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CAPITULO XI.

Tropas enviadas á Valparaiso. — Juan Makena gobernador de esta ciudad, en remplazo de Joaquin de Alos, depuesto de su empleo.- Suscripcion à favor de España. - Muerte del conde de la Conquista.- Destitucion del provisor don Santiago Rodriguez.- Apertura de los puertos al comercio estranjero. -Ruidos de guerra.—Enganches voluntarios.- La junta pide instrumentos y maestros para organizar una música militar.

Con el sistema electoral, comienza una era enteramente nueva para Chile. El pueblo, hasta entonces sumerjido en una nulidad administrativa casi absoluta, va á aparecer de aquí en adelante en el teatro de la política, y á penetrarse del espíritu de reflexion que influye tan eficazmente en la suerte de un país, desarrollando sus intelijencias, despertando su patriotismo y esparciendo por todas partes los elementos democráticos, cuyo fin es el interes jeneral.

Pero de ínterin llegaba el plazo de las elecciones, el gobierno provisional tenia que obrar con enerjía y actividad para precaver toda contrarevolucion é impedir el desmayo de accion en el público. La real Audiencia levantaba de tiempo en tiempo su cabeza venerable, y no aun despojada de prestijio, sostenida por el comercio, que era casi enteramente español. Bajo este punto de vista los comerciantes de Valparaiso imitaban á Santiago, en opiniones y proyectos. El gobernador de aquel puerto, don Joaquin de Alos, si se habia sometido á la junta, lo habia hecho con repugnancia y por fuerza, y parecia favorecer los numerosos pasquines que se ponian todas las noches en las esquinas de la ciudad, en todas

formas y con colores que pintaban casi terrorismo. Don Agustin Vial, uno de los primeros y mas celosos patriotas, se habia quejado de él, como muy peligroso para el sistema proclamado y como causa de desórdenes bastante graves. En vista de esto, la junta habria obrado con poca prudencia si hubiese continuado impasible al frente de un enemigo, casi agresor, y envió allí ciento y diez dragones al mando del valiente patriota don Miguel Benavente, el cual quitó el empleo al gobernador Alos, poniendo en su lugar al capitan de injenieros don Juan Makena, jóven resuelto y de talento, partidario de los progresos de su nueva patria, é imbuido ya del espíritu de libertad y de reformas, que empezaba á ejercer su suave influjo en las ideas de la juventud chilena.

Se pensó tambien en dar al movimiento una fuerza militar, en primer lugar, para poder resistir á toda invasion estranjera, y, en segundo, á las tentativas que el Perú quisiese hacer contra el nuevo sistema de gobierno.

Pero aquí los dos grandes cuerpos políticos del momento se hallaron aun en desacuerdo. La junta, no teniendo mucha confianza en los cuerpos de milicias, queria tropas regladas que fuesen bien disciplinadas, y en las cuales, por consiguiente, la patria descansaria confiada.

El cabildo, como imájen pura y viva de la democracia, no veia en un ejército, así compuesto, mas que un elemento de despotismo, que, muchas veces, era peligroso introducir en los gobiernos. Por lo mismo, el cabildo pidió la formacion de una guardia nacional siempre dispuesta, por la naturaleza de sus instituciones, á constituirse fuerza popular, á obrar y contrapesar el poder ejecutivo.

En principio, el ayuntamiento tenia razon. Una guardia nacional es el verdadero emblema de la democracia armada, y susceptible, en razon de su fuerza, que puede doblar con la disciplina, de conservar á la masa su poder y su autoridad. Pero en el estado en que se hallaba el país, no era fácil sacar de ella un partido bastante satisfactorio. Dejando á parte las ciudades, villas y aldeas, toda la poblacion se hallaba esparcida por los campos, y estaba, ademas, subyugada por el clero, enteramente partidario del antiguo gobierno, y aun se conservaba la memoria de las grandes dificultades que se habian encontrado, en tiempo del presidente Guzman, para reunir y disciplinar un cierto número (1).

No debe, pues, causar sorpresa que la junta persistiese en sus proyectos, con tanta mas razon cuanto el virey Abascal la amenazaba con todo su poder, y que se susurraba el ruido, unas veces confirmado y otras desmentido, de la llegada del jeneral español Elio á Montevideo con un ejército de seis mil hombres.

Pero aquí se ofrece una contradiccion muy particular entre las ideas y los hechos mientras que la junta organizaba con enerjía una resistencia armada contra los verdaderos partidarios de la monarquía y contra toda invasion que pudiese tener lugar aun en nombre del gobierno español, la misma junta procuraba, por otro lado, ser útil á este mismo gobierno, suscribiendo con garbo y jenerosidad á una llamada de fondos que le pedia el consejo de rejencia para sostener la guerra contra el guerrero feliz de aquella época.

(1) En la citada época, Mata Linares habia hecho todos sus esfuerzos para instruir á los milicianos, que, con los ejercicios de fuego, se habituaban un poco al ruido de las armas; pero, noobstante, Linares escribia que no habia que contar con ellos. Archivos del gobierno.

El 19 de enero, el conde de la Conquista reunia, en efecto, en su casa, las personas de mas influjo de la ciudad, para comunicarles la circular de don Nicolas María de Sierra, ministro de gracia y justicia, é interino de hacienda, y las exhortaba á fomentar, ya individualmente ya en cuerpo, á dicha suscripcion, prometiendo á los particulares, aun de parte del consejo de rejencia : Que el rey oiria con particular agrado las solicitudes de los que se distinguiesen por su jenerosidad (1).

Este fué el último acto político de don Mateo de Toro Zambrano, conde de la Conquista. El 27 de febrero, pasó á mejor vida, siendo ya de edad de ochenta y seis años, despues de haber esperimentado en esta todas las vicisitudes del hado y de la fortuna. Nacido de padres pobres, bien que emparentados con las mejores familias, y no habiendo querido seguir los consejos de su tio, obispo de Concepcion, que queria entrase en las órdenes, se habia entregado, muy jóven, al comercio, y, con una muy módica cantidad, se habia establecido en una de las tiendecitas de la casa Tagles, en la plaza mayor, en donde, gracias á su probidad y á su jenio. activo, adquirió muy luego un gran crédito y un capital suficiente para empresas mayores, y, al efecto, se trasladó á una tienda de la plaza de la Merced, en la cual ganó uno de los mas ricos capitales del país.

Desde aquel instante, pudo hacerse útil á la administracion, como lo fué, ocupando los primeros empleos. Fué capitan de caballería del rejimiento real de Santiago, correjidor y justicia mayor de la misma ciudad; lugarteniente de mar y tierra, y primer superintendente de la moneda, cuando, en 1770, fué incorporada (1) Correspondencia del consejo de rejencia, en los Archivos del gobierno.

con la corona. Bien que llenase todos estos cargos gratúitamente, y contra sus propios intereses, aun dejaba traslucir, por todas partes, su noble jenerosidad, y en el alzamiento de los Indios, en 1768, se adelantó á levantar y á mantener en pié, á sus espensas, la compañía del príncipe de Asturias, mandada por su hijo primojénito don José Gregorio, y destinada á ir á acampar en el corazon de las cordilleras para defender el camino del Portillo (1). Habiendo muerto el 27 de febrero, fué enterrado al tercer dia en la iglesia de la Merced, y hasta el 15 del mes de marzo no se le hicieron las exequias correspondientes á su rango y á su mérito. El relijioso mercedario Fray Miguel Ovalle hizo en ellas la panejírica del difunto, en términos los mas lisonjeros para su memoria, y enteramente favorables á la revolucion (2).

La pérdida de este ilustre personaje, muy sensible, sin duda, no tuvo influjo alguno en los asuntos políticos. Hallándose ya, como se hallaba, en un estado de decrepitud, no podia ser útil á la causa liberal, que para su última evolucion pedia hombres activos, audaces y emprendedores. Bien que los progresos de esta causa fuesen visibles, aun tenia que obrar sobre las masas y que apropiarse, sobretodo, el poder espiritual, siempre muy peligroso por la oposicion que podia hacer á los principios. La ocasion de dominar este poder era su

(1) Relacion de los méritos y servicios de don Mateo de Toro Zambrano, conde de la Conquista, Impresa en Madrid, y existente en la biblioteca de don Francisco de Huidobro.

(2) « Persuadió, ó quiso persuadir que España se hallaba enteramente subyugada del tirano; que el pequeño rincon de Cádiz se conservaba iuconquistado por miras politicas de los Franceses, que lo conservaban como punto de reunion del comercio y caudales que iban de América. »

Hist. mss. de la Revol., por Melch. Martinez.

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