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CAPÍTULO VII.

TESTIMONIOS PARTICULARES DE LA IGLESIA GALICANA.

El clero de Francia en su asamblea general de 1626 llamaba al Papa jefe visible de la iglesia universal, vicario de Dios en la tierra, obispo de los obispos y de los patriarcas, en una palabra sucesor de S. Pedro, en quien el apostolado y el episcopado tuvieron principio, y sobre el cual fundó Jesucristo su iglesia dándole las llaves del cielo con la infalibilidad de la fé que se ha visto continuar inmutable en sus sucesores hasta nuestros dias (1).

Hácia el fin del mismo siglo hemos oido exclamar á Bossuet conforme á los padres de Calcedonia : Pedro está siempre vivo en su silla (2). Y añade: «Apacienta mi rebaño, y con mi rebaño apacienta tambien á los pastores, QUE RESPECTO DE TÍ SERAN OVEJAS (3).»

(1) Este texto se encuentra en todas partes: puede leerse si no se tienen á mano las Memorias del clero, en las Observaciones sobre el sistema galicano &c. en 8.o Mons, 1805, p. 173 y 174.

(2) Bossuet, 2.a parte del sermon de la resurreccion. (3) Bossuet, sermon de la resurreccion, 2.a parte.

En su famoso sermon sobre la unidad falla sin titubear: « La iglesia romana no conoce la herejía: la iglesia romana está siempre virgen..... Pedro sigue siendo en sus sucesores el fundamento de los fieles (1).» No menos afirmativamente declara su amigo, el gran defensor de las máximas galicanas: » LA IGLESIA ROMANA NO HA ERRADO JAMÁS..... Esperamos que Dios no permita nunca que prevalezca el error en la santa sede de Roma como ha sucedido en las otras sillas apostólicas de Alejandría, de Antioquía y Jerusalen, porque Dios dijo: Yo he rogado por ti &c. (2). »

Conviene en otra parte en que el Papa es tan superior nuestro en lo espiritual, como el rey en lo temporal; y los mismos obispos que acababan de suscribir los cuatro artículos de 1682, concedian sin embargo al Papa el soberano poder eclesiástico (3) en una carta circular á sus colegas.

Los tiempos espantosos que han pasado, han dado tambien un homenaje muy notable á los buenos principios. Sabido es que en el año de 1810 Bonaparte encargó á un consejo eclesiástico la respuesta á ciertas cuestiones de disciplina fundamental, muy delicada en las circunstancias de entonces. La respuesta de los diputados sobre la que ahora estoy examinando, fue muy reparable.

«Un concilio general, dicen los diputados, no puede

(1) Primera parte.

(2) Fleury, discurso sobre las libertades de la iglesia galicana. (3) Nuevos opúsc. de Fleury, París, 1807, en 12, p. III. Correcciones y adicioncs á los mismos opúsculos, p. 32 y 33 en 12.

celebrarse sin la cabeza de la iglesia: de otro modo no representaria á la iglesia universal. Fleury lo dice expresamente (1): la autoridad del Papa ha sido siempre necesaria para los concilios generales (2). »

A la verdad cierta rutina francesa conduce á los diputados á decir en el curso de la discusion que el concilio general ES LA UNICA AUTORIDAD superior al Papa en la iglesia; mas á poco concuerdan consigo mismos añadiendo: Mas pudiera suceder que el recurso (al concilio) sea imposible, ya porque el Papa se negase á reconocer el concilio general, ya &c.

En una palabra desde la aurora del cristianismo hasta nuestros dias no se hallará variacion en este uso. Siempre se han mirado los papas como los jefes supremos de la Iglesia, y siempre han ostentado sus facultades.

(1) Discurso cuarto sobre la hist. ecles. ¿Qué importa que Fleury lo haya dicho ó no lo haya dicho? Pero Fleury es un idolo del Panteon frances. En vano demostrarian mil plumas que no hay historiador menos á propósito para servir de autoridad : muchos franceses no se disuadirán jamás: FLEURY LO HA DICHO.

(2) Veanse los fragmentos relativos à la Hist. ecles. de los primeros años del siglo XIX. París 1814, en 8.°, p. 115: Yo no examino aqui lo que una ú otra potestad puede tener que ventilar con tal ó cual miembro de esta comision. Todo hombre de honor debe aplaudir sinceramente la noble y católica intrepidez que dic. tó estas respuestas.

CAPÍTULO VIII.

TESTIMON10 JANSENISTA: TEXTO DE PASCAL Y REFLEXIONES SOBRE EL PESO DE CIERTAS AUTORIDADES.

Esta serie de autoridades, de que solo presento lo mas escogido, basta sin duda para convencer; sin embargo hay quizá otra cosa mas fuerte aun, y es el sentimiento general que la lectura atenta de la historia eclesiástica produce. Sientese, si es permitido expresarse asi, sientese no sé qué presencia real del supremo pontífice en todos los puntos del mundo cristiano. Está en todas partes, se mezcla en todo, y lo mira todo, asi como le miran de todas partes. Pascal ha expresado muy bien esta opinion. «No hay que juzgar, dice, de lo que es el Papa por algunas palabras de los santos padres..... sino por las acciones de la iglesia y de los santos padres y por los cánones. El Papa es el primero. ¿Qué otro es conocido de todos? ¿Qué otro es reconocido por todos, teniendo facultad de influir en todo el cuerpo, porque tiene la rama principal que influye en lodas partes (1)? »

(1) Pensamientos de Pascal, París, 1803, t. II, parte If, art. XVII, uumero XCII y XCIV, p. 228.

Pascal tiene mucha razon en añadir regla importante (1). En efecto, nada hay mas importante que juzgar no por tal ó cual hecho, aislado ó ambiguo, sino por el conjunto de los hechos, no por tal ó cual frase escapada á este ó al otro escritor, sino por el conjunto y el espíritu general de sus obras.

Es menester ademas no perder de vista esta gran regla que se desprecia demasiado al tratar esta materia, aunque sea de todos los tiempos y lugares: que no es admisible el testimonio de un hombre, cualquiera que sea el mérito del que le da, en cuanto pueda sospecharse siquiera que aquel hombre está bajo la influencia de alguna pasion capaz de extraviarle. Las leyes desechan al juez ó al testigo que se les hace sospechoso por esta razon y aun por una simple consideracion de parentesco. Esta sospecha legal no es injuriosa para el personaje mas grande, para el carácter venerado mas universalmente. En nada se falta á un hombre á quien se dice: Eres hombre.

Cuando Pascal defiende á su secta contra el Papa es como si no hablara: es menester escucharle cuando tributa á la supremacía del Papa el sabio testimonio que se acaba de leer.

Es una desgracia y nada mas, que un corto número de obispos escogidos, excitados é intimidados por la autoridad se propasen á fallar sobre los límites de la soberanía que tiene derecho á juzgarlós á ellos mismos: ni aun se sabe lo que son. Pero cuando unos personajes del mismo órden, legitimamente congregados, pronun() Ibid. n. XĆI,

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