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cente Aguirre. De las piezas del proceso, y de las declaraciones del mulato Narciso Cigarra y del miliciano Juan Albarado resultaron las pruebas de la conspiracion; los conjurados fueron condenados á muerte, y aquel mismo dia, Tirapegui fué pasado por las armas en la plaza de Santiago. José María Reyes, Tadco Revolledo, Mateo Carrillo, Antonio Lobato, Hilario Ballejas y otros consiguieron escaparse, unos, y tener otros su pena conmutada en perpetuo destierro. Muchas damas tuvieron que sufrir la misma pena, como conspiradoras, y otras fueron enviadas á la isla de la Quiriquina, tales como doña Catalina Sepulveda, doña Aurelia San Martin, hermana de doña Dolores Fajardo, la cual fué condenada al maximum de la pena, es decir á destierro perpetuo. Enfin, algunos pocos quedaron absueltos y libres, y otros que se creyeron sospechosos, como José Zapatero y Manuel Zañartu con algunos otros, se pusieron bajo vijilancia en un buque ponton.

Mientras se substanciaba la causa, Sanchez, prevenido por espías del peligro en que estaban los realistas, escribió á los miembros de la junta que si los prisioneros de Concepcion eran condenados á muerte, usaria de represalias y mandaria sufriesen la misma pena las familias de O'Higgins y de Alcazar, con otras que tenia en su poder.

A esta amenaza, el gobierno respondió con entereza que la ley seria ejecutada en todo su rigor, en atencion á que ningun poder podia ni debia impedir su ejecucion. Al responder así, el gobierno sabia muy bien que Sanchez no cumpliria la amenaza, puesto que su mujer y sus hijos estaban entre las manos de Carrera; de suerte que se ejecutó la sentencia sin que hubiese represalias

de parte del jefe realista, ni otro mal resultado alguno. Lejos de eso, este acto de severidad proporcionó á Carrera mas facilidad para canjear los prisioneros que tenia, y poner en libertad á sus compañeros y amigos, como se verificó poco tiempo despues en la junta del Diguillin.

En la especie de conjuracion que se habia formado para destituir del mando á Carrera, muchos que él tenia por indiferentes, y aun tambien por enemigos, se declararon en su favor; pero noobstante, ya empezaba á convencerse del mal estado de su causa, viendo el mal espíritu infundido á sus tropas por las intrigas de sus enemigos, y que sus oficiales, siguiendo el ejemplo de Mackenna, abandonaban sus cuerpos. Ademas de esto, sus mismos amigos y partidarios mostraban menos ardor en sostenerlo y parecian dispuestos á abandonarlo. El obispo Guerrero, viendo que la buena estrella de su protector se oscurecia, tuvo la ingratitud de separarse de él, yéndose en una chalupa á San Antonio, y desde allí á Quillota, con el proyecto de embarcarse luego para Inglaterra, renunciando al obispado de Santiago, que el arzobispo de Lima, fundado en los cánones de los con'cilios, le habia quitado.

O'Higgins, que hacia algun tiempo se hallaba en Talca, no le escribia una sola carta, que cada dia Carrera esperaba con la mayor impaciencia, y el gobierno persistia en el sistema, que parecia haber adoptado, de no enviarle víveres ni dinero, afin de que no pudiendo asistir á las necesidades de sus soldados, estos acabasen de perder el afecto que le tenian. En tan crítica situacion, Carrera no vió mas recurso que el « de hacer una junta de varias de las principales personas de Concep

cion, para pedirles (dice Carrera mismo) que me auxiliasen con dinero y víveres, ó que tuviesen entendido que á no hacerlo, formaria mi colunna y marcharia con ella para Talca, abandonando la provincia, antes que pereciese el ejército (1).

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Se formó, en efecto, dicha junta, y para que fuese mas libre é independiente en su deliberacion, Carrera tuvo la jenerosidad de no ir á ella; pero obrando así, olvidaba que en revolucion, la audacia es la madre del éxito, el cual lejitima todas las pretensiones imajinables, y que sus enemigos podrian aprovechar de su ausencia para mostrarse contrarios á su demanda. Así sucedió; los partidarios de la junta gobernadora y sobretodo los miembros de la familia Zañartu, que tenia tantos motivos de queja y de rencor contra él, hablaron y votaron como oponentes, de suerte que tuvo contra sí una grande mayoría de votos; y aun resolvieron los miembros de la reunion llamar al jeneral en jefe para notificarle el resultado de su deliberacion. Habiéndose presentado Carrera, Miguel Zañartu tomó la palabra, y en nombre de la asamblea y del pueblo soberano, dijo:

La voluntad del dicho pueblo es, que V. S. deponga el mando en manos de la junta de esta provincia, para alejar los recelos que tiene el gobierno supremo de que V. S. no lo entregará al nuevo jeneral nombrado, por cuya razon no remite los auxilios de que carecemos. »

Bien que estas palabras saliesen de la boca de uno de sus enemigos, patriota sospechoso, y pariente de realistas que Miguel de Carrera habia mandado castigar; y bien que otros oradores hubiesen protestado contra las palabras temor y sospechas, pronunciadas por Zañartu,

(1) Diario manuscrito de José Miguel Carrera.

noobstante, la situacion de Carrera era sumamente crítica, en atencion á que no habiendo aun obedecido á las órdenes del gobierno, podia, rehusando igualmente obedecer á los votos de una asamblea, que él mismo habia convocado, pasar por un faccioso, en cuyo caso, ya no tenia mas que seguir los consejos de su hermano Juan José, el cual era hombre de mucho mayor arrojo, y de mas resolucion que él. Pero esto no podia ser conveniente en su posicion, porque el momento no era oportuno para adoptar y tomar un partido estremo. Por otro lado, tampoco podia ni debia dejar sin respuesta la odiosa acusacion con que habia sido denostado, y así respondió en tono de indignacion que manifestaba la conciencia que aun tenia de su superioridad:

«Mi empleo y mi autoridad, como jefe que soy de un ejército reconquistador de esta provincia, no pueden someterse sino al gobierno superior del estado. La junta de esta provincia y los pueblos han de sujetarse á mis órdenes en la parte que corresponde. Yo solo soy responsable del ejército y seria un criminal si por debilidad accediese á tan locas pretenciones. Si mando aun el ejército es á solicitud del nuevo jeneral, y con la voluntad del gobierno supremo (1). »

Y en seguida, volviéndose á Zañartu, le echó en cara las intrigas de su familia contra la santa causa que él defendia, con un tono tal de convencimiento que muchos de los vocales se levantaron en su apoyo. Solo, sus enemigos particulares no se dieron por convencidos. Es verdad que estos eran, por su desgracia, numerosos, á consecuencia del espíritu de rigor conque el jeneral habia obrado siempre para protejer eficazmente el interés de (1) Diario manuscrito de Miguel Carrera.

su causa, en una ciudad cuyos habitantes, jeneralmente, tenian relaciones de parentesco en los dos partidos contrarios. Muchos de estos enemigos se propasaron á maltratarle de palabra, y en particular Fernando Urizar fué, al dia siguiente, á echarle en cara que la reunion de la víspera se habia compuesto, en gran parte, de facciosos sobornados por su partido. Urizar dijo esto en tono tan insultante, que Carrera lo mandó arrestado al castillo de Penco, de donde no salió en libertad hasta el cabo de un mes, y esto por mucho empeño del coronel Alcazar.

Mientras Miguel Carrera se hallaba ser el blanco de la malevolencia de sus muchos enemigos, y que perdia de dia en dia su ascendiente sobre la opinion jeneral, O'Higgins llegaba á Talca en donde fué recibido con honor y aplauso, en atencion á que Mackenna habia trabajado eficazmente para que fuese nombrado jeneral en jefe. El gobierno mismo, en su oposicion á Carrera, estaba tan persuadido de que O'Higgins solo salvaria la República, que este nuevo jeneral tuvo que rendirse y aceptar el enorme peso del mando, tanto mas grave en aquella sazon, cuanto el ejército se habia desmoralizado, y se debia temer que llegase una nueva espedicion del Perú.

O'Higgins hizo la jura y tomó posesion del mando el 9 de diciembre con universal alegría, porque todos tenian en él las mas lisonjeras esperanzas. En las ciudades. y pueblos del centro y del norte, las autoridades mandaron que hubiese regocijos públicos. En Santiago, ya el gobernador intendente habia reunido una asamblea, antes que O'Higgins hubiese llegado á Talca, dando parte de esta noticia, que á todos causó la mayor satis

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