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muy pronto en las playas de Buenos-Aires. La espedicion, de que ya se hablaba en el campamento de Pezuela, no se verificó, porque Ossorio tenia que desprenderse de sus mejores tropas para enviarlas á aquel, como en efecto se las envió en número de setecientos setenta y siete entre Talaveras y Chilotes, que se embarcaron muy luego para Arica y formaron mas adelante el segundo batallon de Talavera á las órdenes de don José de Ballesteros (1).

La marcha de estas tropas dejó en el ejército un vacío que el jeneral debia sentir necesariamente, en momentos sobre todo, en que los espíritus estaban secretamente ajitados por la prision y destierro de tantos respetables ciudadanos.

Aunque se formó en Santiago el batallon de distinguidos voluntarios de la concordia chileno-española, que al cabo de algunos meses hacia el servicio con tanta perfeccion como las tropas veteranas, y aunque el ejército se encontraba reorganizado y reforzado con nuevos milicianos ó voluntarios, sin embargo, estaban estos tan mal pagados y tan poco considerados comparativamente con las tropas españolas, que no podia inspirar gran confianza su fidelidad, ó por lo menos debia temerse que desertarian (2). Ossorio comprendia su posicion, y para

(1) Revista de la guerra de la independencia de Chile por Ballesteros y memorias del jeneral Camba sobre las guerras del Perú. Mas tarde, cuando supo que Ricafort habia llegado de Colombia á Lima con tropas de Estremadura, volvió á pensar en la espedicion contra Mendoza y pidió algunas de estas tropas á Abascal, quien le respondió que no podia continuar en Chile y que Marco del Pont acababa de llegar para reemplazarle.- Conversacion con Ruedas, exsecretario de Ossorio.

(2) Un subteniente de Talavera tenia 55 pesos mensuales y un coronel chileno de voluntarios 50, y sin embargo este y sus compañeros, independientemente de los azares de la guerra, comprometian ademas sus bienes, su posicion y con frecuencia sus familias, contra las cuales se veian muchas veces precisados á batirse. - Véase la carta de don Cayetano Requena, capellan mayor de la escuadra de Chile, á un sacerdote del Perú.

mejorarla consideró siempre al país en estado de guerra, sujetándolo á la vijilancia casi esclusiva de un consejo de oficiales, cuyo presidente era el severo Maroto; política poco hábil que llevaba la sospecha á todas partes y á todas las cosas, y que hubiera vuelto á abrir tarde ó temprano la carrera de las luchas civiles, si los socorros estranjeros no las hubiesen hecho abortar.

Poco tiempo antes, es decir, el 16 de marzo de 1815 se restableció la real audiencia con algunos de sus antiguos individuos (1). La instalacion se hizo, como de costumbre, en medio de grandes fiestas civiles, relijiosas y militares. Cualquiera hubiese creido, atendida la naturaleza de sus atribuciones, que iba á cesar el poder arbitrario del soldado, y que todas las causas civiles seguirian su curso ordinario conociendo de su úitima instancia aquel supremo Tribunal. Sin embargo no sucedió así. En virtud de la especie de estado de sitio que pesaba sobre el país, Ossorio siguió gobernando á la manera y bajo la influencia del principio militar. Era á veces tan absoluto, que la instalacion de la real audiencia parecia no tener mas objeto que obedecer las órdenes del rey y servirse de ella para legalizar sus actos. Con efecto, le suspendió implícitamente el derecho de iniciativa, lo mismo que á los alcaldes, y sujetó los ladrones á un consejo de guerra, tribunal monstruoso que por la severidad de su disciplina está siempre dispuesto á imponer el maximum de la pena, como que no atiende mas que al hecho y prescinde absolutamente de sus causas y de la parte moral (2).

(1) Esta real audiencia estaba compuesta del rejente interino don José Santiago Concha de los oidores don José Antonio Aldunate, don Felix Basso y Barri y don José Antonio Rodriguez. Este, como menos anciano, se encargó interinamente de la fiscalia.

(2) Y á fin que las causas de los ladrones y salteadores piliados infraganti no

Independientemente de este consejo de guerra, habia otros muchos tribunales secundarios, cuya principal mision era desbaratar los cálculos de los patriotas, oponer la accion de una policía secreta á sus complots y combinarla de manera que alcanzase la vijilancia á todo el país y hasta á los emigrados. Estos tribunales, tan severos como injustos, por simples sospechas llenaron de chilenos las prisiones, donde, mezclados con presos de todas clases, se entregaron inocentemente á conversaciones llenas de esperanza, fundada, como puede calcularse, en una revolucion, único medio que encontraban para salir de sus tristes calabozos. Pero si sus palabras eran ofensivas en algo á las nuevas autoridades y á la bandera que representaban, no podia decirse lo mismo de sus acciones, atendida su ninguna intelijencia, su falta de antecedentes y la nulidad de su posicion social. Urréjola, comandante de armas de Santiago, lo sabia perfectamente bien, y así es que no hacia caso de los chismes que le llevaban, contentándose con participárselos á Ossorio, quien mas asustadizo y responsable tomó de aquí pié para una vijilancia particular, confiándola á los jefes de la policía de seguridad, el comandante Morgado y el capitan San Bruno. Esto era lo mismo que dar pábulo ó apresurar un motin, en vez de dilatarlo ó hacerlo imposible; porque aquellos oficiales, blanco, por la naturaleza de sus funciones, de los odios del populacho, aprovecharon la ocasion para que pensasen aquellos desgraciados presos en una verdadera revolucion, haciéndoles creer, por medio del sarjento Villalobos y de los

padezcan atraso y sean pronto y ejemplarmente castigados, se manda formar en la capital un consejo de guerra permanente, al que serán remitidos los reos con sus sumarias respectivas, etc. Gaceta del gobierno de Chile, tomo 1o, número 49, página 455.

soldados que custodiaban la prision, que el público, los dragones y hasta muchos soldados de Talavera, cansados del gobierno de Ossorio, no esperaban mas que un momento favorable para levantar la cabeza é insurreccionarse. Estas insinuaciones bien estudiadas, influyeron tanto en la débil intelijencia de aquellos patriotas, que inmediatamente se establecieron relaciones entre ellos y sobre todo con Villalobos, principal ajente de tan monstruosa intriga, con el único objeto de combinar un plan de insurreccion en favor de la república. Gracias á los dilijentes pasos de los pérfidos Talaveras, creyeron haber conseguido lo que deseaban, cuando en medio de la noche y en el momento en que iban á empezar á obrar, invadió sus habitaciones una compañía de Talavera con Morgado y San Bruno al frente, que fueron bastante viles para mandar sacrificar á casi todas estas víctimas desgra ciadas de la iniquidad. En aquel momento estaba toda la guarnicion sobre las armas, unos cercando el cuartel de dragones de los que se sospechaba que estuviesen en connivencia con los revolucionarios, y otros en la plaza para marchar adonde estallase cualquier movimiento. Ossorio mismo recorrió durante la noche diferentes puntos de la ciudad, lo cual pudiera dar márjen á creer que la rebelion era mucho mas seria de lo que los autores dicen, por lo menos en concepto del capitan jeneral.

Las medidas que tomó Ossorio para proporcionarse dinero no fueron ni menos injustas ni menos terribles. Cuando entró en Santiago se halló con que los jefes patriotas habian dejado completamente vacías las cajas del gobierno, casa de moneda, direccion de tabacos y demas tesorerías, lo cual le imposibilitó dar cantidad al

guna á sus soldados que reclamaban con violencia sus atrasos, ni cubrir sus primeras atenciones. Verdad es que las tropas que persiguieron los restos de Carrera se habian apoderado de muchas cargas de dinero por valor de 125,389 pesos, pero una buena parte se entregó en la casa de la moneda por via de fondo para la compra de pastas y su amonedacion, y lo poco que quedó no alcanzaba á satisfacer las mas apremiantes necesidades.

Para remediar tanta penuria comenzó por imponer fuertes contribuciones á cuantos habian tomado parte activa en la revolucion, y abrir una suscripcion voluntaria, que fué una segunda contribucion para los mismos, porque el negarse á ella ó no inscribirse al instante, hubiera pasado por una confesion tácita de patriotismo. En seguida decretó un empréstito forzoso de 152,000 pesos pagadero por los habitantes acomodados de Santiago colectivamente, que se hizo estensivo á todos los habitantes de la república, escepto los de Concepcion, Coquimbo, Huasco y Copiapó por manera que patriotas y realistas estaban comprendidos en él. Poco despues estableció nuevos impuestos sobre los que ya pagaban el oro, la plata, el cobre y los ramos de balanza y tajamares, sin esceptuar la carne muerta, los efectos estancados, etc., etc.; y no bastando todo esto impuso una contribucion de 21,000 pesos mensuales á las personas pudientes de Santiago y de 22,000 á las de las provincias (1).

Aunque la mayor parte de estos impuestos alcanzaba

(1) Ossorio pidió una contribucion mensual de 83,000 pesos, pero la comision no pudo recaudar mas que 43,000, inclusos los donativos del clero secular y regular y monasterios de relijiosas. Bando y archivos de la tesorería de Santiago.

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