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la proteccion de un piquete de milicianos de Concepcion, mandados por el sarjento Nicolas Maruré.

En esta accion, que fué muy reñida, se distinguieron igualmente los capitanes Benavente y Prieto, los cuales tambien habian sido de los primeros á ponerse á la cabeza de sus compañías para rechazar al enemigo.

Desesperando de vencer la resistencia de los patriotas, los realistas cargaron á la bayoneta; pero no solo fueron bien recibidos, sino que tambien los primeros, despues de haberlos rechazado, los cargaron, á su vez, del mismo modo. O'Higgins fué quien, justamente en el momento en que acababa de ser herido, los cargó, forzándolos á plegar, hasta que alfin fueron puestos en derrota, con pérdida de 80 muertos, 17 prisioneros, dos cañones, 130 fusiles y algunos cajones de municiones.

La victoria de los patriotas habria sido mas completa, si desde el principio de la accion no hubiesen estado privados de caballos, y si la caballería de Freire, que habia salido la víspera en persecucion de una guerrilla enemiga, se hubiese hallado allí. Por mas que hizo don José María Benavente improvisando una con los caballos de los oficiales, y algunos otros, no bastaba esto para sacar todo el fruto posible, y que era de esperar de tan completa derrota.

Estos fueron los resultados de la batalla del Roble, batalla que sin la valentía y serenidad de ánimo de O'Higgins, habria sido tal vez fatal para los patriotas, los cuales, durante las tres horas que fué sostenida la accion, no solo resistieron con un fuego vivísimo á la superioridad de los fuegos de la espedicion y de los realistas acampados al norte del Itata, bajo el mando de Olate, sino que tuvieron que rechazar repetidas cargas

de una escelente caballería. Por consiguiente, no podian menos de mostrarse ufanos de la victoria, felicitándose reciprocamente de ella; pero á pesar de eso, aun les quedaba algun motivo de zozobra por no saber cual habia sido la suerte del jeneral en jefe.

En efecto, Miguel Carrera, acampado á cinco ó seis cuadras del centro del ejército, no se habia mostrado por ningun lado durante la accion, y no podian comprender este misterio. He aquí pues lo que habia sucedido. Al punto en que dispertó á los primeros tiros, salió de su tienda y encontró á don Diego Benavente en el momento en que una descarga del enemigo mató el caballo de dicho capitan. Al ver esto, quiso seguir á Benavente y algunos dragones desmontados, que se dirijian hácia una colina; pero Barnachea le detuvo rogándole esperase le ensillasen un caballo, como en efecto le trajeron el suyo, lo montó y se fué al cerro arriba dicho. Una vez allí, dió algunas órdenes al capitan Morla, que ametrallaba en aquel instante á la caballería enemiga, y luego bajó del cerro con Calderon y Barnachea, y se fué hacia el oeste para reconocer por sí mismo las posiciones del enemigo. En esta esploracion fué descubierto y perseguido por una guerrilla enemiga que le obligó á huir; pero viendo que le iban á dar alcance, se detuvo de repente, hizo frente y descargó en el rostro del oficial que mandaba la guerrilla una pistola que por casualidad no tenia bala. En aquel instante llegan los lanceros y le hieren de una lanzada en el costado; pero noobstante la gravedad de la herida, y gracias á la velocidad de su caballo, aun pudo salvarse arrojándose al Itata, y atravesando este rio, aunque muy caudaloso. Por desgracia, cuando se vió al otro lado, Carrera se

halló en tierra enemiga, cubierta por las guerrillas del bizarro Olate (1), y tuvo que seguir la orilla por medio de barrancos para no ser visto. Habiendo andado así hasta cierta distancia, volvió á pasar el rio y se encontró en la division suya del centro mandada por su hermano, á quien dijo, por la ignorancia en que estaba de cuanto habia sucedido, se apresurase á ir á socorrer la otra division que creia derrotada. Pero José pudo tranquilizarlo, pues ya habia destacado doscientos hombres, pedidos por O'Higgins, bajo las ordenes del capitan Valenzuela, que, hubiese podido cortar la retirada al enemigo, si hubiera tenido conocimiento del resultado de la accion, marchando sobre el rio en lugar de dirijirse al campo de batalla.

Miguel Carrera, que habia llegado á pié y estenuado, no quiso, con todo eso, detenerse mas que el tiempo necesario para mudarse y curar la herida que habia recibido. Hecho esto, montó á caballo, enviando por delante un correo con la noticia de su próxima llegada, noticia que llenó de alegría á todos en el campamento, en donde al oir los peligros que habia corrido, todos se sintieron conmovidos. Cuando le vieron llegar con su amigo Barnachea, que le habia salido al encuentro para participarle la victoria conseguida sobre el enemigo, todos se esmeraban en ofrecerle parabienes y felicitaciones, muy sinceras en aquel momento, y exentas de todo finjimiento de envidiosa política.

En la embriaguez del gozo que esperimentaba, y que duró algunos dias, Carrera escribió al gobierno sobre

(1) Segun Carrera este Olate era el que lo habia perseguido, pero documentos que tenemos á la vista prueban que este oficial se habia quedado en el campo enemigo.

aquellos acontecimientos un parte que, mucho despues, las vicisitudes, los contratiempos y resentimientos que tuvo le hicieron negar. Hablando de O'Higgins en dicho parte, decia que S. E. debe contarlo por un soldado capaz en sí solo de reconcentrar y unir heróicamente el mérito de las glorias y triunfos del estado Chileno (1). »

Tal vez este parte le habia sido dictado por el entusiasmo de que estuvo poseido durante algunos dias, y tal vez tambien lo escribió por no ponerse en contradiccion con la opinion jeneral del ejército que exaltaba altamente á O'Higgins; pues testigos oculares decian, que la defensa que este habia hecho habia causado una admiracion estremada por la firmeza y sangre fria inauditas que habia manifestado; concluyendo su elojio con asegurar que todos los honores y lauros de la victoria le pertenecian. En efecto, O'Higgins, por la ausencia del jeneral en jefe, no habia podido disimularse desde el principio de la accion, que la salvacion del ejército quedaba bajo su responsabilidad, y desde luego desarrolló todos los recursos que poseia en su tino táctico y en su arrojo, sin pararse en la herida que recibió, ni en la muerte de su caballo que le obligó á batirse á pié.

Es verdad que en este particular muchos de sus oficiales se hallaron en el mismo caso, y siguieron su bello ejemplo. Tales fueron don Diego Benavente, capitan de la gran guardia nacional, y comandante interino de la jeneral; el capitan de milicias don Martin Prais; el alférez Don Alfonso Benites, el capitan Morla y otros, los cuales se mostraron igualmente denodados, especialmente el primero, que á pesar de la herida que recibió en medio (1) Parte del jeneral don Miguel Carrera.

del pecho, permaneció firme en la accion; por donde se ve cuanto poder tienen en corazones nobles el amor de la patria y el deseo de salvarla.

En vista de lo que acababa de suceder, Miguel Carrera resolvió no continuar su marcha y regresar á Concepcion, despues de haber señalado las posiciones que debia ocupar su ejército, dividido en dos cuerpos de observacion. El primero de estos dos cuerpos, al mando de O'Higgins, tuvo órden para ir á acampar á la punta del Diguillin ; y el otro, bajo las órdenes de Juan José, se retiró á Bulluquin. Pocos dias despues, salió un destacamento de este segundo cuerpo para ir al norte del Nuble á cubrir San Carlos, y el Parral, y protejer convoyes de víveres que se aguardaban de Talca.

Este destacamento, compuesto de cien granaderos, tuvo muy luego, en efecto, que escoltar uno de dichos convoyes, y se dirijia sobre Bulluquin, cuando al llegar á Tracoyan, el capitan don Pedro Valenzuela, que lo mandaba, acordó con su teniente Valverde el acampar allí. Sin embargo, lejos de acercarse la noche, aun tenian dia bastante para continuar la marcha; pero se hallaron con unas damas muy bien parecidas y buenas cantarinas, y no pudiendo resistir al atractivo que esperimentaron, dieron órden de hacer los ranchos.

Mientras esto hacian, se hallaba no lejos de allí una partida enemiga, cuyo comandante recibió muy luego aviso, por sus espías, así de la posicion que ocupaba Valenzuela como del descuido con que se divertia, y resolvió ir á sorprenderlo. En consecuencia, formó una coluna de 400 hombres, la puso al mando de don Luis Urrejola, y este se echó á favor de la noche sobre las tropas de Valenzuela, el cual acababa justamente de entrar en su

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