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graciadamente y como sucede siempre, los ajitadores de los partidos en esta clase de reuniones desplegaron su actividad para atraerse esos espíritus débiles, indiferentes, que carecen de opiniones fijas, y hacerles votar dos diputados, cuyos hombres indicaron, don Juan José Chavarria y don Silvestre Lazo, siendo los presentados por el gobierno, don Antonio Hermida y don Ambrosio Rodriguez. De aquí resultaron discusiones acaloradas, impertinentes, que casi tomaron proporciones de tumulto, y obligaron al gobierno á intervenir, mandando que los que quisieren votar á los dos primeros se presentasen al Cabildo, mientras que los otros serian recibidos en la sala del gobierno. Inútil precaución, que demostró una vez inas, cuan superior es el espíritu de intriga y de cábala al de la razon y la justicia en esta clase de elecciones; porque en este dia la audacia de unos y otros llegó á tal punto, y fué tan escandalosa su avilantez, que el gobierno se vió obligado á enviar soldados, sino para mantener el órden, al menos para impedir los escesos. Por lo demas ¿qué podian hacer unos diputados sin influencia alguna contra una política de pasion y de rivalidad?

No pudiendo, pues, entenderse los dos partidos, la guerra civil iba á estallar.

El 8 de julio el capitan don Nicolas García y el alférez don Felipe Henriquez salieron de Talca con cuatro piezas de artillería; y los dias siguientes la primera division, fuerte de seiscientos hombres, emprendió la marcha al mando de don Enrique Larenas, seguida muy de cerca por otra de cuatrocientos setenta, al de don Juan Rafael Bascuñan. O'Higgins se puso en camino el 12 y continuó su marcha hasta Maypu, adonde llegó el 24. En este intermedio recibió los diputados del gobierno Hermida y Rodriguez;

pero el modo de discurrir de estos era tan rencoroso, habia en él tanto odio, tanta animosidad y tan poco espíritu de conciliacion, tan necesario en aquellos momentos, que los diputados fueron despedidos sin la mas mínima esperanza de acomodamiento, lo cual obligó á Carrera á tomar sus precauciones para recibir vigorosamente á su poderoso enemigo. Cuando supo que O'Higgins marchaba sobre Santiago, envió al teniente don Gregorio Mende con noventa hombres á reforzar las tropas del coronel don Rafael Eugenio Muñoz, que desde el 3 de julio estaba en la parte de San Fernando reuniendo las milicias de los alrededores. Poco despues salió de Santiago la segunda division mandada por don Luis Carrera, á la que siguieron al dia siguiente doscientos fusileros á las órdenes del teniente coronel don Diego Benavente, el mismo que O'Higgins tuvo prisionero algunos dias y puso luego en libertad. En fin una tercera division, compuesta de doscientos milicianos mandados por el coronel don José María Portus, de buen número de soldados del rejimiento de los pardos y de ochenta fusileros montados, que se reunieron en esta tarde de los muchos veteranos dispersos y retirados que abrigaba la capital por el desgreño á que se habia reducido el servicio, » se hallaba pronta para obrar á la primera señal (1).

Mientras O'Higgins estuvo al sur del Maypu conservó Carrera alguna esperanza de acomodamiento, pero luego que pasó este rio, los azares de una batalla iban á decidir de la suerte de los dos partidos.

El 26 de julio pasó el Maypu la vanguardia de O'Higgins, compuesta de cuatrocientos infantes, doscientos caballos y cuatro piezas de artillería: las demas tropas (1) Diario manuscrito de don José Miguel Carrera.

habian quedado unas en Rancagua y otras en la hacienda del hospital. Su intencion era evitar todo encuentro y marchar en seguida sobre Santiago, donde esperaba encontrar un fuerte partido en su favor; pero atacada su vanguardia por un pequeño cuerpo de caballería, se vió obligado á aceptar el combate, ó á lo menos á mandar que sus infantes marchasen sobre la division de su adversario, mandada por don Luis Carrera, repartiendo solo á razon de diez cartuchos por plaza con objeto de comprometerlos á que cargasen á la bayoneta. Esto sucedia á eso del medio dia con corta diferencia. Don José Miguel Carrera se hallaba aun en Santiago cuando sobre las dos recibió un mensajero de su hermano don Luis, dándole parte de lo que pasaba, y sin pérdida de momento mandó que la tercera division fuese al sitio del combate, que era la acequia de Ochogavia, y le tomó la delantera con la caballería de Aconcagua, mandada por don José María Portus. Todavía llegó bastante á tiempo para que esta caballería tomase parte en la accion y contribuyese á hacer mas completa esta pequeña victoria, persiguiendo á los fujitivos, de los cuales un buen número pudo escaparse protejidos por la oscuridad de la noche. Al dia siguiente se contaban veinte y seis muertos, treinta y siete heridos, mas de cuatrocientos prisioneros inclusos trece oficiales, y dos cañones. O'Higgins tuvo su caballo fuera de combate, y si pudo escapar, lo debió á la jenerosidad del capitan Barnachea, que le proveyó de otro (1).

(1) En una conversacion que tuve con O'Higgins sobre este encuentro, me dijo que hizo marchar sus soldados sobre las trincheras que los soldados de Carrera habian levantado para fortificarse, dándoles solo diez cartuchos para obligarles á cargar á la bayoneta; y que encontrando las tropas un gran foso, cosa que él no habia previsto, se vieron obligadas á retroceder, despues de haber perdido cien hombres y dos cañones que tuvieron tiempo de clavar.

La proximidad del sitio en que se verificó la lucha, puso en conmocion á Santiago. Los diferentes partidos, especialmente el de O'Higgins, esperando con ansiedad los resultados de un combate que iba á decidir de su suerte, se ajitaban de todos lados, tan pronto se subian á la cima del cerro de Santa Lucía para observar mejor el conjunto del movimiento de la ciudad, tan pronto iban á las diferentes plazas á llevar la esperanza ó el sobresalto. Desgraciadamente para ellos, el vocal don Julian Tribe se habia encargado de la policía de la ciudad; y aunque la naturaleza de su profesion le obligaba á dominar sus pasiones, y á pesar de que habia sido nombrado hacia poco vicario jeneral del ejército (1), no temió dar rienda á su carácter violento, á veces cruel, y tomar las medidas mas rigorosas con sus adversarios. So pretesto

de

que se tramaba una rebelion, mandó poner grillos á los oficiales prisioneros, aumentando así la angustia de estos valientes patriotas en los momentos en que el partido carrerista aturdia la ciudad poniendo en movimiento todas las campanas de las iglesias, y se entregaba á regocijos tumultuosos al resplandor de una iluminacion casi jeneral.

Despues de esta derrota se retiró O'Higgins del otro lado del Maypu con sus cortos restos, á los cuales no tardaron en reunirse las tropas que habian quedado atras. El número de estas era bastante considerable para poder intentar una segunda accion, á pesar de los pocos lazos que las unian, gracias á los grandes esfuerzos de los partidarios de los Carreras. Pero su mision era de

(1) Antes de conferirle esta dignidad el gobierno tuvo escrúpulo y preguntó á don Bernardo Vera si las leyes eclesiásticas se oponian á ello; y este patriota, como doctor en teología y cánones, contestó que sí, en una memoria en que citaba numerosos ejemplos.

fender al gobierno caido, ó al menos combatir al usurpador, y se disponia á renovar el ataque, cuando la noticia de la llegada de Ossorio á la provincia de Concepcion y la intimacion que el capitan Pasquel le llevó de rendirse inmediatamente, exaltó sus vivos sentimientos de republicano, y le decidió á posponer toda rivalidad de partido al interés de la patria. Sabiendo en efecto que Abascal, lejos de ratificar el tratado de Lircay, enviaba por el contrario una fuerte espedicion para dominar el país por el triunfo de una batalla ó por las amenazas, creyó conveniente avistarse lo mas pronto posible con su antagonista, y comisionó con este objeto á don Estanislao Portales. Desgraciadamente seguia en la idea de que se disolviese la junta y se dejase al pueblo que nombrara un gobierno provisional; cosa que no podia aceptar Carrera, creyendo con razon que una reunion popular, siempre apasionada y tumultuosa, no podia en aquellos momentos de peligro y de inquietud desempeñar tan delicada mision. Sin embargo que O'Higgins habia mandado avanzar á las divisiones que habian quedado atras, con intencion de atacarle segunda vez con todas sus fuerzas, consintió que el padre Arce, que se le habia ofrecido á servir de intermediario, fuese á verle para obtener un pronto acomodamiento; y gracias á este relijioso los dos jenerales se reunieron al dia siguiente en los callejones de Tango para discutir juntos sus pretensiones y exijencias. En esta reunion O'Higgins, siempre fiel á su pensamiento, pretendió que los miembros de la junta renunciasen su cargo, ó por lo menos que el vocal Uribe fuese reemplazado por Pineda como representante de la provincia de Concepcion; pero cuando vió que Carrera persistia en que continuase el gobierno tal cual el pueblo

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