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cion, lograron al fin, quitarle todas las plazas fuertes que poseia á la orilla del rio Biobio, frontera de los Indios araucanos. La ocupacion de estas plazas, y el alzamiento casi jeneral del partido de Arauco, abrieron paso fácil y seguro para Valdivia y todos los puntos ocupados por los Españoles, y fueron considerados por Sanchez como una interesantísima conquista. Por eso tuvo la prevision, propia de un jeneral hábil, de poner en ellas guarniciones bien mandadas por oficiales de instruccion y de confianza, capaces de defenderlas á todo trance. Sin embargo, las guarniciones no podian ménos de ser numé ricamente débiles; pero la reaccion entre los habitantes habia sido tan espontánea, tan franca, y por otro lado, fundada en tales motivos de interés, que Sanchez no dudó en contar sobre su fidelidad á la causa real.

En la plaza de San Pedro puso una guarnicion mas respetable, en atencion á su proximidad del cuartel jeneral de Carrera, del que solo se hallaba separada por el rio Biobio, guarnicion compuesta de cincuenta hombres y algunos milicianos mandados por el intrépido Quintanilla, cuyo carácter, ademas, daba entera confianza de que seria bien defendida la plaza.

Tal era la situacion de la provincia de Concepcioná fines de setiembre, y á penas se habia pasado un mes despues que Carrera habia levantado el sitio de Chillan, cuando ya habia perdido una gran parte del concepto en que estaba ántes, y del prestijio que habia tenido su nombre. No solo habia perdido terreno, sino tambien casi todas las plazas, y él mismo se hallaba tan estrechado, que no le quedaban mas que algunas leguas de costa para conservar sus comunicaciones con el gobierno, y recibir los cortos socorros que este podia enviarle; y

con todo eso, no se puede negar que este jeneral ha mostrado en las mas críticas circunstancias espíritu, teson y voluntad firme de salvar el país de la invasion que lo aflijia.

Desde su llegada á Concepcion, su primer cuidado habia sido reponer en buen estado las armas; pues los fusiles, por un largo servicio, y tal vez por poca limpieza, estaban inutilizados, y los cañones igualmente faltaban de cureñas y no estaban en estado de servir, no solo los que habia llevado de su malhadada espedicion por caminos imposibles, por los cuales jamas habia pasado ni una carreta, sino tambien las piezas mismas de Concepcion, que por haber sido tan mal repuestas, se hallaban aun inservibles. A todo esto se juntaba la desgracia de haber pocos arineros intelijentes en el país, por la razon de que los buenos eran españoles de oríjen, habian estado empleados en los rejimientos del éjercito real y todos eran realistas. Los pocos que se pudieron hallar se les redujo á trabajar por fuerza; y solo por amenazas se obtuvieron de un Maltes algunos moldes de barro para balas; pero despues de hechos los moldes, se vió que no habia materiales para utilizarlos, en atencion que ni una sola barra de plomo se encontraba en el depósito; y como tampoco habia mercaderes de este metal, fué preciso recurrir á los particulares, y despojarlos con violencia del que tenian en sus casas. Tambien se echó mano de las bombas, escandallos y otros objetos pertenecientes á los buques fondeados en el puerto, así como tambien de la pólvora que habia en ellos.

Despues de haber puesto el remedio posible á estas faltas, Carrera dió su principal atencion al estado de la tropa. Desde que habia salido de Concepcion para el

sitio de Chillan, no habia podido dar á los soldados ninguna prenda de vestuario, ó á lo menos habian sido tan pocas, que se veian algunas compañías casi enteramente desnudas. Despues de haber mandado hacer un cierto número de casacas y pantalones, encargó nuevecientos mas de estos, con un surtido proporcionado de camisas y de zapatos; y luego se remontaron las tiendas de compaña, indispensables en aquel tiempo en que las tropas no tenian el habito de campar en campo raso. Los enfermos y heridos eran trasladados á Talca; pero aun quedaron muchos en diferentes puntos, en virtud de lo cual mandó construir tres hospitales militares, que se establecieron en Coyanco, Concepcion y Mercedes, y en cada uno de los cuales se puso una buena guarnicion para su defensa, en caso necesario, afin de observar los movimientos del enemigo, y de contener la desercion, fomentada por los emisarios realistas.

Pero lo que le ponia en mayor cuidado era la organizacion de mayores fuerzas que necesitaba para volver á tomar la ofensiva, como habia prometido hacerlo, á la entrada de los buenos dias, que se acercaban ya. En este particular, su posicion era sumamente embarazosa, por hallarse, como se ha dicho, desprovisto de elementos y de dinero, y rodeado de oficiales que por la mayor parte eran procedentes de las milicias, es decir, sin la instruccion necesaria para que tuviese en ellos una entera confianza. Por otro lado, los cuadros que tenia, y que deben ser, como se sabe, la base fundamental de la organizacion de los cuerpos, si no eran absolutamente malos, no eran tan buenos que pudiese prometerse de ellos los prontos servicios de que hubiera necesitado, y se lamentaba continuamente de que el ayuntamiento de Santiago

hubiese persistido con tanta tenacidad en tener mas confianza en las milicias que en las tropas de línea, sin duda por la sola razon de que estas eran casi siempre dudosas para el partido democrático. A pesar de todas estas grandes dificultades, consiguió por su invencible teson el alistar un bastante crecido numero de paisanos, reclutados por sus emisarios y por las guerrillas diseminadas en lo interior del país, y cuya instruccion y disciplina dirijia por decirlo así él mismo en persona.

Justamente, en aquel mismo tiempo, otros emisarios del partido contrario, enviados por Sanchez, recorrian mas o menos ocultamente el terreno ocupado por las tropas de Carrera, con el objeto principal de desanimar á los suyos, é inducirlos á que desertasen; y en efecto se habia manifestado ya la desercion en algunas compañías de veteranos, especialmente en la de dragones, conservada en Concepcion, y que se hacia muy sospechosa al partido liberal. Esta compañía, que conservaba la tradicion del servicio para el cual los dragones han sido instituidos, á saber, para batirse á pié como á caballo, trasportarse rápidamente á un punto amenazado, ú otro que se necesita atacar, y á donde la infantería no podria nunca llegar á tiempo, estaba compuesta de hombres aguerridos é instruidos perfectamente á la española. Claro estaba que semejantes soldados en tales penosas circunstancias, no podian menos de ser tan útiles como necesarios, en vista sobretodo de las dificultades que ofrecian las comunicaciones, y la especie de guerra que se hacian los dos partidos contrarios; pero noobstante todas las ventajas que podia sacar de esta compañía, Carrera resolvió reformarla por su tendencia á la insubordinacion, siempre precursora, en semejantes casos,

de algun acto de rebelion, y crear un cuerpo de husares destinados al servicio de caballería lijera para descubrir, flanquear y protejer las colunas en marcha. Este cuerpo fué puesto sobre el mismo pié, y compuesto de la misma fuerza que el de la guardia nacional, y Carrera, afin de darle un gran prestijio, lo mandó nombrar Husares de la victoria.

Ademas de todos estos embarazos materiales, muy suficientes ya para hacer desmayar el carácter mas enérjico, Carrera tenia que luchar interiormente con los tristes presentimientos que le acongojaban acerca de su suerte futura. Las intenciones de la junta con respecto á él se le habian hecho sospechosas, y mas de una vez se pasó por la cabeza el trasladarse de su campamento á Santiago para pedir satisfaccion á la junta de la indiferencia con que miraba á su ejército, y arrojarla por la fuerza del salon de sesiones, si sobre la marcha no le daba todo cuanto necesitaban sus tropas.

Por otra parte, no podia Carrera disimularse que se hallaba rodeado de facciosos, que tenian la osadía, sino de desobedecer abiertamente á sus órdenes, á lo menos, de ejecutarlas mal é imperfectamente; y para mayor desconsuelo suyo, su hermano don José era en gran parte causa de ello, bien que involuntariamente, y solo por el hecho de desaprobar sus planes con desden, y aun de interceptar los cortos socorros que le enviaban en dinero, amenazándole aun tambien algunas veces de retirarse con su coluna á Chillan por no servir bajo sus órdenes. Esta triste correspondencia de un hermano la debia el jeneral Carrera á una susceptibilidad rencorosa del amor propio de don José, siempre que este tenia que ejecutar las órdenes de su hermano menor en edad, en

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