Imágenes de páginas
PDF
EPUB

que podian inspirarle sus tropas, las cuales parecian unidas con el pueblo, como verdaderos hermanos.

En consecuencia, Carrasco se decidió á formar las deposiciones del asesor interino, don Juan José Campos, del escribano, sustituto de cámara, don Francisco Menesés, y, con mucho mayor sentimiento, la del secretario don Juan Tadeo Reyes, lo cual fué considerado por la jeneralidad de los habitantes como una de las mayores injusticias. Pero ya se sabe que las revoluciones son un verdadero océano de bonanzas y tempestades, alternativamente, y que en medio de rasgos heróicos se presentan manchadas con acciones indignas, y aun tambien criminales, como si la Providencia hubiese dispuesto que nada fuese perfecto en este mundo mísero y orgulloso. Finalmente, por colmo de humillacion y de vergüenza para el presidente, el supremo tribunal le quitó estos tres empleados, y puso á su lado al oidor decano don José Santiago Concha, sin cuyo consentimiento era condicion espresa no se tomase determinacion alguna.

El cabildo recibió, á la una y media, el decreto que devolvia la libertad á los ilustres prisioneros, con estrepitosas aclamaciones del populacho, que, ya mucho mas numeroso y ajitado, esperaba nada menos que la caida del presidente. El alferez real don Pedro Larrain se ofreció para ser portador de la voluntad del pueblo, y salió, acompañado de doce personas de la mayor distincion, con el decreto para Valparaiso, á donde le habian. precedido otras muchas que habian marchado apresuradamente por la mañana, con el fin de llegar á tiempo para impedir la salida del trasporte que los llevaba, si, por ventura, se hallaba aun en el puerto.

Por desgracia, llegaron demasiado tarde. El Miontino

habia dado la vela al viento el dia anterior, y, por mayor desgracia, no habia quedado un solo barco en el puerto para correrle en pos, y entregarle los pliegos de Carrasco para el virey del Perú, con la órden de la libertad de los presos infelices que llevaba.

En vista de este contratiempo, Larrain puso inmediatamente en conocimiento de sus familias aquel suceso, y aun les remitió los mismos pliegos, con lo cual la mujer de uno de ellos, doña Mercedes Salas de Rojas, tuvo la valiente resolucion de enviarlo por tierra con un propio, á espensa suya, pias expensas, propio ó correo que anduvo, en un mes, mas de seiscientas leguas, atravesando el inmenso, árido desierto de Atacama, cuyo camino hacia mas de dos siglos estaba abandonado.

Mientras que el público se lamentaba de aquella fatalidad, Carrasco, aun halucinado por su terca inclinacion, habia convidado algunos de los pocos amigos que le quedaban á un concierto que daba aquella noche en su casa, bien que no pudiese quedarle duda de que cuanto le decian, y él mismo veia, no era cuento sino Ia pura verdad espresada altamente y á gritos por el espíritu público, y que, insultando á este mismo espíritu, como lo hacia, aumentaba el disgusto jeneral y daba nueva materia de triunfo á los descontentos. Así sucedió en efecto. Las murmuraciones y sátiras á que habia dado lugar se renovaron con mas saña; sus enemigos lo acusaban de soborno y de proyectos violentos contra la ciudad, y una visita que hizo, el dia siguiente, al cuartel de artillería, bastó para alarmar á todos los habitantes, que, desde luego, juzgaron que era del mayor interes para ellos el ponerse en actitud de defensa. El mismo dia, se esparció la voz de que el procurador Argomedo y los dos

alcaldes Eizaguirre y Cerda, así como tambien algunas otras personas de influjo, que habian figurado mucho en las precedentes reuniones, estaban seriamente amenazadas de una venganza del presidente, para lavarse de su vergüenza y humillacion. Es verdad que muchos creyeron que aquellos ruidos eran una pura y astuta invencion de las cabezas de motin para exasperar al pueblo contra Carrasco; pero bien que las consecuencias no los hayan ni confirmado ni desmentido, todo era de temer de su parte, y tal fué la aprension del público, que mas de mil hombres, armados por la mayor parte, se reunieron aquella noche en la plaza, como de reten. Desde allí, enviaron patrullas por diferentes partes de la ciudad, y mientras unos protejian con su presencia las casas de los patriotas amenazados, otros se mantenian vijilantes observando si no habia movimiento de tropas y de artillería. Estas precauciones duraron toda la noche, á pesar de los rigores de la estacion de invierno, y se repitieron, talvez con mas celo, los dias siguientes; porque las imajinaciones del pueblo estaban exaltadas con el recuerdo de los actos arbitrarios cometidos contra Rojas, Ovalle y Vera, y aumentaban con su propia exajeracion la verosimilitud del riesgo que corrian los ilustres representantes.

Por todo esto, se echa de ver con que carácter grave é imponente avanzaba la revolucion, que cada dia se mostraba inminente. Todos aguardaban, á cada instante, verla aparecer á las claras manifestando todas sus pretensiones, pues los pronunciamientos á mano armada se componian de una tal masa de fuerzas, que quitaba, virtualmente, toda especie de independencia á las autoridades españolas. Sin embargo, pocos patriotas, ni

aun de aquellos en quienes se hallaba, por decirlo así, personificada, preveian con claro discernimiento toda la trascendencia que tendria, pues muchos de los

helaban por una reforma social no pretendian por eso émanciparse de la madre patria, y se hacian la estraña ilusion de poder formar un gobierno enteramente nacional, sobre el cual el rey Fernando, á quien se sentian sinceramente sometidos, no tendria mas que un simulacro de autoridad. Otros, al contrario, sobre todo los Españoles, trataban de mantener íntegros todos los derechos de la corona; y los mas timoratos, por no decir, pusilánimes, esponian todas sus aprensiones, escoltadas de muchos y diversos consejos, à la real audiencia, la cual, por el canal del oidor Concha, tenia parte deliberativa en las resoluciones y actos del gobierno. Es verdad que ya dicho tribunal tenia muchas zozobras, en razon de la fermentacion que tambien se habia estendido á las provincias, y se reunia, muy á menudo, en consejo para tratar de cortar sus progresos; porque tenia correspondencias confidenciales en que se le daba parte de las muchas sociedades que se formaban en las casas de patriotas exaltados, y en las cuales se proyectaba derribar al gobierno existente, y poner, en su lugar, una junta compuesta, principalmente, de miembros del país.

Por legal que fuese la ejecucion de dicho proyecto, como reflejo de la política de la misma España, tenia el inconveniente grave de poner alerta los derechos del hombre, y de emancipar el pensamiento en favor de la libertad y de la justicia, obligando á dicho tribunal, por él hecho mismo, á abrazar todas aquellas ideas, y á someerse á ellas hasta que fuese posible dominarlas para que

redundasen en favor del rey y de sus intereses. Lo qué querian, ante todas cosas, era conservar el mismo gobierno sin mas alteracion que el remplazo del gobernador, que mandaba por una persona del país de bastante influjo para el mantenimiento del orden y de la misma especie de administracion (1). El què reunia todas las circunstancias y cualidades que requeria el papel de gobernador, tal como lo ideaban, era el conde de la Conquista, don Mateo de Toro y Zambrano; porque era sumamente rico, de una de las cunas mas ilustres del país, y tenia muchos parientes muy considerados, no solo en la capital sino tambien en muchas provincias del reino. En cuanto á él mismo, ya habia llenado los primeros empleos y tenia despacho de brigadier con fecha del 13 de setiembre de 1809, despacho que le daba un derecho incontestable á la presidencia, si llegaba á vacar. Por consiguiente, se trataba de preconizar aquel personaje, ensalzando sus méritos, servicios y calidades, por un lado, y, por otro, de poner patente la necesidad de destituir á Carrasco, ó, á lo menos, de urjir!è que diese su demision, en obsequio del interes jeneral.

á

Esta idea fué encomendada á ajentes secretos y discretos para que la esparciesen por la ciudad, y la ineulcasen å sus habitantes, y, en efecto, lo ejecutaron con tanta sagacidad, que los patriotas la adoptaron como si fuese parto de su propio entendimiento. Es verdad que todos tenlan interes en propagarla en un sentido; á saber, que el ejemplar de una destitucion de aquella naturaleza era, no solo una novedad immensa para el país, sino que tambien desquiciaba el poder español, (1) Conversacion con Gaspar Marin.

« AnteriorContinuar »