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devorarlo, y aunque la humanidad se resienta del escarmiento, la patria imperiosamente lo manda. Su muerte evitará la de tantos inocentes que han estado á punto de ser víctimas del furor de los asesinos del dia primero (1). »

Rosas habia manifestado muchas veces el deseo de ver á O'Higgins á su lado, porque sabia que con su carácter decidido y denodado conseguiria mas fácilmente romper el último eslabon de la cadena que sujetaba el país á la monarquía española. Las grandes revoluciones (decia él) no se hacen sin conmociones ni sin violencias, y el ejemplo del 1° de abril le convencia de que debia imprimir al movimiento un carácter esencialmente militar, afin de contener por la fuerza el espíritu de traicion; pero estaba lejos de ser él mismo soldado, y la ambicion de O'Higgins no se habia aun puesto en evidencia, ya fuese por respetos á su ínclito maestro, ya porque sus inclinaciones guerreras estaban aun comprimidas por la fuerza de la subordinacion.

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De todo esto nacia la necesidad de ceñirse aun á los consejos de una política diestra y astuta, por los que el hombre obra con prudencia, y, muchas veces, contra su propio modo de sentir. En efecto, habia pocos dias que Rosas y los demas miembros de la junta habian firmado una proclama alentando á los Chilenos á que se elevasen á la esfera de independencia que les habia señalado el autor de la naturaleza, y á presentar á los estranjeros el espectáculo de un pueblo instruido y laborioso; á nuestros hermanos, los valientes, leales y desgraciados Españoles Europeos, abriéndoles un asilo que mitigue el dolor de haber perdido sus hogares; á

(1) Obra en mi poder una copia de esta proclamà, debida, segun me dijo B. O'Higgins, a la sola pluma de J. Rosas.

nuestro buen rey, conservándole este último reducto de la fidelidad, mejorado, si es posible, hasta el punto de hacerlo digno de su morada (1). »

Tal era aun el lenguaje de la junta en el momento de las elecciones, lenguaje que para tranquilizar los ánimos, y temporizar con el enemigo, tenia la fatalidad de paralizar el arranque de la libertad nacional, y de esterilizar la ventaja que acababa de obtener sobre el absolutismo. Al mismo tiempo, alentaba las pasiones, aun ardientes, del partido vencido, le autorizaba á levantar la cabeza y lo impelia, por decirlo así, á disputar el éxito, procurando introducir legalmente en el congreso miembros enemigos del movimiento, y afectos con alma y vida á la monarquía española. Este era, en resumidas cuentas, el resultado de la política tímida, débil, sin prevision, y, muchas veces, contradictoria, que subyugaba á la mayor parte de los miembros del nuevo gobierno.

Las elecciones de las provincias, que habian parecido ser favorables á los liberales, acabaron por resentirse de esta organizacion viciosa. Algunos realistas habian conseguido ser nombrados diputados, y tan luego como llegaron á Santiago se pusieron en relacion con los Españoles y Chilenos enemigos del gobierno. Rosas no los perdia de vista, y procuraba adivinar, con su tino infalible, el papel que cada uno de ellos pensaba desempeñar. Analizaba el talento y la conciencia de todos. Calculaba el influjo que tenian, y despues, en sus reuniones, nunca dejaba de insinuar la oposicion que iban á causar en la asamblea, y cuan urjente era adoptar medidas propias á desbaratar sus arterias.

(1) Esta proclama se halla en el diario mss. de don Manuel Salas.

Era esta una astucia de aquel gran político, que previendo se pondrian trabas á sus miras de interes y de ambicion, se preparaba con tiempo á romperlas. Porque no puede menos de verse, en todas las acciones de Rosas, un vivo deseo de dominar al país, y de llegar á ser su presidente. Desgraciadamente, tenia por concurrente á Ignacio de la Carrera, que pretendia lo mismo, y con mas derecho, no por su talento sino porque era Chileno, y representaba el ayuntamiento, siempre deseoso de introducirse en el poder supremo.

De estas dos opuestas pretensiones surjió un espíritu de rivalidad que separó los miembros de la junta en dos campos, siempre dispuestos á hacerse una verdadera guerra sordamente. Por consiguiente, era muy importante para el fiero republicano el aumentar el número de sus partidarios en el poder ejecutivo, y, al efecto, propuso la necesidad de reunir todos los diputados que se hallaban en Santiago, y de incorporarlos en la junta para tener parte en sus sesiones. Esta proposicion fué hecha por el diputado de Valparaiso, Agustin Vial, que citaba los ejemplos de Buenos-Aires, Quito y otras partes, para que pareciese mas conforme á lo que pedian las circunstancias. Rosas, Rosales y Marquez de la Plata la apoyaron con todo su poder, y fué combatida por los demas miembros, reunidos á una diputacion del ayuntamiento, á la cabeza de la cual se hallaba el procurador de ciudad, el ríjido Miguel Infante.

Desde luego, se levantó una discusion, tan viva como terca de ambas partes, pero que se terminó en favor de Rosas; porque los Chilenos presentes en la reunion, fastidiados de vivir en incertidumbre, y deseando tener un gobierno laborioso, se habian manifestado altamente

inclinados á ella, y con mormullos bastante ruidosos habian conseguido intimidar á Miguel Infante, y obligarlo á retractar, ó, á lo menos, á modificar su discurso tocante á aquel plan (1).

Este nuevo contratiempo le fué muy sensible al ayuntamiento. Desde algun tiempo a aquella parte, su participacion en los asuntos públicos se hacia ilusoria, y se hallaba tanto mas descontento en aquella circunstancia, cuanto la cuestion, ya bastante grave por su naturaleza, presentaba un interes capital de existencia para aquella grande corporacion. Como la solucion dependia mucho de los diputados, el ayuntamiento se creia el derecho, lo menos, de retardar y diferir la ejecucion del proyecto hasta la eleccion de los vocales de Santiago, que debian ser nombrados á principios del mes de mayo.

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Así lo pidieron los cabildantes con mucha instancia; pero se les negó como contrario al plan de Rosas, y, desde aquel instante, trabajaron con mucho mas ahinco en contrarrestar el proyecto de aquel gran patriota, para lo cual emplearon todo su influjo afin de que se nombrasen diputados favorables á su competidor Carrera.

Las elecciones, que debian tener lugar el primero de mayo, fueron diferidas hasta el 6, por causa de algunos desórdenes que sucedieron. De parte y de otra hubo actos de agresion y de resistencia. Rosas empleó todos los recursos de su injenio para alcanzar sus fines. Tan pronto intentaba ganar las tropas, nombrando, de su propia autoridad, un jefe afecto, tan pronto llamaba á las elecciones los mulatos que podian votar legalmente; pero burlado enteramente por el Ayuntamiento, y por una porcion de la junta, vió su prestijio debilitarse por (1) Conversacion con don Miguel Infante.

esta táctica electoral, y, en efecto, el escrutinio dió diputados contrarios, en jeneral, á sus miras.

Y sinembargo no se puede decir con certeza que Rosas no tuviese en sus acciones mas móvil que el de su interes propio. Es verdad que se le echaban en cara algunos antecedentes que autorizaban en cierto modo á suponerlo, ya fuese en Concepcion, ya por haber participado mucho del lucro vergonzoso del asunto del buque Escorpion; pero en este momento daba muchas pruebas de desinteres, tanto para sí como para los suyos en el hecho de no querer aceptar para ellos ningun empleo de oficial en los rejimientos que se formaban; conducta que estaban lejanos de seguir los demas miembros de lá junta; y ademas de esto, ¿porqué no se habia de tomar en cuenta el estado moral de la revolucion, cuando él visaba á la presidencia? La revolucion, siempre débil é incierta, sin tener mas que el apoyo pasivo de un partido en el que, menos algunos, todos querian paz y tranquilidad, no tenia verdaderamente por sí mas que á él, y él solo podia, por sus jenerosos arranques, y sus principios democráticos, darle la fuerza y eficacia de que era capaz, y conducirla pronta y noblemente á su verdadero fin.

Sobre este punto, la propia conciencia de Rosas le dictaba lo mucho que podia hacer en favor de un pueblo que tenia tanto trabajo en sacudir el yugo de la esclavitud, de cuyos hábitos tanto adolecia; y así, animado por sus compatriotas los diputados del sur, y por muchos habitantes de Santiago, entre los cuales se hallaban la numerosa familia de Larrains, la de Salas, Rojas y otras, no desesperó de su éxito, y esperó ocasion mas oportuna para renovar pretensiones justificadas por su

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