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paracion del poder y el permiso de volver á su provincia para restablecer su salud, que estaba lejos de ser buena. Carrera pensó que interesándole en su propia causa podria sacar de él muy buen partido, y le propuse sus poderes para ver de conciliar con Rosas los puntos de contestacion que tenia com él, y arreglar pacíficamente los intereses de la república. Aceptada la proposicion por O'Higgins, Carrera le pasó un oficio credencial autorizándole á hablar en nombre de la junta, y reco mendándose al mismo tiempo á sus virtudes, talento y patriotismo (1).

Pero Carrera no se contentó con esto, sino que, como hombre de nervio y de prevision, destacó algunos dias despues una coluna de observacion de doscientos veteranos al mando de su padre don Ignacio, dándole por asesor y secretario á don Gabriel Tocornal, y él mismo se entregó con celo y premura al cuidado de reunir los elementos necesarios para la organizacion de un ejército.

La inspeccion de caballería recibió una buena organizacion. El batallon de granaderos se elevó á la respetable fuerza de 1200 plazas. Se reformó el cuerpo de 300 dragones por inútiles, y se levantó el de la guardia nacional de 500 plazas. Se quitó á los frailes de San Diego el convento y se hizo de él un escelente cuartel de caballería. Se fabricaron 10,000 lanzas, 1,500 tiendas de campaña, vestuarios y monturas para todos los cuerpos, municiones de todas clases, y, por último, cuanto se necesitaba para la defensa del país (2). »

Estos grandes preparativos militares, que se continuaban activa é incesantemente, fueron un justo motivo

(1) Documentos publicados en el Perú, por Juan Ascensio. (2) Diario de Miguel Carrera.

de descontento para la provincia de Concepcion, aun penetrada de las palabras de paz que le acababa de llevar don Bernardo O'Higgins, y se reunió en aquella capital de la provincia una asamblea cantonal para deliberar acerca de los intereses del país, y obligar por medios legales á Carrera á abrir nuevas elecciones para la formacion de un congreso.

Sobre este punto todos los diputados habian estado de unánime acuerdo, y ya uno de ellos habia sido nombrado para llevar aquella decision á la junta de Santiago, cuando de repente recibieron aviso de que el brigadier don Ignacio Carrera habia avanzado con fuerzas hasta Talca con el solo objeto, según él decia, de vijilar por la seguridad de ellos mismos.

Era esta una especie de provocacion que ponia á lá junta en la necesidad de tomar tambien una actitud de fensiva, y fué destacado, incontinenti el teniente coronel don Manuel Serrano con cien dragones para ir á campar á la orilla meridional del Maule.

Por otro lado, se dieron órdenes para reunir las tropas, y O'Higgins, que habia sido nombrado inspector de las milicias de la Laja, marchó á disponerlas á todo evento despues de haber escrito á Carrera los motivos de cuanto sucedia, declarándole que su posicion en aquel instante era incompatible con la mision que se habia servido darle.

Por todo esto se ve que los dos partidos estaban ya casi decididos á la guerra; que habia en los jefes el mismo espíritu, la misma tendencia y las mismas pretensiones; pero, ¿cuales eran los fines?

Sin duda, estos fines no eran el combatir un enemigo ni un principio, puesto que militaban bajo la misma

bandera, obraban bajo las mismas inspiraciones y ambos querian el bien del país, la felicidad de la patria; pero, desgraciadamente, conforme á sus diversos intereses, á su vanidad y vanagloria. Tal era la causa de una lucha que ya dejeneraba en guerra civil, pues, desde aquel instante, cortaron su correspondencia, y sus tropas marchaban unas contra otras (1).

El 9 de marzo, el brigadier Juan José Carrera salia de Santiago á la cabeza de 900 veteranos y 200 caballos. Su hermano Miguel le seguia de muy cerca con plenos poderes para terminar amicalmente aquella pueril discusion, y el otro hermano Luis, entonces convaleciente, debia ir á reunirse con ellos con su artillería. Así, por parte de Santiago, todo estaba en movimiento y los soldados iban llenos de entusiasmo y de deseos de batirse.

Por el lado de Concepcion, este entusiasmo no era menor. La provincia entera se puso en pié con las proclamas de Rosas y de Francisco Calderon. Cada villa, cada canton se apresuró á dar su continjente de milicianos. Casi todos sus soldados quedaron sobre las armas en sus respectivos cantones, y tres mil quinientos sa

(1) En una de sus cartas á Rosas, cuya copia tenemos, Miguel Carrera alega por motivo de la disolucion del congreso su incapacidad de llenar su mision, sin pensar de ningun modo en elaborar una constitucion, objeto de los mas urjentes, malgastando un tiempo precioso en personalidades indecentes y etiquetas ridículas, y luego añade :

« V. se engañó fatalmente cuando provocó el congreso en un reino sin opinion, sin espíritu público, sin ilustracion, sin virtudes civiles y aun sin conocimiento de los primeros deberes del hombre. Lo ha tocado V. mismo, y suspender este congreso era el medio único decente y adaptable; y convengamos que Chile, y acaso todo el sur, solo es compatible con un gobierno nervioso, ilustrado, que mientras provee con la mayor ejecucion á su seguridad, disponga por institutos nacionales unos pueblos insensibles para que salgan al estado de hombres. »

lieron á reunirse en Chillan, con sus jefes y oficiales. Estas tropas eran los lanceros de la frontera con sus lanzas, laquis y coletas, mandados por el valiente O'Higgins; los dragones de Linares, mandados por Benavente; el batallon de infantería de Chillan á las órdenes del capitan de granaderos don Clemente Lantaño, por estar ausente su comandante don Julian Ulmeneta; y muy luego se le juntaron el batallon de Concepcion, los dragones de la frontera y algunas piezas de artillería mandadas por Juan Zapatero.

Hallándose los jefes reunidos, se pensó en formar un consejo de guerra para tratar de las consecuencias que podria tener cierto ruido, esparcido por un Franciscano, de que Carrera proyectaba revolucionar la provincia y ponerla á fuego y á sangre. En dicho consejo, se decidió que se fuese á campar á la villa de Linares y que Rosas, con algunas tropas, marchase á las orillas del Maule para tener una entrevista con Carrera, entrevista que el mismo Carrera deseaba con anhelo.

La providencia quiso infundir prudencia á aquellos buenos corazones, que las pasiones habian enconado uno contra otro, y esta entrevista se verificó en el Fuerte viejo, al norte del Rio Maule, convertido, en aquella ocasion, en una especie de Rubicondo para los dos ambiciosos opuestos. Despues de haberse prometido, recíprocamente, sincera y franca amistad, entraron en conferencia. Hablando Rosas en nombre de la Asamblea, pidió la aceptacion del tratado que por el conducto de su delegado O'Higgins le habia sido enviado, y en el cual se estipulaba la convocacion de un congreso, el nombramiento de un nuevo poder ejecutivo y sobretodo el esablecimiento de un gobierno realmente representativo.

V. HISTORIA.

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Carrera admitió sin dificultad la eleccion de un nuevo congreso, pero no el nombramiento de un nuevo poder ejecutivo, en el cual temia no ser comprendido, y, por el hecho, hizo toda discusion inútil. Sus palabras vagas, subversivas y aun capciosas pusieron en cuidado á Rosas, que al reunirse con su estado mayor, no pudo menos de manifestar alguna desconfianza sobre las intenciones de Carrera (1). Sinembargo, emplazaron segunda conferencia, que debia verificarse en la villa de Talca, la cual se hallaba en el centro de la posicion del ejército de Santiago. La aceptacion de esta nueva entrevista era imprudente de la parte de Rosas, que ya sospechaba algun artificio en su rival; pero sin duda no se decidió á creerle capaz de un acto de felonía. Noobstante, su estado mayor, fundándose en que en la guerra, la prudencia es una de las principales virtudes de un jefe, le manifestó una respetuosa desaprobacion. O'Higgins sobretodo se mostró desconfiado, temió la lentitud y aun tambien la imposibilidad de un tratado, y animado de un ardiente deseo de salir de dudas, pidió los cuatrocientos dragones que habian acompañado á Rosas, y los cuatro batallones, de cien hombres cada uno, de su rejimiento de lanceros, y con estos ochocientos hombres se propuso causar una poderosa diversion en el ejército enemigo.

Su plan era ir á pasar el Rio á la parte de las Cordilleras y marchar al norte para cortarlo y apoderarse de la artillería, que se hallaba mal ordenada entre San Fer nando y Curico. En esta sorpresa, esperaba tambien hacer prisioneros algunos granaderos que se hallaban

(1) Convers. con don Bern. O'Higgins.

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