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dándoles un carácter civil y relijioso. Esta vez la relijion, como ellos la entendian, tenia derecho á ello, porque habiendo puesto el ejército bajo la proteccion de nuestra Señora del Rosario, á esta Vírjen era á quien debian presentárselos trofeos, como lo pidió Ossorio y así se hizo. Con el oficial encargado de esta honrosa mision envió el virey el nombramiento de brigadier y el de capitan jeneral de Chile al jefe del ejército espedicionario, nombramientos que el rey aprobó, aunque solo con el sueldo de brigadier.

Lo primero de que cuidó Ossorio fué de ocupar los principales puntos del país conquistado. El infatigable Elorriaga, de vuelta de su espedicion contra los Carreras, á quienes habia obligado á pasar las cordilleras, fué destinado con parte de su caballería á Coquimbo, que aun no estaba completamente sometido; el coronel don Juan Ballesteros, que no habia hecho mas que atravesar la capital, obtuvo el gobierno de Quillota hasta Illapel; por último el puerto de Valparaiso se confió á un marino, el capitan de fragata Villegas.

Tomadas estas medidas de precaucion, se ocupó de los emigrados que por su edad avanzada ó porque no consideraban sus compromisos tan grandes que les obligasen á huir del país, se habian contentado con alejarse de la capital para volver á ella mas adelante, cuando la efervescencia del momento hubiese producido todos sus funestos efectos. Una infinidad de estos patriotas estaban ocultos en las haciendas, esperando con ansia el momento de reunirse á sus familias, cuando Ossorio, ó su segundo Pisana, vinieron á sacarles de su molesto retiro con proclamas que respiraban buena intencion, olvido, clemencia y humanidad, invitándoles á presentarse á

aquellos jefes, que no tardaron en hacerles arrepentir de la confianza con que acojieron sus promesas. Y en efecto, poco despues de haber regresado á sus casas, un gran número de estos respetables chilenos, cuya mayor parte eran de edad muy avanzada, fueron arrestados, y á pocos dias enviados unos á las prisiones del país, otros á las casamatas de Lima y cuarenta y dos á la isla de Juan Fernandez embarcados en un buque pequeño, La Sebastiana, donde durante los tres dias que estuvo en la bahía no recibieron mas recursos que los que les suministró la caridad de un español, don Pablo Casanova. Mas de dos años estuvieron en aquella isla atormentados con privaciones de todo jénero y con las vejaciones continuas de sus gobernadores, personas jeneralmente mal educadas y sin instruccion, hasta tal punto que uno de los últimos no sabia casi leer (1).

No cabe duda que entre estos mártires de la libertad habia algunos, que aunque incapaces de grandes cosas porque les faltaba enerjía y audacia, podian hacer sombra á Ossorio con sus talentos, su elevada posicion y la naturaleza de las instituciones que estaban llamados á fundar; pero estos eran en número muy corto y todos los demas ni eran hombres de accion, ni apasionados, ni pensaban mas que en el bien de su país, hombres arrastrados á la revolucion por la fatalidad y el estado crítico de España, y que habian emigrado por la debilidad y timidez que constituia su caracter. Estos patriotas no exijian de la revolucion mas que algunas mejoras que nada tenian que ver con la independencia; y sin embargo todos fueron lanzados al ostracismo y encerrados en pri

(1) El Chileno consolado en los presidios, por don Juan Egaña. Obra escrita en jeneral con bastante exajeracion.

VI. HISTORIA.

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siones, ó desterrados á islas adonde fué á reunírseles buen número de desgraciados patriotas de Concepcion, que habian estado presos desde la pérdida de esta ciudad, á pesar del convenio celebrado antes de rendirse con el intendente don Matías de la Fuente, jefe de la espedicion, y no obstante que debieron ser puestos en libertad con arreglo á una cláusula del tratado de Gainza. Habia pues una mala fe que en todos se presentaba á la vez bajo el patronato de pérfidos manifiestos y de la relijion santa (1).

La tarde misma en que el ejército llegó á Santiago, don Ignacio de Arangua, con algunos soldados de caballería, fué á buscar al obispo Rodriguez, retirado hacia tiempo en Colina. Al dia siguiente se presentó el prelado á Ossorio, y desde aquel momento fué uno de sus consejeros mas íntimos. Confianza bien merecida, porque era aquel personaje un chileno de mucho talento, adicto apasionado á la monarquía y sumamente útil por el gran conocimiento que tenia del país. Como su fe en la relijion era aun mas robusta, aprovechó su influencia para que se revocasen las leyes revolucionarias de 1811 y 1812 sobre la dotacion de los curas, y se devolviesen á estos sus antiguos privilejios y beneficios con arreglo á lo mandado en el concilio de Trento. Introdujo en el clero algunas innovaciones que fueron de la aprobacion del jefe del estado, porque tenia encargo de apoyarse en la relijion, procurar que esta penetrase mas que

(1) Este sentimiento de deslealtad era muy comun en aquella época en los jenerales españoles. No hay ninguna historia de las diferentes repúblicas hispano-americanas que no cite á este propósito numerosos ejemplos. El mismo Fernando VII no hacia escrúpulo en faltar à su palabra, como lo prueba el gran número de personas presas cuando volvió á España, no obstante que sus proclamas respiraban por todas partes libertad, y se hacian en ellas promesas de paz y de union.

nunca en las diferentes clases de la sociedad y preparar los ánimos á recibir otra vez, primero la inquisicion restablecida por el rey de España, y despues los jesuitas restablecidos por la corte de Roma.

Mientras que el obispo de Santiago se ocupaba de su clero, Ossorio pensaba en derribar las instituciones civiles, relijiosas y militares que emanaban del gobierno revolucionario. Para conseguirlo necesitaba asociarse á los miembros del cabildo, que eran los personajes mas influyentes y mejor reputados en el país, y que formaban una corporacion toda paternal, á la que habian consultado en todos tiempos los presidentes. Como por otra parte habia contribuido mucho á la eleccion de los alcaldes y rejidores recientemente nombrados, podia contar con su celo para realizar á sus deseos.

Probablemente se contaria con la influencia del cabildo, en el que era rejidor el hijo de Figueroa, para rehabilitar la memoria de los que habian sufrido ultrajes infamantes por sus opiniones, ó pagado con la cabeza su fidelidad á la monarquía. Entre estos se contaban don Romualdo Antonio de Esponda, don José Antonio Ezeisa y el famoso don Tomás Figueroa, cuyas cenizas fueron trasladadas con gran pompa á la catedral, acompañándolas el cabildo civil y eclesiástico, el cuerpo de oficiales y todas los corporaciones relijiosas de la capital (1).

(1) El rey aprobó esta rehabilitacion y mandó ademas que á Esponda, á quien se habian dado doscientos azotes en la plaza pública, se le hiciesen en la misma plaza los honores que se hacen al rey, condecorándole al propio tiempo con la cruz de Isabel la Católica. El 30 de noviembre de 1816 Esponda, acompañado del presidente, el marques de Villa-Palma, que le servia de padrino, los miembros del cabildo, muchos oficiales y nobles, se paseó por la plaza, donde se hallaban todas las tropas con sus banderas, y llegado al punto en que recibió el castigo, se leyó la real cédula y los abanderados le hicieron

Con este acto de justicia esperaba el jefe del estado dar mas prestijio al gobierno español y hacer odioso el sis tema republicano, que palpitaba siempre en el corazon de la nacion, á pesar de los desórdenes cometidos en su nombre, y no obstante el empeño que habia en exajerar sus escesos. El espíritu sedicioso tomaba proporciones tan libres, que se permitian correr los rumores mas estraños sobre una próxima espedicion de tropas de Buenos-Aires á Chile, y sobre la parte activa que iba á tomar Inglaterra en la independencia de aquellas comarcas; lo cual acontecia precisamente cuando los dos paises seguian activa correspondencia para un tratado de comercio, ó al menos para conservar entre sí sus comunicaciones habituales, asunto en que, sin saber porque, tomó la iniciativa el gobierno de Buenos-Aires de resultas de la declaracion de guerra que le hizo el jeneral de Chile, y que no quiso de ninguna manera aceptar. Por el contrario, aumentó los destacamentos en las cordilleras para vigilar mejor sus pasos, envió á Mendoza y á BuenosAires muchos espías para observar las disposiciones del gobierno y la conducta de la multitud de emigrados que se habian refujiado allí (1), y hasta pensó en hacer una espedicion para atacar al gobernador San Martin y ponerse en comunicacion, por un lado con Pezuela acampado en el alto Perú, y por el otro con Morillo, de quien se decia, aunque sin fundamento, que iba á desembarcar

los honores reales al ruido de los tambores, cornetas y canones. Concluida esta ceremonia pasó á colocarse delante del palacio y todas las tropas desfibroa por delante de él. — El rey mandó igualmente que Figueroa le hiciese una peticion de gracia y de merced. Gaceta del gobierno de Chile número 104.

(1) Ossorio tenia un tacto muy particular para saber lo que hacian los ene migos de su rey; su sistema de espionage estaba establecido admirablemente y alcanzaba á gran distancia.- Conversacion en el Cuzco con don José Rudas, ex-secretario de Ossorio..

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