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virtudes, el asilo de la inocencia, el destierro de la tiranía, en suma, el honor y la seguridad de la patria. »

« Borrad, añadia, de vuestros diccionarios las voces escepcion, y olvidad hasta las ideas de estos anzuelos del despotismo, que ni las provincias, ni los cuerpos ni las personas pueden tener privilejios que los separen de la igualdad de derecho. Por eso echo de menos entre vosotros á los representantes de los cuatro Butalmapus.

Así los exortaba á trabajar con justicia y conciencia á aquella grande obra, y no cesó de decirles que esta virtud es la primera cualidad de una nacion, concluyendo su discurso con estas palabras :

. Haced el bien y limitad vuestras miras á la dulce satisfaccion de haber obrado bien. Inmolaos gustosamente á vuestra patria y ocultad con destreza los servicios que le haceis. Estas son las cualidades de un ilustre ciudadano, señores, y estas son las vuestras (1).

D

Este discurso produjo una grande sensacion en la asamblea. Durante un largo rato, hubo una poderosa manifestacion de entusiasmo de parte, especialmente, de los radicales; y si los demas no fueron persuadidos, á lo menos se sintieron conmovidos.

Restablecido el equilibrio de la tranquilidad, los miembros de la junta y sus dos secretarios se dimitieron de sus títulos y poderes, y los depositaron entre las manos del soberano congreso, que, en la misma sesion, se ocupó en nombrar su presidente, título al cual se reunia el de capitan jeneral de la República. El venerable Juan Ovalle fué el que obtuvo la mayoría de los sufrajios, y se le asoció, como vice-presidente, el diputado Manuel Calvo de Encalada, y, por secretario, Francisco (1) Discurso de Rosas, segun una copia escrita de la mano de Manuel Salas. 14

V. HISTORIA.

Tagle Torquemada. En cuanto á este, no habiendo sido nombrado mas que provisionalmente, fué reemplazado, pocos dias despues, por el doctor don Francisco de Echaurren, cura de Colina, y el doctor don Domingo Ant. Elizondo, cura de San Fernando.

Bien que estos nombramientos no fuesen mas que por quince dias, lo cual los ponia aun mas bajo la dependencia del país y de los representantes, sinembargo los amigos de Rosas no pudieron impedirse de manifestar públicamente su gran descontento. Segun ellos, hallándose aun la República en un estado débil y sin consistencia, querian un gobierno pura y simplemente representativo, y que la concentracion de todos los poderes recayese en un miembro que reuniese á las cualidades de tino, saber é intelijencia, un poco de enerjía y la firme resolucion de emplear su alto influjo en destruir para siempre el último rayo de esperanza que un principio de discordia daba al partido realista, y de marchar francamente á su fin, despojándose de la política astuta y falaz que se burlaba de la sencillez de la mayor parte de los miembros del congreso, aun tan crédulos que soñaban un gobierno constitucional, bajo la dependencia de un rey absoluto.

Tales eran los deseos de los republicanos avanzados que, en todas las circunstancias, proclamaban á Rosas como el único capaz de llenar aquella mision, y con este objeto hubieran querido revestirlo de una fuerza preponderante, y aun tal vez arbitraria, persuadidos de que en semejante posicion conseguiria libertarlos enteramente del yugo español, levantando sin temor la bandera de la independencia, y cerrando la puerta á una recaida de debilidad y de timidez.

Desgraciadamente, la cámara se resentia, como lo hemos visto ya, de la falta de homojeneidad, lo que la habia dividido en dos partidos; el del Ayuntamiento y el de Rosas. Este último, numéricamente débil, no tenia por sí mas que su entusiasmo y su accion continua de alma y cuerpo, y no podia menos de luchar con desventaja contra una grande mayoría que á un deseo ardiente de conservar su influjo reunia el de ver caido el de Rosas, elevado á la altura en que la ambicion empieza á inquietar.

Nuestra libertad, decian los que componian aquella mayoría, está aun demasiado mal asegurada para entregar á un ambicioso una escesiva facultad de libre accion, de que podria servirse en su propio interes. »

Penetrados de la existencia de este peligro, procura→ ban, por cuantos medios podian, deshacer las tramas temerarias que no cesaban de urdir los fieles partidarios de Rosas. El coronel español Reyna, como comandante jeneral de las armas, habia sido encargado de esta mision, que llenaba desplegando, al menor ruido, fuerzas que comprimian todo proyecto de conspiracion, y los reducia á simples pasquines que se aparecian por la mañana en las esquinas de la ciudad.

Bien se comprende que con este esceso de desconfianza, de celos y de desórden, los dos partidos estaban siempre prontos á disputarse el poder, y hacer las sesiones de la asamblea sumamente tumultuosas y poco útiles para la nacion. Durante el primer período de su existencia, no hubo, en substancia, mas que discusiones pueriles, indiscretas, que muy luego dejeneraron en calumnias y personalidades, indignas de la representacion nacional. El partido de Rosas, que representaba el mo

vimiento, no podia suscribir á la inmobilidad del gobierno, ni á sus inclinaciones casi retrógradas. Siempre que se presentaba una ocasion, no dejaban nunca de organizar una conspiracion armada para proclamar á su jefe presidente y capitan jeneral de la República, poniéndolo, de este modo, en posicion de dar á la revolucion toda la fuerza de que era susceptible.

En este particular, el enviado de Buenos-Aires, ayudado de sus compatriotas residentes en Santiago, favorecia, con todo su poder, sus proyectos (1), y los miembros del congreso que participaban de sus principios, aunque pocos, no cesaban de protestar contra las elecciones de la capital, considerándolas como absolutamente nulas, en cuanto habian escedido el número de diputados que le señalaba el decreto. Esta protesta la hacian con tanto mas ahinco, cuanto el cabildo de Concepcion, enteramente sometido à Rosas, les habia pasado un oficio para que pidiesen la nulidad, y exijiesen una nueva eleccion.

Este mismo cabildo, que sabia todo cuanto sucedia en el congreso, pasó otro oficio á sus diputados para exijir igualmente que en los tres miembros que se debian nombrar para el poder ejecutivo hubiese uno de Concepcion, á fin de que fuese representada una de las provincias las mas importantes de la República. Este era aun uno de los medios que empleaban Rosas y sus partidarios para llegar á sus fines y apoderarse, de una vez, de la autoridad que las exijencias de las circunstancias hacian sumamente importante. Al mismo tiempo, tenia la des

(1) La parte activa que este enviado tomaba en la politica era tan grande y tan contraria á los votos de la mayoría, que la cámara se vió forzada á pasar una súplica á su gobierno para que lo llamase ó le quitase sus credenciales. Martinez, Hist. mss.

ventaja de dar oríjen á ideas de federalismo, de donde no podian menos de surjir guerras civiles.

Este nombramiento debia de hacerse el 27 del mes de julio, y los dos partidos procuraban ya servirse de su influjo para que les fuese favorable. La seccion que votaba por el Ayuntamiento estaba, en razon de la mayoría de sus votos, segura de obtener un buen resultado, y pedia un gobierno moderado. Los audaces republicanos, al contrario, querian desbaratar aquel proyecto, y, en lugar de un tribunal compuesto de tres personas, hubieran querido que Rosas entrase en él, revistiéndolo de una especie de dictadura; pero en una reunion que tuvieron la víspera, la mayor parte se opusieron á este intento, como enteramente contrario á las costumbres y á las opiniones del país, y para dar una cierta garantía de ponderacion fué propuesto el que se nombrase una junta, compuesta de Rosas, por presidente; de J. Ant. Rojas, Gregorio Argomedo y el ex-mercedario Larrain, como miembros, y con Bernardo Vera y Camillo Henriquez de secretarios.

Pero para esto necesitaban audacia y violencia, y sus actos, por ocultos que fuesen, no podian quedar ignorados con el sistema de policía secreta que tenia organizado tan hábilmente el tribunal de pública seguridad. En este tribunal era en donde se descubrian todos los complots que continuamente tramaban los inquietos republicanos, y en donde se iba á deliberar sobre los medios conducentes á burlar el que se preparaba para el dia siguiente al 27.

Así, á penas los conspiradores se presentaron en la plaza, se vieron obligados á dispersarse, sin haber conseguido mas que causar á la asamblea un momento de

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