Imágenes de páginas
PDF
EPUB

mente, Carrasco no era inhumano; pero, en sus actos, se dejaba llevar de una falsa conciencia, que le imponia una conducta sistemática, contraria á la justicia, y que le hacia sostener, á todo trance, los derechos de un poder que se caia de vetusted y de oprobio. Como primer majistrado tenia derecho al respeto de todos, respeto que ya ciertas autoridades subalternas empezaban á rehusarle, y ya se veia abandonado de la real audiencia, siempre pronta á adoptar una neutralidad insultante para su honor, y peligrosa para su gobierno. Todo esto, junto con el aislamiento en que se hallaba de todo apoyo, y con los progresos de la revolucion, le llenaba de disgusto y de melancolía, y no era muy estraño que viéndose humillado por el tono altanero y casi imperioso de la diputacion, respondiese con otro desdeñoso y lleno de resentimiento. Obrando así, pensaba vengarse de aquella afrenta; pero obraba impolíticamente, en vista de la fermentacion que habia por toda la ciudad, cuyo pueblo se entregaba al tumulto porque tenia la conciencia de su derecho, y no podia impedirse de perseverar en su demanda.

Así sucedió que tan pronto como se supo el mal resultado de la diputacion, muchos quisieron ir ellos mismismos, en persona, á palacio para pedir justicia, y fué preciso todo el talento del procurador para oponerse á ello, prometiéndoles que se iba á acudir á la real audiencia, como, en efecto, lo ejecutaron los alcaldes y el procurador, yendo á esponer á aquel supremo tribunal las respuestas insultantes que les habia dado el presidente, y la necesidad de que se presentase para discutir un asunto tan interesante para la tranquilidad pública, y para particular de los habitantes.

En cualquier otra circunstancia, la real audiencia habia desoido los clamores del pueblo, siempre exajerado en sus demandas, y, muchas veces, injusto en sus pretensiones; porque, como majistrados, querian sostener el dogma de obediencia pasiva á las autoridades, afin de conservar su propio prestijio, que no podria menos de menoscabarse con semejantes concesiones; pero desde algun tiempo á aquella parte, se hallaban. bajo el influjo de ideas revolucionarias, y veian que la máquina se desquiciaba, en vista de lo cual muchas veces habian pensado poner remedio al mal, persuadiendo al presidente cuan meritorio le seria el dejar un puesto en donde ya no le era posible mantenerse con decoro. Por esta razon, las proposiciones del cabildo, en aquella sazon, tenian dos ventajas: la de lisonjcar la vanidad del tribunal, y la de favorecer sus propios proyectos, los cuales eran muy propios á humillar al mismo presidente, motivo por el que la real audiencia dió buena acojida á la demanda, y nombró inmediatamente al oidor Irigoyen para ir á ejecutarla, acompañado del escribano de cámara, afin de darle un carácter mas legal.

Fundándose en la etiqueta que le imponia su superioridad, Carrasco se negó, al principio, á suscribir á aquel acto de humillacion; pero reflexionando en los inconvenientes que podria tener su resistencia, se resolvió, y tuvo que soportar los gritos de mofa de una multitud reunida en el primer zaguan de la cárcel sobre la que daban algunas ventanas de la audiencia.

Luego que el rejente Ballesteros hubo espuesto los motivos de aquella reunion, el procurador Argomedo renovó, en presencia de todos los oidores, las razones

ya dichas anteriormente á Carrasco, y exijió una órden perentoria para el regreso á Santiago de las tres víctimas atropelladas, añadiendo, despues de haber dado una mirada á Eyzaguirre, que nadie saldria de la sala hasta que dicha órden fuese debidamente firmada y legalizada. Mientras habló el representante del pueblo, hubo un profundo silencio en el zaguan; pero apenas se hubo oido su conclusion, estalló una aclamacion unánime pidiendo la libertad de los ilustres Chilenos, y aun algunos se propasaron á pedir la deposicion del presidente, que en aquel instante se hallaba exaltado por el resentimiento, y por las últimas palabras de Argomedo, las cuales le habian, por decirlo así, embriagado de pasion y de orgullo, dejándolo incapaz de ningun jénero de temor. Sintiéndose, pues, herido en tal manera, y contando con la poca tropa que tenia en la plaza, preguntó, á su vez, y en tono amenazador, si estaban ellos mismos seguros de salir de la sala? Fanfarronada á la cual respondió Argomedo diciendo que cuatro mil personas se hallaban reunidas en la plaza, prontas á apoyar su demanda. Esta respuesta hizo callar al presidente, cuyo carácter era demasiado débil para perseverar en el arranque que le habia sujerido su despecho. Es verdad que, al mismo tiempo, sus amigos le daban aviso de que los oficiales, sobre los cuales contaba, fraternizaban con el pueblo y le manifestaban sus disposiciones amicales.

El éxito de la diputacion en la real audiencia, y el pronunciamento arrogante de la multitud, habian entusiasmado á Argomedo en términos, que no se contentó con pedir el regreso de los desterrados, sino que tambien pidió la destitucion de tres empleados mayores, que eran: Campo, Menesés y Tadeo Reyes, como principa

les consejeros de Carrasco. Los dos primeros habian aceptado su nombramiento á consecuencia de una destitucion brutal y caprichosa, y se hacian muy bien cargo de que, á pesar de su talento y habilidad, una reaccion, que no podia tardar mucho, se lo quitaria; pero el último contaba mas de veinte años de servicio en la administracion principal, y siempre se habia distinguido por su talento y exactitud. Ya habia sido, aun muy jóven, secretario de O'Higgins, y le habia acompañado en las muchas visitas que aquel ilustre presidente habia hecho por toda la república. En la parte del Sur habia asistido al parlamento de Negrete, cuyo historiador habia sido tambien (1). Por el Norte, habia contribuido eficazmente al fomento de las ciudades de Illapel, Coquimbo, Copiapo y otras, y al aumento de escuelas, que consideraba, con mucha razón, como principales elementos de civilizacion. Los sucesores de O'Higgins lo habian considerado como igual á un asesor; lo admitian en sus consejos y reuniones, y seguian su opinion, de preferencia á otras, en las cuestiones mas delicadas, porque hallaban en ella la fuerza y el convencimiento de buen raciocinio. Su mérito, como empleado, no era menos brillante. Su jenio era laborioso, y no se contentaba con desempeñar puramente sus deberes, sino que tambien pasaba las noches en escribir sobre los diferentes ramos de la administracion. Los documentos que aun existen en manos de su digno hijo, don Pedro Reyes, bastarian para dar una alta idea de su talento y capacidad de prevision, si los archivos del gobierno, hasta

(1) En nuestro atlas se halla este parlamento, que he dibujado segun un plano que él mismo habia levantado, y que obra en poder de su diguo hijo, don Pedro Reyes.

V. HISTORIA.

7

entonces en bastante confusion, y desparramados, no los confirmasen por el buen órden en que los ha puesto. Todos los que han tenido ocasion de recorrerlos no cesan de admirar la paciencia y el saber del que los ha dispuesto de un modo tan bien arreglado. Mas, con todos estos bellos antecedentes, aquel mismo sujeto estaba tildado como peligroso para el país; porque, siendo un realista juicioso, recto y convencido, y hallándose dotado de sentimientos vivos de relijion, consideraba bajo un aspecto fatal toda inovacion que dimanase de los principios que habian sumerjido la Francia en una horrible anarquía, desterrando de ella sus dogmas relijiosos, y contaminando hasta las antiguas instituciones de la mayor parte de Europa, cuyos estremos se hallaban aun, en aquel mismo tiempo, ensangrentadas por las espantosas guerras producidas por dichos principios.

La nueva demanda del procurador ponia á Carrasco en el mayor embarazo, no tanto por la contra órden pedida para el regresò de los desterrados, puesto que tenia motivos para pensar que el barco que los llevaba cinglaba ya á Lima, sino por lo penoso que le era el quitar el empleo á sus tres amigos, y tanto mas cuanto eran las solas personas que le quedaban afectas á su gobierno, y sobre las cuales pudiese aun contar. Persuadido de que la real audiencia no cometeria la imprudencia de rehusarle su apoyo en circunstancias tan críticas para la monarquía, pidió permiso para entrar en consejo con ella; pero la deliberacion ruló en un sentido favorable al pueblo. Los oidores le aconsejaron se rindiese á sus instancias, añadiendo que en ello no haria prueba de jenerosidad, sino mas bien un acto de necesidad, en atencion á la fermentacion de las cabezas, y á la poca confianza

« AnteriorContinuar »