio ecuménico sin Papa, ¿qué significa la cuestion si es superior ó inferior al Papa?

El rey de Inglaterra ¿es superior al parlamento ó el parlamento superior al rey? Ni lo uno, ni lo otro, sino que el rey y el parlamento reunidos forman el poder legislativo ó la soberanía; y no hay ningun inglés racional que no prefiriese ver gobernado su pais por un rey sin parlamento mas bien que por un parlamento sin rey. La cuestion pues es precisamente lo que se llama en inglés un no sentido (1).

Por lo demas aunque no pienso disputar de ningun modo la eminente prerogativa de los concilios generales, no dejo de conocer por eso los inconvenientes inmensos de estas grandes asambleas y el abuso que se hizo de ellas en los primeros siglos de la iglesia. Los emperadores griegos, cuyo furor teológico es uno de los mayores escándalos de la historia, estaban siempre prontos á convocar concilios, y cuando lo querian absolutamente, era menester consentir, porque la iglesia no debe negar á la soberanía que se obstina, nada de

(1) Leibnitz, Nuevo ensayo acerca del entendimiento bumano, pag. 461 y siguientes. Pensamientos, t. II, p. 45. Nota. La palabra verdaderamente está puesta para exceptuar el concilio de Trento en su famosa correspondencia con Bossuet.

(1) No porque yo intente asemejar en un todo el gobierno de la iglesia al de Inglaterra, donde los estados generales son permanentes. Yo no tomo de la comparacion sino lo que sirve para fundar

un raciocinio.

lo que produce solo inconvenientes. Muchas veces se ha complacido la incredulidad moderna en hacer notar la influencia de los príncipes sobre los concilios, para enseñarnos á despreciar estas asambleas ó para separarlas de la autoridad del Papa. Mil y mil veces se le ha respondido acerca de ambas consecuencias falsas; pero diga cuanto quiera en esta materia, nada hay mas indiferente para la iglesia católica, que no debe ni puede ser gobernada por concilios. Los emperadores en los primeros siglos de la iglesia no tenian mas que querer para congregar un concilio, y lo quisieron con demasiada frecuencia. Los obispos por su parte se acostumbraban á mirar estas asambleas como un tribunal permanente, siempre abierto al zelo y á la duda: de ahí procede la mencion frecuente que hacen de ellos en sus escritos, y la suma importancia que les daban. Pero si hubieran visto otros tiempos, y reflexionado sobre las dimensiones del globɔ; si hubieran previsto lo que debia suceder un dia en el mundo; hubieran conocido bien que un tribunal accidental dependiente del capricho de los príncipes y de una reunion sobre manera rara y dificil no podia haber sido escogido para regir la iglesia eterna y universal. Así cuando Bossuet pregunta con aquel tono de superioridad, que puede perdonarsele sin duda mejor que á cualquier otro: ¿Por qué tantos concilios si la decision de los Papas bastaba á la iglesia? el cardenal Orsi le responde muy oportunamente: «No nos lo pregunteis á nosotros: no lo pregunteis á los papas Dámaso, Celestino, Agaton, Adriano, Leon que fulminaron anatemas contra todas las herejías desde Arrio hasta

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