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muy semejantes, habia soplado la discordia entre unos y el espíritu de prudencia y de prevision en otros; y, sin profundizar este problema de tan alta trascendencia para la historia jeneral de la rejeneracion americana, me ha parecido que se podrian descubrir algunos elementos de esta cuestion, en primer lugar en la dignidad de porte de las personas pudientes que conservaron cierto color de una aristocracía, por ciertamente popular, y representada por el haber y por los bienes raices; despues, por la division de estos mismos bienes, division que ha desterrado la miseria, atrayendo las miras del pueblo á un verdadero centro de su interes, y, enfin, á la moralidad y buena educacion de los jefes militares y á la necesidad perentoria de prudencia y de economía que los ricos se impusieron para hacer frente honrosamente á los gastos considerables que la civi, lizacion, continuamente progresiva, les ocasionaba. Por este principio de necesidad, el rico se ha entregado menos al ocio, ha dado mas importancia al dinero y se ha visto obligado á pasar temporadas en su hacienda para entender en sus cosechas, sin mezclarse en asuntos políticos mas que cuando el interes del país lo exije verdaderamente. Tales son las consecuencias felices del amor al órden y á la ocupacion, consecuencias que, por desgracia, condenan muchos Americanos, dominados de la pasion del juego ó de la prodigalidad, confundiendo, bastante jeneralmente, la economía con la avaricia.

Durante mis largos viajes al sur de la República,

cuando visitaba con respeto relijioso los campos de batalla empapados aun de la sangre de tantas víctimas de la libertad chilena, no podia menos de esperimentar un sentimiento de admiracion por sus nobles y jenerosos hechos; pero, al mismo tiempo, otro sentimiento contrario me asaltaba al considerar la especie de indiferencia con que aquella jeneracion dejaba de recojer y compulsar tantos preciosos documentos para formar con ellos un cuerpo de historia, que seria un monumento de gloria y de justicia, y un verdadero cuadro nacional representando el heroismo, la fuerza de alma y las virtudes cívicas de sus actores. En aquella época, todas mis tareas se encerraban en el estudio de las ciencias naturales y jeográficas; lo que era perteneciente á las testimoniales, de las cuales la historia es uno de los principales vástagos, me era casi enteramente estraño, y, con todo eso, me habia penetrado tanto de la importancia de este drama, que insensiblemente, y como á pesar mio, procuré instruirme á fondo en él y en todos sus detalles, sin pararme en penas ni fastidio para consultar los antiguos periódicos de la época, y alimentar mi espíritu con el relato de todas aquellas heróicas acciones, bien que (me apresuro á decirlo) sin formar la pretension de erijirme nunca á ser su historiador, y, aun ménos, intérprete del pensamiento que habia dirijido aquel movimiento. En efecto, no pensé en esta temeraria empresa hasta mucho tiempo despues, que algunos grandes patriotas, á quienes se les figuró, por la naturaleza de la

mayor parte de mis ocupaciones, que mis publicaciones serian demasiado nuevas para el país, y, por consiguiente, poco apreciadas, me animaron á añadirles una historia civil, con el objeto de darles un interes jeneral que estuviese al alcance de la jeneralidad de lectores.

Estos fueron los motivos que me obligaron á poner á un lado mis favoritas tareas para emplearme en reunir con el mayor cuidado todos los materiales necesarios al nuevo edificio, materiales que tuve la dicha de hallar aun mas abundantes de lo que me prometia, y los cuales me permitieron emprender esta obra, completamente apoyada en documentos de la mas incontestable autenticidad, y en número mas que suficiente para colmar mis deseos en esta parte.

Concluido el primer tomo, que es casi enteramente obra mia, me vi en la precision de encargar la continuacion á otra persona, para poder dedicarme esclusivamente á la parte científica, que considero ser de mucho mayor utilidad para el país, y para nuestro propio conocimiento, y cedí todos los materiales arriba dichos, en primer lugar, al señor Martinez, y, muy luego despues, á don Francisco de Paula Noriega, personaje de mucho aprecio y mérito, el cual ha redactado la casi totalidad de los otros tres tomos. Resta ahora la parte relativa á la independencia, y tal vez deberia yo renunciar á escribirla, dejando esta tarea á la juventud chilena, que, en ningun caso, ya nadie se atreveria á acusar de indiferencia. Con

el establecimiento de la Universidad, y gracias al impulso que le han dado su digno é ilustre protector don Manuel Montt, y su sabio rector don Andres Bello, la mas noble emulacion reina entre sus doctos socios, y ha producido ya memoriales de la mayor importancia sobre diferentes ramos de la civilizacion chilena. Ciñéndome á la parte que me interesa en la actualidad, citaré un escrito muy estendido sobre los acontecimientos de la primera invasion española, por un testigo ocular el grande y juicioso patriota J. Benavente; el del señor Lastaria, esencialmente filosófico, sobre la influencia que ha tenido en el sistema social la conquista del país y su organizacion colonial, la memoria de don Man. Ant. Tocornal sobre el primer gobierno nacional, y el cuadro vivo y animado de la marina chilena, redactado por don Antonio García Reyes, jóven de las mayores esperanzas, y tan recomendable por su saber como por la suave modestia que le caracteriza.

Una vez dado este impulso, es probable que otros Chilenos se esmerarán en seguir estos bellos ejemplos, y que nuestros anales se enriquecerán de otros muchos escritos que escrupulosamente comentados, y en seguida encadenados con ilaciones y consecuencias precisas, permitirán á un hábil arquitecto regularizar armoniosamente este gran monumento, y aun, tal vez, vivificarlo de manera que se diseñen en sus contornos la solidaridad directa y mutua de los hombres, de sus épocas respectivas y de las circunstancias en que se hallaron, pues tal es la exijencia

V. HISTORIA.

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actual del espíritu humano que ya los hombres no quedan satisfechos con el conocimiento de los trámites que han seguido los acontecimientos; ya las relaciones animadas de ellos, ni sus escenas llenas de vida y de movimiento, no les causan emocion alguna; ay semejante al águila, lo que el hombre pide ahora es tomar el vuelo y remontar á las mas altas rejiones para ver de bien alto y de una ojeada este inmenso cuadro, ó bien para escudriñar la esencia de todos estos hechos, careándolos y coordinándolos por afinidad y síntesis, en términos de componer un todo enteramente uniforme, que, al cabo, se reduciria á ser la consecuencia de una ley de progreso, ó, si se quiere, del dogma de accion y de reaccion, de decadencia y de rehabilitacion, proclamado por algunos jefes de escuela.

Pero este modo enteramente filosófico de tratar de la historia solo podria ser conveniente á una compuesta de jeneralidades; pues exije un estudio mucho mas profundo sobre la materia, y la intervencion de uno de aquellos entendimientos privilejiados y superiores, que reunen á un gran talento de apreciacion un juicio sano é imparcial y grandes conocimientos de detalle. No creo que sea aun tiempo de escribir bajo este aspecto la historia de la independencia chilena. Lo que es mas de desear por ahora es que cada cual contribuya con su piedra para la construccion de tan magnífico edificio, y en este sentido hemos creido poder continuar nuestra historia, á lo menos hasta la

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