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por la administracion del país, fué de poca importancia, en jeneral, considerado bajo el punto de vista de organizacion social, y se redujo á reglamentos que, por la mayor parte, eran de la competencia de los ayuntamientos. Por ejemplo, se hizo uno en Santiago contra los regatones para que no revendiesen los abastos públicos, por el perjuicio que esto causaba á los compradores. Se fijaron aranceles de médicos y boticarios. Se dieron providencias para cortar los funestos efectos de ciertas enfermedades, que se propagaban con espantosa prontitud; y

para evitar nuevas contribuciones en aquellos momentos de considerables desembolsos, se tomaron medidas rigu rosas acerca de las administraciones de tabacos, y papel sellado, en las cuales habia intolerables abusos.

Una verdadera y feliz innovacion fué la del establecimiento de un vasto cementerio ó Panteon, al norte de la villa, para evitar el mal influjo de los vientos del sur, que son allí los vientos siempre reinantes. Hasta entonces, se habian enterrado los muertos en las iglesias, ó al lado, con gravísimo daño de la salud de los habitantes. En el congreso de 1811, algunos miembros recordaron que dicha costumbre habia sido vituperada por los concilios de Braga, Maguncia, Nantes, Milan, etc., y que Carlos IV, en una circular de 1805, la habia prohibido; y opinaron, en consecuencia, que conformándose al tenor de dicha circular, se debia prohibir que nadie, de ningun estado ni condicion, fuese enterrado en la iglesia; proposicion que habia sido tomada en consideracion.

Todos estos decretos ó reglamentos, á veces mas bien teóricos que prácticos, no presentaban el carácter de una verdadera utilidad jeneral, puesto que casi siempre se limitaban, en su aplicacion, á las necesidades de la

capital, y se resentian ademas de la timidez qué se notaba en todos los actos del gobierno de aquella época. Es verdad que la situacion del país no era propia á favorecer los proyectos é intenciones de aquellos buenos patriotas en cuanto á operaciones de organizacion administrativa, para las cuales se necesita gozar de reposo y tranquilidad de ánimo. Cuando todos, por todas partes, suspiraban por ver renacer el buen órden, la guerra encendida en el sur los llenaba de zozobra; la invasion obraba insurreccionando, y habia hecho rápidos progresos en la provincia de Concepcion, cuyos habitantes se habian declarado, la mayor parte, en su favor; casi todas las plazas habian caido en su poder, y Carrera, despues de haberse visto obligado á retirarse, tenia muchísimo trabajo en rehacer sus fuerzas para oponerse á un enemigo que habia ya tomado la ofensiva.

Todo esto no podia menos de poner en cuidado á la junta gobernadora, forzándola á dar su primera y principal atencion á los asuntos militares que, en aquel instante, eran la sola áncora de salvacion para el país. Desgraciadamente, los recursos del erario estaban lejos de bastar para levantar y armar nuevas tropas; mas sinembargo, y gracias al patriotismo de ciertas clases de la sociedad, los donativos voluntarios, hechos con una jenerosidad que recordaba los primeros momentos de entusiasmo de la revolucion, remediaron en mucha parte aquel estado de penuria. Los miembros del poder ejecutivo continuaban dando un bello ejemplo de desprendimiento, haciendo dejacion de sus sueldos, que creian mas necesarios al estado que á ellos mismos; los empleados soportaban un descuento en sus pagas, y los particulares los imitaban con donativos proporcionados á sus

facultades. Los que no tenian dinero que dar, ponian á la disposicion de la autoridad partes ó porciones de casas de mucho rédito. El coronel de milicias don Manuel Barros se ofreció á albergar en su hacienda todas las viudas de soldados del rejimiento de Melipilla, muertos en la guerra. Enfin, don Vicente Iñigues llevó su jenerosidad hasta armar á sus espensas un buque mercante anclado en el puerto de Valparaiso.

Todos estos recursos, juntos á los que el gobierno habia pedido de oficio á los negociantes y á los particulares pudientes de la República, permitian hacer frente álos gastos de mayor urjencia; pero no bastaba esto. Lo que se necesitaba era inspirar ardor marcial á la juventud, estimulándola con el ruido y el aparato de preparativos bélicos. No teniendo el país fábricas de armas, el gobierno prometió grandes recompensas á los armeros desconocidos que se presentasen con la capacidad suficiente para remediar esta grande falta, y muy pronto el nombrado José Antonio Diaz fabricó y presentó, como muestra, un fusil que mereció una completa aprobacion. A este armero, el gobierno le mandó dar cien pesos de recompensa, y el título de Alférez de milicias en el rejimiento de Aconcagua.

Igualmente fueron votados socorros á las viudas de los militares muertos en acciones de guerra, y estos socorros fueron sorteados, al aniversario de la independencia, el dia 18 de setiembre.

Fueron exentos de toda leva y servicio militar todos cuantos trabajaban en el acopio y preparacion del salpetre.

En vista de la falta de caballos, cuyo número era ya muy insuficiente para el servicio, el gobierno dispuso

suprimir los derechos que pagaban, al entrar en el territorio de la República, los que se sacaban de Mendoza y de sus cercanías.

Tomadas estas providencias temporales, el poder pensó en sostenerlas por el eficaz auxilio de actos de gobierno puramente morales y relijiosos con rogativas públicas y jenerales tanto en la capital como en las provincias; medios cuyo influjo poderoso en los ánimos conocia el gobierno, y por cuya razon los empleaba frecuentemente. Consecuente en este príncipio, y hallándose poséedor de la placa de la órden de Santiago, tomada en el equipaje de Pareja, dedicó dicha placa al santo de la órden, que era tambien patron de la capital y de la República, ordenando se hiciese en esta ocasion una imponente funcion relijiosa, invocándolo é implorando su proteccion para alcanzar victoria.

Para el efecto, la placa de la órden fué depositada el 5 de junio, en manos del cabildo eclesiástico, y el dia siguiente los canónigos celebraron dicha funcion con la mayor pompa y ostentacion, con asistencia de todas las personas de distincion de la ciudad y de las autoridades civiles y militares.

Algunos dias despues, se celebró otra no menos imponente con el motivo de sustituir la bandera nacional á la española, que aun se veia tremolar en los edificios públicos, y esta funcion fué tanto mas solemne, cuanto se escojió justamente el dia del corpus para celebrarla. Hasta entonces, no se habia conocido en el país sino la escarapela tricolor, y fué aquel el primer dia en que se vieron los tres colores resplandecer en la bandera, simbolo de la nacionalidad que acababa de emancipar á los Chilenos,

Tuvo entonces el gobierno una feliz coyuntura para dar pruebas de que estas funciones no eran un puro y vano ceremonial, y de que realmente estaba poseido de solicitud por el pueblo. La provincia de Concepcion se hallaba, en aquel momento, en el estado mas deplorable, á consecuencia de los escesos cometidos por una banda de forajidos, los cuales eran todos miserables desertores, No siendo posible el pagar todos los daños y perjuicios hechos por aquellos malvados, el gobierno determinó indemnizar á los mas perjudicados por ellos, y dar esperanzas á todos de que se pondria remedio eficaz á sus vejaciones tan pronto como las circunstancias lo permitiesen. En consecuencia, fué decretado que se remitiese una cantidad de 10,000 p. á la provincia de Concepcion para repartirla entre los mas necesitados. Al mismo tiempo, se mandó tambien fuesen puestas grandes restricciones en el recobro de ciertas contribuciones de que abusaban malos empleados, y aun tambien algunos simples particulares por propio interés y provecho. Ciertamente, eran estas providencias muy propias á hacer menos insoportables los males inherentes á la guerra, y á moralizar en cierto modo lo que habia de malo en la revolucion.

Era este un objeto esencial en que la junta gobernadora ponia el mayor esmero, y las tropas sobretodo que estaban á su vista se impregnaban maravillosamente de los buenos efectos de esta sana política. Tan pronto como llegaba la noticia de una victoria alcanzada por el ejército del sur, noticias que por desgracia llegaban rara vez, se veian al punto los militares y ciudadanos mezclados unos con otros sin distincion y como verdaderos hermanos, manifestar á una el entusiasmo de que esta

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