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puesto que habian tocado el terrible rejistro de las penas de sacrilejio contra cuantos desobedeciesen á su rey, como jefe temporal, cuyos poderes segun ellos emanaban directamente de Dios. Por consiguiente, seria inútil cuanto quisiesen hacer despues; pero noobstante, atemorizados por aquella grande crisis, resolvieron pasar un oficio al presidente, en el cual renovaban cuanto le habian dicho ya, tan pronto en lenguaje amical é insinuante, tan luego amenazándole con las terribles consecuencias del conflicto que iba á levantarse entre los partidos, y protestando altamente, protesta en que hicieron entrar á los padres de la Merced y de San Agustin, los cuales no habian podido conseguir, por mas que lo habian pedido, el asistir á aquella asamblea. Todos aquellos oficios y protestas no produjeron efecto alguno en el espíritu, ya determinado, del presidente, bien que, á la verdad, por prueba de que no obraba por obstinacion sistemática, mandó mudar la cláusula de la esquela que parecia haber dado mas que pensar á la real audiencia, por manera, que borrando en dicha esquela todo lo que tenia relacion con el sistema de gobierno, quedó su tenor reducido y se imprimió en los términos siguientes:

Para el dia diez y ocho del corriente á las nueve de la mañana, espera á V. el muy ilustre señor presidente, con el ilustre ayuntamiento, en las salas del real consulado, á consultar y decidir los medios mas oportunos á la defensa del reino y pública tranquilidad.

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Mientras que el presidente y la real audiencia discutian de esta manera la necesidad y los riesgos de una grande asamblea, embozándose cada uno, á su modo, en el manto de Cesar, como pretesto ó de buena fe, de una entera sumision á su amado Fernando, el pueblo se

V. HISTORIA.

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hallaba en la mayor conmocion. En la plaza, como en los diferentes barrios, se veia una ansiosa ajitacion, y ya las pasiones de los turbulentos empezaban á manifestarse y á infundir temores y zozobra en los corazones pacíficos. Santiago parecia atormentado por el jenio de la maldad. Todos salian de sus casas armados con sables, puñales ó pistolas, llenos de desconfianza unos de otros, y dispuestos á defenderse ó á atacar. Por la noche, habia muchos mas corros y mucho mas turbulentos. Los patriotas se reunian en casa de Larrain, de Eizaguirre, y los realistas principalmente en la de Aldunate. En estas especies de clubs no se trataba mas que del estado crítico del país. Algunas veces, habia mociones para evitar sus consecuencias, y, de una y otra parte, se enviaban parlamentarios á proponer una junta de reconciliacion; pero las condiciones que proponian unos, y la mala voluntad de otros, no permitian el concluir nada de bueno. ¿Como era posible que la razon ejerciese su santo ministerio, cuando los corazones se hallaban envueltos en una atmósfera de tempestades morales, consecuencia del último aliento de una vida de vasallaje, que iba á espirar sofocado por una nueva civilizacion? Lejos de eso, muchas veces procuraban dañarse, intimidarse y aun engañarse, pues en medio de estas proposiciones los Europeos tuvieron el atrevimiento de tramar un complot con el objeto de apoderarse del parque de artillería, para dirijir sus tiros contra el consulado, si realmente se verificaba la instalacion de una junta. Este complot, lo que es mas, habia ya empezado á ejecutarse por mas de doscientos realistas, y, probablemente, habria llegado á sus fines, si el ayuntamiento no hubiese recibido

aviso, á tiempo, del riesgo, por dos de sus espías, lo cual lo puso en la rigorosa necesidad de tomar medidas de represion, y de multiplicar patrullas por la noche, mandadas por dos principales personajes, Carrera, y Rosales. Con cincuenta hombres montados cada uno, estos recorrian todos los barrios y arrestaban todos cuantos eran sospechosos, de cualquiera clase ó condicion que fuesen, y los enviaban al cuartel, de donde no salian hasta que se tomaban informes sobre su conducta é intenciones. Gracias á este buen servicio, el desórden no llegó á los límites estremos que se temian, y, realmente, no hubo ni violencias ni escesos; pero á medida que el 18 de setiembre se acercaba, la fermentacion crecia, y el ayuntamiento tuvo que redoblar de vijilancia, valiéndose del derecho de policía, que le daba su constitucion. En consecuencia, y de acuerdo con el presidente, mandó venir á Santiago el mayor número posible de milicianos, los acampó en los arrabales, nombró de ayudante mayor de la plaza al capitan de injenieros Makena y se hicieron trasportar los cañones al cuartel de San Pablo, escoltados por ciento y cincuenta hombres. Dos piezas, cargadas á metralla, fueron puestas en batería en la plaza, y las demas en el zaguan.

La real audiencia, sintiéndose desmayar á la vista de aquel aparato de fuerzas y de resolucion, aun quiso hacer un esfuerzo por medio de otro oficio que pasó al presidente, prediciéndole todas las desgracias que iban á caer sobre el país, y de las cuales él solo seria responsable á los ojos de Dios y de su Rey. Ademas le persuadia á que no hiciese novedad alguna, de ínterin su desgraciada patria estaba en lucha contra el tirano

de la Europa. Así lo desean, decia la real audiencia, la mayor parte de los habitantes de la poblacion, como con demostracion lo verá V. S. si saliese un señor alcalde de cuartel con un individuo del ilustre ayuntamiento, el cura párroco y un ministro de la fe, á exijir los votos de los padres de familia. Son muchos los que jimen, lloran y se lamentan de los males que amenazan á la patria, y sienten ver solos y desamparados á los ministros que componen este tribunal, de su presidente, protector, padre y compañero, sujetos á innumerables calumnias, ultrajes y desprecios. No los intimidan por un instante los males de que se ven amenazados, y si V. S. cree que con abandonar sus cargos y retirarse de la capital se remedian las desgracias públicas, sin pérdida de un instante hagaselo V. S. saber para ejecutarlo será la primera vez que en materias pertenecientes al bien del estado se apartan las reales audienciasd esus jefes, pues cualquiera desconformidad en materias tan sagradas cubre á alguno de horribles manchas y enormes delitos, porque deben ser los espejos de la fidelidad en los deberes al Rey, que representan, y sus pueblos. Por último, señor, ya no tiene recurso que apurar este tribunal; reitera sus protestas y clamores; espera que V. S. tomará aquellas providencias que sean del agrado de Dios y del Rey; y si nada de lo espuesto alcanza, y ha de celebrarse el congreso, presídalo V. S., no permita establecimientos de junta y dé órden á los jefes militares que no obedezcan á esta nueva autoridad, si se establece (1). »

El presidente no participó de los temores de la real audiencia, y convencido de que la fermentacion de la ciudad no tenia mas oríjen que la dilacion del estableci1) Véanse los documentos.

miento de aquella grande asamblea, y de que no cesaria hasta que estuviese finalmente instalada, pensó en convocarla á la mayor brevedad posible, antes que el ruido que corria de la arrivada de algunos buques estranjeros al mar del sur se realizase. Habiéndose mantenido siempre fiel al Rey, y no habiendo manifestado nunca la menor tendencia en favor de la independencia del país, el presidente obraba á cara descubierta firmando con verdadera hombría de bien las respuestas y oficios que se pasaban al rejente, sin sospechar en manera alguna que desquiciaba el poder absoluto. Se puede decir con verdad que en la conciencia con que obraba habia mas sentimientos que razon, pues tenia su orijen en su mismo corazon, y este, en todos tiempos, se hallaba exento de remordimientos de injusticia ó de ingratitud. Bien que en sus frecuentes reuniones se tratase á menudo de la prosperidad futura del país, para él esta cuestion no era mas que un sueño, ó mas bien un misterio que la providencia cubria de un velo impenetrable. Por consiguiente, si abrazó la causa de la libertad, fué mas por persuasiones que se le hacian que por propio convencimiento, ofreciéndole un ausilio poderoso y cierto, á pesar de la inconstancia fatal de sus opiniones. Es verdad que á su lado habia hombres del mayor mérito, que no cesaban de infundirle sus ideas y que le impelian, á pesar suyo, en el sentido que se necesitaba para alcanzar sus fines. Estos eran Gaspar Marin, Argomedo, Eizaguirre, Infante y otros muchos grandes patriotas, que interpretaban el movimiento bajo un punto de vista distinto, considerándolo como un acontecimiento que emanaba de la Providencia y no como parto de una pura casualidad.

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