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pañado, escoltados del mismo modo que á la entrada, por las tropas con banderas tricolores desplegadas, se dirijieron al instituto, en cuya capilla se cantó un Te Deum, é imploraron la proteccion del Todopoderoso en favor de la revolucion y de un establecimiento que iba á ser un santuario de sabiduría y de virtud.

En efecto, el instituto prometia ser un centro intelectual de donde debia salir y derramarse por todos los puntos de la República la luz y el espíritu de moralidad y de civismo que principalmente habian de contribuir á su ilustracion. El programa de estudios era tan estendido como variado, y se resentia tal vez del vehemente deseo que tenian aquellos hombres, esencialmente progresistas, de propagar ideas y luces, sin pararse en los mas o menos recursos que tenian para la ejecucion de tamaña empresa. Segun dicho programa, se habia de estudiar todo lo que es concerniente á las clases inferiores, segundarias y superiores ó profesionales, gratuitamente, como queda dicho, afin de facilitar á todas las capacidades, de todos rangos y condiciones, la carrera á la cual se sintiesen inclinadas. Por consiguiente, habia cursos militares, lejislativos, medicales, humanitarios y aun tambien teolójicos; y en este particular, se habia resuelto, á consecuencia de un concordato entre el gobierno y las autoridades eclesiásticas, que el seminario seria reunido al instituto, conservando, con todo eso, todos sus derechos é inmunidades tocante á sus rentas y á su jurisdiccion. Siendo el objeto de aquel establecimiento sobremanera nacional, las autoridades mandaron que todos los alumnos llevasen un mismo uniforme, afin de que se penetrasen desde sus primeros años del espíritu de igualdad en que se apoya principalmente un gobierno democrá

tico; y para infundirles el amor de la patria, se les dieron sus colores emblemáticos, y cada alumno llevaba en la beca morada de su opa la escarapela tricolor sobre un fundo de diferentes colores, segun la clase de estudios que seguia. Esta era la única distincion entre todos los estudiantes del instituto, y solo el que se distinguia por algun mérito particular, podia, como benemérito de la juventud, poner sobre dicho emblema una corona cívica bordada de oro. Al mismo tiempo que lisonjeaba el amor propio, esta distincion era un estímulo para los demas condiscípulos, y daba cierto realce al establecimiento mismo.

Las diferentes escuelas anunciadas en el programa no se abrieron todas á un mismo tiempo, y sí sucesivamente á medida que los recursos lo permitian; y para profesores se nombraron sujetos que bien que no hubiesen hecho un estudio especial del mecanismo y de los diversos métodos de enseñanza, inspiraban sin embargo bastante confianza por sus luces y capacidad para dirijir los estudios, y por el esmero con que procuraban instruirse en las ciencias que habian de enseñar á sus discípulos. La mayor parte de estos profesores pertenecian al clero, porque en él se hallaba naturalmente mas instruccion: don Francisco de la Puente, considerado como el padre de las matemáticas en Chile; el cura Bejanilla tan convencido, fervoroso y entregado á los deberes de su santo ministerio, bien que la naturaleza lo hubiese hecho nacer para la mecánica por pasion y por conocimientos naturales innatos en él, por decirlo así ; don Juan Aguilar de los Olivos, don José Antonio Urrutia, profesores, el primero de sagrada escritura, y el segundo de dogmas é historia de nuestra relijion, todos estos

fueron nombrados, como lo fué tambien el senador don Juan Egaña, el cual era profesor de elocuencia y de panejírica. Otros muchos profesores de gran mérito fueron ademas nombrados, sobresaliendo entre ellos los presbíteros Juan de Dios Arlegui y José María Argandoña, que profesaban los derechos de jentes, de economía política, de las leyes de la nacion y todo cuanto era concerniente á los manantiales de la riqueza, al gobierno de la sociedad y á todos los conocimientos necesarios no solamente á ciertos individuos, sino tambien á todas las clases, es decir á toda la nacion, afin de gozar de la libertad bien. interpretada y entendida, y defender los derechos que le pertenecen con razones fundadas en las leyes mismas de la naturaleza.

Para poder defenderlos con la fuerza, habia sido instituido en el mismo colejio un curso de ciencia militar, á la verdad, propio especialmente á los alumnos destinados á este ramo, y á algunos otros á quienes se querian dar algunas nociones de él. Porque en la situacion del país, en aquella época, no se creia que fuese convéniente el difundir una instruccion esclusivamente civil, y se queria que los jóvenes tomasen hábitos militares, en atencion á que, tarde o temprano, habrian de contribuir á la defensa del país, ya como soldados del ejército, ya como milicianos. Tales eran los motivos plausibles que habia para dar á la juventud una inclinacion fomentada insensiblemente con ejercicios bélicos.

Independientemente del esmero y cuidado conque la junta de educacion y el gobierno escojieron escelentes profesores, tambien tomaron medidas para que estos pudiesen llenar sus deberes con fruto, proporcionándoles los libros é instrumentos necesarios; y al efecto se señaló

una cantidad de dinero suficiente para comprarlos en Europa, á pesar de la penuria de la tesorería, por las guerras que la nacion habia tenido que sostener en el Sur. Pero las cabezas chilenas tenian tanto anhelo por ilustrarse, que nadie puso reparo en someterse á los mayores sacrificios.

En consecuencia, se votó tambien la fundacion de una biblioteca en un lugar abierto á los profesores, á sus discípulos y al público, en cuyo lugar se habian de hallar reunidos los tratados mas útiles para cada ramo de estudios, sirviéndose desde luego de los que habia en la Universidad y en otros establecimientos públicos. En esta ocasion, como en todas las de esta especie, el patriotismo de los habitantes se mostró pronto y jeneroso para realizar los buenos efectos de tan noble pensamiento don Juan Egaña, Feliciano Letelier, Mateo Arnaldo Hoevel y otros muchos sujetos de distincion, tanto de Santiago como de las provincias, particularmente de Talca, aprontaron su escote para la ereccion de dicho monumento de ciencia, destinado á alcanzar un alto grado de prosperidad, por la solicitud del gobierno, y la sabiduría de su actual director don Francisco García de Huidobro.

En medio de estos grandes esfuerzos de fomento intelectual, se presentaba naturalmente la grave cuestion de la propagacion de ideas liberales por medio de la libertad de la prensa, cuestion que no olvidaron aquellos ilustres progresistas.

Ciertamente, en atencion á las intenciones manifiestas del gobierno de fomentar el desarrollo de las luces por medio de la propagacion de la enseñanza pública, era permitido creer que á esta enseñanza debia seguir natu

ralmente la libertad de comunicar y transmitir todos los medios que le eran propios, bajo la condicion de que no fuesen opuestos al gobierno, ni perjudiciales á nadie. Esta condicion era tanto menos difícil de cumplir en aquella época, cuanto los periódicos eran aun raros, estaban por decirlo así en pañales y tenian ya bastante que hacer en tratar cuestiones de libertad puramente civil, sin elevarse precozmente á las gravísimas de libertades políticas. Esto es tan cierto, que el solo diario que se leia entonces era costeado, en gran parte, por el gobierno mismo, y redactado por escritores que eran miembros, ó apoyos de este mismo gobierno. En sus opiniones, en sus sanas intenciones y juicio recto, estos escritores consideraban un diario como un puro instrumento de la verdad y de la razon; como una centinela avanzada contra los abusos; como una salvaguardia de todo derecho lejítimo y enfin, como la sola garantía de libertad individual, en los límites señalados por las leyes y tratados de derecho público.

Si, por otra parte, los propagadores de la civilizacion preveian que tal vez las pasiones podrian tener en la libertad de la prensa un campo abierto para calumniar, provocar y oprimir á los particulares, semejante prevision no podia aun tener por objeto los intereses de aquella época, visto el estado de ignorancia en que todos se hallaban respecto á discusiones, antagonismos, rencores y combates políticos. Cuando hubiesen adelantado bastante en la carrera para conocerlos y servirse de ellos, tambien habrian hecho los mismos progresos para preservarse de sus malos efectos.

Penetrado el gobierno de la fuerza de todas estas consideraciones, y de lo indispensable que era la liber

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