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de Bergara; con los milicianos de Lautaro, mandados por Vega, y, finalmente, con muchos granaderos, que andaban desbandados por falta de jefes, formó todas estas tropas, se puso á su frente y cargó al enemigo con tanto ímpetu que rescató los cuatro cañones, que se llevaba como trofeo, y lo arrojó á la plaza matándole muchos soldados.

Desgraciadamente, á esta bella accion se siguió un fatal accidente que influyó muchísimo en la suerte de la campaña, y hubiera podido tener consecuencias aun peores que las que tuvo. Entre las muchas balas de cañon que la plaza, y sobretodo el fuerte San Bartolomé vomitaban sobre los patriotas, la casualidad hizo que una de ellas puso fuego al repuesto de pólvora de batería avanzada, y produjo una esplosion espantosa que derribó á todos aquellos defensores intrépidos, matando á unos, dejando á otros fuera de combate, en el mas lamentable estado, y causando una confusion jeneral de que el enemigo supo aprovecharse, renovando con nuevo vigor sus ataques en medio de aquella escena de desolacion. Por fortuna, algunos soldados, que habian tenido bastante serenidad para echarse á tierra en los fosos quedaron enteramente ilesos, y estos, mandados por los intrépidos Morla, Millan, Laforest, Cabrera, Vazquez y otros que la Providencia habia protejido y salvado de aquel peligro, pudieron hacer frente á este nuevo ataque y contenerlo. El teniente Antonio Millan, sobretodo, se distinguió en aquel lance, tanto por su sangre fria como por el arrojo que solo la desesperacion inspira algunas veces. Viendo que no habia salvacion posible mas que dando un golpe arriesgado, á todo trance, hizo cargar uno de sus cañones á metralla hasta la boca, y lo mandó

disparar en un momento tan oportuno, que aterró á la coluna que avanzaba y la obligó á volver las espaldas, Es verdad que á la sazon, ya O'Higgins, que siempre se hallaba en todas las partes en donde habia mucho peligro, llegaba con su refuerzo de hombres, y ademas, de cartuchos, reanimando con su presencia el valor de aquellos infelices, que por milagro habian evitado la muerte.

Mientras que la presencia del enemigo obligó á los patriotas á mantenerse en la defensiva, rodeados de toda especie de riesgos, se mostraron indiferentes á este fatal reves de fortuna, y no pensaban absolutamente mas que en la defensa del puesto que estaba á su cargo. El sentimiento de su conservacion habia apagado en ellos el de la caridad y se mostraban impasibles á la vista de todas aquellas víctimas, haciendo solo atencion al ruido de las armas y á los movimientos del enemigo.

Pero ya no sucedió lo mismo cuando este, habiendo sido rechazado. y arrojado á sus trincheras, dió lugar á que la reflexion se ejercitase sin alarmas ni distraccion en medio de aquella escena de desconsuelo y de desastres. Entonces, ya los que quedaban pudieron contemplar lo horroroso de aquel espectáculo, que por todas partes ofrecia hermanos, amigos, compañeros yaciendo por el suelo, unos muertos, otros solo heridos, pero tan desfigurados por el fuego que ni tenian figura humana, La manera en que se hallaban amontonados, los dolores que los atormentaban y sus tristes quejidos, todo esto acabó de enternecer y ablandar los corazones de aquellos valientes, tan impasibles pocos momentos antes, y que ya entonces prorrumpian en imprecaciones contra los causantes de aquel desastre, que unos atribuian á un

culpable descuido, y otros á la traicion. Sinembargo muchos de ellos, bien que se hallasen quebrantados de tantas fatigas, procuraron dar algun alivio á los infelices con quienes en la mañana de aquel dia se habian hallado viviendo y obrando como hermanos; pero hubo otros que, con sentimientos menos notables, desertaron sus banderas, y se alejaron en busca de otra especie de consuelos, y aun los hubo que tuvieron la bajeza de sembrar discordia, sujiriendo pensamientos de insubordinacion, circunstancia tanto mas dañosa cuanto, independientemente de las fatigas y de los peligros continuos, se padecia, ya habia muchos dias, escasez de víveres en el campo. La administracion de víveres habia estado tan mal organizada, ó los encargados de ella habian sido tan descuidados, ó tal vez tan malvados, que los almacenes estaban enteramente agotados, y solo quedaban raciones de pan y algunas de aguardiente, que se distribuia con mucha parcimonia, por temor de sus efectos. Mas en aquel momento de abatimiento jeneral, O'Higgins no dudó en distribuir dicha bebida á discrecion, esperando que por este medio los soldados olvidarian su dolorosa posicion y cobrarian nuevos ánimos. Desgraciadamente, el remedio era violento y les causó tanta exaltacion, que salieron de los límites de la disciplina para caer en actos de imprudencia, porque se hallaron mucho mas enternecidos por la suerte dolorosa de sus compañeros, y sobretodo por la de sus oficiales, entre los cuales se hallaban el coronel Spano, el teniente Rencoret, y los alfereces Curriel, Zorrilla y otros, quisieron vengarlos pidiendo con instancia que los llevasen á atacar el fuerte San Bartolomé, que prometian tomar de un modo ó de otro.

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Semejante suplica, hecha por hombres que se hallaban privados de razon, no fué oida de O'Higgins; pero se hizo luego tan importuna y, al fin, tan imperiosa, que se vió obligado á engañarlos, prometiéndoles que iba á hablar sobre ello al jeneral en jefe, y á pedirle, al mismo tiempo, las escalas necesarias para subir al asaltado de dicho fuerte. En efecto, envió un propio á Carrera con esta demanda ostensible, pero, al mismo tiempo, envió otro en secreto instruyéndole de lo que pasaba para que burlase aquella pretension con dilaciones plausibles (1).

La desgracia que sucedió en la batería no fué la sola que los patriotas tuvieron que deplorar en aquella jornada, pues tambien se vieron privados de muchas cargas de víveres y de municiones que les llegaban de Concepcion, y que las infatigables y audaces guerrillas de Sanchez consiguieron sorprender y tomar justamente en el momento en que pasaban el rio Itata. Fué esta una pérdida tanto mas sensible para el ejército, cuanto, como lo acabamos de decir, empezaba á carecer de todo lo necesario. Una revista de municiones de guerra puso, en efecto, de manifiesto que no quedaban mas que once mil cartuchos, y algunos pocos de cañon, con la circunstancia de ser, estos últimos, de calibre mayor. Tambien uno de los cañones de á 24 acababa de reventar; otros habian quedado casi abandonados, y si á dicha penuria de pertrechos de primera y absoluta necesidad añadimos intemperies, y deserciones ocasionadas por tantos males y fatigas sin la menor gloria, veremos que Carrera ya no podia mantenerse por mas tiempo delante de aquella plaza, y que por fuerza tenia que (1) Conversacion con don Bern. O'Higgins.

de alejarlo é ir á esperar, en otra posicion mas ventajosa, ocasion oportuna para cumplir la promesa de destruir aquellas pocas tropas circunvaladas en una plaza casi sin defensa. Este proyecto desesperanzado, y aun tambien humillante, no podia sin embargo ser del gusto de su carácter altivo, y algunas veces presumido; bien que el ejército se hallase bastante desmoralizado, Carrera aun podia intentar operar una nueva sorpresa, y ya pensaba seriamente en ello, cuando recibió el aviso por sus espías, de la marcha de una division enemiga bastante fuerte que se avanzaba para atacar al dia siguiente sus trincheras.

En efecto, no menos impaciente por terminar una guerra que se prolongaba sin mas resultado que el de disminuir cada dia mas el número de sus combatientes, y persuadido, por otra parte, de que los patriotas, ya desanimados, no podrian resistir á un buen ataque, Sanchez habia hecho sus preparativos, y el dia 5, don Luis Molina, uno de los mejores jefes que tenia á sus órdenes, avanzaba con 400 hombres contra la batería que mandaba Juan José Carrera, y que, gracias al aviso de las espías, pudo poner en buen estado de defensa. Por esta razon, los realistas fueron rechazados y perseguidos casi hasta en lo interior de Chillan, en donde se empeñó una accion muy sostenida, en la cual tomaron parte los habitantes yaun las mujeres, indignadas de los escesos cometidos por los patriotas, cuya indisciplina era intolerable. En aquella ocasion, se dijo que Sanchez solo habia hecho un amago para atraer al enemigo á la ciudad, en cuyas calles le hubiera sido fácil encerrarlo y rendirlo; pero si fuese cierto, el número de muertos ó prisioneros habria sido mucho mayor, y por la boca misma de algunos

V. HISTORIA,

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