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con celo y perseverancia á la suerte política que él les profetizaba (1). Siempre le acompañaban á paseo, iban á sus tertulias y oian con gusto y satisfaccion las felices profecías que su profunda penetracion le dictaba acerca de la rejeneracion de su hermoso país.

Entre estos sujetos, figuraba el jóven José Antonio Prieto, abcgado muy hábil, y fuertemente imbuido de las ideas de aquella época. Su imajinacion viva y fecunda le hacia olvidar muchas veces las máximas de la prudencia, y se mostraba intolerante en sus opiniones, aun delante de empleados los mas disimulados. A pesar de los avisos del intendente, no tenia reparo en hablar públicamente de la decadencia del poder español, y, mas de una vez, se espuso á ser desterrado á la isla de Juan Fernandez, debiendo el no haberlo sido al grande influjo de su familia. Sus primeras ideas le habian venido de D. Juan Rosas, y las exajeraba con exaltacion; pero á la arribada del Guampu fué encargado de la defensa de aquel buque anglo-americano, apresado como contrabandista, y este negocio lo puso en relacion con el sobrecargo Hoevel, que se hizo uno de sus mas íntimos amigos. Esta amistad no solo fué debida al carácter franco y social de aquel estimable sueco, sino tambien á la conformidad de opiniones y principios de los dos nuevos amigos. La mansion que habia hecho Hoevel en lacuna de la libert ad le habia dado una idea exacta de aquel gobierno demo

(1) Es notorio que para la seduccion, perdicion, y ruina de la ciudad y >> provincia de Concepcion, contribuyó mucho la doctrina impía del doctor » Rosas á una partida de jóvenes de distincion de dicha ciudad, que se jun>> taban en su casa con el objeto de instruirse, y esparcian aquellas semillas >> entre sus amigos y compañeros. »

Informe de Fr. Juan Ramon sobre las causas de la revolucion de Chile. Mss.

crático, y se complacia en instruir á su jóven amigo, que cada dia se mostraba mas atento á sus lecciones, porque cada dia se aumentaba el interes de sus conversaciones, sumamente instructivas. Estas conversaciones se componian de preguntas de Prieto y de respuestas claras y convincentes de su preceptor, preguntas y respues tas de las cuales resultaban para ellos presentimientos felices para aquel rico país, que, en la prevision de Hævel, iba á ser su segunda patria.

Desgraciadamente, no quiso la Providencia que aquel jóven Chileno pusiese en práctica los principios de filosofía social, muy bien meditados por él, y estudiados, ademas, en el Contrato social de Rousseau, que su amigo le habia dado con mucho sijilo; atormentado, ya mucho tiempo habia por una enfermedad complicada, y que parecia incurable, se vió obligado á ir á buscar fuera de su clima natal su salud, tan interesante para su patria. Su digno hermano don Joaquin Prieto, que acababa de llegar de un largo viaje á Pampas y á Buenos-Aires, hecho bajo la conducta del jeneral Cruz, se fué á reunir con él en Piura, y le halló en un estado desesperanzado, pero siempre imbuido de sus ideas de una suerte risueña, invectivando, en el delirio, á la despótica España, y regocijándose con los últimos acontecimientos revolucionarios que acababan de estallar en Quito, y que él consideraba como preludio de la grande rejeneracion, con que soñaba continuamente, despues de tanto tiempo.

Mas á pocos dias le abandonó su hermosa alma entre los brazos de su hermano, el cual recibió sus últimas inspiraciones, y se sirvió de ellas para tomar una parte tan activa como brillante en todas las guerras de la in-. dependencia y llenar una de las mas bellas pájinas de su

historia, con la felicidad de hallarse á la cabeza de una administracion, gracias á la que el país se vió verdaderamente constituido, cortando de raiz las cabezas de la hidra de la anarquía.

Otro personaje que tomó una parte infinita en aquella revolucion, y que contribuyó mas que nadie á llevarla á buen fin, fué don Bernardo O'Higgins, hijo del ilustre presidente de este nombre con que se honra Chile, y que, por sus eminentes cualidades, se elevó de la nada á la alta dignidad de virey del Perú. Enviado muy jóven á Inglaterra para adquirir una instruccion sólida, estrechó amistad con algunos Americanos que, por sus ideas demasiado liberales, habian sido desterrados de su país natal, ó habian ido á la capital británica para interesar aquellos ministros en su causa. Miranda, que era uno de los principales jefes de ella, se habia prendado de la exactitud y precision con que espresaba sus opiniones, y lo habia recibido en su mas íntima sociedad, porque preveia que seria un celoso partidario de la libertad americana, y uno de sus mas acérrimos defensores. Siendo, como era, hombre esperimentado, Miranda procuraba trazarle un plan de conducta, dándole consejos sabios y prudentes, que mas parecian máximas de un diplomático consumado que de un caudillo militar.

De Londres, O'Higgins pasó á España, y, en Cádiz, fué miembro del club americano, en donde se trataba seriamente de la emancipacion del Nuevo Mundo, y, gracias á su exactitud en asistir á él, adquirió nociones sumamente justas sobre los derechos del hombre, y sobre todas las ideas de libertad esparcidas ya por una gran parte de la Europa, ideas que importó á su propio país.

Su mansion en la provincia de Concepcion le daba

ocasiones frecuentes de ver y hablar á Rosas, y, en sus conversaciones, discutian sobre los medios mas convenientes para hacer entrar al pueblo por las inovaciones á que aspiraban; porque en razon de las luces que tenian uno y otro, y de su rango, podian prometerse felices resultados, aun cuando sus intentos fuesen contrarrestados por la influencia del ejército, escalonado por toda la frontera, y enteramente adicto á la monarquía. El entusiasmo de O'Higgins era tal, que tuvo la paciencia de traducir la constitucion inglesa, como tambien los comentarios que habian sido hechos sobre ella, y mandó sacar muchas copias para darlas á sus amigos, que deseaban, tanto como él, que se esparciesen por todas partes aquellos rayos de luz, tan propios á rejenerar la sociedad. Enfin, para no omitir nada de cuanto podia favorecer su jeneroso pensamiento, seguia una correspondencia tirada con Santiago, y escribia, à menudo, á Buenos-Aires, en donde se habia formado un gran club bastante semejante al de Cádiz.

Mientras que los patriotas del Sur trabajaban así bajo de mano en propagar una idea que ellos mismos habian de proclamar á su tiempo, sosteniéndola con las armas en la mano, los de Santiago trabajaban igualmente en preparar los espíritus á aquel movimiento social; porque allí tambien la fuerza de las cosas habia emancipado algunas cabezas, y desarraigado muchas preocupaciones, Entre estos espíritus fuertes se hallaba el canónigo Fretes de Buenos-Aires, que correspondia directamente con su sobrino el jeneral Terrara, uno de los grandes patriotas de aquella capital, y comunicaba con mucha puntualidad á O'Higgins todas las nuevas que recibia de él, favorables al cumplimiento de sus deseos.

Tambien empezaban á figurar Agustin Eyzaguirre, Miguel Infante, Argomedo, Marin, Egaña y algunos otros patriotas, aunque, en jeneral, fuesen bastante raros; y, sobretodo, el jeneroso Manuel Salas, tan benéfico y virtuoso, que no se puede pronunciar su nombre sino con el mayor respeto, y que abrazando la causa del país con el mas admirable desinteres, conservó la noble ambicion de servirle hasta el último momento de su larga y gloriosa carrera. Hallándose dotado de una grande capacidad, y habiendo recibido de sus padres, tan ricos como honrados, una completa educacion, habia ido muy jóven á España, en donde aun estaba cuando los Anglo-Americanos asombraban á toda la Europa con la audacia y el éxito de sus ideas reformadoras. Allí habia tambien algunos Americanos Españoles, que muy luego se hicieron sus amigos y compañeros inseparables, y todos juntos se regocijaban al ver los progresos y las victorias de los Americanos del Norte, previendo, sin grandes esfuerzos de imajinacion, la influencia que aquella revolucion iba á tener necesariamente en las cosas de su propio país.

Con este pensamiento, se apresuró á regresar á Chile, impaciente por esparcer allí las ricas semillas de libertad, tan desconocidas y tan seductoras, y poner en práctica los conocimientos útiles que su ardiente patriotismo le habia hecho adquirir en sus viajes. Pero es preciso advertir que la Providencia no lo habia hecho para ser caudillo de un partido, ni menos un político refinado, y sí un jenio benéfico de la civilizacion, propagador de sus luces y consuelo de la humanidad, remediando sus miserias, fomentando hospitales y hospicios, y aun tambien creando escuelas y colejios científicos en donde se profesaban matemáticas, y otras ciencias y artes liberales,

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