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á pesar del mal camino, que las lluvias y el paso de tropas habian puesto casi intransitable.

La noticia de este movimiento de los patriotas llegó muy pronto á Chillan, en donde fué interpretado de diversos modos, pero en jeneral como una verdadera huida á que se habian visto obligados por la impotencia en que estaban de mantenerse. Sanchez exajeró la importancia moral que tenia para fomentar el buen espíritu de sus soldados, y convencerlos de que ya podian tomar la ofensiva y esterminar los trozos dispersos de un ejército desbandado; pero con todo eso, aun no se atrevió á atacarlo aquel mismo dia, y se contentó con destacar algunas guerrillas para inquietarlo, desconcertar sus movimientos, y ocupar las posiciones que habia abandonado.

El 10, mandó formar una division, á la cabeza de la cual se halló, por derecho de antigüedad, el mayor jeneral don Julian Pinuel, jefe de un carácter irresoluto. Una espesa niebla que habia aquella mañana favorecia maravillosamente el movimiento, ocultando su marcha y permitiéndole de caer sobre el enemigo sin ser visto, como hubiera podido ejecutarlo si hubiese tenido un poco de resolucion; pero por falta de ella, prefirió y creyó conseguir una victoria mas fácil intimándole la rendicion por medio del teniente coronel Hurtado, á quien encargó una carta escrita por Sanchez en un momento sin duda de inesplicable ceguedad.

Le era imposible á Carrera el mantenerse serio siempre que le herian su amor propio, y en aquella ocasion, prorrumpió en irónicas alabanzas á Sanchez, que en su carta no habia dudado manifestarle la persuasion en que estaba de que le seria fácil aniquilar las

reliquias que le quedaban de su ejército, y de que ya no tenia mas que rendirse á discrecion, si no quería esponerse á todo el rigor de la guerra. Y esto (añadia Sanchez) « dentro de tan pocos momentos como son los que necesito para vencer la corta distancia que nos separa (1). »

De aquí surjió una larga conferencia entre Sanchez y Hurtado, conferencia que duró tanto tiempo, que el coronel Pinue! se decidió á despachar otro emisario, que fué el capitan Bites Pasquel, con órden de alcanzar al primero y mandarle regresar, afin de poder empezar el ataque antes que tuviesen tiempo para ponerse en salvo. Pero muy luego mudó de parecer cuando los dos enviados, ya de vuelta, le enteraron de la escelente posicion que ocupaba el enemigo, situado sobre un cerro perfectamente defendido por diez y ocho bocas de fuego de diferentes calibres en el frente de la linea. Ademas de esto, la respuesta de Carrera inspiró á Sanchez cierta saludable prudencia, haciéndole ver que no solo Carrera aceptaba, sino que tambien le provocaba á una guerra á muerte, intimándole se abstuviese en lo sucesivo de enviarle parlamentarios que solo serian considerados y tratados como espías. Tales fueron las palabras arrogantes que sin duda alguna intimidaron á Pinuel, y le obligaron á retirarse.

En esta retirada, una guerrilla enemiga de cuarenta hombres mandados por buenos oficiales le picaron la retaguardia y le perseguieron hasta las puertas de la ciudad, disparando, para mayor mofa y desprecio, cohetes voladores.

Este fin tuvo el arranque de valentía que habia mani(1) Benavente, Memoria, p. 87.

festado Sanchez cuando habia sabido que los patriotas se alejaban. Es verdad que Pinuel no era propio para semejante golpe de mano, y que se hubiera necesitado de un jefe mas arrojado y mas capaz sobretodo de concertar una sorpresa, la cual habria sido muy posible á favor de la densa niebla de aquella mañana, y del poco órden que el cambio de posicion le permetia guardar al enemigo; pero Sanchez, como ya se ha visto, no habia querido despojar á Pinuel del derecho que le daba su antigüedad, y tal vez habia creido tambien, bastante lijeramente, que le bastaria á su division presentarse para que el enemigo se rindiese, fundándose en lo que padecia por falta de subsistencias, y la falta de municiones de guerra que no le permitiria hacer especie alguna de resistencia á un ataque vivo y bien dirijido. Todo esto, Hurtado habia tenido el poco tino de decírselo á Carrera, el cual, para que se desengañase, le dejó recorrer libremente todo su campamento, y al despedirlo, mandó hacer una salva de veinte y un cañonazos en honra de la guerra á muerte que por decirlo así habia ido á declararle.

Despues de haber respondido así á todas estas farfantonerías, Carrera pensó en retirar sus tropas de Callanco dirijiéndolas sobre un vado del rio Cauten, que habia reconocido con su amigo Poinset, y en la noche del 10, puso el ejército en movimiento llevando los bagajes en mulas y carretas, de las cuales tenian tan pocas que el transporte necesitó muchos viajes por un camino malísimo y una continua lluvia. En una de aquellas idas y venidas, la sola pieza de 24 que les quedaba, tuvieron que dejarla en un barranco, despues de haberla hecho reventar, y quemado la cureña para que no pudie

se servir al enemigo, operacion que se ejecutó igualmente, y por la misma razon, con todo lo que no pudieron trasportar.

El paso del rio Itata presentaba aun mucha mas dificultad por su anchura, por lo rápido de su corriente, aumentada por una crecida de tantos dias de incesante lluvia, y sobretodo por la desaparicion de los vados por donde pensaban poder pasar. El ejército llegó allí hácia el 15, exaustas sus fuerzas por la fatiga y la falta de víveres, habiendo tenido que conducir muchas veces & fuerza de brazos los bagajes y la artillería, y que rechazar continuamente ataques de guerrillas que les habian picado sin cesar la retaguardia dia y noche, en uno de cuyos ataques los enemigos les quitaron mas de cien carpas, y otros muchos objetos conducidos por arrieros inespertos, sin que O'Higgins, á pesar de su actividad y denuedo, hubiese podido rescatar ninguno. Todo esto no podia menos de desmoralizar las tropas, ya desmayadas por tanto padecer; pero aun se mantenian en bastante buen órden, y rechazaban con espíritu y serenidad cuantos ataques le dió el enemigo, numéricamente mas fuerte.

En medio de todos estos contratiempos, Carrera recibió el parte de haber sido libertados los prisioneros, que, por una reprensible imprudencia, se habian dejado bajo la custodia de solo treinta soldados en la Florida, villa que no dista mas que unas quince leguas de Chillan. Este acontecimiento habia tenido lugar el 10, en el tiempo que Sanchez enviaba la carta de intimacion al campamento de Collanco, y habia sido ejecutado por el capitan Manzano Cañizares, el mismo que en el dia 4, se habia apoderado con tanta destreza, á las

orillas del Itata, de un gran número de cargas de municiones destinadas al ejército de Carrera. Fué la pérdida de los prisioneros muy sensible para los patriotas; porque entre ellos, siendo su número algo crecido, se hallaban jefes de mucho mérito, tales como el capitan de navío Colmenares, el brigadier Ravago, el teniente coronel de artillería Bernardo Montuel, y otros muchos jefes cojidos á bordo del buque la Tomasa con muchos sacer dotes, siempre fieles por convencimiento á la causa real, y dispuestos á emplear su santo ministerio para fomentár la supersticion y cortar los progresos de la independendencia. Tambien habian tenido otro gran sentimiento, cual fué la equivocacion de Calderon, que engañado acerca del número de tropas que mandaba Cañizares, se habia apresurado á retrogradar y á llevar á Concepcion los doscientos hombres de socorro que la Junta enviaba al ejército de los patriotas.

Pero á pesar de todas estas ventajas y de la superioridad numérica de el ejército realista, Sanchez no se atrevia á perseguir á Carrera, bien que afectase siempre creer que se hallaba en completa derrota, y se contentaba con destacarle algunas cortas guerrillas, sin mas objeto que el de molestar su retaguardia, ó cojerle algunos dispersos por cansancio, ó desertores de la mas mala nota. Sin embargo, si hubiese querido, ya tenia una ocasion oportuna de empeñar una accion decisiva, con presajios de que debia de serle favorable, en vista de la grande crecida del Itata, cuyo rio, como ya lo hemos dicho, presentaba los mayores obstáculos al paso de un ejército tan desprovisto de todo como lo estaba el de los patriotas. Un jeneral hábil y emprendedor hubiera podido sacar grandes ventajas de esta grave circuns

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