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nos, de difícil y fatigoso tránsito. Por eso, muchos jefes opinaban se aguardase por el buen tiempo para empezar esta nueva campaña, fundándose especialmente en que el sitio que iban á poner á Chillan exijia mucha artillería; pero Carrera calculaba de otra manera, y pensaba que la toma de Concepcion, y su éxito en Talcahuano, debian haber desmoralizado al ejército enemigo, de cuyo temor seria muy útil aprovechar para darle una batalla decisiva y esterminarlo. Tal era la confianza que tenia en el mal estado de los soldados de Sanchez, que ya empezaban á abandonar sus banderas, y la que le daba el prestijio de la conversacion de la ofensiva, que en todos sus partes al gobierno, no pedia mas que ocho dias para acabar con el ejército enemigo.

El plan que tenia que seguir era muy sencillo: hallándose el enemigo reunido y encerrado en una sola ciudad, solo se trataba de sitiarlo en ella, y con este fin, escribió á los diferentes cuerpos dispersos por la provinciase reuniesen en las imediaciones de Chillan.

O'Higgins recibió órden de reunirse sobre el Diguillin con los mil cuatrocientos soldados de milicias que habia podido reunir, y algunos granaderos y artilleros que habia sabido ganar, ó que Carrera le habia enviado bajo el mando de Campino.

El coronel Vial, acuartelado en Talca, fué encargado de ir á reforzar la coluna de observacion del comandante Cruz, cuya posicion se hacia cada dia mas crítica.

Luis Carrera, acompañado del consul Poinset, partió el 22 de junio, para la division del centro, precedido de la artillería de campaña y de los dos cañones de á 24, que habian salido la antevíspera, y cuyo transporte habia de costar tanto trabajo y tantas dificultades á su

conductor, que era el bizarro teniente Bernardo Barrueta. En seguida, volviendo sus previsiones hácia Concepcion, que consideraba, con mucha razon, de mucha importancia, mandó que fuesen sacados de allí los reos de estado y confinados en la Florida, bajo la salvaguardia del subdelegado José María Victoriano; instaló una junta provisionar para vijilar la seguridad de la provincia, y las necesidades del ejército, y el 23 de junio, salia de Concepcion y se dirijia sobre Talca para acelerar la salida de Vial, cuya tardanza empezaba á parecerle sospechosa.

Se ha supuesto que el gobierno no veia de buen ojo esta campaña y que la habia desaprobado; pero esto no es exacto, pues, por los documentos que tenemos á la vista, vemos, al contrario, que la queria y la apresuraba, porque ya le tardaba el que se concluyese aquella guerra entre hermanos para entregarse con reposo y tranquilidad á las mejoras que el país reclamaba. Ademas, sucedió en medio de todo esto un acontecimiento que parecia propio á activar la espulsion pronta y completa de los realistas de la provincia de Concepcion.

Al tiempo de la toma de Talcahuano, la mayor parte de los realistas habia podido embarcarse en buques que se hallaban anclados en la bahía, y gracias al viento, que se les hizo favorable, muchos de estos buques pudieron largarse y ponerse fuera de alcance. Entre ellos se encontraba la Bretaña, fragata armada en corso y mandada por Pargas, la cual, luego que tuvo la mayor parte de los jefes á su bordo, tomó la direccion de Lima, y al pasar delante del Huasco, tuvieron la presencia de ánimo de esparcer allí el ruido de la próxima llegada de una poderosa espedicion realista, esperando atraer, por

este medio, la atencion del gobierno sobre aquel punto, distraer, tal vez, una parte de las tropas de su verdadero objeto, y dar así á Sanchez lugar para hacer frente al enemigo y fortificarse. Habiendo tomado esta resolucion, se dirijieron en derechura al citado puerto, y desde allí, el comandante, que tomó el nombre de Mariano Osorio, jefe de la tercia division espedicionaria, pasó un oficio al subdelegado de Ballenar, don Manuel Hodar, anunciándole la supuesta espedicion, compuesta de tres mil hombres, á las órdenes de Joaquin de la Pezuela; y previniéndole que, antes de pasar á Valparaiso, debia venir á apoderarse de la provincia; que en consecuencia, reuniese á los milicianos y tuviese prontos para el dia siguiente doscientos caballos, trescientas mulas y los víveres necesarios para ochocientos hombres, todo lo cual le seria exactamente pagado.

Bien que la falsedad de esta noticia no hubiese tardado en ser sabida, con todo, tuvo tiempo para alarmar bastante al gobierno. Don Tomas O'Higgins, que mandaba las fuerzas del norte, se habia visto tan alarmado por el subdelegado del Huasco, que no pudo menos de escribir en el mismo sentido al poder ejecutivo; y Gregorio Cordoves, que se encargó de llevar esta comunicacion, estaba demasiado penetrado del peligro que corria la provincia, para no exajerarla involuntariamente.

En aquel estado de cosas, el gobierno debió tomar las medidas mas eficaces y las mas prontas, y procuró, en primer lugar, tranquilizar al pueblo con palabras propias á inspirar confianza, y á serenar los ánimos; y en seguida, ofició á todos los comandantes de la milicia. del norte y del centro para que se estuviesen prontos á

ir á reunirse en los dos cuerpos de ejército, uno, mandado por don Tomas O'Higgins, gobernador de Coquimbo, y el otro á las órdenes de Lastra, gobernador de Valparaiso. A este último, el gobierno le envió, ademas, una partida de trescientos hombres, que estaban de vuelta de Buenos-Aires, y que salieron conducidos por su denodado comandante y gran patriota Andres de Alcazar.

Miguel Carrera acababa de dejar Concepcion cuando recibió el oficio del gobierno, que le anunciaba aquella repentiva invasion, y le inducia á que atacase á Sanchez lo mas pronto posible para arrojarlo de la provincia, en donde su presencia era muy peligrosa. Bien que Carrera no diese mucho crédito á la noticia, como él mismo lo decia en su respuesta, noobstante, se dispuso á obrar aun con mas actividad, porque realmente tales eran sus planes.

De Quirihue, en donde se hallaba, pasó órdenes á los diferentes cuerpos para que cada uno obrase en el sentido de sus combinaciones. A Cruz, le escribia se mantuviese vijilante, prometiéndole que dentro de pocos dias seria reforzado; al coronel Merino, que era de Quirihue mismo, le mandó preparase cuanto pudiese necesitar la division de Talca; y en seguida, escribió al gobierno indicándole las nuevas medidas que debia de tomar, y asegurándole de nuevo que pocos dias bastarian para aniquilar completamente los restos del ejército realista; ilusion lamentable que tal vez contribuyó al mal éxito de aquella campaña, y, en seguida, á la pérdida del país.

CAPITULO XXIV.

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Sanchez continua sus trincheras. Socorros que recibe de los misioneros franciscanos. Una parte de sus tropas es dispersada en guerrillas.— La de Urrejola hace prisionero al coronel Cruz y á su coluna. — Miguel Carrera va á incorporar en el campamento de Chillan las tropas acantonadas en Talca. Disposiciones que da para el ataque. Envia á Calderon de parlamentario á Sanchez, pero sin resultado.—Principio del ataque.— El Rollo cortado por el medio, del primer cañonazo.- Sucesos diversos de los dos partidos en ataque y defensa.— Incendio de las municiones de la batería patriota, y desgracias que ocasiona.- Presa de municiones que iban de Concepcion. Viendo que no obtenia resultado alguno, envia un parlamentario á Sanchez.

Sanchez continuaba con celo y teson las obras de fortificacion, y ya habia establecido algunas baterías. Se abrieron algunos fosos, y se armaron los fortines de modo que pudiesen resistir largo tiempo y con vigor. El de San Bartolomé, especialmente, habia empeñado toda su atencion, y don José Berganza, que era un hábil oficial de artillería, habia dirijido la construccion de dicho fortin. Pero en medio de todo esto, no perdia de vista al ejército enemigo, y habia enviado espías por todos lados que le tenian siempre sobre aviso de todos los movimientos de Carrera, y le informaron del proyecto que tenia de concentrar sus tropas en las cercanías de Chillan.

Bien que no pudiese impedirle de operar dicha concentracion, podia á lo menos seguir y cansar á los diferentes destacamentos, obligándolos á mantenerse siempre alerta, é impidiéndoles, tal vez, de fortificar sus posiciones. Para ejecutar este proyecto se le ofrecieron sujetos capaces y prácticos en el país, á los cuales confió el mando de guerrillas. Con todo, la fidelidad de sus

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