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con lanzas y machetes, mandados por don Santiago Arriagada, el batallon de cuatrocientas sesenta plazas que mandaba el capitan Urrea, esparcido por las cercanías, y otras muchas milicias de las cuales retuvo una parte, enviando la demas fuerza á Talca á la disposicion del jeneral en jefe, justamente afanado á la sazon en juntar un pequeño ejército para ir al encuentro de Pareja, que sabia no tardaria en avanzar sobre el Maule.

En aquel momento, el cuartel jeneral de Carrera tenia un aspecto muy militar. Las tropas regladas, que necesariamente eran su principal apoyo, acababan de llegar y se componian del batallon de granaderos mandado por José Carrera, á quien acompañaba Mackenna, que habia vuelto de su destierro y habia sido ascendido al grado de cuartel maestre, y del escuadron de la guardia nacional, á las órdenes de don Juan Ant. Diaz Salcedo. El primero de estos cuerpos tenia mil hombres de fuerza, y el otro doscientos treinta, los cuales con los ochenta que habian llegado con el obispo y los catorce que habia llevado José Miguel, componian un total de 1,324 soldados disciplinados, prontos á batirse á pié ó á caballo, como infantería ó como caballería, segun las circunstancias lo exijiesen; pero que no tenian fusiles por habérselos quitado la junta para armar con ellos á los voluntarios de la patria, accion que el jeneral en jefe desaprobó en secreto, contentándose con remplazar los fusiles con lanzas, bien que no pudiesen en manera alguna serles de la misma utilidad, no estando acostumbrados al manejo de esta arma.

Algunos dias despues, llegó Luis Carrera á la cabeza de doscientos artilleros con diez y seis piezas de cam

V. HISTORIA.

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paña mál montadas, y trasportadas, como tambien las municiones, en setenta carros y cuatrocientos acémilas (1).

La reunion de todas estas tropas, á las cuales se juntaron luego los rejimientos de milicias del Príncipe y de la Princesa de Santiago, y el de Maypu, componiendo un total de 1500 hombres, mandados por el coronel don Estanislao Portales; las de Cauquenes, que ascendian á 1800, á las órdenes del teniente coronel don Fernando de la Vega, enviado por su coronel don Juan de Dios Puga, y otras muchas, permitieron al jeneral en jefe clasificarlas segun su plan de campaña, y dividirlas en colunas compuestas la primera de 200 granaderos de las milicias de Cauquenes y las partidas y piezas de campaña que tenia O'Higgins en Bobadilla. Esta se puso al mando del coronel don Luis Carrera.

La segunda la formaron el resto del batallon de granaderos, cuatro piezas de artillería y el rejimiento de Maypu, mandado por el brigadier don Juan José Carrera, y que se situó en Duao.

La tercera la formaban la gran guardia, la guardia jeneral, cuarto piezas de campaña y los rejimientos del Príncipe y Princesa á las inmediatas órdenes del jeneral en jefe, y acampó á una legua de distancia de la segunda (2).

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Así, los tres hermanos Carrera se habian repartido el mando de todo el ejército, cometiendo un yerro muy grave, cual era el dar márjen à la reconvencion de egoismo á que habian dado ya lugar mas de una vez; cosa que necesariamente habia de despertar los anti

(1) Diario de Miguel Carrera.

(2) Diario de Miguel Carrera, y Memoria de José Miguel Benavente.

guos rencores que el peligro comun habia podido á gran pena apagar. Pero en aquel instante, todos estaban mas dispuestos á obrar que á pensar en rivalidades y zelos que podian desbaratar el plan de organizacion del ejército.

Mas no sucedió lo mismo en Santiago, en donde el espíritu de oposicion llegó á vencer la resistencia y apoderarse del gobierno.

Al marchar para el sur, Miguel Carrera había dejado en su lugar, como miembro, á su hermano José, que tambien tuvo que dar su dimision para marchar á la cabeza de su batallon de granaderos. Por la ausencia de estos dos jefes y de sus tropas, el partido municipal, unido, como ya lo hemos dicho, al partido de Rosas, tomó cierto ascendiente en el senado y le dió á entender que en aquel crítico momento, era sumamente importante revestir el gobierno de toda la fuerza nacional, y que para eso se necesitaba lejitimarlo por medio de elecciones sino populares, que las circunstancias no permitian, á lo menos por la del senado, la cual, aunque en cierto modo fuere ilegal (pues ni aun tenia una soberanía de delegacion), podia sinembargo por la eleccion de sus miembros recibir la aprobacion universal de los buenos patriotas.

Esta eleccion tuvo lugar, en efecto, el 15 de abril, y el resultado del escrutinio fué favorable á los tres antiguos municipales Francisco Perez, Agustin Eizaguirre y José Miguel Infantes, los cuales entraron desde luego en ejercicio, remplazando los dos miembros que habian quedado, Portales y Prado, y que algunos dias despues pidieron licencia, uno por enfermedad, y otro por quehaceres urjentes.

Bien que los nuevos miembros del gobierno hubiesen sido inquietados en otro tiempo por Carrera, y que uno de ellos hubiese tenido que padecer la pena de destierro, sin embargo no se opusieron de modo alguno á esta organizacion militar, á pesar de que les pareciese muy peligrosa para la sociedad, en atencion á que ponia toda la fuerza material del estado á la disposicion de una sola familia influyente y ambiciosa. Sabian y conocian que los hombres capaces de mandar eran raros, y que las tropas bisoñas y sin disciplina exijian que hubiese en sus jefes una misma voluntad y un mismo pensamiento. Por consiguiente, se ve que estaban penetrados de los sentimientos mas patrióticos, y que pensaban mucho menos en antiguos motivos de enemistad que en emplear todos sus esfuerzos y conato en sostener á Miguel Carrera, ayudándole con todos los auxilios necesarios, y fomentando el entusiasmo y la ambicion de gloria que lo dominaban; porque veian que era el único modo de mantener el órden en un ejército tan mal disciplinado, prepararlo á batirse y alcanzar victorias y, enfin, á salvar la revolucion, que era el principal objeto de sus acciones y pensamientos. Así los vemos, desde luego que entraron en el gobierno, revestir la misma enerjía que habia mostrado el jeneral en jefe al recibir la noticia de la invasion, seguir su política violenta para la seguridad de todos, prohibir la entrada del país á todo español, espulsar de él á los que tenia por sospechosos y corroborar el decreto que castigaba con la pena de muerte á todo aquel que estuviese en correspondencia con la provincia invadida ó con el Perú. Si esta medida de rigor no emanaba de ellos, no por eso dejaban de conocer y apreciar toda su importancia y se mostraban firmemente dispuestos á

darle vigor contra los Chilenos mismos que diesen el menor indicio de felonía, ofreciendo al contrario premio á los soldados que desertasen de la bandera enemiga. Con tales pruebas de que tenian la fuerza de ánimo que pedia la situacion política, y la firmeza necesaria para obrar con decision, aquellos esforzados patriotas consiguieron comprimir todo movimiento de reaccion y aprontar los infinitos recursos de que necesitaba el país para constituirse en buen estado de defensa. Dos objetos llamaban y llenaban principalmente su atencion; el formar soldados, y el mantenerlos en buen pié. Para conseguir el primero, procuraban fomentar el ardor del espíritu nacional por todos los medios posibles, en los que comprendian la exaltacion que causa la pompa de funciones relijiosas, penetrando las conciencias y disponiendo á la abnegacion de sí propio; esto ademas de los decretos promulgados para levas de voluntarios, y si estas no bastaban, forzadas, imponiendo penas de rigor á cuantos siendo capaces de llevar armas y de entrar en la milicia, no se alistasen bajo sus banderas. Con este mismo objeto, habian pedido socorros á Buenos-Aires, ó á lo menos el regreso de las tropas que se le habian enviado como auxiliares.

Para alcanzar el segundo, tuvieron recurso á un empréstito, ya pedido por Carrera, sobre vales de Aduana, y los hipotecaron con los réditos mas seguros del fisco, entre otros, 400 regadores de la acequia de Maypu, que valian entonces 2,000 p. cada una. De este modo daban pruebas de su buena fe ofreciendo segura garantía á los prestadores. Tambien quisieron dar una de satisfaccion á los buenos patriotas que se distinguiesen por un acto de civismo ó por una accion militar, creando una deco

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