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cion de las tropas solo fuese contra los realistas, promotores de la guerra, y que despreciasen el botin, repartiéndole, á medida que lo cojian, entre los indijentes del pueblo; noobstante, no se puede negar que esta accion de Carrera fué indigna de un jefe militar, muy perjudicial á los resultados que acababa de obtener y de la que, tarde ó temprano, no podrian menos de servirse sus enemigos como de un arma de vituperio y de reprobacion contra él y contra sus fines.

Entre las personas que habian conseguido salvarse á bordo de la Bretaña, se hallaban el mayor jeneral don Ignacio Justis, Monreal, todos los oficiales y el traidor Ximenez Navia, que era el que mas hubiera deseado Carrera cojer. Para eso, mandó preparar dos lanchas cañoneras, que al mando del teniente don Nicolas García, salieron para atacar la Bretaña, contrariada por un viento norte sumamente recio, que la obligó á permanecer anclada durante muchos dias en la isla de la Quiriquina, en donde habria sufrido mucho de los tiros de la artillería del fuerte, si el enemigo no hubiese tenido la buena inspiracion de inutilizar los cañones antes de abandonarlos. Por consiguiente habia alguna esperanza de éxito para las lanchas cañoneras; pero desgraciadamente, el mismo inconveniente que esperimentaba la Bretaña, las impedia tambien de adelantar y acercarse; de suerte que cuando saltó el viento favorable, el buque tuvo tiempo para salvarse.

A pesar de este mal éxito, los resultados de esta accion eran sumamente ventajosos para los patriotas. Ademas de haber ocupado Talcahuano, se habian tomado tres bastimentos enemigos, se habian libertado de los pontones sesenta granaderos, treinta húsares y otros tantos

milicianos que habian caido prisioneros en la accion de Yerbas Buenas, y que tuvieron la felicidad de incorporarse bajo sus banderas. Los almacenes se hallaron bien provistos de vestuario, armas, víveres y salpetre. El enemigo tuvo muchos muertos, y se le cojieron ciento y cincuenta prisioneros, contando siete oficiales, los cuales fueron todos tratados con la mas jenerosa humanidad, sin que ningun individuo del ejército se propasase á hacerles el menor insulto.

Luego que la Bretaña dió la vela, Miguel Carrera resolvió contramarchar con sus tropas á Concepcion para combinar allí un plan de ataque contra Chillan. Dejó al teniente coronel don Santiago Muñoz Bezanilla de gobernador en Talcahuano con órden de disponer que la bandera española tremolase en los diferentes puntos de la costa, á fin de atraer los buques peruanos. Así lo ejecutó dicho gobernador, y con esta treta consiguió, al cabo de siete dias, apresar el bastimento la Thomas, que venia ricamente cargado de toda especie de socorros para el ejército invasor de Chile. El capitan de dicho bastimento, aunque con mucho recelo, habia tenido que decidirse á enviar en un bote al puertecito de Tumbe al oficial de marina don Felipe Villavicencio, á informarse del estado de la guerra, pero en aquel momento, ya por órden del gobernador de Talcahuano se habian puesto por toda la costa emboscadas para interceptar á dicho buque toda comunicacion con tierra; por manera que á penas el citado oficial saltó en ella, fué cojido con todos los marineros que llevaba. Al dia siguiente, la fragata tuvo la misma suerte, porque hallándose fondeada en el puerto mismo, fué sorprendida por la noche por dos lanchas cañoneras mandadas, una por don Nicolas

García y la otra por Ramon Freire, y que la forzaron á rendirse sin resistencia.

En esta fragata iban treinta y siete oficiales destinados á los cuadros de algunos cuerpos de nueva creacion, y entre ellos habia sujetos de mucho mérito, tales como el brigadier Rábago, el coronel Olaguer Féliu, el hábil oficial de marina real Colmenares, el cirujano Grajales y otros. En su cargamento se contaban cincuenta mil pesos de mercancías, una cantidad igual en efectivo; armas, municiones y otros pertrechos, con todo lo cual el ejército real se habria puesto sobre un pié respetable y en estado de tomar la ofensiva; pero la providencia dispuso las cosas de otro modo para la salvacion de la República, haciéndose el regulador de los acontecimientos y poniéndoles en armonía con las necesidades de la época para que los patriotas pudiesen aprovecharse de ellos.

Mientras que por un lado se conseguian todas estas ventajas, O'Higgins, que despues de la accion de San Carlos, se habia dirijido con algunos pocos soldados á la frontera para animar al pueblo, y atraerlo á su partido, habia conseguido apoderarse del fuerte de los Anjeles, haciendo prisionero á su comandante, que era el coronel don Fermin Zorondo, y á ciento y diez soldados, entre dragones y artilleros, que lo ocupaban. En seguida, ayudado de los milicianos, que sus amigos le habian Ilevado, y de algunos veteranos que, por patriotismo ó por alcanzar el premio prometido, habian desertado del ejército español, empezó á recorrer toda la frontera, atacando todos los fuertes, que sucesivamente tomó, esceptuando solo los de Talcamavida y Santa Juana.

En consecuencia, ya Miguel Carrera se hallaba dueño de casi toda la provincia invadida. En menos de dos

meses de tiempo, su ojeada militar, su tino y su actividad consiguieron arrinconar al enemigo en un solo punto, quitándole todas las posiciones que ocupaba, y poniéndolo en un aislamiento tal que ya no podia procurarse víveres sino por la fuerza. En semejante estado de cosas, un jefe circunspecto y maduro no podia ni debia obstinarse contra la suerte de la guerra, y por el interes mismo de la causa que defendia, lo que tenia que hacer era someterse ó resignarse á lo que las circunstancias pedian, procurando sacar de ellas el mejor partido posible. Con las ideas que ya habian echado raices en el país, y con los progresos de aquel partido, ya no era posible dudar del triunfo de la revolucion, y todo cuanto se podia pretender y esperar era reconquistar el país diplomáticamente y comercialmente.

Pero habia poca posibilidad de conseguirlo en aquel instante en que el gobierno español ya no se hallaba representado mas que por un jefe militar, y como ya se sabe, los jefes militares en jeneral, no conocen mas que su espada, y las instrucciones que tienen, de las cuales son esclavos, y las mas veces sin poder hacer mas que sustituir la fuerza al derecho, la terquedad á la razon. Sobretodo, Pareja, que, por la naturaleza de su mision, hubiera podido usar de esta política, acababa de fallecer, y Sanchez habia recibido demasiada poca educacion para entenderla. Por eso, dejándose llevar de su propio interes y de su ambicion, procuró conservar ó ganar por acciones el grado eminente que la casualidad le acababa de dar.

La ciudad de Chillan, situada en un llano, era poco propia á servir de retirada, porque no tenia defensa alguna natural, y, en este particular, Sanchez se mos

tró poco hábil en el hecho de preferir esta ciudad á la de Talcahuano, la cual reunia á la facilidad de la defensa la grande ventaja de hacerlo dueño del mar; pero por otra parte no se puede disimular que suplió á la falta de talento desplegando una actividad estraordinaria. Bien que fuese naturalmente muy poco ájil, se le veia continuamente en las obras de fortificacion animando á los trabajadores, alentándolos y causando temor á los descontentos con el aspecto imponente que la naturaleza le habia dado.

Los soldados que le quedaban no eran muchos, y no pocos estaban muy enfermos; pero gracias á algunos realistas, y principalmente á los hermanos de la órden de San Francisco, habia conseguido reunir á su pequeña fuerza una bastante grande de milicianos, que oficiales de instruccion y de habilidad estaban encargados de ejercitar y disciplinar. Estos soldados le eran sumamente útiles, porque eran prácticos conocedores de todas las localidades del país, conocian perfectamente todos sus desfiladeros y accidentes de terreno, y podian mandar partidas de guerrilla tanto para inquietar la division acampada á las márjenes del Itata, como para abastecer de las muchas provisiones que un largo sitio iba á hacer muy necesarias, pues habia tenido conocimiento por sus espías de las intenciones de Carrera, y ya sabia los preparativos que estaba haciendo para ir á atacarlo.

Sinembargo, la estacion era poco favorable para este ataque, en atencion á que estábamos en el corazon del invierno, época de eternas lluvias, en la cual el mal estado de los caminos y las crecidas de los rios hacen á unos y á otros sino enteramente intransitables, á lo me

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