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cian con calma y libertad la decision que acaba de leerse sobre los derechos y la autoridad de la santa sede; entonces se oye verdaderamente al cuerpo famoso de que se dice representantes, es él en verdad; y cuando de allí á algunos años otros obispos fulminan contra lo que llaman tan justamente LAS SERVIDUMBRES DE LA IGLESIA GALICANA, es tambien él: óyese á aquel cuerpo ilustre, y debe creérsele (1).

Cuando S. Cipriano dice hablando de algunos hombres turbulentos de su tiempo: «Se atreven á dirigirse á la cátedra de S. Pedro, á esa iglesia supréma donde tuvo su origen la dignidad sacerdotal..... ignoran que los romanos son hombres en quienes el error no tiene entrada. (2);» verdaderamente se oye á S. Cipriano y es un testigo irreprochable de la fé de su siglo.

Pero cuando los adversarios de la monarquía pontificia nos citan usque ad nauseam las palabras destempladas del mismo S. Cipriano contra el papa Estevan, nos pintan la pobre humanidad en vez de pintarnos la santa tradicion. Esa es precisamente la historia de Bossuet. ¿Quién conoció jamás mejor que él los derechos de la iglesia romana, y quien habló jamás de ellos con mas verdad y elocuencia? Y sin embargo este mismo

(1) Servitutes potuís quam libertates. Véase el tomo II de la colec. de las actas del clero, doc. justif. n. 1.....

() Navigare audent ad Petri cathedram atque a:l ecclesiam principalem, unde dignitas sacerdotalis orta est....... nec cogitare eos esse romanos ad quòs perfidia habere non possit accessum. San Cyp. epist LV.

T. 3.

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Bossuet arrebatado de una pasion que no veia en el fondo de su corazon, no temblará de escribir al Papa con la pluma de Luis XIV que si S. Santidad alargaba esta cuestion con contemporizaciones que no se comprendian, el rey sabria lo que habia de hacer, y que esperaba que el Papa no querria reducirle á tan fatal extremo (1).

S. Agustin, conviniendo francamente en los errores de S. Cipriano, espera que el martirio de este santo personaje los haya expiado todos (2).

Esperemos tambien que una larga vida consagrada toda al servicio de la religion, y tantas nobles obras que han ilustrado á la iglesia así como á la Francia, hayan borrado algunas faltas, ó si se quiere algunos movimientos involuntarios, quos humana parùm cavit natura.

Pero no clvidemos jamás la advertencia de Pascal: no reparar en algunas palabras de los santos padres y con mas razon en otras autoridades que valen mucho menos que las palabras fugitivas de los santos padres, considerando con serenidad las acciones y los cánones (3), adhiriéndose siempre al mayor número de autoridades, y eliminando como es justo las que son nulas ó sospechosas por las circunstancias: toda conciencia recta conocerá la fuerza de mi última observacion.

(1) Hist. de Bossuet, t. III, lib. X, n. 18, p. 301.
(2) Martinii falce purgatum. Este es otro texto vulgar.
(3) Pascal, supra p. 79.

CAPITULO IX.

TESTIMONIOS PROTESTANTES.

Menester es que la monarquía católica sea muy evidente, y que no lo sean menos las ventajas que de ella resultan, supuesto que podria formarse un libro de los testimonios que los protestantes han tributado á la evidencia y á la excelencia de este sistema; pero debo reducirme infinito en este punto, asi como en el de las autoridades.

Principiemos, como lo exige la justicia, por Lutero que soltó de su pluma estas palabras memorables:

«Doy gracias á Jesucristo de que conserva sobre la tierra una iglesia única por un gran milagro....; de modo que no se ha separado jamás de la verdadera fé con ningun decreto (1). »

La iglesia, dice Melanchton, necesita directores para mantener el órden, para vigilar sobre los que son

(1) Lutero citado en la Historia de las variantes, lib. 1,

núm. 21 &c.

llamados al ministerio eclesiástico, y sobre la doctrina de los sacerdotes, y para ejercer los juicios eclesiásticos; de manera que si no hubiera tales obispos, HABRIA PRECISION DE HACERLOS. LA MONARQUÍA DEL PAPA serviria tambien mucho para conservar entre varias naciones el consentimiento en la doctrina (1).

Sucédeles Calvino y dice: «Dios ha puesto el trono de su religion en el centro del mundo, y ha colocado en él á un pontífice único, hácia el cual tienen todos que volver los ojos para mantenerse mas fuertes en la unidad (2).»>

El docto, el sabio, el virtuoso Grocio declara sin rodeo que sin el primado del Papa no habia medio de terminar las disputas y de fijar la fé (3).»

(1) Melanchton se expresa de un modo admirable cuando dice: La monarquía del Papa &c. (Bossuet, Hist. de las var. lib. V, S. 24.)

(2) Cultus sui sedem in medio terræ collocavit: illi unum anTISTITEM præfecit, quem omnes respicerent, quò melius in unitate continerentur. (Calv. I not. VI, §. 11).

Estoy pronto con Calvino á mirar a Roma como el centro de la tierra. Creo que esta ciudad tiene tanto derecho como la de Delfos á llamarse umbilicus terræ.

(3) Sine tali primatu exire à controversiis non poterat sicut hodie apud protestantes &c. (Grot. votum pro pace eccles. art. VII, oper. tom. IV, Basilea 1731, p. 658).

Una señora protestante ha comentado este texto con mucho talento y discernimiento: «El derecho de examinar lo que se ha de creer, es la base del protestantismo. Los primeros reformadores no lo entendian así: creian que podian poner las columnas de Hercules del entendimiento humano en los límites de sus propias ices; pero sin razon esperaban que se sometieran los demas á gus propias decisiones como infalibles, cuando ellos desechaban toda

Casaubon no ha tenido dificultad en confesar que « á los ojos de todo hombre instruido en la historia eclesiástica el Papa era el instrumento de que se ha servido Dios para conservar el depósito de la fé en toda su integridad por espacio de tantos siglos (1).»

Segun la observacion de Puffendorf « no puede dudarse que el gobierno de la iglesia es monárquico y necesariamente monárquico, hallándose excluidas por la naturaleza misma de las cosas la democracia y la aristocracia como absolutamente incapaces de mantener el órden y la unidad enmedio de la agitacion de los ánimos y del furor de los partidos (2).» « Y añade con una sabiduría digna de notarse:» La supresion de la autoridad del Papa ha sembrado infinitas semillas de discordia en el mundo; porque no habiendo ya una autoridad soberana para terminar las disputas que se suscitaban de todas partes, se ha visto á los protestantes dividirse entre sí, y desgarrar sus entrañas con sus propias manos (3). ́

No es menos razonable lo que dice de los concílios.

Que el concilio, dice, sea superior al Papa es úna proposicion que debe arrancar sin dificultad la aproba

autoridad de esta especie en la religion católica. (De la Alemania por mad. Stael, parte IV, cap. II, p. 13.)

(1) Nemo peritus rerum ecclesiæ ignorat operâ romani ponsificis permulta sæcula Deum esse usum in conservandā..... fidei doctrina (Casaubon, Exerc. XV, in Annal. Bar.)

(2) Puffendorf, de monarch. pont. rom.

(3) Furere protestantes in sua ipsorum viscem cœperunt. (Ibid.)

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