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solicitud de don Salvador Andrade, se reunió, el dia siguiente, en el salon del ayuntamiento, y acordó unánimemente, que en atencion á las circunstancias en que se hallaba la provincia, ni el jeneral en jefe ni sus hermanos podian desistirse del mando, abandonando el ejército, y que esta resolucion fuese llevada á conocimiento del gobierno para que se sirviese anular la providencia que habia tomado en aquel asunto, sin lo cual se veria sin duda alguna espuesto el país á grandes calamidades.

Armado de esta decision, que legalizaba á su parecer su desobediencia, y le dispensaba de escrúpulos que habria podido tener sin ella, Carrera no se tomó la molestia de responder al gobierno, y continuó mandando el ejército, sobre el cual fundaba todas sus esperanzas, porque creia poseer su afecto.

Sinembargo, despues de la accion de Tracoyan, el enemigo, animado por el buen éxito, habia hecho cuanto le habia sido posible para molestar á las tropas patrióticas, insultando con frecuencia las avanzadas, y el dia 11 de noviembre, habia atacado en el vado de Cuca la escolta de las cosechas que iban de las haciendas cercanas á Itata. Freyre, que mandaba la escolta, hace frente con resolucion, rechaza al enemigo, lo carga, pasa el Itata en pos de él, y lo persigue hasta Larqui. Esta accion fué seguida de otras muchas que no tuvieron resultados importantes, porque el jeneral Carrera no tenia entonces mas que un pensamiento fijo, que era ir á atacar y tomar la plaza de Arauco, afin de hacer toda via de socorro imposible, ó á lo menos muy difícil al enemigo.

Mientras que hacia los preparativos de esta espedicion

V. HISTORIA.

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y llegaban caballos y pertrechos que habia pedido á Talca, dió órden al coronel Urizar de transportarse con cien fusileros que habia en Rere al otro lado del Laja, para apoderarse de los Anjeles (1); pero desgraciadamente, dicho coronel tuvo tan poco éxito en esta empresa como en la que habia sido puesta á su cargo anteriormente, en términos que sus soldados le miraban con desden y muchos le abandonaron creyendo que habia traicion en su conducta.

El teniente Juan Felipe Cardenas fué mucho mas feliz en Tarpellanca, Hualqui y otros puntos en donde batió completamente al enemigo.

El teniente de dragones don Estevan Manzano lo fué aun mucho mas. Este oficial, en una de sus correrías, tuvo el buen acierto de destruir una audaz montonera, haciendo prisioneros á sus motores Damaso Fontalba, su yerno y su sobrino, los cuales fueron afusilados inmediatamente, por órden de Carrera, así como tambien los milicianos sorteados para sufrir la misma pena.

En medio de todo esto, Carrera se vió paralizado en la ejecucion de sus proyectos contra la plaza de Arauco, por la arribada del bergantin el Potrillo á aquella plaza con socorros para los realistas, y órden para transportar á Lima los prisioneros de guerra que habian hecho.

Entre dichos prisioneros, se hallaba el digno coronel Cruz, que O'Higgins hubiera querido salvar á toda costa. Su division ocupaba entonces la junta del Diguillin, y por consiguiente estaba próxima al camino

(1) Miguel Carrera: Diario manuscrito. Segun don Diego Benavente, esta espedicion tenia por objeto ir á atacar las tropas destinadas à escoltar los prisioneros de Chillan á bordo del Potrillo. Memoria, pág. 114.

que debian seguir. Con este proyecto, pidió permiso al brigadier J. José Carrera para ir á atacar la escolta, que era de quinientos hombres, afin de rescatar á sus compañeros de armas, rogándole al mismo tiempo le enviase los caballos de que pudiese disponer. Desgraciadamente, el proyecto de O'Higgins no pudo realizarse, y los prisioneros llegaron y fueron puestos á bordo del Potrillo, con gran sentimiento de la junta gobernadora, que, por mas que hizo, amenazando á Sanchez con la represalia de enviar á Buenos-Aires los oficiales que le habian cojido á bordo de la Tomasa, no pudo impedirlo. Es verdad que esta amenaza no era propia á persuadir al jefe realista, en atencion á que dichos oficiales eran unos traidores, en su opinion.

Miguel Carrera, por su parte, esperimentó el mas vivo dolor al oir esta noticia, y se apresuró á suavizar la triste posicion de su amigo y compañero Cruz enviándole dinero; pero no por eso se sintió tranquilizado. Lejos de eso, Carrera deploraba mas que nunca el fatal descuido del gobierno en no enviarle socorros y sobretodo caballos, de que tenia tanta falta, y que le hubiesen sido tan útiles en aquella circunstancia. Este descuido le parecia ser una verdadera conspiracion contra él y contra sus operaciones militares, y con esta persuasion, visto que todas las quejas que habia dado sobre este particular habian sido desoidas (1), pensó en concentrar todas sus tropas sobre Concepcion para poder resistir, en caso necesario,

(1) Pocos dias antes, Carrera habia enviado á José María Benavente á decir á O'Higgins los motivos de queja que tenia contra la junta, y la indiferencia con que esta miraba las necesidades mas urjentes del ejército, en términos de comprometerlo por su abandono. En vista de esto, añadia Benavente, no seria estraño que el jeneral marchase con tropas sobre Santiago para disolver dicha junta. Conversacion con O'Higgins.

á las malas intenciones de la junta. En consecuencia, mandó replegar las dos divisiones, una sobre la Florida,

y

la otra sobre Curapalihue, con el pretesto aparente de cubrir Concepcion, adonde llamó al coronel O'Higgins para conferenciar con él acerca de los procederes del poder ejecutivo.

En efecto, llegó O'Higgins á Concepcion, y Carrera abrió con él una conferencia, en presencia del gobierno de la provincia, conferencia en la cual el primero declaró, con la franqueza digna de un militar, que ya habia manifestado claramente á los miembros del gobierno, que la cesacion del mando de los Carreras seria la pérdida del ejército.

Bien que la amistad de Carrera y de O'Higgins se hubiese enfriado en cierta manera, por diferentes motivos pero sobretodo por la intimidad y el favor que el jeneral dispensaba á su amigo Poinsett, el cual parecia ser su jefe de estado mayor, y su particular asesor en todos asuntos, con mucho disgusto de los jefes que servian bajo sus órdenes; noobstante esto, O'Higgins obró en esta circunstancia con la mayor lealtad, como ya queda probado por su precedente correspondencia con la junta, y por consiguiente, no era de ninguna manera enemigo de Carrera. El que se hallaba en este caso, y que realmente podia serle hostil, por sus relaciones de parentesco con Irrizari, Echeverria y otros partidarios de la familia de los Larrains, era el cuartel-maestre Mackenna. Este fué quien tuvo la idea de quitar el mando á Carrera para dárselo á O'Higgins, y aun se atrevió á decírselo al mismo jeneral, cuando este le mostró el oficio de la junta, pidiéndole, por decirlo así, su parecer en aquella circunstancia. El mismo pensamiento de Mackenna lo tenian los

Mendiburus, el cura Isidro Pineda y otros, todos los cuales estaban prontos á ayudarle á realizar dicho proyecto, y lo propagaron por todas partes, y aun tambien en el ejército mismo, con riesgo de ocasionar oposiciones y enconos, y de dar lugar á fatales consecuencias.

Aprovechando, ademas de esto, de la facultad que tenia, como cuartel-maestre, para obrar personalmente en los diferentes puntos ocupados por las divisiones del ejército, se embarcó en una falua cubierta con el capitan Garcia, escelente marino, y bajo pretesto de pasar á la isla de la Quiriquina, se fué en la embocadura del Maule, y de allí á Talca, con intencion de trabajar en realizar el proyecto que meditaba.

La junta gobernadora le honró, bien que debiese considerarlo como un verdadero desertor, con una acojida tan favorable como opuesta y funesta á las leyes de la disciplina militar, sin duda porque llegaba con las mismas intenciones que la junta tenia, y acerca de las cuales entró desde luego con él en conferencia.

En la conversacion que habia tenido Mackenna con Miguel Carrera, este habia dicho al primero hallarse pronto y dispuesto á ceder el mando á O'Higgins, pero que en ningun caso lo pondria en manos de Porteño, como parecia pretenderlo la junta gobernadora. Segun esta respuesta del jeneral en jefe, los miembros de la junta y Mackenna mismo, dando la cosa por hecha, hablaban de ella públicamente sin la menor reserva, y aun se la comunicaron á Luis Carrera, el cual se presentó, el dia 25, anunciando que las intenciones de sus hermanos eran de entregar los mandos del ejército, uno á O'Higgins, y el otro á Spano, el cual reemplazaria á su hermano José en el de la guardia nacional.

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