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jefe del ejercito se confió al coronel Francisco de Paula Santander. Valga la verdad este aparato de gobierno regular en aquellos desiertos, trazado por unos cuantos fugitivos sin súbditos ni tierra que mandar, era altamente ridículo, ilegal y, lo que es mas, embarazoso. Serrano era un hombre escelente ; pero siendo granadino y hallándose en territorio venezolano ¿cuál era la república que iba á dirigir? Y el ejército de Santander, granadino tambien y desconocido en Venezuela, á la que jamas habia hecho el mas pequeño servicio, ¿dónde estaba? Servier, frances de nacion y oficial granadino, no podia inspirar ninguna confianza, y los nombres de Urdaneta y Yánes, tan respetados en Venezuela y en la Nueva Granada, poco valian para dar autoridad y peso á aquel cuitado gobierno en medio de hombres semibárbaros, para quienes las virtudes civiles y aun las militares de cierto órden elevado eran cosa estraña y peregrina. Aquel tren duró, pues, como era natural, mui poco tiempo, porque apénas llegó á la Trinidad de Arichuma, cuando varios jefes venezolanos pensaron en destruirlo, para poner en su lugar lo que entonces convenia, es á saber, un jefe único y absoluto que tuviese la confianza de los llaneros y los condujese á la guerra. Intentóse un motin de tres escuadrones en tanto que una junta de oficiales se reunia para fingirse intimidada, buscar medios de apaciguar la tropa y encontrarlos en la deposicion de Santander. Este cortó con tiempo el alboroto, presentándose en la junta y seguidamente á dichos escuadrones; pero conociendo que él no era el hombre de aquellas circunstancias, renunció inmediatamente el mando ante el presidente Serrano. La junta, compuesta de los coroneles Juan Antonio Parédes y Fernando Figueredo, de los tenientes coroneles José María Carreño, Miguel Antonio Vázquez, Domingo Mesa, José Antonio Páez, y del sargento mayor Francisco Conde, pasó luego á elegir una persona que ocupase á un tiempo el lugar de Santander y el de Serrano, ó, mejor dicho, que fuese jefe absoluto en las llanuras. La eleccion recayó en Páez, caudillo de la única fuerza que allí habia; y eso la esplica. Por lo demas este hecho curioso que, mirado á la luz de las reglas militares, aparece como una verdadera anomalía, era mui natural en aquellas circunstancias. La falta desde luego no consistia en la destruccion de aquella especie de gobierno, porque habiendo sido obra de una junta sin autorizacion, debia durar lo que durase la voluntaria sumision de los jefes, de los oficiales y de la tropa, á

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quienes estaba reducida la república, Fácil era prever que esa obediencia no iria léjos; el mismo Santander lo ha dicho. « De« masiado preveía yo, escribia en 1857, que todo lo que se estaba << haciendo se desbarataria el dia que lo quisiese alguno de aquellos « jefes que por la analogía de costumbres debia tener influencia « sobre los llaneros; ademas, ya para entonces se me habia tachado « de enemigo de los venezolanos, con motivo de las diferencias « suscitadas en Cúcuta entre Bolívar y Castillo. »

Y mas léjos: « reprimida esta tentativa, yo no debia continuar « mandando unos hombres propensos á la rebelion y en un pais « donde se creia deshonroso que un granadino mandase á venezo→ « Janos. » La verdad del caso es que Santander tenia contra sí fuertes antipatías, que no era hombre para tanto, y por fin que, aunque dotado de una capazidad distinguida, no poseía instruccion en su ramo, ni disposicion natural para la guerra : él entraba en el número de aquellos oficiales que los llaneros llaman de pluma por mal nombre. Pero Serrano, se dirá, que ejercia una autoridad puramente civil y que ademas era hombre bueno y respetado, ¿á quién estorbaba? A todos por desgracia, pues no habiendo allí mas república que un campamento de soldados semibárbaros, su autoridad suprema embarazaba las operaciones de la guerra, mayormente cuando él, ignorante é ignorado del pais, no podia dirigirla. No; el mal estaba en que salvando la jerarquía militar, fundamento indispensable de la disciplina, fuese Páez á mandar oficiales de superior graduacion entre los cuales se hallaba un general venezolano, hábil, valiente y conocido por sus muchos y eminentes servicios. A esto responde la historia, que la eleccion de Santander estaba en el mismo caso; que Urdaneta, aspirando solo á reunirse con Bolívar donde quiera que apareciese, no quiso tomar parte en aquellos negocios, y que por conocer demasiado á los llaneros, vió no ser él á propósito para mandar un cuerpo de ellos solos, sin sujecion á régimen ninguno de ordenanza. Encuanto á Servier, estranjero y desconocido en el pais, contribuyó por zelos con Urdaneta á que no se pensase en él, Los otros jefes, aunque mui dignos por su mérito de estima y consideracion, no podian entar en competencia con Páez, idolatrado de su tropa, caudillo de la única que existia, y renombrado por su valor y la constante felizidad que le habia acompañado en todas sus empresas. El éxito justificó el acierto de esta eleccion, en que bien pudo haber intriga,

pero donde no se vió violencia alguna. Por el contrario nos consta que varios sugetos valiosos (Servier fué de este número) anduvieron mui solícitos en promover espontáneamente el cambiamiento. Y sucedió que los tales llegaron á lisonjearse de dirigir con sus consejos á Páez; pero este se esquivó de ellos luego al punto, dejándoles un tanto cuanto chasqueados y mohinos.

Elevado Páez, por la junta que le habja nombrado jefe superior, al grado de general de brigada, se aplicó luego á reunir la mas gente que pudo, á fin de hacer frente á López y, si posible fuese, adquirir en su estrema penuria algunos recursos. Porque es imposible imaginarse hasta qué punto llegaban las escasezes de los hombres que en aquel tiempo y en los posteriores hicieron la guerra en las llanuras. Los soldados estaban tan desnudos, que se veían en la necesidad de usar para cubrirse de los cueros frescos · de les reses que mataban pocos tenian sombrero, ninguno zapato. El alimento ordinario y único era la carne sin sal y sin pan. A todo esto las lluvias eran frecuentísimas y los rios y caños crecidos habian inundado el territorio, Faltaban caballos, y como estos son un elemento indispensable del soldado llanero, era preciso ante todo buscarlos; así, los primeros movimientos tuvieron esta adquisicion por objeto. Los que generalmente se conseguian, eran cerriles, y se amansaban por escuadrones á usanza llanera, es á saber, á esfuerzos de los ginetes; siendo curioso el espectáculo que ofrecian quinientos ó seiscientos de estos á la vez, bregando con aquellos bravíos animales. En derredor del campo de ejercicio se colocaban algunos oficiales montados en caballos mansos, no con el objeto de socorrer á los domadores que caían, sino con el de correr tras los caballos que los habian derribado, á fin de que no se fuesen con la silla; si bien esta era por todo un fuste de palo con correas de cuero sin adobar. « Deseábamos los riesgos, escribia muchos años despues un testigo presencial, para acabar con gloria una vida tan amarga. »

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Puesto en la necesidad de combatir, y siendo útil hacerlo pronto para ocupar siquiera la atencion del soldado, emprendió Páez la marcha bácia Acháguas por las llanuras conocidas con el nombre de Cajon de Arauca, estando aun mui cruda la estacion. Andábase con lentitud, porque á la dificultad del terreno se unian los embarazos de una numerosa emigracion y la necesidad de procurarse á cada paso mantenimientos por la carencia absoluta de acopios.

Aquel grupo de hombres, mujeres y niños sin hogar ni patria representaba á lo vivo la imágen de un pueblo nómade que, despues de haber consumido los recursos del pais que ocupaba, levanta sus tiendas para conquistar otro por la fuerza. De este modo llegaron át jos médanos de Araguayuna, donde dejando la emigracion bajo la custodia de algunos ginetes escogidos, incorporó Páez todos los hombres útiles en las filas de su hueste y se dirigió contra López, á quien juzgaba en Acháguas. Mas á poco andar supo que el enemigo en número de 1700 soldados de caballería y 400 infantes se hallaba en el hato del Yagual, con lo que torciendo su camino, se interpuso entre él y la ciudad. ly

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Llevaba Páez su gente dividida en tres columnas mandadas por los generales Urdaneta y Servier, y por el coronel Santander; casi toda armada de lanza; mui pocos de fusil ó carabina, con escasa provision de pertrechos. El dia 8 de octubre se avistó al enemigo, y á pesar de la superioridad de sus fuerzas, no dudo Páez un instante en mandarle atacar. Fué largo y duro el combate; glorioso tambien en estremo para los patriotas, los cuales obtuvieron que López, abandonando su posicion, rehusase al siguiente dia una nueva pelea y se retirase perdidoso á Acháguas, despues de haber embarcado en el Arauca, con direccion á San Fernando, su artillería y sus heridos. Y como aun despues de este triunfo eran los vencidos mui superiores en número á los vencedores, tuvieron estos que conformarse con seguirlos de cerca, para tenerlos á la vista y poder aprovecharse de alguna coyuntura favorable. No pensó López en defender seriamente la ciudad de Acháguas, ántes la abandonó el dia 15 despues de un corto tiroteo. Ocupada inmediatamente por Páez, dividió este allí su gente en dos cuerpos, uno de los cuales envió contra San Fernando; á cargo del teniente coronel Miguel Guerrero, y la otra á sus órdenes continuó en seguimiento de López, que se habia situado en San Antonio á la orilla izquierda del Apure. Páez ocupó el pueblo de Apurito, que está frente de aquel en la márgen opuesta, y allí permaneció algun tiempo sin poder pasar adelante, porque los realistas dominaban el rio con cuatro lanchas armadas de artillería y mas de 400 hombres. Y buscaba en vano el modo de vencer aquel inconveniente para penetrar en la provincia de Barínas, cuando por uno de aquellos casos imprevistos y peregrinos que confunden la prudencia humana, llegó á consumarse la ruina de López y su muerte. Pues sucedió que queriendo Páez

castigar á un oficial de nombre Peña por no haber oido bien una órden, le mandó pasar en una canoa con ocho soldados al otro lado del rio y atacar á los enemigos en su mismo campamento. Era el 6 de noviembre á las doce del dia, y acaso esta última circunstancia fué causa de que la gente de López estuviese descuidada. Lo cierto es que Peña y sus inocentes compañeros, destinados á una muerte casi cierta, tuvieron la fortuna de pasar el rio sin ser vistos, y cayendo de sorpresa sobre el campo enemigo, introdujeron en él tal confusion, que sin pararse á contar el número de los agresores, huyeron todos los realistas por vias diferentes, cuáles hacia Nútrias, cuáles con López mismo por el rio abajo en las embarcaciones. Y como calculase Páez entonces que el jefe realista remontaria el Apure por la noche para dirigirse á Nútrias, estableció una emboscada de fusileros en una angostura del rio : disposicion tan oportuna y acertada, que habiéndose en efecto presentado las embarcaciones á las nueve, se logró separar la que montaba López de las otras tres, retrocediendo dos de estas, quedando una en poder de los patriotas y continuando aquella su viaje sola rio arriba. Una partida de ginetes, enviada poco ántes por Páez á Banco-Largo, se habia apoderado allí de una lancha y con ella salió al encuentro de la de López. Retrocedió esta entónces, pero fué para caer en manos del esforzado coronel Francisco Aramendi, que la abordó con una canoa en que se habian embarcado él y ocho compañeros. Páez quiso en vano salvar al jefe español; porque las tropas, el pueblo de Acháguas y sobre todo los indios de Canaviche que servian en el ejército, pidieron decididamente su muerte en venganza de algunas crueldades que habia cometido en aquellos lugares.

Bien pronto tuvieron los patriotas hasta siete lanchas apresadas á los realistas en las cuales pasó el ejército al otro lado del Apure y se dirigió hácia el pueblo de Nútrias, Ocupólo el 12 de noviembre sin oposicion, porque los enemigos que allí habia huyeron hácia Barinas. Desde aquel punto destinó Páez dos escuadrones de caballería al mando de Urdaneta, ménos para perseguir que para hacer un reconocimiento por la via del norte, ostentándose dueños de la provincia hasta la serranía. Él se dirigió hácia San Fernando, y unido con Guerrero en el sitio del Rabanal, procedieron juntos á estrechar el bloqueo de la plaza, en donde mandaba el brigadier Don Ramon Correa.

Los primeros dias de diciembre se pasaron sin mas novedad que

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