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graduacion y tal vez en arrojo, y sí solo superior en conocimientos militares y tino táctico ;fa talidad tanto mayor cuanto era un pernicioso ejemplo que comprometia el poco espíritu de cuerpo que quedaba ya entre las diferentes tropas.

A pesar de todos sus trabajos y sufrimientos físicos y morales, Carrera mostraba semblante sereno á cuantos le eran sospechosos, sin manifestarse nunca descontento á no ser hablando de los realistas, respecto á los cuales no dejaba escapar ocasion alguna de inspirar miedo y aun terror, poniendo por delante las penas infamantes que tenia preparadas para los traidores y espías, y de las cuales no eximiria á las mujeres mismas. En efecto, mas de una vez mandó arrestar á señoras convencidas de delitos políticos.

Así trabajaba en dominar los muchos temores que tenia por todos lados, esforzándose en dar toda su atencion á los preparativos necesarios para volver á atacar segunda vez el campo de Sanchez delante de Chillan, para cuyo proyecto tenia la mayor confianza en la cooperacion de O'Higgins. Sinembargo, este jefe con quien contaba principalmente Carrera, habia ya manifestado estar poseido de cierto espíritu de rivalidad; pero Carrera no podia menos de hacer justicia á su carácter resuelto, y aun mas que resuelto audaz, y tal vez el único capaz de ayudarle eficazmente á ejecutar el plan de campaña que meditaba. Por esta razon, tenia mucho cuidado en atender á las necesidades de su coluna, enviándole refuerzos y socorros, é instándole á no perder ninguna ocasion de molestar á las guerrillas enemigas hasta arrojarlas sobre Chillan, en donde se proponia encerrarlas muy pronto.

O'Higgins no necesitaba recibir órdenes de Carrera

para entregarse con cuerpo y alma á su pasion por la guerra; lejos de eso, no habia para él felicidad mayor que los lauros de la victoria para sí mismo y para los valientes que mandaba, y gloria para su país. Gracias á esta noble pasion, habia podido mantener la guerra con bastantes ventajas para que le fuese permitido esperar conservar todas sus posiciones hasta el momento en que Carrera emprendiese su segunda campaña. La sublevacion de la jurisdiccion de Arauco, la pérdida de esta plaza, y todas las demas pérdidas que habian emanado del primero de estos acontecimientos, habian alterado algun tanto su confianza en atencion á los peligros que corria su familia fujitiva de la plaza de los Angeles, en donde se hallaba cuando el comandante de la frontera don Gaspar Ruiz se vió obligado á abandonarla; pero luego que O'Higgins hubo dado disposiciones para protejerla eficazmente, ya no pensó mas que en volver á tomar las plazas perdidas, las cuales consideraba ser de la mayor importancia para el enemigo, si permanecian en su poder.

La primera que proyectó tomar fué la de Santa Juana como mas inmediata á su campamento, y por estar situada en el camino de Arauco. Habiendo dirijido sobre dicha plaza algunas colunas con este designio, al llegar á Talcamavida, separada solo por el rio Biobio de Santa Juana, recibió parte de que Elorreaga marchaba á su frente para atacarlo con fuerzas superiores, y naturalmente tuvo que diferir el ataque de la plaza, que muy ciertamente no le hubiera resistido, para ir al encuentro del enemigo, y ahorrarle camino. Bien que en aquella circunstancia no tuviese mas que pocos hombres que oponer á Elorreaga, el cual disponia de fuerzas

V. HISTORIA.

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triplicadas, no obstante su inferioridad numérica, O'Higgins, lleno de confianza en sus pocos valientes, no dudó en avanzar y descubrió luego la vanguardia enemiga mandada por el cura Valle. A penas la vió, mandó á Freire cargarla con algunos caballos, y Freire ejecutó esta orden con tanto arranque, que en un instante dicha vanguardia fué dispersada, y su comandante obligado á salvarse á pié en una quebrada.

Este feliz suceso entusiasmó de tal manera la coluna de O'Higgins, que sus soldados mismos pidieron el ir á atacar el cuerpo que mandaba Elorreaga. O'Higgins sabia que no era dable el contrarrestar fuerzas tan superiores; pero afin de ganar tiempo y dar á su familia el suficiente para ponerse en salvo, se resolvió á seguir el impulso de su tropa, tan conforme con el suyo propio, y atacó por el flanco derecho al enemigo con tanto ímpetu, que le forzó á replegarse detras de la coluna de infantería. Esta se hizo firme, caló la bayoneta contra los caballos de O'Higgins, los contuvo y los abrasó con un fuego graneado perfectamente sostenido. De suerte que su temeridad le costó á O'Higgins siete muertos y algunos heridos.

Obligados á retirarse, los patriotas se dirijieron hácia Quilacoya, perseguidos con viveza por Quintanilla; pero habiendo llegado á Gomero, se hallaron apoyados por una emboscada de Freire, el cual causó tal sorpresa al enemigo, que le hizo volver las espaldas, y salvó la coluna de O'Higgins, y á este mismo, que estuvo á punto de ser prisionero habiendo caido al suelo por habérsele roto las cinchas de la silla de su caballo. En aquel momento crítico, un soldado llamado Gabino Gonzalez corrió á ofrecerle el suyo, y tal vez fué esta jenerosidad

la que conservó á la patria uno de sus mas valientes defensores.

De regreso á Quilacoya, temiendo, y con razon, alguna empresa audaz de Elorreaga, cuyo ardor no ignoraba, pensó en fortificarse en dicho punto; y en efecto, muy luego le llegó un parte de que Elorreaga avanzaba. En aquel entonces, ya las fuerzas de los patriotas se habian aumentado de dos refuerzos mandados por don José María y don Diego Benavente, y O'Higgins tenia, ademas, algunos cañones de campaña, de suerte que perdió todo cuidado, y en lugar de esperar al enemigo, salió de sus trincheras á su encuentro.

Habiéndolo alcanzado en Gomero, bien que la fuerza numérica de Elorreaga fuese de un batallon de infantería y de doscientos caballo, y la de O'Higgins solo de ciento y cincuenta hombres montados, resolvió este atacar á su adversario, por úno de aquellos arranques temerarios que tenia, y en efecto se arrojó contra la caballería enemiga, que no solo resistió al choque con firmeza, sino que á su vez tomó la ofensiva y rechazó con ventaja á la caballería de O'Higgins. Obligado á replegarse, O'Higgins simuló una verdadera huida para atraer Elorreaga hasta la proximidad de su campamento, y, una vez incorporado con las fuerzas que habia dejado en él, empeñar una accion decisiva; pero no pudo conseguirlo, porque el enemigo conoció sin duda su intento, y entonces lo cargó segunda vez y lo forzó á retirarse.

En todos estos encuentros, que duraron con cierto teson una gran parte de aquel dia, el capitan don Francisco Cueva se distinguió brillantemente.

CAPITULO XXVII.

Recibe Carrera algunos socorros del gobierno.— Resuelve ejecutar su plan de ataque y manda á su hermano José marchar con su coluna sobre Bulluquin. -La demora con que ejecuta esta órden le ocasiona el ser detenido por el enemigo en Membrillar, en donde tiene que atrincherarse. — Alcazar le niega los socorros que le pide. Miguel Carrera le envia 300 hombres. Salida del jeneral para el teatro de la guerra.- O'Higgins ataca á Elorreaga, le obliga á pasar el Itata, y se reune en Bulluquin con Miguel Carrera.Accion del Roble. -- Guerrilla de Valenzuela atacada en Tracoyan, y muerte de su comandante.

Mientras que O'Higgins trabajaba por mantener el ardor de sus soldados, aguirriéndolos é inspirándoles la pasion de la gloria, principio del verdadero valor militar, y de amor á la patria, Carrera continuaba pidiendo y recibiendo cada dia reclutas, que eran instruidos y organizados como por encanto. Hasta entonces, bien que conociese la importancia que tenia la posesion de la plaza de Arauco, se habia visto obligado á temporizar sin pensar en ir á atacarla; pero no por eso dejó de enviar fuerzas á castigar la insolencia de algunos Indios araucanos, los cuales se habian establecido en San Pedro, y no cesaban de hacer, desde allí, demostraciones de forfantería, que al fin le apuraron la paciencia. De suerte que envió un destacamento contra ellos, con órden de replegarse, una vez hubiese desempeñado su comision, en atencion á que se acercaba el momento de concentrar sus fuerzas en las inmediaciones de Chillan.

En efecto, llegaron el 5 de octubre los socorros tan esperados de Talca, conducidos por el coronel Sotta, y escoltados por cuarenta guardias nacionales al mando del

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