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ficada la administracion, quedan infinitos empleos inútiles, i tranquilo el pais i asegurado contra el desórden; las tropas veteranas lejos de hacer el menor bien solo servirian a fomentar el desórden. Empleados públicos i militares llevarán sus laureles a reverdecerlos en los campos, i como otros Cincinatos encontrarán en la asada el descanso de la virtud i del honor, la agricultura, el comercio. Las artes i la industria ¿hasta dónde llevarian su vuelo entre nosotros, en un siglo lan ilustrado i tan emprendedor?

Paises tan dilatados i tan ricos no son llamados a permanecer largo tiempo unidos: doce años de federacion serán bastantes a producir tantos bienes, i pasado este término, reuniones periódicas de este mismo Congreso, servirán a estrechar nuestras relaciones i a dar respetabilidad a la América. Nuestras asociaciones serán como la de los Antifictiones de la antigua Grecia, que los peligros comunes reunia, i por esperiencia conoceremos el valor de estas alianzas que han salvado i sostenido tantos pueblos. La liga Achiana sostenia la libertad espirante de la Grecia, la Confederacion Gérmanica, aunque imperfecta en su orijen, destruyó el colosal poder de los Romanos, i hasta hoi ha conservado el equilibrio de la Europa; la Helvética aunque pequeña contuvo la ambicion de la casa de Austria; la de la América del Sur, a poco andar será la mas poderosa, i la mas influente en los destinos del órden civilizado.

CONCLUSION.

Demostrada la necesidad de un poder como el de la Gran Confederacion Americana, i admitida la posibilidad de su existencia, ol gobierno de Chile deberia proponer al del Perú

el someter a es la autoridad la decision de sus diferencias, i en caso de un convenio suspender la guerra. El gobierno que se negare a tan razonable proposicion demostraria la injusticia de su causa i descubriria el fondo de sus intenciones. Todas las repúblicas de América se apresurarian a mandar sus diputados al Gran Congreso, unas por interes particular, otras por salvar a sus hermanas de la desastrosa guerra que las vá a envolver.

MEMORIA

SOBRE LA CONVENIENCIA I OBJETOS DE UN

CONGRESO JENERAL AMERICANO,

LEIDA ANTE LA FACULTAD DE LEYES DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE
PARA OBTENER EL GRADO DE LICENCIADO,

Por J. B. Alberdi, abogado en la República del Uruguai.

Los congresos jenerales, ha dicho el abate De-Pradt, son en materias políticas, lo que las juntas de médicos en la curacion de las enfermedades. Sus dictámenes pueden carecer de eficacia i acierto; pero su reunion supone siempre la presencia de un mal.

Un mal estar social i politico aflije efectivamente a los pueblos de Sud-América desde que disuelto el antiguo edificio de su vida jeneral, trabajan i conspiran por el establecimiento del que debe sucederle. Todos sienten que las cosas no están como deben estar: una necesidad vaga de mejor

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órden de cosas se hace esperimentar en todos los espiritus. Exhuberantes de juventud i fuerzas de vitalidad, dotados de una compleccion sana i vigorosa, nuestros pueblos abrigan necesariamente la esperanza de su curacion en el mal de que se sienten poseidos. Hé aquí, señores, la situacion i espiritu que han excitado constantemente a los pueblos de Sud-América, desde el principio de su emancipacion, a hablar de la convocacion de un Congreso jeneral o continental: i a fé, señores, de que los pueblos de Sud-América no se equivocan cuando llevan su vista a este medio curativo de sus padecimientos. Una enfermedad social nos aflije. Este hecho es real. Las naciones no están sujetas a esas dolencias nerviosas que a veces hacen sentir males que no existen. Los pueblos ambicionan salir de este estado, i a fé, señores, que tienen razon. Ellos se fijan en la necesidad de una gran junta medical, de un Congreso organizador continental, como en uno de los medios de arribar al fin deseado, i es mi creencia, señores, que tampoco se equivocan en este punto. Los Estados Americanos no piensan, ni han pensado jamas, que la reunion de una asamblea semejante pueda ser capaz de sacarlos por sus solos trabajos del estado en que se encuentran: pero creen que entre los muchos medios de susceptible aplicacion a la estirpacion de los males de carácter jeneral, uno de los mas eficaces puede ser la reunion de la América en un punto i en un momento dados para darse cuenta de su situacion jeneral, de sus dolencias i de los medios que en la asociacion de sus esfuerzos pudieran enconIrarse para cambiarla en un sentido ventajoso.

En otra situacion, no ménos grave que la presente, en la que el peligro venia de otra parte, un hombre de instinto superior, señores, el jeneral Bolivar fué asaltado de este grandioso pensamiento, i el Congreso de Panamá no demoró

en verse instalado. El remedio habia sido excelente, pero su aplicacion vino estemporáneamente, porque el mal se habia retirado por sí mismo. El mal de entónces fué la usurpacion americana ejecutada por la Europa. Desde que vencida por nuestras armas, desistió sériamente del pensamiento de dominarnos, dejó de existir por ese mismo hecho el mal cuya probable repeticion habia dado orijen a la convocacion del Congreso de Panamá. El Congreso se disolvió sin dejar resultados, porque el gran resultado que debia nacer de él, se obró espontáneamente. Bolivar, señores, no fué un simple poeta, ni un poeta copista del poeta de Austerlitz, al pedir un congreso de todos los pueblos de América. En ello, por el contrario, se mostró hombre de Estado i político orijinal: no siempre lo grandioso es del dominio de la utopia: nada mas grandioso que la libertad, i ella entre tanto es un hecho que se realiza en muchas partes. Un filósofo, señores, un hombre que piensa i que no obra, quiero nombrar al abate de Saint Pierre, por ejemplo, puede ser un utopista; pero un hombre de espada, un hombre de accion, es lo que puede haber mas positivo i práctico en la vida. De este jénero de hombres era el jeneral Bolivar: nadie ménos que él pudo ser tratado de utopista; por la razon de que es el hombre que mas hechos positivos nos ha dejado en América. I el que ha vencido grandes resistencias es justamente, señores, el mas acreedor a ser considerado como conocedor de los medios i posibilidades de vencerlas. Hai utopistas negativos, señores, como los hai dogmáticos, i esos son los espíritus escépticos, o mejor diré, los espiritus sin vista. Si hai visionarios que ven lo que no existe, los hai tambien que no ven lo que todo el mundo toca: i no es la ménos solemne de las utopias la que afirma que es imposible la realizacion de un hecho considerado practicable por el jenio mismo de la ac

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