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entonces, se habian mantenido estrañas é indiferentes al movimiento, y que ahora estaban muy dispuestas á entrar en él.

Por otra parte, era de temer que el virey Abascal no quisiese tolerar principios cuyas máximas escritas en las banderas de la Plata eran combatidas por sus tropas en el alto Perú, y que, al fin, se decidiese á enviar al país un ejército de invasion considerable. Tal era la opinion de muchos hombres de prevision, opinion tan pronto justificada, tan luego desmentida por las cartas de Lima; y aun parece que en los papeles de Tomas Figueroa se hallaron pruebas de aquella intencion, y el aviso de la salida del buque San JUAN, fletado con armas para los que intentasen la primera insurreccion.

Todas estas noticias sujirieron á la junta suprema el dar su principal atencion al ejército nacional, y mandar disciplinar las milicias, á pesar de los grandes gastos que estas medidas podian ocasionar. Al mismo tiempo, se procuró que la relijion contribuyese á aumentar el entusiasmo del pueblo, y al efecto mandaron venir al eminente patriota Andreu, obispo auxiliar, que, el 7 de abril, principió á predicar en la plaza mayor, en favor de aquella noble causa, aconsejando al pue

blo :

De respetar, obedecer y amar al gobierno, como fundador de un sistema el mas conforme á la razon y á la relijion, y el mas á propósito para librarnos de las intrigas y ambicion de Bonaparte.

Andreu llevó su celo hasta el punto de sujerir la delacion al gobierno de cuantos fuesen opuestos á dicho sistema, y pudiesen, por consiguiente, serle perjudiciales.

El día siguiente de este sermon, que causó, como era natural, grande sensacion á los realistas Chilenos y á los Españoles, murió el digno y virtuoso prelado don José Antonio Martinez, obispo de Santiago. Esta muerte fué en estremo sensible, en razon de la ciencia, de las virtudes y bellas prendas que adornaban aquel ilustre Chileno, cuya estremada jenerosidad le había hecho el verdadero padre de los pobres. Esta jenerosidad era tal, que antes de salir para el obispado de Guamanga se había desprendido de su inmensa fortuna para darla á sus parientes y á necesitados, quedándose él reducido á una modestísima existencia. Los achaques de que adolecia despues de su vuelta y su avanzada edad le impedieron de tomar parte en las deliberaciones de la junta, y así murió libre de todo acto político, y casi sin que el gobierno lo supiese. Su cuerpo, despues de haber recibido los honores debidos á su rango y á su mérito, fué enterrado en la catedral.

Pero si esta pérdida pasó como sin sentirse para la junta, no sucedió lo mismo con respecto al clero, cuyas antiguas pasiones se despertaron con la ocasion del nombramiento de un vicario jeneral, empleo que, por la muerte del obispo, tuvo que abandonar el canónigo don Domingo Errazuris. Los realistas querian poner, en lugar de este, al sabio Rodriguez. El cabildo, al contrario, queria al canónigo Fretes de Buenos-Aires, hombre de mucho talento y actividad, y uno de los mas eminentes patriotas; pero su calidad de estranjero, en una época en que el amor nacional queria que la revolucion chilena. no perteneciese á nadie mas que á sí misma, fué la causa de que dicho nombramiento recayese en el mismo Errazuris. Sin duda alguna, ignoraban que en aquel mismo

instante, un Chileno, tambien canónigo, el doctor don José Cortés Madariaga, ocupaba un alto puesto y tomaba una parte la mas activa y gloriosa en la revolucion de Caracas, con grande satisfaccion de un pueblo que no era menos celoso de su nacionalidad y patriotismo.

CAPITULO XIII.

Aplazamiento de las elecciones de Santiago. -Llegada de los diputados de las provincias. O'Higgins. - Proclama de la junta. - Tendencia de Rosas á alcanzar la presidencia. — Rivalidad entre Rosas y el ayuntamiento.—Instalacion del tribunal de apelacion, y del de seguridad pública. — Reconocimiento de la junta por el marques de Casa Irujo.- El marques de Medina no admitido como presidente de Chile.

El triste acontecimiento que acababa de suceder habia producido dos grandes efectos; el de desmoralizar el partido realista, reducido, en lo sucesivo, á una nulidad casi completa, y el de adelantar á los liberales en términos, que ya no podian ni hacer alto, ni volver atras. Ya no podian menos, aunque no quisiesen, de dejarse llevar de la pendiente que los conducia al punto marcado por la Providencia, y de ayudar al movimiento en su propia fuerza de accion y de progresion.

El pueblo de Santiago se hallaba aun conmovido por la sensacion que le habia causado la sangre derramada; porque no estando acostumbrado á estas insurrecciones armadas, y no habiendo participado nunca á luchas políticas, le eran aun enteramente estraños los sentimientos de pasion y de odio que enjendran jeneralmente las guerras de partido. Por lo mismo, su emocion, en aquella circunstancia, era por las infelices víctimas, que su sencillez natural les hacia considerar como un objeto pasivo de una disputa de intereses. Las personas de distincion, dominadas por los mismos sentimientos, no estaban menos conmovidas; se habian puesto casi indiferentes á la suerte de la República, y habian diferido casi indefini

damente las elecciones interrumpidas por el acontecimiento.

Entretanto, las provincias habian nombrado ya sus diputados, y todos los dias se veian llegar algunos á Santiago. Entre los que estaban presentes se hallaba O'Higgins, que Rosas habia llamado con la mas premurosa solicitud.

Cuando habia sabido la rebelion de Figueroa, se encontraba cerca de Curico, y su primera intencion habia sido de continuar aceleradamente su marcha para tomar parte en las consecuencias del suceso. El 5 de abril, llegó á Santiago, y apenas se apeó corrió al palacio, embozado aun en su poncho de camino, para ponerse á la disposicion de la suprema junta, ofreciéndole su espada para contribuir á calmar los pocos temores que pudiesen tenerse todavía.

Pero si habia temores, ya no eran de que hubiese una nueva rebelion, y la inaccion provenia solamente de la consternacion que habia paralizado todo movimiento, y llenado de amargura los corazones de los habitantes. De todos los miembros de la junta, no hubo verdaderamente mas que Rosas que se hubiese mostrado superior al acontecimiento, y mantenido á la altura de su mision. Sin participarlo á los demas miembros, habia escrito una proclama, en la que, despues de haber dado algunos detalles sobre el suceso del 1° de abril, y sobre la conducta del pérfido Figueroa, decia, para tranquilizar los ánimos, que se haria justicia equitativa pero rigorosa :

No hay medio (añadia). Es preciso llenar dignamente esta obligacion del gobierno. Chile no debe alimentar en su seno á los monstruos que han proyectado

V. HISTORIA.

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