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las pasiones de los partidos, y el temor de los riesgos que cada uno corre, hace que nadie piensa mas que en su propio interes, dejando con indiferencia que los demas sufran su suerte. Así sucedió que el destierro de Rosas, que en este instante inspira justa indignacion, fué mirado en aquel tiempo de turbacion con la mayor frialdad, y sin el menor sentimiento, casi todos abrazando la causa del hombre que ofrecia mas garantías contra los elementos de anarquía que amenazaban la tranquilidad pública. Hablando del jefe del estado, todos se espresaban con cierta especie de cortesía, sincera ó afectada, pero muy conveniente en aquel momento, en que se necesitaba conciliar intereses opuestos, aquietar las pasiones y recomendar á los hombres capaces aquellas instituciones que pedian tanta atencion y tantas reformas. Haciéndose, en cierto modo, jefe de la república, Miguel Carrera tomaba sobre sí una grave responsabilidad, y nadie mejor que él podia dirijir el carro del estado por la verdadera via que debia seguir. Con sus arranques que causaban tanto entusiasmo; con la actividad de sus movimientos; con el nervio patriótico que tenia y que daba tanto aliento al patriotismo y, enfin, con la aceptacion jeneral que gozaba, estaba, en el mas alto grado, obligado á llenar con honor y gloriosamente sus sagrados deberes.

Ademas, la suerte le era sumamente propicia. Gracias á sus campañas de España, Carrera era el verdadero jenio marcial de la república y tenia una grande superioridad sobre los demas jefes, sin esceptuar los que disfrutaban mayores grados que el suyo. Las tropas le amaban, y los oficiales se hicieron al instante sus afec-. tisimos amigos y sus compañeros en pasatiempos pue

riles, que estaban muy lejos de merecer la aprobacion de los hombres de juicio. Reflexionando sobre los riesgos á que estaba espuesto el país, ya por ambicion de los partidos, ya por la posibilidad de una invasion española, creyó oportuno dar un impulso militar á las instituciones, y aun tambien á la educacion de la juventud, sembrando, por el hecho, la carrera del defensor de la patria de los mas insignes honores (1). Tambien formó nuevos cuerpos de milicias que entregó, desde luego, á la instruccion y á la disciplina, y nuevos batallones de veteranos; y mandó que el jefe supremo tuviese una guardia de honor, bajo el nombre de gran guardia ó guardia nacional (2), compuesta de un escuadron de husares, de los cuales se nombró él mismo comandante, perfectamente equipados, lo cual ocasionó zelos en los demas cuerpos, que noobstante ocupaban igualmente su atencion; porque, por lo mismo que habia visto tropas perfectamente vestidas, deseaba poner en el mismo pié á las de Chile, no solo en cuanto al brillo esterior que realza al soldado á sus propios ojos, sino tambien en su trato interior, y este fué el motivo que tuvo para levantar una caserna á los huérfanos, bajo un plan demasiado vasto y costoso para que fuese posible ejecutarlo nunca completamente.

Esta especie de lujo de construccion y de equipo habia ocasionado grandes gastos que el país no estaba en estado de sobrellevar; porque todo cuanto se necesitaba

(1) Como despues de la revolucion, muchos que no eran militares Hevaban uniformes, galones y charreteras, cosa realmente escandalosa, mandó formar una junta de jefes «para que rejistre y reconozca los títulos que documenten à cada uno su uso, privando de él á los que no los tengan.» (Oficio del 27 de febrero 1812, en la Aurora, no 5, extraord.)

(2) Compuesta de soldados de caballería lijera que debian ejercitarse en el manejo de la tercerola, de la pistola y del sable, que eran sus armas. La fuerza efectiva del cuerpo era de 438 h.

estaba sumamente caro, y si á esto se añaden los pocos ingresos del fisco, y la pobreza del país mismo, se verá que la tesorería no podia menos de hallarse muy pronto en el mayor apuro, y, en efecto, hubo que recurrir á donativos; pero si unos se apresuraban á mostrarse jenerosos, otros, en jeneral, lo hacian con bastante repugnancia, porque el carácter económico del chileno no le permitia mirar con indiferencia la grande prodigalidad que rayaba ya en desperdicio. Sobre esto aun hubo tambien algunos clamores de descontento, y algunos se propasaron á poner en duda la probibad de Miguel Carrera; acusacion injusta, calumnia verdadera en oposicion diametral con el espíritu liberal de un hombre que, noobstante la ambicion que tenia de hacer las cosas con grandeza, manifestaba su abnegacion personal en la sencillez y modestia de su traje.

Con todo eso no nos podemos disimular que habia en esta familia un espíritu de conveniencia egoista, visto que, como ya lo hemos dicho, sus miembros tenian los primeros empleos del ejército, sin duda con el fin de aprovecharse de ellos para dominar. En el espacio solo de algunos meses, el padre y Juan José habian sido promovidos al grado de brigadier; los otros dos hijos eran ya coroneles, y todos, menos el padre, tenian el mando de algun cuerpo. Es verdad que todos estos militares improvisados, por decirlo así, tenian un carácter diferente. Luis era poco ambicioso, y, lo que es mas, tenia poca inclinacion á las armas, segun lo manifestó claramente en todas las acciones en que se halló con las débiles pruebas que dió de sus conocimientos y de su valor. Al contrario, Juan José se ha distinguido siempre por su bizarría, y tenia mucho mas juicio que Juan Miguel, el cual, aun

que menos valiente que su hermano primero, poseia todo lo que da superioridad, como talento, actividad y sobretodo la preciosa esperiencia adquirida al frente de un enemigo que en aquella época se reputaba un modelo de táctica y de disciplina.

A pesar de estas ventajas, Juan José no podia someterse á su hermano como inferior en grado y de menor edad, porque tenia tambien la conciencia de su mérito, y la jerarquía militar le hacia olvidar los miramientos que debia á un miembro del poder ejecutivo. Así habia á menudo entre ellos discusiones y enconos que el padre procuraba apaciguar, pero se guardaban un rencor que, al cabo, no podia menos de estallar.

Afortunadamente, el estado de confusion en que se hallaba el país no les dejaba lugar para pensar en él. Todas las administraciones, como ya se ha dicho, pedian toda la atencion y todos los cuidados de las autoridades, y por mucho que el ejército le ocupase, Miguel tenia tambien que pensar en la organizacion de los despachos públicos, y en las medidas de reforma que exijia el nuevo estado de la sociedad y de la civilizacion. Pero ya se sabe que las acciones de un guerrero no tienen siempre por guia á la ciencia, y necesitaba consejos de personas que supliesen su insuficencia. Para eso, tuvo el buen tino de escojer sujetos tales como Manuel Salas, Gabriel Tocornal, Juan Egaña, Bernardo Vera y otros, los cuales eran muy capaces de conducirlo por la verdadera senda de los progresos, y por medio de estos buenos patriotas pensó en establecer el órden y la legalidad que despues de algun tiempo no se veian en los actos administrativos.

Pero lo que mas le preocupaba era el establecimiento

de un gobierno fundado en las verdaderas bases de la representacion democrática. Como esta especie de gobierno tiene su orijen en la eleccion y es de rigorosa justicia que el número de diputados de cada provincia sea proporcionado al de sus habitantes, mandó hacer un empadronamiento jeneral, operacion que nunca se habia hecho mas que con resultados inciertos y aproximativos (1).

La instruccion de la juventud fué tambien un parto de aquellas ideas democráticas segun las cuales el pueblo debia adquirir estensamente el conocimiento de sus derechos para llegar á ejercerlos con dignidad nombrando libremente y con acierto representantes capaces: de defender los intereses de la nacion, y de deliberar sobre la promulgacion de las leyes las mas conformes al bien público. Afin de conseguir este resultado, y dar al mismo tiempo al pueblo la instruccion necesaria para el manejo de sus propios y particulares intereses, dispuso que se estableciese en cada convento una escuela gratuita para niños y adultos, y tambien las habia para las jóvenes (2), las cuales, hasta entonces, habian carecido de este medio de enseñanza. Esto en favor del pueblo.

Para las clases pudientes, se pensó en fundar un establecimiento destinado á ser « una escuela central y normal para la difusion y adelantamiento de los conocimientos útiles, y cuyo instituto era dar á la patria ciudadanos que la defiendan, la dirijan, la hagan florecer y le den honor. »

(1) Está en nuestro poder este empadronamento formado sobre grande escala, pero desgraciadamente le faltan algunas provincias.

(2) Estas iban á aprender á leer y á escribir á casas de señoras, que se interesaban por ellas y las instruian por puro afecto.

V HISTORIA

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