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Napoleon, y temió de él nuevos engaños. Afirmáronle en sus sospechas diversos avisos que por entonces le enviaron españoles residentes en Paris; opúsculos y folletos que debajo de mano fomentaba aquel gobierno, y en que se anunciaba la entera destruccion de la casa de Borbon, y en fin el dicho mismo del emperador de que ‹ si Cárlos IV no queria reconocer á su hermano por rey de Nápoles, su sucesor le reconoceria. »

Sus sospechas.

Tal cúmulo de indicios que progresivamente vinieron á despertar las zozobras y el miedo del valido español se acrecentaron con las noticias é informes que le dió Mr. de Strogonoff, nombrado ministro de Rusia en la corte de Madrid, quien habia llegado á la capital de España en enero de 1806.

Piensa ligarse con Inglaterra.

Envia alli

Argüelles.

Animado el príncipe de la Paz con los consejos de dicho ministro, y mal enojado contra Napoleon, inclinábase á formar causa comun con las potencias beligerantes. Parecióle no obstante ser prudente, antes de tomar resolucion definitiva, buscar arrimo y alianza en Inglaterra. Siendo el asunto espinoso y pidiendo sobre todo profundo sigilo, determinó enviar á aquel reino un sugeto que, dotado de las convenientes prendas, no excitase el cuidado del go- Don Agustin de bierno de Francia. Recayó la eleccion en Don Agustin de Argüelles, que tanto sobresalió años adelante en las cortes congregadas en Cádiz. Rehusaba el nombrado admitir el encargo por proceder de hombre tan desestimado como era entonces el príncipe de la Paz; pero instado por Don Manuel Sixto Espinosa, director de la consolidacion, con quien le unian motivos de amistad y de reconocimiento, y vislumbrando tambien en su comision un nuevo medio de contribuir á la caida del que en Francia habia destruido la libertad pública, aceptó al fin el importante encargo confiado á su zelo.

(* Ap. n. 3.)

Ocultóse á Argüelles * lo que se trataba con Strogonoff, y tan solo se le dió á entender que era forzoso ajustar paces con Inglaterra, si no se queria perder toda la América en donde acababa de tomar á Buenos-Aires el general Beresford. Recomendóse en particular al comisionado discrecion y secreto, y con suma diligencia saliendo de Madrid á ultimos de setiembre, llegó á Lisboa sin que nadie, ni el mismo embajador conde de Campo-Alange, trasluciese el verdadero objeto de su viage. Disponíase Don Agustin de Argüelles á embarcarse para Inglaterra, cuando se recibió en Lisboa una desacordada proclama del príncipe de la Paz, fecha 5* de octubre, en la que apellidando la nacion á guerra sin designar enemigo, despertó la atencion de las naciones extrañas, principalmente de Francia. Desde entonces miró Argüelles como inútil la continuacion de su viage y asi lo escribió á Madrid; mas sin embargo ordenósele pasar á Londres, en donde su comision no tuvo resulta, asi

Su proclama de 5 de octu

bre.

(* Ap. n. 4.)

por repugnar al gobierno inglés tratos con el príncipe de la Paz, ministro tan desacreditado é imprudente, como tambien por la mudanza que en dicho príncipe causaron los sucesos del norte.

Disculpase con

Alli Napoleon, habiendo abierto la campaña en octuNapoleon. bre de 1806, en vez de padecer descalabros habia entrado victorioso en Berlin, derrotando en Jena el ejército prusiano. Al ruido de sus triunfos atemorizada la corte de Madrid y sobre todo el privado, no hubo medio que no emplease para apaciguar el entonces justo y fundado enojo del emperador de los franceses, quien, no teniendo por concluida la guerra en tanto que la Rusia no viniese á partido, fingió quedar satisfecho con las disculpas que se le dieron, y renovó aunque lentamente las negociaciones con Izquierdo.

Proyectos contra
España.

Los dos parti- . dos que dividen

ñol.

Mas no por eso dejaba de meditar cuál seria el mas acomodado medio para posesionarse de España, y evitar el que en adelante se repitiesen amagos como el del 5 de octubre. Columbró desde luego ser para su propósito feliz incidente andar aquella corte dividida entre dos parcialidades, la del príncipe de Asturias y la de Don Manuel Godoy. el palacio espa- Habian nacido estas de la inmoderada ambicion del último, y de los temores que habia infundido ella en el ánimo del primero. Sin embargo estuvieron para componerse y disiparse en el tiempo en que habia resuelto el de la Paz unirse con Inglaterra y las otras potencias del norte; creyendo este con razon que en aquel caso era necesario acortar su vuelo, y conformarse con las ideas y política de los nuevos aliados. Para ello, y no exponer su suerte á temible caida, habia el valido imaginado casar al príncipe de Asturias (viudo desde mayo de 1806) con Doña María Luisa de Borbon, hermana de su muger Doña María Teresa, primas ambas del rey é hijas del difunto infante Don Luis. El pensamiento fue tan adelante que se propuso al príncipe el enlace. Mas Godoy, veleidoso é inconstante, variadas que fueron las cosas del norte, mudó de dictámen volviendo á soñar en ideas de engrandecimiento. Y para que pasaran á realidad condecoróle el rey en 13 de enero de 1807 con la dignidad de almirante de España é Indias, y tratamiento de alteza.

Paris.

Entretienese

Veniale bien á Napoleon que se aumentase la diviá Izquierdo en sion y el desórden en el palacio de Madrid. Atento á aprovecharse de semejante discordia, al paso que en Paris se traía entretenido á Izquierdo y al partido de Godoy, se despachaba á España para tantear el del príncipe de Asturias á Mr. de Beauharnais, quien como nuevo embajador harnais embaja- presentó sus credenciales á últimos de diciembre de 1806. Empezó el recien llegado á dar pasos, mas fueron lentos hasta meses despues que, llevando visos de terminarse la guerra del norte, juzgó Napoleon que se acercaba el momento de obrar.

Mr. de Beau

dor de Francia en Madrid.

Presentósele en la persona de Don Juan Escoiquiz, conducto acomodado para ayudar sus miras. Antiguo maestro del príncipe de Asturias, vivia como confinado en Toledo, de cuya catedral era canónigo y dignidad, y de donde, por orden de S. A., con quien siempre mantenia secreta correspondencia, habia regresado á Madrid en marzo de 1807. Conferencióse mucho entre él y sus amigos sobre el modo de atajar la ambicion de Godoy, y sacar al príncipe de Asturias de situacion que conceptuaban penosa, y aun arriesgada.

Secretos ma

tido del príncipe de Asturias.

Habian imaginado sondear al embajador de Francia, y de resultas supieron por Don Juan Manuel de Villena, gentil hombre del príncipe de Asturias, y por Don Pedro Giraldo, brigadier de ingenieros, maestro de matemáticas del prín- nejos con el parcipe é infantes, y cuyos sugetos estaban en el secreto, hallarse Mr. de Beauharnais pronto á entrar en relaciones con quien S. A. indicase. Dudóse si la propuesta encubria ó no engaño; y para asegurarse unos y otros, convinose en una pregunta y seña que recíprocamente se harian en la corte el príncipe y el embajador. Cerciorados de no haber falsedad y escogido Escoiquiz para tratar, presentó á este en casa de dicho embajador el duque del Infantado, con pretexto de regalarle un ejemplar de su poema sobre la conquista de Méjico. Entablado conocimiento entre Mr. de Beauharnais y el maestro del príncipe, avistáronse un dia de los de julio y á las dos de la tarde en el Retiro. La hora, el sitio y lo caluroso de la estacion les daba seguridad de no ser notados.

Hablaron alli sosegadamente del estado de España y Francia de la utilidad para ambas naciones de afianzar su alianza en vínculos de familia, y por consiguiente de la conveniencia de enlazar al príncipe Fernando con una princesa de la sangre imperial de Napoleon. El embajador convino con Escoiquiz en los mas de los puntos, particularmente en el último, quedando en darle posterior y categórica contestacion. Siguiéronse á este paso otros mas ó menos directos, pero que nada tuvieron de importante hasta que en 30 de setiembre escribió Mr. de Beauharnais una carta á Escoiquiz, en la que rayando las expresiones de que no bastaban cosas vagas, sino que se necesitaba una segura prenda (une garantie), daba por lo mismo á entender que aquellas salian de boca de su amo. Movido de esta insinuacion se dirigió el príncipe de Asturias en 11 de octubre al emperador francés, en términos que, segun veremos muy luego, hubiera podido resultar grave cargo contra su persona.

Hasta aqui llegaron los tratos del embajador Beauharnais con Don Juan Escoiquiz, cuyo principal objeto se enderezaba á arreglar la union del príncipe Fernando con una sobrina de la emperatriz, ofrecida despues al duque de Aremberg. Todo da indicio de que el embajador obró segun instrucciones de su amo; y si bien es verdad

que este desconoció como suyos los procedimientos de aquel, no es probable que se hubiera Mr. de Beauharnais expuesto con soberano tan poco sufrido á dar pasos de tamaña importancia sin previa autorizacion. Pudo quizá excederse ; quizá el interes de familia le llevó á proponer para esposa una persona con quien tenia deudo, pero que la negociacion tomó orígen en Paris lo acredita el haber despues sostenido el emperador á su representante.

Tropas espa

norte.

Sin embargo tales pláticas tenian mas bien traza de entretenimiento que de séria y deliberada determinacion. Ibale ñolas que van al mejor al arrebatado temple de Napoleon buscar por violencia ó por malos artes el cumplimiento de lo que su política ó su ambicion le sugeria. Asi fue que, para remover estorbos é irse preparando á la ejecucion de sus proyectos, de nuevo pidió al gobierno español auxilio de tropas; y conformándose Carlos IV con la voluntad de su aliado, decidió en marzo de 1807 que una division unida con la que estaba en Toscana, y componiendo juntas un cuerpo de 14,000 hombres, se dirigiese al norte de Europa *. De este modo menguaban cada dia en España los recursos y medios de resistencia.

("Ap. n. 5.)

Paz de Tilsit

Entretanto Napoleon, habiendo continuado con feliz progreso la campaña emprendida contra las armas combinadas de Prusia y Rusia, habia en 8 de julio siguiente concluido la paz en Tilsit. Algunos se han figurado que se concertaron alli ambos emperadores ruso y francés acerca de asuntos secretos y arduos, siendo uno entre ellos el de dejar á la libre facultad del último la suerte de España. Hemos consultado en materia tan grave respetables personages, y que tuvieron principal parte en aquellas conferencias y tratos. Sin interes en ocultar la verdad, y lejos ya del tiempo en que ocurrieron, han respondido á nuestras preguntas que no se habia entonces hablado sino vagamente de asuntos de España; y que tan solo Napoleon, quejándose con acrimonia de la proclama del príncipe de la Paz, añadia á veces que los españoles Juego que le veian ocupado en otra parte mudaban de lenguage y le inquietaban.

Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que, con la paz asegurado Napoleon de la Rusia á lo menos por de pronto, pudo con mas desahogo volver hacia el mediodia los inquietos ojos de su desapoderada ambicion. Pensó desde luego disfrazar sus intentos con la necesidad de extender á todas partes el sistema continental (cuyas bases habia echado en su decreto de Berlin de febrero del mismo año), y arrancar á Inglaterra á su antiguo y fiel aliado el rey de Portugal. Era en efecto muy importante para cualquiera tentativa ó plan contra la península someter á su dominio á Lisboa, alejar â los ingleses de los puertos de aquella costa, y tener un pretexto al parecer plausible con que poder internar en el corazon de España numerosas fuerzas.

Tropas francesas que se juntan en Bayona.

Para dar principio á su empresa promovió muy particularmente las negociaciones entabladas con Izquierdo, y á la sombra de aquellas y del tratado que se discutia, empezó en agosto de 1807 á juntar en Bayona un ejército de 25,000 hombres con el título de cuerpo de observacion de la Gironda, nombre con que cautelosamente embozaba el gobierno francés sus hostiles miras contra la peninsula española. Dióse el mando de aquella fuerza á Junot, quien, embajador en Portugal en 1805, habia desamparado la pacífica mision para acompañar á su caudillo en atrevidas y militares empresas. Ahora se preparaba á dar la vuelta á Lisboa, no ya para ocupar su antiguo puesto, sino mas bien para arrojar del trono á una familia augusta que le habia honrado con las insignias de la órden de Cristo,

Aunque no sea de nuestro propósito entrar en una Portugal. relacion circunstanciada de los graves acontecimientos

Notas de los representantes

de

España y Francia

en Lisboa.

que van á ocurrir en Portugal, no podemos menos de darles aqui al gun lugar como tan unidos y conexos con los de España. En Paris se examinaba con Izquierdo el modo de partir y distribuirse aquel reino, y para que todo estuviese pronto el dia de la conclusion del tratado, ademas de la reunion de tropas á la falda del Pirineo, se dispuso que negociaciones seguidas en Lisboa abriesen el camino á la ejecucion de los planes en que conviniesen ambas potencias contratantes. Comenzóse la urdida trama por notas que en 12 de agosto pasaron el encargado de negocios francés Mr. de Rayneval y el embajador de España conde de Campo-Alange. Decian en ellas que tenian la órden de pedir sus pasaportes y declarar la guerra á Portugal si para el 1o de setiembre próximo el príncipe regente no hubiese manifestado la resolucion de romper con la Inglaterra, y de unir sus escuadras con las otras del continente para que juntas obrasen contra el comun enemigo se exigia ademas la confiscacion de todas las mercancías procedentes de origen británico, y la detencion como rehenes de los súbditos de aquella nacion. El príncipe regente de acuerdo con Inglaterra respondió que estaba pronto á cerrar los puertos á los ingleses, y á interrumpir toda correspondencia con su antiguo aliado; mas que en medio de la paz confiscar todas las mercancías británicas, y prender á extrangeros tranquilos, eran providencias opuestas á los principios de justicia y moderacion que le habian siempre dirigido. Los representantes de España y Francia, no habiendo alcanzado lo que pedian (resultado conforme á las verdaderas intenciones de sus respectivas córtes), partieron de Lisboa antes de comenzarse octubre, y su salida fue el preludio de la invasion.

Se retiran de aquella corte.

Todavía no estaban concluidas las negociaciones con Izquierdo ; todavía no se habia cerrado tratado alguno, cuando Napoleon impaciente, lleno del encendido deseo de empezar su proyectada om

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