Imágenes de páginas
PDF
EPUB

medidas de gran rigor escitan siempre las pasiones y muchas veces arrastran á determinaciones atrevidas; y esto fué lo que sucedió con los Carreras, á quienes la fatalidad obligó á detenerse en medio de una fuerte tempestad y de grandes montones de nieve que obs→ truian todos los pasos de las cordilleras. Precisados á retroceder para volver á verse acosados por todos lados, y no encontrando salvacion mas que en una revolucion inmediata, se arrojaron á ella con el odio de lo pasado y la cólera del presente. El carácter natural de don José Miguel Carrera se desplegó con toda su actividad y toda su vehemencia. Dominado por una inquietud y ajitacion febriles, no descansaba un solo momento. Iba continuamente de San Miguel á Santiago, de Santiago á la hacienda del Espejo, sin pensar mas que en llevar á buen término su proyecto de venganza y de ambicion; por lo demas, no era un rival á quien tenia que combatir, sino un perseguidor, un verdadero enemigo, y con esta idea hubiera empleado sin duda los mas duros medios, si su corazon humano no se lo impidiera; porque es necesario hacerle la justicia de que si algunas veces fué muy severo con los enemigos de la patria, dió siempre pruebas de gran jenerosidad con sus rivales.

La indignacion que habia producido el tratado de Lircay favorecia muy particularmente los proyectos hostiles de los Carreras. Aun no habia podido comprenderse que patriotas como O'Higgins y Mackenna hubiesen firmado ciertos artículos; y aunque estos eran defendidos por los republicanos mas avanzados, por los mismos. que habian hecho la revolucion y contribuido poderosamente por medio de sus periódicos á hacer execrable el

gobierno español, costaba trabajo encontrar la menor ventaja, y solo se veia una astucia y una doblez que se sabia eran contrarias á las intenciones de los plenipotenciarios. En esta coyuntura habian manifestado su descontento algunos personajes; y el pueblo bajo, que se deja llevar de las primeras impresiones mas que de una opinion que no tiene, reflejaba este descontento con actos insultantes á la vez al gobierno de Chile y á su nuevo monarca. Escarnecian, sobre todo, las insignias de la dignidad real, ponian las escarapelas en las colas de los caballos, colgaron y quemaron la bandera en sitios públicos é insultaban en las mismas calles á los realistas europeos y hasta á los del país. Los soldados, á quienes se les repartieron gorras, quitándoles los chacós para no darles escarapelas, insignia demasiado visible de su nueva condicion, no temian salir á la calle con gorras tricolores. En fin, la ajitacion trabajaba á todas las clases de la sociedad desde la mas alta á la mas baja, y no era difícil á Carrera, con el prestijio que aun conservaba, aprovechar este descontento.

En sus numerosos viajes á Santiago reunia á sus amigos decididos en conciliábulos que se celebraban unas veces en casa de don Pedro Villar, otras en la de don Manuel Muñoz y otras en la de algun amigo. Algunas veces para desorientar mejor á la policía, tenian lugar las reuniones en el campo, en sitios apartados, en las recogidas, en el conventillo, en el llano de Portales, y allí, á pesar de lo molesto de la estacion, discutian sus proyectos y los medios con que contaban para ejecutarlos. Lastra, sabedor de todos estos manejos, no podia oponerles mas que su debilidad y su mal humor abandonado de Irisarri, que al fin habia conseguido se le admitiese la dimision del

empleo de intendente (1), del ministro de la guerra Orjera que tambien se habia separado del gobierno, lo mismo que otros muchos empleados superiores: queria tambien dejar sus altas funciones para retirarse cuanto antes á la vida privada, ó para representar un papel mas secundario. «Aseguro á V., escribia el 10 de junio á O'Higgins, que me hallo aburrido con este empleo que aborrezco y detesto. Mañana mismo pienso citar á las corporaciones para que procedan á la eleccion de diputados, y aun para que traten de nombrar otro en mi lugar. Esto no es para hombres de bien y de honor, sino para granjearse el descrédito y perder la reputacion. »

Cuanto mayor era el desaliento y enojo del gobierno, mas se aumentaba el partido revolucionario, y se hacia mas audaz. Para elevarlo á esta altura no temia Carrera ni obrar ni esponerse sus amigos le hallaban siempre en las reuniones que él animaba con su talento, tan pronto serio tan pronto chistoso; pero hasta allí la revolucion no contaba casi con mas punto de apoyo que algunos simples paisanos, hombres en jeneral de poca accion, y á propósito solamente para asegurar al dia siguiente lo que el hombre de espada ha consumado la víspera. Era pues necesario darle otro jiro, y hacer venir la fuerza del ejército, ó por lo menos las tropas que estaban de guarnicion en Santiago. La cosa no era muy difícil, visto el jérmen de fermentacion y de insubordinacion que habia; cuanto mas que Arenas le aseguró que contase con

(1) Quejóse de ser desatendidas sus instancias sobre perseguir á los Carreras, por haber Lastra ordenado al comandante de artillería Ugarte no entregase cuatro mil cartuchos que aquel habia librado al cuartel de San Diego el 23, dia de la junta de corporaciones, por creerle espuesto a una sorpresa de los Carreras. Diario manuscrito de don Manuel Salas. La junta de corporaciones de que aquí se habla, era relativa á convocatorias para elejir diputados, lo que impidieron los sucesos del 23 de julio.

el cuartel de artillería, lo que aseguraba el éxito. Ademas muchos oficiales del ejército del sur, como don Diego Benavente, don Pedro Villar y don Miguel Pinto formaban parte de las reuniones, y gracias á sus esfuerzos se consiguió introducir en ellas á don Toribio Rivera, don Eugenio Cabrera, etc., conquista muy importante para Carrera, porque todos estos oficiales pertenecian á la guarnicion de Santiago, que debia decidir de la suerte de la empresa. Desgraciadamente este Cabrera, oficial de artillería, fué arrestado de órden del gobierno el dia mismo en que el complot debia estallar, y al siguiente, 9 de julio, cupo igual suerte á don Luis Carrera en la casa de Gameros (1).

Despues de este suceso manifestó don José Miguel Carrera la mayor impaciencia de poner por obra el proyecto, escitado primero por un sentimiento fraternal y ademas por las muchas personas comprometidas, sobre todo, los oficiales del ejército del sur, á quienes apremiaba el decreto que acababa de publicarse, y por el cual debian incorporarse inmediatamente á sus cuerpos. Se decidió pues que la revolucion entrase en su esfera de accion, y se señaló para esto el 22 de julio.

Todos los que habian de tomar parte en el movimiento se reunieron este dia en Santiago, para arreglar los pormenores y distribuir los papeles, á los que aún no los tenian. Segun lo prometido, Arenas debia entregar el cuartel de artillería, el alferez Toledo el de granaderos y el teniente don Toribio Rivera el de dragones. Este úl

(1) En esta época fué cuando el gobierno, queriendo sujetarle á un consejo de guerra, pidió antecedentes sobre la conducta de los tres hermanos Carreras, y cuando Mackenna escribió la fulminante memoria que se imprimió mas tarde en el Duende, número 15, periódico ademas enteramente contrario á aquellos.

timo se comprometió á revolucionar su batallon, de acuerdo con su hermano don Juan de Dios, que lo mandaba. Don Miguel Ureta fué el encargado de apoderarse del cuartel de granaderos, mientras que la toma del de artillería, que era de la mayor importancia, se confió al intrépido don Julian Uribe, hombre que las circunstancias habian hecho sacerdote, pero á quien la naturaleza habia hecho disputador é indignamente revolucionario. A su actividad se debió en efecto, y á su decision, que la revolucion se llevase á cabo sin tropiezos, y casi sin tumulto (1). Despues de haberse apoderado del cuartel de artillería, envió cañones á la plaza para enfilarlos en las bocas calles, sostenidos por algunos soldados y milicianos, que él mandaba, y que habian ido de San Miguel con don Luis Carrera. Asegurado este punto, se trató de arrestar á las principales autoridades. Lastra fué cojido y conducido provisionalmente al cuerpo de guardia. Se apoderaron asimismo de Irisarri y Mackenna, del comandante Ugarte, de Picarte, etc. En cuanto á don Luis, que continuaba detenido en el cuartel de los voluntarios, Carrera dió órden, al punto que llegó (2), de ponerlo en libertad; pero habiéndose negado á cumplirla el comandante Plata, y queriendo evitar la efusion de sangre, hizo que Lastra firmara la órden, y entonces se ejecutó.

Tal fué esta revolucion, que comenzada el 23 á las tres de la mañana, estaba casi concluida á las cinco. En aquella época, semejante clase de trastornos, que desgraciadamente se repitieron con frecuencia, se hacian sin dificultad, y casi siempre sin efusion de sangre: para

(1) Todo se ejecutó completamente : la actividad y la decision de Uribe lo allanaba todo. Diario manuscrito de don Miguel Carrera.

(2) Se encontraba algo enfermo en su casa, por manera que no fué à la plaza hasta que la revolucion estuvo casi terminada.

« AnteriorContinuar »