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riaga, Quintanilla y Lantaño y los batallones de vanguardia de Carballo, aquel lijero refuerzo fué en cierto modo detenido, estrechado por tan gran número de enemigos y obligado á retroceder sin haber conseguido ningun resultado serio (1). Desde este momento comenzó de nuevo el combate con mas vigor y obstinacion. Los Talaveranos, aunque muy mermados, al mando del imprudente Maroto y de San Bruno, y las compañías del Real de Lima, al del coronel Velasco, se presentaron delante de la calle de San Francisco, marcharon por ella en columna, y á pesar de las pérdidas enormes que sufrian y de las observaciones de Velasco, avanzaron hasta delante de la iglesia, donde fueron recibidos y dispersados por los cañones de la plaza, dejando sembradas las calles de los mejores soldados muertos ó heridos. Los realistas, pues, se iban á ver segunda vez en grave compromiso, cuando el intrépido Barañao da una carga á la cabeza de su escuadron, se aproxima á las trincheras, manda echar pié á tierra á sus húsares, y aunque desgraciadamente herido en una pierna, les infunde ánimo para ir hasta cerca de la plaza, donde se le reunen las tropas de Velasco y de Maroto, ansiosas de segundar los esfuerzos de aquel valiente comandante. Entonces se empeña una lucha tenacísima necesariamente muy desventajosa para los patriotas, que estaban muertos de fatiga y muy mermados con el gran número de muertos. Faltos así de municiones como de víveres, devorados por la sed, teniendo por todo refujio la plaza, y no res tando á su denuedo mas que una débil é inútil esperanza,

(1) Segun el manifiesto de don José Miguel Carrera y la memoria de don Diego Benavente, la retirada se hizo en la creencia de que los sitiados se habian rendido, porque no se oia mas que los repiques de campanas de las iglesias y ni un solo tiro.

aquellos nobles restos no quisieron ni rendirse ni parlamentar, y prefirieron abrirse paso sable en mano, marchando sobre el centro del enemigo. Para poner en ejecucion tan temerario proyecto, elijieron la calle del norte que va á parar á la Alameda, precisamente el punto mejor resguardado y en que estaba casi toda la caballería, que, medio estupefacta de tanta audacia, se quedó un momento como petrificada en su puesto, convencida por otra parte de que era imposible que pudiesen escapar los patriotas. Pero fuese prodijio del valor, fuese poder de la desesperacion, algunos de estos bravos consiguieron hacerse paso, y arrastraron tras sí buen número de los suyos, aprovechando la confusion introducida en la refriega por un gran número de mulas que iban delante y que levantaban un polvo que no permitia ver á los combatientes y confundia unos con otros. De los primeros que intentaron este atrevido golpe de mano fué el intrépido O'Higgins, verdadero héroe de esta admirable si bien desgraciada resistencia, en la cual le alcanzó la gloria de pagar su tributo de sangre, recibiendo una herida, que felizmente no fué de gravedad. Don Juan José Carrera pudo escaparse en la primera salida, y desde la víspera se habia reunido con su hermano don José Miguel (1).

Tal fué el resultado de esta batalla, una de las mas desgraciadas y mas notables de las de la independencia, pero tambien una de las mas gloriosas, así para el jefe como para el puñado de valientes que tan bien supieron

(1) Los sitiados se condujeron con un denuedo admirable. Los oficiales Ovalle y Yañez quedaron apoderados del asta de bandera para no rendirla mientras tuviesen vida. El capitan don José Ignacio Ibieta, rotas las dos piernas, puesto de rodillas y con sable en mano, guardaba el paso de una trinchera hasta su muerte, etc. Véase la memoria de Benavente, página 193.

defenderse á pesar de su inferioridad numérica (1). Porque la gloria no la da solamente un resultado satisfactorio, sino que a veces tambien ciñe con corona de laurel la frente de los bravos, á quienes niega el destino la palma de la victoria; bajo este punto de vista mereciéndola bien aquellos intrépidos guerreros. Mas adelante, como sucede de ordinario, los partidos, siempre llenos de pasion, se acusaron echándose recíprocamente en cara la culpa de esta catástrofe, y hoy mismo es muy difícil averiguar la verdad : tan vivo está aun el espíritu de animosidad en el corazon del país. Sea que se consulten los numerosos documentos, ya impresos ya manuscritos, que existen relativos á este drama, sea que este drama se discuta con los testigos oculares y hasta con los que tomaron gran parte en él, siempre queda duda entre el pro y el contra, por mas que la relacion se haga muy concienzudamente y con aquel aire de buena fe que casi infunde respeto (2). Pero ¿quién es el hombre de partido que en la exaltacion de sus ideas, en las que suele tener cabida el odio, no es arrastrado involuntariamente á poner una fuerte dosis de exajeracion en sus convicciones, sobre todo cuando así halaga su amor propio, asegura sus intereses y hace daño á su enemigo?

(1) Segun el parte, acaso exajerado, de Ossorio al virey del Perú, la pérdida de los patriotas fué de cuatrocientos y dos muertos, doscientos noventa y dos heridos y ochocientos ochenta y ocho prisioneros. La de los realistas estuvo reducida á ciento y once de los primeros, de los cuales uno solo era oficial, y ciento y trece de los segundos, inclusos siete oficiales. Véase el parte de Ossorio en la gaceta del gobierno de Lima correspondiente al 7 de noviembre de 1814 y la gaceta de Chile viva el rey del 5 de diciembre de 1814.

(2) Un jóven anglo-americano que se encontraba entonces en Chile, y que ha publicado en Boston un diario del tiempo que permaneció en este país por los años 1817, 18 y 19, dice hablando de la inaccion de don José Miguel Carrera, á pesar de lo partidario que es de este gran patriota: Their conduct on this occasion is inexplicable and is not attempted to be justified even by their friends, página 13.

Lo que mas ha dado márjen á las recriminaciones, es el plan de defensa de los dos jefes principales. Don José Miguel Carrera quiso esperar al enemigo en la angostura de Payne, formada por la inmediacion de dos ramales, el uno de la cordillera alta y el otro de la costa, que habia fortificado. Aunque O'Higgins no desconocia las ventajas de esta posicion, le encontraba sin embargo el grande inconveniente de que habia en los ramales unos bajos muy fáciles de pasar al ejército enemigo, sino con la artillería de grueso calibre, al menos con las piezas de campaña, lo cual le permitia moverse y colocarse á retaguardia, en cuyo caso las fortificaciones eran inútiles y el ejército tenia que tomar una grande estension muy perjudicial por la inferioridad del número. Por este motivo propuso la ciudad de Rancagua para punto central y de reunion, y las orillas del Cachapual para sitio de asiento y de defensa, plan que se adoptó, aunque á disgusto de Carrera, y que segun los partidarios de este fué la causa de la pérdida de Chile; acusacion que el historiador imparcial no puede admitir, así como tampoco la que los adversarios de don José Miguel Carrera hacen á este de haber permanecido mero espectador de la accion, cuando por el número de sus soldados, á los que se habia reunido una gran parte de la caballería de Portus derrotada á los primeros cañonazos, pudo decidir del éxito de la batalla. A decir verdad, nos inclinamos á creer que este cargo es un poco mas fundado, porque la caballería de milicianos de Elorriaga, Lantaño y Quintanilla no hubiera podido resistir, á pesar del arrojo de sus jefes, á mil doscientos hombres que tenia don José Miguel Carrera, sostenidos por siete piezas que mandaba su hermano don Luis y por buena caballería, á cuya cabeza estaban los dos hermanos.

Benavente. Probablemente hubiera sido fácil á esta division atacar con buen éxito por varios puntos á los sitiadores, ó quizá arrollar el cuerpo.de milicias y llevar socorros á los soldados de O'Higgins, que empezaban á estar faltos de todo; y entonces no es difícil calcular de que lado se hubiera declarado la victoria, cuando un corto resto resistió tan valerosamente al ejército entero de Ossorio, que estaba lleno de inquietud y timidez. Pero la Providencia lo dispuso de otra manera, sin duda para probar en mejores tiempos el patriotismo de los indiferentes.

Con la pérdida de la batalla de Rancagua y todo el material de armas y municiones que en ella habia, Chile volvió á la dominacion de España y á verse privada, por algun tiempo al menos, de muchos miles de patriotas; pues hombres y mujeres se apresuraron á pasar las cordilleras y llevar su esperanza al seno de una república mas feliz, puesto que habia conseguido rechazar hasta mas allá del desaguadero á los soldados de Pezuela, únicos con quienes tenia que pelear en aquellos momentos. No pudiendo organizar una resistencia en la angostura, como queria, á causa de los infinitos fujitivos que abandonaban sus cuerpos, Carrera se dirijió á Santiago, donde permaneció hasta el 4 de octubre para que el pueblo saquease las administraciones del fisco, tales como la del tabaco, en que habia mas de doscientos mil pesos, la de víveres, fábrica de armas, etc. (1), y para tomar el dinero que habia en tesorería y casa de moneda, exijir algunas contribuciones y apoderarse de todas las alhajas de las iglesias. Con este dinero se prometia organizar en el norte un nuevo ejército

(1) Por consecuencia de esta licencla, se cometieron desórdenes que Carrera procuró remediar, castigando rigorosamente á los culpables y armando á los habitantes para que cuidasen del órden. Véase su manifiesto, página 59.

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