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ser mas o menos violentos, mas o menos durables segun el estado de la sociedad. En Europa, en donde las revoluciones políticas son bastante frecuentes, en nuestra era, el equilibrio social solo se altera por cierto tiempo, porque la ciencia y la esperiencia imprimen, incontinenti, al movimiento una fuerza que lo pára y lo detiene; pero en América, en donde las ideas de independencia y de libertad eran tan poco conocidas y tan nuevas, y cuyos colonos existian bajo la tutela de la ignorancia y de preocupaciones, este movimiento no podia menos de tomar un aspecto muy diferente, y resentirse de la grande metamórfosis que se operaba en sus costumbres, principios é intereses. A la verdad, los que tenian el mando procuraron seguir las huellas de los Estados Unidos, tomando su forma de gobierno y sus instituciones por modelo; pero para eso les faltaba aquel espíritu de republicanismo democrático que tenian los AngloAmericanos ya desde la llegada de los primeros colonos, espíritu que formaba la base de sus instituciones políticas y sociales. A pesar del grande acontecimiento que los acababa de separar de su madre patria, los Americanos del Norte habian conservado casi intactos sus hábitos privados y políticos, y su constitucion no habia variado sino muy poco; no habian tenido mas que rejuvenecer, por decirlo así, ideas tan antiguas como sus colonias, dándoles nueva vida y nuevo vigor, y aun este pequeño cambio fué imperceptible para ciertos estados, de suerte que apenas se hallaron en posesion de su libertad, que al

punto dejaron, pacíficamente y sin la menor repugnancia, las armas y la autoridad los que la habian ejercido, para volver á sus campos y labrantío, que solo habian abandonado momentáneamente á impulsos de su patriotismo. Lo que caracterizó mas admirablemente esta revolucion fué que no dejó tras sí la menor traza de sus violencias ni de sus escesos; el orden y la tranquilidad se restablecieron inmediatamente, como si la razon sola hubiese tomado las armas para sobreponerse al error y al capricho de un déspota.

Mas no sucedió lo mismo en las colonias españolas, cuyos habitantes, sin esperiencia, sin antecedentes semejantes y dominados por una infinidad de preocupaciones debidas á su educacion incompleta, se vieron de repente gobernados por leyes contrarias á sus creencias y á sus hábitos. Necesariamente aquellas provincias se habian de resentir de una transformacion tan súbita, y por el hecho mismo de haber sido el teatro de disensiones y de motin, sus habitantes no han podido menos de dejarse arrastrar por las pasiones rencorosas de partidos, que despiertan al egoismo é impelen á criminales reacciones, de las cuales surjieron guerras civiles, guerras que entregaron al país á la merced del despotismo militar, solo dueño, desde entonces, del poder.

Esta ha sido la suerte que una administracion egoista habia preparado á aquellas nuevas repúblicas, suerte dura, triste, deplorable, pero cuyos desastres fueron felizmente compensados por los infi

nitos bienes que redundaron de ella en todas las clases de la sociedad. Para numerar estos bienes seria preciso analizar la historia de cada colon, desde la infancia cuando andaba andrajoso, con los piés descalzos, comiendo en la cocina con los criados, su sociedad favorita, hasta la muerte que terminaba su vida de indolencia, de ignorancia y de monotonía; y entonces se le hacian funerales los mas pomposos, como si el dia en que volvia á la nada de donde lo habia sacado el Creador fuese su verdadero dia de gloria (1).

En el día de hoy, todo lo vemos cambiado. Vastas estensiones de tierra, que el aliento sofocante de la tiranía condenaba á la esterilidad, han sido labradas y sembradas, y ofrecen á la vista ricos y brillantes caseríos ; el pueblo se ha hecho activo, social é infinitamente mas feliz. Las mares se ven surcadas por miles de velas que transportan, con el comercio, el espíritu, el jenio y los conocimientos de las diferentes naciones á que pertenecen; y si á estos manantiales de civilizacion añadimos el laudable celo de los hombres de estado por la propagacion de colejios y escuelas de primeras letras en toda la república, nos será fácil calcular los progresos inmensos que han hecho sus habitantes en todos los ramos de educacion y de instruccion.

Todos estos grandes movimientos políticos, sim

(1) Aun se conserva la memoria de la loca vanidad que se veia en dichos entierros, á pesar de los decretos terminantes, y muchas veces repetidos, contra tan reprensible abuso.

bolo de la civilizacion progresiva que el 18. siglo habia legado á la Europa, y que los gobiernos absolutos enviaban involuntariamente de rebote á aquellas vastas y lejanas rejiones, ha llamado la atencion de los humanistas, los cuales vieron en ellos el jérmen feliz y fecundo de la rejeneracion social del nuevo mundo. Desde aquel mismo instante, sujetos de grandes luces y de profunda instruccion se esmeraron en recapitular todos estos hechos con el fin de formar con ellos un cuerpo de estudios atentos, y enriquecieron nuestras bibliotecas de diversas historias tan útiles como peregrinas. Así procedieron Restrepo, Lorenzo de Zavala, Bustamante, José Guerra y otros, para transmitirnos con certeza histórica, y en los mas mínimos detalles, las guerras heróicas y desesperadas que han ensangrentado las soledades de Colombia, Méjico y otras comarcas. Otros patriotas no menos hábiles han entrado en esta anchurosa lid de emulacion, y, tal vez, podria causar alguna sorpresa que Chile se haya mantenido, por tanto tiempo, estraño á este jénero de progresos, siendo así que la parte que le cupo en tan memorable lucha ha sido tan gloriosa para la nacion como útil en principios y lecciones.

En efecto, la revolucion de esta parte de la Amé– rica aparece coronada de una aureola de gloria que, muy ciertamente, debe lisonjear sobre manera el amor propio de los habitantes. Dejando á parte algunos años de oscilaciones, ocasionadas por instituciones que podian no tener toda la autoridad ma

dura de la esperiencia, y cuyo mecanismo, por la misma razon, debia de andar con dificultad é incertumbre, el país ha gozado de una tranquilidad satisfactoria, digna de ser envidiada por sus hermanas primojénitas. Esta preciosa ventaja la ha debido al espíritu de órden y de prudencia que caracteriza sus jefes, y que se ha manifestado constantemente en todos sus actos administrativos, influyéndose recíprocamente por el concurso simultáneo del honor, de la delicadeza y del patriotismo. Difícil seria hallar un país en donde los que mandan hayan abusado menos de su poder y autoridad; animados, al contrario, de las mejores intenciones, é imbuidos de la mas escrupulosa probidad, se han entregado constantemente al servicio público, procurando por todos los medios imajinables alcanzar sus fines, cuales eran el engrandecimiento y la prosperidad de la nacion que les debia el ser. Así sucede que, mientras sus vecinas gimen aun bajo el azote de la anarquía, Chile, fuerte y tranquilo, prosigue en su alta mision, esparciendo en los diferentes ramos de la prosperidad social las mejoras morales y materiales que parecen emanar directamente de un poder superior y absoluto.

Muchas veces he querido conocer la causa principal de esta diferencia, y desembrollar en el caos que forman tan infinitos y tan diversos hechos históricos por qué razon el jenio de la revolucion producida por ideas idénticas, y bajo los mismos principios en hombres de un mismo orijen, y de costumbres

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